La descolonización es producto de las contradicciones de una sociedad poscolonial que lucha por encontrar puntos de contacto entre conquistadores y conquistados, en un contexto contemporáneo que exige un análisis crítico de la historia del poder imperialista europeo. Se trata de un problema político y económico, además de cultural. Los museos, y especialmente los museos etnológicos, son instituciones que desde el siglo XIX han transmitido la retórica colonial, han amplificado la visión de los pueblos colonizados como atrasados y los han denigrado para legitimar la hegemonía cultural occidental. De ahí la necesidad de revisar el papel de los museos, la ineludibilidad, por parte de los conservadores, de acciones y políticas, no sólo expositivas, capaces de expresar contenidos diferentes. El museo, de ser un contenedor de objetos narrados de forma autorreferencial, necesita convertirse en un lugar de encuentro y diálogo con las culturas a las que los propios objetos pertenecen o han pertenecido en el pasado. Las ciudades europeas, además, son cada vez más multiculturales y los recién llegados, además de ser incluidos en los procesos de representación que les afectan, deben poder ejercer su derecho a una reparación, que pasa también por una narrativa que no sea la exclusiva de los colonizadores. Los objetos conservados en los museos deben, por tanto, ser estudiados, contextualizados e interpretados junto con quienes son depositarios de sus experiencias, recuperando el vínculo entre los objetos y el entorno cultural que los generó. En esencia, se trata de realizar esa lectura contrapuntística de la que hablaba Eduard Said, de dar vida a un lugar donde las historias de colonizadores y colonizados se entrecruzan para formar una nueva historia.
La nueva forma de entender el museo debe ir necesariamente encaminada a la reparación, la inclusividad, la restitución, conceptos dirigidos a las comunidades de origen de los artefactos pero también fundamentales en la perspectiva didáctica que proponen las instituciones museísticas. La reparación es el punto central del debate sobre las políticas museísticas de descolonización. En efecto, es evidente que cada objeto conservado en los museos europeos es revelador de un cierto grado de violencia perpetrada, aunque sólo sea por haber sido desarraigado de su lugar de origen. Por consiguiente, los conservadores de museos deben estar preparados para la exposición de nuevos paradigmas, que pueden modificar el esquema expositivo existente. Cuántas veces nuestros museos etnográficos han sucumbido a la tentación de elevar ciertos artefactos a la categoría de obras de arte privilegiando su estética, y cuántas veces admiramos objetos aislados en vitrinas, iluminados, exaltados hasta hacerlos “artísticos” según nuestro gusto, sacrificando e ignorando sus significados originales. La colaboración con nuestras comunidades podría llevarnos a rediseñar la lógica de nuestras representaciones.
En el contexto de los procesos de “antropología colaborativa”, es decir, la realización de actividades compartidas con las comunidades de origen de los artefactos, hablamos de “objetos embajadores” para los artefactos cuyo estudio es compartido. Aunque somos conscientes de que los procesos de conciliación implican esfuerzos complejos, la mediación suele producir resultados originales.
Uno de los casos de colaboración iniciados por el Museo di Antropologia ed Etnologia di Firenze (SMA) es el que mantiene con el Museo Verde, una asociación que trabaja junto a las culturas indígenas del Gran Chaco sudamericano. El Museo proporcionó imágenes fotográficas de algunos objetos conservados pertenecientes a las etnias yshir, que aún viven en el norte de Paraguay, wichi, en el Chaco argentino, y ava guaraní, en Bolivia. Las imágenes, comparadas con reproducciones de antiguos artefactos de los pueblos del Gran Chaco, han suscitado mucho interés entre los representantes de las comunidades indígenas, evocando el conocimiento del uso tradicional de los artefactos y estimulando la recuperación de técnicas de fabricación que, de otro modo, estarían en peligro; al mismo tiempo, el Museo ha obtenido indicaciones más correctas sobre el origen y el significado de los propios objetos. En otros casos, el Museo florentino ha entablado un diálogo a distancia con las comunidades originarias, mediando en la exposición de artefactos, “aprobados” por los nativos mediante una especie de permiso, a cambio de formas de autorrepresentación de las propias comunidades y solicitudes de apoyo en las luchas por los derechos, por la tierra o por el acceso a los recursos de grupos muy amenazados.
Los museos tienen que hacer frente entonces a los problemas relacionados con los “hallazgos sensibles”, que implican una reflexión más general sobre la musealización de los restos humanos: “objetos” catalogados y almacenados en museos, a menudo en colisión con los aparatos culturales y religiosos de las culturas de origen. Ciertamente, no podemos desdeñar estos casos, relacionados con el complejo de valores espirituales de comunidades que a menudo reconstruyen sus identidades amenazadas por experiencias coloniales. El código deontológico del ICOM (Consejo Internacional de Museos) ofrece orientaciones en el apartado relativo a la exposición de estos materiales, recomendando el respeto de los intereses y creencias de las comunidades de las que proceden, e invita asimismo a los museos a responder con prontitud a las solicitudes de retirada de la exposición de restos humanos u objetos sagrados y rituales. La mayoría de los museos occidentales han hecho suyas las recomendaciones del ICOM.
Otra cuestión que debe abordarse es el retorno físico de los objetos almacenados en los museos occidentales a sus lugares de origen(repatriación), que es un tema cada vez más actual y apremiante en los entornos museísticos. Las solicitudes de repatriación por parte de las comunidades nativas imponen reflexiones históricas, éticas y, no menos importante, legislativas. Actualmente, desde un punto de vista normativo, en Italia está prohibido el traslado permanente de bienes a través de las fronteras; sin embargo, esto no puede ni debe reducir la cuestión de las reivindicaciones de propiedad por parte de las comunidades nativas, de la legitimidad de los conocimientos y significados de los bienes propiedad de los museos. En los últimos tiempos, algunos países europeos han optado por restituir los objetos a las comunidades solicitantes. Existen acuerdos internacionales para la restitución de objetos robados u obtenidos ilegalmente de otro modo, siempre que sea posible determinarlo. En los museos etnográficos, determinar cómo adquirir las colecciones es enormemente complejo.
El reto de la descolonización, sin embargo, no puede limitarse a un proceso paternalista de transferencia de la propiedad de las colecciones, sino que sería fructífero si tuviera lugar a través de modalidades de patrimonio compartido, confrontando en primer lugar el significado de la propiedad y la apropiación cultural.
En Italia se acaba de constituir un grupo de trabajo en el seno del ICOM para abordar estas cuestiones. Fundado por representantes de cinco museos, cuenta con una veintena de estudiosos, comprometidos, entre otras cosas, en estrategias que faciliten el uso público y la transparencia de las colecciones, con el objetivo de hacer más compartible el acceso a las colecciones de nuestros museos.
Esta contribución se publicó originalmente en el número 23 de nuestra revista impresa Finestre sull’Arte on paper. Haga clic aquí para suscribirse.
Advertencia: la traducción al español del artículo original en italiano se ha realizado mediante herramientas automáticas. Nos comprometemos a revisar todos los artículos, pero no garantizamos la ausencia total de imprecisiones en la traducción debidas al programa. Puede encontrar el original haciendo clic en el botón ITA. Si encuentra algún error, por favor contáctenos.