En los últimos meses se ha debatido mucho sobre la política de permitir hacer fotos en el interior de los museos. En este artículo escrito por Nina Simon y publicado en su blog Museum 2. 0 reflexiona sobre ello y sus efectos en la National Gallery de Londres. Aquí está el enlace al original y más abajo mi traducción.
Estaba equivocada.
Hace cinco años escribí un post sobre cómo hacer fotos dentro de los museos con la mayor libertad posible. Creía que hacer fotos (sin flash) en un museo desarrollaba enormemente la capacidad de personalizar, memorizar y disfrutar de la experiencia. Y todavía lo hago. La mayoría de las veces. Pero la semana pasada, una serie de artículos escritos desde Londres me hicieron cambiar de opinión.
Algunos de ellos proceden de un blog que tiene un nombre muy apropiado: Grumpy Art Historian (nda: ’El historiador del arte gruñón’). El bloguero Michael Savage y yo nos vemos poco, y por eso me encanta leer sus posts. La semana pasada escribió una serie de artículos sobre las novedades de la National Gallery de Londres: por primera vez, la National Gallery permite hacer fotos sin flash.
Elresultado parece ser un caos total. Muchos flashes. Una masa de ipads. Gente inclinándose y tocando peligrosamente las obras. Un enjambre de cámaras por todas partes. Las obras son como celebridades asediadas, perseguidas por una horda de paparazzi novatos.
Leyendo atentamente los posts de Michael, parece que las cámaras no son las mayores culpables. Se convierten en las armas de una masa de gente ya de por sí difícil de manejar. Son las armas de la gente apiñada en busca de novedad. Una escena como la que se ve arriba no sólo representa un caos causado por un denso cúmulo de teléfonos móviles y cámaras. Es una confusión causada por la gente.
En un museo, una masa de personas apretujadas unas contra otras no permite una visión sin restricciones de las obras, sino que la convierte en un acontecimiento planificado. Te encuentras atrapado: gente a tu alrededor, delante y empujándote por detrás. De repente, una cámara, que sería inofensiva en un entorno sin aglomeraciones, se convierte en algo tan molesto como alguien hablando durante la proyección de una película en el cine. Todos estáis en el mismo espacio y ni siquiera podéis distinguir las cámaras que os rodean unas de otras.
¿Por qué este museo está siempre tan lleno? Porque es famoso. Michael señala que algunas partes de la National Gallery siguen siendo relativamente tranquilas y apacibles; todo el mundo se agolpa alrededor de las estrellas de la galería, como los Girasoles de Van Gogh y las Madonnas de Botticelli.
El culto a la celebridad es mucho más fuerte en campos en los que el público no es muy entendido. ¿Recuerda el nombre de algún cantante de ópera? ¿Y de algún pintor? ¿Y de algún museo? Los museos más grandes son los que están abarrotados y la gente se concentra sobre todo ante las obras más famosas de la colección. En el Louvre hay muchas salas en las que prácticamente nunca hay nadie, pero esto en la sala que alberga la Mona Lisa nunca ocurrirá.
Los museos han exasperado este culto a la celebridad poniendo mucho énfasis en las exposiciones de éxito y las muestras itinerantes; crean “paquetes” con los grandes éxitos irrenunciables. Crean la experiencia que no se repetirá otra vez en la vida y las multitudes acuden en masa. Te dicen que no debes perderte esta oportunidad y quieres capturar el momento lo mejor que puedas. Y la multitud se agolpa, cámara en mano. El arte se captura como un animal cojo en un parque infantil... pero el arte no es algo que se pueda domesticar.
Pensando en todo esto, me viene a la memoria aquella hermosa escena en el granero más fotografiado de América, descrita por Don Delillo en White Noise. Dos personajes salen a ver ese granero y ven que toda la gente lo está fotografiando. Uno de ellos, Murray, dice:
"Nadie ve el granero.... Estar aquí es una especie de rendición espiritual. Sólo vemos lo que ven los demás. Los miles de personas que han estado aquí en el pasado, los que vendrán en el futuro. Hemos aceptado que formamos parte de una percepción colectiva. Esto literalmente colorea nuestra visión. En cierto modo esuna experiencia religiosa, como cualquier forma de turismo".
El granero, como los Girasoles de Van Gogh, es tenue. Con cada toma, se aleja de ser un granero y se acerca cada vez más a la imagen del granero. Se sacrifica a la captura continua de su imagen.
Estoy de acuerdo si esto le ocurre al granero en una novela. No estoy seguro de que esté bien para el arte y los artefactos culturales. ¿Hay alguna alternativa? Michael Savage podría decir: vuelve a los viejos tiempos en los que no estaba permitido hacer fotos dentro de los museos. Deshazte de la cámara. Creo que las cámaras son, sí, una distracción, pero en realidad hay que deshacerse de las multitudes.
La semana que viene me voy de vacaciones: de acampada a las Altas Sierras. Para poder hacerlo, tengo que tener permiso del parque. Así que tuve que planearlo con antelación (no lo hice) o levantarme a las cinco de la mañana y hacer cola durante tres horas para conseguir el permiso (cosa que haré). Los permisos son necesarios en el parque natural por la misma razón que se imponen restricciones a los visitantes de los museos: para proteger las obras de arte o la naturaleza y garantizar experiencias positivas y seguras a los participantes.
Los permisos no cubren todo el parque, sino sólo las partes más dañinas, y la necesidad de este sistema de permisos no se debe a un hecho puramente económico: cualquiera puede obtener un permiso por una tarifa razonable. El sistema se basa en la idea de que debe haber la máxima seguridad y la garantía de una experiencia positiva en la naturaleza; por eso se necesitan normas y sistemas que garanticen que no se sobrepasan ciertos límites.
Lo mismo ocurre con los museos. La diversidad en las formas de aprender se elimina si se respetan ciertas normas. A algunas personas les gusta dibujar, a otras hacer fotos, a otras hablar o mirar. Cada una de estas acciones puede ser un estímulo para un compromiso y una participación significativos, y todo el mundo puede hacer estas cosas tranquilamente si hay suficiente espacio entre ellas.
Pienso que los mejores museos son lugares generosos. Acogen a personas diferentes que dedican diferentes cantidades de tiempo a hacer cosas diferentes para estar en sintonía con la obra expuesta. Si son museos famosos, acogen a la gente durante muchas horas al día y les ofrecen una buena experiencia, a pesar de la gran demanda.
Los lugares concurridos se convierten en lugares ahorradores. Manejan el dinero por necesidad. Cada desviación de nuestro curso de acción se hace más visible y frustrante. La diversidad produce acusación en lugar de comprensión.
Busquemos la manera de introducir la generosidad en los grandes museos del mundo. Dejemos que Van Gogh sea Van Gogh. Dejemos que la gente vea los Girasoles de la manera que prefiera, en su propio trocito de espacio y tiempo. Tenemos que construir sistemas que permitan florecer a los visitantes y al arte.
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