El patrimonio artístico en los conflictos armados: la necesidad y el deber de recuperar la memoria perdida


¿Cómo curar las heridas causadas al patrimonio cultural por los conflictos armados? A menudo uno se siente impotente, pero se puede hacer algo.

¿Puede considerarse el patrimonio artístico víctima de un conflicto armado? Según Irina Bokova, Directora General de la UNESCO de 2009 a 2017, la destrucción deliberada de cualquier forma de patrimonio artístico constituye a todos los efectos un crimen contra la humanidad: esta afirmación es muy significativa, porque no se trata de anteponer las piedras al sufrimiento de los hombres (como a menudo se ha hecho de forma acrítica y polémica), sino porque hace hincapié en la necesidad de preservar la memoria de los lugares y los testimonios de los hombres del pasado; no sólo las piedras, sino precisamente también las personas y los recuerdos, las emociones y los hechos vinculados a esas mismas personas, en un continuo equilibrio e intercambio entre memorias colectivas y personales. En este sentido, me parece interesante relatar el testimonio de un líder comunitario de Nimrud (Irak) que, ante la explosión que pulverizó parcialmente los restos del antiguo palacio asirio, afirmó que tal devastación era a todos los efectos comparable a la destrucción de los propios hogares y al asesinato de los seres queridos, porque Nimrud era y es percibido como un lugar familiar que ha caracterizado ese espacio y esos lugares durante siglos, formando ya parte de una estratificación de recuerdos y, podríamos añadir, del ADN de las poblaciones locales.

Daños en Nimrud durante la guerra civil (2016). Foto. SAFIN HAMED/AFP/Getty Images
Daños en Nimrud durante la guerra civil (2016). Foto. SAFIN HAMED/AFP/Getty Images

¿Cómo se pueden curar y restañar estas heridas? Ante tales acontecimientos, uno se siente a menudo impotente, entre otras cosas porque se ve obligado a correr al rescate cuando lo peor ya ha ocurrido: el desastroso y criminal saqueo del Museo Arqueológico de Bagdad en 2003 está aún vivo en la memoria de todos, en particular en la de los iraquíes. Esas heridas siguen abiertas y sangrando, también porque muchos objetos se perdieron para siempre porque fueron destruidos o robados y luego revendidos a coleccionistas o museos internacionales sin escrúpulos. ¿Qué podemos hacer? ¿Sólo nos queda sufrir y contemplar nuestra incapacidad para evitar estas tragedias? En realidad, a pesar de las dificultades de actuar durante los conflictos, es posible hacer algo para preservar y mantener intactos esos testimonios histórico-artísticos que marcan profundamente la vida cotidiana de las poblaciones locales: es bien conocido y encomiable el compromiso de personas que han dedicado y, en algunos casos, incluso sacrificado sus vidas por la protección del patrimonio histórico-artístico de países en guerra. Sin embargo, el elogio no es suficiente: lo que se necesita es el compromiso de todos, una implicación internacional bajo los auspicios de la UNESCO para que los principios y valores de la defensa de todas las formas y tipos de patrimonio histórico-artístico se respeten sin discriminación y sin clasificaciones de importancia. Ciertamente, puede haber casos más urgentes que otros, pero ello no debe llevar a tomar decisiones que excluyan la protección y recuperación de otros bienes. La UNESCO, a pesar de sus limitaciones, es la única organización internacional capaz, por un lado, de presionar para que se proteja durante los conflictos y, por otro, de promover la reconstrucción y rehabilitación efectivas de yacimientos, museos y espacios naturales.

Hay dos acciones concretas que la comunidad internacional puede y debe llevar a cabo con tenacidad: en primer lugar, una vez finalizados los conflictos, no se debe bajar la guardia, especialmente en lo que respecta a las operaciones de investigación para la recuperación de bienes robados ilegalmente que pueden reaparecer incluso 15 o 20 años después de su desaparición, cuando el recuerdo del suceso ya es lejano; la colaboración con los gobiernos locales que solicitan la devolución legítima de los bienes es fundamental y debe respetar las leyes del derecho internacional. Por último, es necesaria una operación muy cuidadosa y vigilada de reconstrucción de los yacimientos y monumentos destruidos: la tentación de retirar los escombros y proceder a una rápida reconstrucción puede ser fuerte y es precisamente aquí donde debe hacerse efectivo el papel de la UNESCO, que, sin embargo, debe traducirse también concretamente en apoyo financiero a las superintendencias y direcciones de antigüedades de los países afectados. Las reconstrucciones pueden, y me atrevo a decir que deben, llevarse a cabo, pero deben respetarse los principios de congruencia y preservación del estado de las antigüedades antes de su destrucción y, por qué no, de su estado actual después de haber sufrido daños, incluso irreparables: preservar incluso el recuerdo de la destrucción puede ser una herramienta de memoria útil para las generaciones futuras.

Esta contribución se publicó originalmente en el nº 6 de nuestra revista impresa Finestre sull’Arte sobre papel. Haga clic aquí para suscribirse.


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