El trato del director del Museo della Gente Trentina es inaceptable. Un museo no es sólo el número de visitantes


El trato dado en Rete4 al director del Museo degli Usi e Costumi della Gente Trentina, Giovanni Kezich, fue inaceptable. El rendimiento de un museo no sólo se juzga por el número de visitantes.

Lo que le ocurrió el jueves 13 de septiembre, durante el programa W l’Italia de Rete 4, al director del Museo degli Usi e Costumi della Gente Trentina de San Michele all’Adige, Giovanni Kezich, es inaceptable. Inaceptable por dos razones principales. La primera: ante novecientos mil espectadores, se puso en entredicho el trabajo de un museo sin que hubiera motivos reales para ello (y veremos por qué más adelante). En segundo lugar, en opinión del autor, no se prestó un buen servicio al público, que debía ser informado de la forma más imparcial y útil posible por una emisión periodística en profundidad, sino que, por el contrario, se le hizo espectador de un espectáculo que parecía casi destinado a filtrar una tesis muy precisa, la de que el museo era excesivamente caro en relación con el número de visitantes de pago.

Giovanni Kezich durante la emisión
Giovanni Kezich durante la emisión

Así, durante un programa en el que se alcanzaron tonos incluso inaceptables y decididamente inapropiados (desde los comentarios alusivos en el reportaje de apertura sobre los empleados del museo que regresaban de un viaje de negocios, hasta verdaderas burlas, como cuando uno de los invitados dirigió un irónico “no se cansen demasiado” al director que informaba a los invitados de que viajaría a Dubrovnik la semana siguiente para recoger un premio europeo), en el que también se sostuvieron falsedades flagrantes (como aquella según la cual el Museo de Usos y Costumbres del Pueblo Trentino tiene “más empleados que visitantes”), Giovanni Kezich se vio arrojado en medio de un tumulto que no le permitió exponer sus razones en un diálogo que tuviera siquiera visos de ser sereno y constructivo: Sin que los invitados al estudio le dejaran terminar sus frases y le hablaran con desprecio, y sin que nadie se tomara en serio su versión (porque ni siquiera es aceptable afirmar que el dinero gastado en el museo del Trentino puede justificarse porque el Estado tiene que garantizar el bienestar a sus ciudadanos), el director, que sin duda no está en absoluto acostumbrado a audiencias de ese tipo, no se vio en las condiciones más adecuadas para defender los argumentos de su museo.

En esencia, el programa transmitió un mensaje profundamente equivocado: el mensaje de que el rendimiento de un museo debe medirse por el número de visitantes que pagan una entrada para acceder a sus salas. Y, en consecuencia, un museo que gasta demasiado en relación con el número de quienes lo visitan, sería un museo que despilfarra: una tesis parcial y reductora, ya que un museo no es un parque de atracciones que vive sólo en función de cuántas personas lo visitan. Los visitantes no son más que una parte de las actividades de un museo: ciertamente, son el componente más visible y fácil de medir, pero no son el único. Tomemos como ejemplo el Museo degli Usi e Costumi della Gente Trentina, uno de los museos etnográficos más importantes de Italia cuyas actividades van mucho más allá de las visitas. De hecho, el museo de San Michele all’Adige está dotado también de una preciosa biblioteca especializada en antropología cultural e historia alpina y trentina, con una colección de unos diecisiete mil volúmenes, de los cuales mil quinientos forman parte de una colección histórica de libros y publicaciones periódicas publicadas entre el siglo XIX y principios del XX, mientras que mil componen la colección del fundador del museo, Giuseppe Šebesta, importante escritor y etnógrafo. Además, el museo cuenta con un archivo audiovisual que incluye importantes documentos sobre las costumbres del Trentino, algunos de los cuales fueron producidos por la oficina local de la RAI.

El hecho de que el millón y medio de euros que requiere cada año el funcionamiento del museo sirva también para que la biblioteca y el archivo funcionen adecuadamente bastaría, por sí solo, para desmentir las afirmaciones de quienes creen que esta cifra debe relacionarse únicamente con el número de entradas vendidas. Pero hay mucho más: el Museo degli Usi e Costumi della Gente Trentina organiza todos los años jornadas de estudio, así como numerosas actividades en la zona, lo que lo convierte en un museo que, en efecto, sale de sus salas al encuentro de los habitantes (y quizá sea superfluo subrayar la importancia fundamental de este aspecto en términos de repercusiones positivas que van desde la inclusión y la integración hasta la difusión de la cultura y la cohesión social). Y, de nuevo, el museo dirigido por Kezich investiga mucho en el campo de la etnografía: por ejemplo, dirige un proyecto internacional sobre los carnavales europeos, en el que participan una docena de países y que cuenta con el patrocinio y el apoyo del Programa Cultura de la Unión Europea. No hay nada de extraño en todo esto (al contrario, estamos ante el caso de un museo muy activo, a cuyos 3.827 visitantes de pago en 2016 hay que sumar también los no abonados, los usuarios de actividades educativas y los visitantes a eventos, lo que eleva la cifra de asistencia al museo a unas 25.000 personas, solo para calcular cuántas personas han entrado entre sus paredes), ni nada de misterioso: la web del museo cuenta con una rica sección de "administración transparente " en la que es posible ver cuáles son las partidas de gasto y a dónde va a parar el dinero.

Lo cierto es que si olvidamos que son muy pocos los museos que consiguen vivir sólo de los ingresos de las entradas, si no reconocemos, o no queremos reconocer, el verdadero valor de la cultura, si no tenemos en cuenta que los museos cumplen una importante función social que no puede medirse sólo por el número de visitantes (deberíamos decidirnos, de una vez por todas, a considerar un museo como el equivalente a una escuela o un hospital, y no como un parque de atracciones), y sobre todo si ponemos en la picota a todo un museo ( actitud vergonzosa: no hay otra forma de calificarla) y exponemos al escarnio público a su director, que además es un etnólogo de prestigio internacional, sólo nos quedan dos opciones: estudiar en serio y volver a hablar cuando tengamos una mínima base sobre el tema que queremos tratar, o dedicarnos a otra cosa.


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