Tras la noticia del nombramiento de Milovan Farronato como comisario del Pabellón de Italia en la Bienal de Venecia de 2019, quizá pocos esperaban que la atención de los medios se centraría no en la experiencia previa del crítico, no en sus ideas, no en qué contornos podría tomar el Pabellón comisariado por él, no en la comparación con los otros comisarios que fueron derrotados en el proceso de selección, sino en la indecente gazmoñería homófoba que se ha desatado contra Farronato desde las primeras horas. Y si los comentarios de muchos usuarios de las redes sociales, que escribieron un poco por todas partes, también podrían tacharse rápidamente de mero ruido de fondo, hay que dedicar sin embargo unas palabras al post publicado por Elena Donazzan, consejera de la Región del Véneto, en su página de Facebook. Es necesario hacerlo, porque Elena Donazzan ostenta las delegaciones de educación e igualdad de oportunidades. Esto es lo que escribió: "Ella, con perdón, es #MilovanFarronato: ayer fue nombrado por el ministro de Cultura Alberto Bonisoli para dirigir el Pabellón de Italia en la Bienal de Arte de Venecia 2019. Sí, has leído bien. Ha sido llamado para representar a Italia en la Bienal de Arte de Venecia del próximo año: no en el Carnaval de Venecia entonces, sino en el evento cultural más importante para la región del Véneto y para toda Italia, será nuestra tarjeta de visita para los miles de visitantes internacionales que asistirán a la Bienal. Las fotos sacadas de su perfil de Instagram (-> instagram.com/milovanfarronato) se comentan solas: que quede claro, lo que hace en privado no me interesa. Pero me permito decir que cuando uno tiene que representar a una nación, al menos debería ser... ¿más autoritario? No sé ustedes, ¡pero yo no tengo palabras!
Las declaraciones de Elena Donazzan son de una gravedad desmedida, y no se pueden tolerar en laItalia de 2018, y más cuando vienen de una concejala que tiene las delegaciones de educación e igualdad de oportunidades. Con un post como el anterior, abierto por una broma agresiva e infantil (“ella, perdón él”) y agravado por consideraciones que denotan un conocimiento muy pobre de los círculos del arte contemporáneo (ya que ninguno de los visitantes de la Bienal se pararía a juzgar un pabellón nacional por la forma de vestir de su comisario, y ya que ese pudor que la concejala cree que de alguna manera puede frenarles es sencillamente inexistente), Elena Donazzan ha faltado sin duda a sus deberes institucionales: reprimir la discriminación, luchar contra la homofobia, fomentar el respeto a los demás, combatir el acoso escolar, promover la cultura. Elena Donazzan, en abierta contradicción consigo misma al afirmar que no le interesa la esfera privada de Milovan Farronato, quizá no se da cuenta de que la autoridad de un comisario no se mide por la ropa que lleva, sino por su currículum, sus proyectos y sus experiencias. Poco importa, pues, que Milovan Farronato sea un crítico de perfil internacional, que haya sido director y comisario del Fiorucci Art Trust durante siete años, que haya sido comisario asociado de la Galleria Civica di Modena durante cuatro años, que haya dado clases en el IUAV de Venecia, que haya comisariado exposiciones en medio mundo y que escriba en varias revistas del sector: mejor, para Elena Donazzan, concentrarse en las fotos de Instagram. Así se podrían animar discusiones interminables sobre cuál de los diez comisarios seleccionados inicialmente era el más adecuado para el Pabellón de Italia, pero nadie incluiría su orientación o su forma de vestir entre los elementos de juicio.
Milovan Farronato |
Y si hay que hablar de malas tarjetas de visita, en todo caso hay que adscribir a esa categoría las declaraciones de la consejera. Lo que debería hacernos preguntarnos si Elena Donazzan es apta para ejercer su cargo: Es inaceptable que una concejala responsable de Educación e Igualdad de Oportunidades, en lugar de felicitar al comisario y desearle lo mejor en su trabajo (como debería hacer cualquier figura institucional de cualquier orientación política), se lance a hacer comentarios tan reaccionarios y violentos, cuyo único resultado fue desatar un alboroto de comentarios homófobos, afortunadamente luego sumergidos por quienes incitaron a Elena Donazzan a valorar la brutalidad inverificable de sus comentarios. Y lo que es peor, tres días después del incidente, la concejala ni siquiera se ha dignado a disculparse por sus palabras. Una disculpa debida no tanto a Milovan Farronato (quien, por supuesto, como comisario de perfil internacional, no se vio afectado en lo más mínimo por las palabras de Elena Donazzan), sino a todos aquellos que siguen sufriendo discriminación por ser diferentes, por tener una determinada orientación sexual, por gustarles vestir de una manera y no de otra: un concejal de educación e igualdad de oportunidades debería defender a capa y espada a quienes todavía, por la ignorancia, la respetabilidad moralista y la estupidez retrógrada de mucha gente, encuentran a diario obstáculos que les impiden vivir con serenidad y plenitud su relación con la sociedad. Ahí está: el ataque irreflexivo de Elena Donazzan va en la dirección contraria, por lo que esperamos que su parte política se distancie y reafirme decididamente la necesidad de luchar contra la discriminación, así como contra el acoso (incluido el acoso de teclado), y que la concejala pida disculpas a todo el mundo civilizado.
Mientras tanto, afortunadamente, constatamos con satisfacción que, por el momento, en las redes sociales predomina la indignación ante las frases de Elena Donazzan: estamos convencidos, por tanto, de que, dentro de unas horas, este asunto dejará de recordarse (o, en todo caso, lo recordaremos como un pequeño episodio derrotado por la cultura, la verdadera cultura) y podremos por fin volver a hablar de arte, sobre todo desde que anteayer Milovan Farronato concediera su primera entrevista como comisario del Pabellón de Italia a Rolling Stone. El crítico anticipó un pabellón en el que habrá “nombres con perfiles diferentes y de generaciones diferentes”, que los artistas “no estarán separados, divididos”, sino que “habrá diálogo entre ellos”, que “no habrá una sección dedicada a uno u otro, sino un encuentro y quizá incluso un choque, una oposición, una concomitancia de significados”, y que la elección de los tres nombres que Farronato llevará a la Bienal vino dictada por “poder contar una historia unitaria, hecha de individualidades diferentes”. A continuación, expresó su aprecio por la escena italiana contemporánea: “las cosas están mejorando y las instituciones italianas también son activas. Rivoli, el Museo Madre, Museion o Mambo con su nuevo director son realidades importantes, con actividades significativas. Por fin, el arte en Italia puede estar al nivel de los estándares internacionales”. Veremos, cuando se anuncien los nombres de los tres artistas, qué nos depara Milovan Farronato.
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