El crítico debe acompañar al artista sin tener la presunción de avasallarle


¿Cómo ha cambiado el papel del crítico de arte? Atrás queda la figura del crítico "militante", con sabor guerrero, que animaba y seguía a los artistas incorporados en una especie de falange macedonia. Y los comisarios brotan como setas, mientras que los artistas se multiplican con cada temporada.

Antes de hablar del papel del crítico de arte o del periodista que se ocupa de los acontecimientos artísticos, me gustaría al menos mencionar la fragilidad del actual sistema del arte, que ha atravesado bastantes dificultades en los últimos años, un sistema que hasta no hace mucho contenía en su seno cualificaciones específicas que rara vez iban más allá de su ámbito de competencia. El historiador estudiaba y componía ensayos, el crítico/comisario iba en busca de artistas, por ejemplo, in fieri y se encargaba de organizar exposiciones, de la A a la Z (repito: de la A a la Z), empezando por la elección de las obras a transportar, el montaje en el espacio, el catálogo del que seguía borradores, maquetación, etc. En fin, de todos los aspectos. En resumen, de todos los aspectos. Los artistas hacían las obras, los galeristas vendían las obras, los coleccionistas compraban las obras, los periodistas reseñaban las exposiciones.

Todo cambia, como usted sabe, y el sistema del arte también. Y parto de una noticia que circulaba en los medios de comunicación. La noticia se refería a un famoso artista que compró su propia obra a un precio desorbitado, lo que permitió una nueva valoración en el mercado. De nuevo, quizá nada extraño, tal práctica también se ha adoptado en el pasado para “lanzar” al artista al mercado subyacente (citando La canzone intelligente de Cochi e Renato) y a la notoriedad. Aquí, en cambio, sorprende un poco que sea el propio artista quien haga esta operación, demostrando una capacidad económica muy fuerte y un ingenio brillante, pero la sustancia no cambia: el gran artista es el que hoy en día cuesta mucho, y esto vale para cantantes, escritores, actores de cine.



Más allá de moralinas estériles, hay que constatar que el mundo del arte se parece a menudo a otros ámbitos laborales, el mundo de los negocios, el mundo financiero, la publicidad, el marketing. La figura del comisario gana terreno. Atrás queda la del crítico “militante”, con sabor beligerante, que animaba y seguía a los artistas incrustados en una especie de falange macedonia.

Miart 2022
Miart 2022

Sin tener que referirnos a la pérdida del aura o a la muerte del arte, de la que se ha nutrido la crítica durante mucho tiempo, debemos decir que el papel del crítico también ha cambiado mucho, al igual que el del artista. A veces, el artista se convierte en comisario, invita él mismo a los artistas, viste ropa de diseño con fines publicitarios en revistas de moda. Otros, en cambio, pretenden ser contraculturales, alternativos, juegan el papel del revolucionario posmoderno abrazando las causas más contundentes del momento, haciendo del antagonismo manierista su caballo de batalla.

Llamar hunotor al crítico y al periodista, que deben utilizar lenguajes diferentes, es, en mi opinión, demasiado esquemático. El panorama de las imágenes se nos viene encima como un tsunami, los tiempos de reflexión son cada vez más esquizofrénicos, captar la atención durante más de treinta segundos es un milagro. Hay artistas y artistas, críticos que no critican e intelectuales honestos, periodistas del régimen y librepensadores, cadenas de televisión apologéticas y locutores interesantes que ofrecen temas y reflexiones convincentes.

La claridad es necesaria, la bandera hipócrita de “todo el mundo tiene que entender” (¿todo el mundo quién?) es una máscara y envilece el contenido, ya que hasta una fórmula matemática necesita un lenguaje apropiado, y yo, que soy un tarado en matemáticas, no puedo entenderla, pero no me siento excluido, no se puede ser un todoterreno. Aparte de las musculosas pruebas de cultura, expresiones inútiles amplificadas y caricias subyacentes al mercado y al poder, observo que, por ejemplo, incluso algunos profesores de filosofía se llaman filósofos, por no hablar de las apariciones televisivas en las que todos hablan como “expertos”. Esto siempre ha sido así desde los tiempos en que los emperadores de la antigua Roma eran considerados divinidades (¿quién les habría contradicho sin arriesgarse al menos a ser confinado?), así que uno no puede escandalizarse.

Una cosa es la claridad del lenguaje. El empobrecimiento del mismo es otra. Como sostenía Argan, el crítico debe trabajar junto al artista sin tener la presunción de avasallarlo. Y si los comisarios surgen como setas, mientras que los artistas se multiplican con cada temporada, no podemos pensar que también los críticos están exentos de “crítica”, sobre todo en un momento en que el espacio en los periódicos es cada vez más reducido para la cultura ofrecida en píldoras a una sociedad líquida.

Esta contribución se publicó originalmente en el nº 13 de nuestra revista impresa Finestre sull’Arte Magazine. Haga clic aquí para suscribirse.


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