El patrimonio artístico animado por la música: el caso del Festival Monteverdi de Cremona


¿Es posible dar vida a una iglesia poco conocida y darla a conocer mediante la activación de experiencias diversificadas? El caso del Festival Monteverdi de Cremona demuestra que la respuesta a esta pregunta es afirmativa.

La ciudad de Cremona se caracteriza, como es bien sabido, por una tradición musical de gran importancia, que tiene sus puntos culminantes, por un lado, en la fabricación de violines y la figura de Antonio Stradivari y, por otro, en Claudio Monteverdi, nacido en la ciudad lombarda en 1567. Desde hace más de cuarenta años, se dedica a este protagonista de la historia de la música un festival en el que los más importantes intérpretes italianos e internacionales de música antigua y barroca convergen en Cremona para una serie de conciertos que no pocas veces se celebran fuera de los espacios expresamente diseñados y construidos para las representaciones musicales, es decir, en algunos de los lugares que conforman el extraordinario patrimonio artístico y arquitectónico del que puede presumir la ciudad del “divino Claudio”.

Incluso en la edición 2024 del Festival Monteverdi, los conciertos en lugares como el bellísimo Auditorium Arvedi del Museo del Violín y el Teatro Ponchielli (donde tuvo lugar una buena representación deOrfeo y el centelleante concierto final de Cecilia Bartoli) estuvieron flanqueados por conciertos y representaciones celebrados en iglesias y palacios, a veces abiertos al público para la ocasión. La espléndida música de Monteverdi y sus contemporáneos adquiere así otra facultad, además de la de hechizar y conmover a los oyentes: la de abrir las puertas a un patrimonio a menudo poco conocido por los ciudadanos y los forasteros. Un patrimonio que, además, ostenta una coherencia básica con la música que allí cobra vida, ya sea por una cierta congruencia cronológica y estilística entre arquitectura y partituras, ya sea porque, por ejemplo en el caso de la música sacra, misas y motetes resuenan en aquellos espacios dedicados al culto para los que fueron compuestos.



El Festival Monteverdi en San Marcellino de Cremona. Foto: F. Faelutti
El Festival Monteverdi en San Marcellino de Cremona. Foto: F. Faelutti
El Festival Monteverdi en San Marcellino de Cremona. Foto: F. Faelutti
Festival Monteverdi en San Marcellino, Cremona. Foto: F. Faelutti
El Festival Monteverdi en San Marcellino de Cremona. Foto: F. Federici
Festival Monteverdi en San Marcellino, Cremona. Foto: F. Federici

El caso más interesante a este respecto es sin duda el de la Iglesia de los Santos Pedro y Marcelino, por la importancia del inmueble, por su accesibilidad actual y porque en ella se han celebrado numerosos festivales. La grandiosa iglesia anexa al colegio de los jesuitas, abierta al culto en 1608, constituye el edificio sacro más importante del barroco cremonés: El exterior llama la atención por su majestuosa fachada inacabada, jalonada por gigantescas pilastras corintias estriadas, mientras que el interior, de una sola nave, conserva, además de varias obras significativas en las capillas laterales, un impresionante altar mayor de madera dorada, que sirvió de marco a varios conciertos de música del siglo XVII. El altar, tallado en la segunda mitad del siglo XVII por Giacomo Bertesi, presenta una exuberante decoración de roleos de acanto, que enmarca el retablo, pintado a principios del siglo XVII por el pintor cremonés Gervasio Gatti y que representa El bautismo de Paulina. Sin embargo, este retablo no suele ser visible porque está cubierto, con un gusto típicamente jesuita por el “veo y no veo” (piénsese en lo que ocurre en el Gesù de Roma con la estatua de San Ignacio...), por otro lienzo posterior que representa la Crucifixión.

