¿Descuentos en el Museo Egipcio para los arabohablantes? Una iniciativa inteligente que fomenta la inclusión


El Museo Egipcio de Turín aplica hasta el 31 de marzo de 2018 la fórmula del dos por uno a los ciudadanos de habla árabe: una iniciativa inteligente para fomentar la inclusión.

Quien esto escribe cree desde hace tiempo que el burdo mantra de “los italianos primero” es uno de los principales factores que contaminan el debate político actual. Sin embargo, esta letanía demagógica e incoherente adquiere contornos decididamente más desagradables cuando se aplica a la cultura, un ámbito que quizá esté más lejos que ningún otro de cualquier intento de levantar fronteras o barreras. Así ocurre que el Museo Egipcio de Turín es blanco de los gruñidos groseros de quienes no vieron con buenos ojos una de las últimas iniciativas del instituto piamontés, que a principios de diciembre de 2017 lanzó, por segundo año, la campaña Fortunato chi parla arabo: una iniciativa que durará hasta el 31 de marzo y que prevé la venta de dos entradas al precio de una a los ciudadanos de lengua árabe. Pero no se trata sólo de un descuento: como parte de la campaña hay itinerarios, visitas en familia, videoguías, audioguías en árabe y un proyecto de mediación cultural destinado a “narrar las colecciones del museo a través de las voces de las mujeres de la comunidad norteafricana”, según se indica en la web del Museo Egipcio.

Il banner della campagna Fortunato chi parla arabo
El cartel de la campaña Fortunato chi parla arabo


Mientras tanto, sorprende que la ignorancia de los racistas de “los italianos primero” vuelva sobre un tema que ya fue atacado hace doce meses: evidentemente, sus líderes, en vista de las próximas elecciones, creyeron ventajoso repetir los mensajes del año pasado con más o menos las mismas palabras, dando la noticia a sus respectivos tormentos de nacionalistas ladradores de Facebook, que por otra parte no están acostumbrados a poner un pie en los museos o incluso simplemente a navegar por sus páginas web, una operación que cualquiera puede hacer. Si el indignado del signo de exclamación fácil hubiera dejado por un momento el teclado, se hubiera planteado el problema de salir de la perenne lógica de campaña que caracteriza las páginas de sus inoperantes ídolos políticos, y hubiera dedicado unos minutos a entrar en la web del Museo Egipcio, se habría ahorrado comentarios del estilo de “todos los privilegios a estos turistas los mantenemos los ciudadanos”, “nosotros pagamos y ellos tienen todos los derechos, qué vergüenza”, “¡basta ya de gilipolleces! Los italianos primero. Esto no es racismo, sino sentido común. Como ocurre en otros países que privilegian primero a sus propios habitantes”, “en Turín, por desgracia, los italianos se han convertido en una carga”, “deberían eliminarse todas las facilidades y descuentos de los que disfrutan los ciudadanos extracomunitarios y que se niegan a los italianos” (todos comentarios verídicos encontrados con una simple búsqueda en las redes sociales). Y ciertos imbéciles habrían evitado lanzar exhortaciones raquíticas para que los italianos boicotearan el Museo Egipcio.

Así pues, si el indignado medio hubiera hojeado las páginas del Museo Egipcio, habría descubierto que la institución ofrece una amplia gama de descuentos incluso a quienes no hablan árabe (ya que, por supuesto, el malestar de la mayoría sólo se refiere a la ventaja económica concedida a quienes dominan el más común de los modismos semíticos): hay descuentos permanentes reservados para niños de 6 a 14 años (1 euro), para jóvenes de 15 a 18 años (11 euros), gratis para menores de 5 años, para discapacitados, para titulares del abono Musei Torino Piemonte y de la Torino+Piemonte Card. Y a lo largo del año, el Museo también garantiza promociones a otras categorías de usuarios: la tan denostada fórmula del “dos por uno” reservada a los ciudadanos de los países árabes se concedió a las parejas por San Valentín, mientras que la entrada gratuita se amplió a un padre con su hijo por el Día del Padre y el Día de la Madre, y también se ofrecieron reducciones a quienes el día de la “Partita del Cuore” (Partida del Corazón), se presentaran en el museo con una entrada del estadio, un precio reducido de solo 5 euros para las noches de los viernes de julio y agosto, el mismo precio a tarifa única para la Noche Europea de los Investigadores y, para las vacaciones de Navidad de 2016, una entrada gratuita para una segunda visita. Se trata de acciones sencillas y generalizadas de desarrollo del público (por utilizar el mismo término empleado por el museo, que ha llegado a tener que justificar sus elecciones ante el resentimiento cialtronesco de los aulladores patrioteros), destinadas a ampliar el público y estrechar los lazos entre el museo y el territorio: y la dirigida en este momento es totalmente comprensible en una provincia donde se calcula que hay treinta mil ciudadanos arabófonos.

Hay que hacer otra consideración. Los alborotadores del "italiano ante todo “ (excepto cuando se trata de gramática y ortografía, a juzgar por la forma en que escriben) deberían alegrarse de una iniciativa de este tipo, dada su costumbre de prodigar críticas a los ”inmigrantes que no se integran en nuestra cultura" (por citar otro eficaz eslogan suyo): una campaña con un descarado carácter integrador, destinada a fomentar la integración animando a los ciudadanos arabófonos a compartir un patrimonio que sería ridículo considerar italiano (de hecho, ¿querríamos mostrar un mínimo de cortesía a los países de los que procede gran parte de la colección del Museo Egipcio, mostrándoles un poco de aprecio?) y, como subraya el Museo Egipcio, “formar parte cada vez más de la comunidad con la que han elegido vivir y compartir el futuro”.

Por supuesto, es difícil hablar de inclusión a un troglodita lívido que probablemente nunca ha pisado un museo pero que propone a otros descerebrados como él que no visiten más el Museo Egipcio (que saldría intacto incluso de una sustanciosa campaña de boicot: es imposible perder visitantes que ya no tienes). Y también es difícil convencerle de que no sólo iniciativas similares son inteligentes y buenas para el museo y la cultura, sino que también sería deseable su extensión a otros museos. Uno podría limitarse a señalarle que tan vanas y estériles polémicas arrancan ya con el cronómetro prefijado (hay que reiterar que los posts de Facebook que uno lee en estas horas son más o menos los mismos que leemos con motivo de la primera edición de Fortunato que habla árabe) y tienen el único y miserable propósito de arrebatar un voto instintivo en la cabina electoral. Pero incluso esa toma de conciencia requiere que se disparen un par de sinapsis: y quizá eso ya sea demasiado para quienes ladran contra una buena iniciativa sólo porque han leído las palabras “museo”, “árabe” y “gratis” en la misma frase. O porque han sido alimentados por alguna tribuna cazadora de votos.


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