San Marcelino representa un caso de patrimonio en apuros: la iglesia, aunque no presenta problemas estructurales, necesita una restauración urgente, como demuestra la entrada principal apuntalada. Durante años se ha cuestionado en la ciudad el futuro uso de este edificio: el momento más reciente de reflexión sobre esta cuestión fue una importante conferencia celebrada en octubre de 2023. La idea que prevalece es convertirlo en auditorio, sin renunciar por ello a su uso como lugar de culto. En efecto, el amplio vestíbulo de la iglesia se presta muy bien a su utilización como sala de conciertos, tal vez facilitada por intervenciones para mejorar la acústica.

El Festival Monteverdi en San Marcellino de Cremona. Foto: F. Federici
El Festival Monteverdi en San Marcellino de Cremona. Foto: F. Federici
Fachada de la iglesia de San Marcelino. Foto: Ministerio de Cultura
La fachada de la iglesia de San Marcellino. Foto: Ministerio de Cultura
Interior de la iglesia de San Marcelino. Foto: Wikimedia/Mattana
Interior de la iglesia de San Marcelino. Foto: Wikimedia/Mattana

Algunos de los actos más emocionantes del festival tuvieron lugar en San Marcellino. La noche del 29 de mayo, como anticipo del evento, tuvo lugar una espléndida representación de las Vísperas de la Santísima Virgen, a cargo de Ottavio Dantone y su Accademia Bizantina. La noche del 19 de junio, Giordano Antonelli, al frente del conjunto Musica Antiqua Latina, propuso un interesante programa en torno al Combattimento di Tancredi e Clorinda: la representación de la obra maestra de Monteverdi se acompañó de música vocal e instrumental de la época de las Cruzadas, tanto del frente musulmán como del cristiano. La idea del concierto era, en definitiva, familiarizar al público con el ambiente sonoro en el que se movían los “verdaderos” Tancredi y Clorinda, siglos antes que Tasso y Monteverdi, el que debió resonar en sus oídos cuando se dirigían al sangriento enfrentamiento, fatal para la heroína. El cierre con el madrigal de Orazio Vecchi “Clorinda hai vinto” fue hermoso, con su invocación final a la paz que resonó tan apropiada para una tierra todavía, como entonces, asolada por la guerra. Hablando del Combattimento, cabe recordar que este año se cumple el 400 aniversario de su estreno en Venecia (y sí, no es sólo el 200 aniversario de la Novena de Beethoven...): por este motivo, la composición fue una de las protagonistas de la edición de este año del Festival Monteverdi, con nada menos que tres representaciones. Además de la propuesta por Antonelli, la magistral y conmovedora interpretación de Antonio Greco y Cremona Antiqua (que vimos, en forma de concierto, en el festival Trame Sonore de Mantua y que volvió a representarse en Cremona en forma escénica, dirigida por Roberto Catalano) y la reinterpretación contemporánea del Fedra Ensemble, para voz, violín, contrabajo y sintetizadores (Cortile di Palazzo Guazzoni Zaccaria, 21 y 22 de junio).

Volviendo a San Marcellino, al concierto de Antonelli siguió, la noche del 20 de junio, el de un “mito” de la música antigua y barroca (francés in primis, pero no sólo), William Christie, que, con los espléndidos cantantes e instrumentistas de Les Arts Florissants, propuso una lectura impecable de algunas páginas de la música del periodo barroco.Lectura impecable de algunas páginas del Bosque Moral y Espiritual de Monteverdi (como el festivo Beatus Vir), combinada con joyas instrumentales como una de las “sonate concertate in stil moderno” de Dario Castello, compositor veneciano cercano a Monteverdi que revolucionó la música instrumental y fue arrancado de este mundo desgraciadamente demasiado pronto, a los veintinueve años, por la peste de 1631. Un programa en cierto modo similar fue el del concierto de Federico Maria Sardelli y Modo Antiquo, el 22 de junio, que yuxtaponía al Monteverdi más vinculado a la polifonía tradicional (la Missa In Illo Tempore) con el compositor de los salmos concertados, expresión de la innovadora “segunda prattica”.


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