En todo el mundo se está tomando conciencia de la violencia inherente a las políticas coloniales que durante siglos Europa impuso a una gran parte del mundo no europeo, invadiendo, empobreciendo y desestructurando irreparablemente sociedades con organizaciones sociales antiguas y refinadas con la excusa de su supuesto primitivismo. Con considerable retraso y mucha resistencia, también Italia está empezando a redescubrir fragmentos del pasado largo tiempo reprimidos que, para bien o para mal, nos unen a África. En este laborioso viaje, los objetos africanos que han llegado a nuestro país -testigos tangibles de aquellas experiencias- desempeñan un papel fundamental. Prueba de ello son algunas iniciativas recientes como la exposición Il Museo delle opacità (inaugurada en Roma el 8 de junio de 2023), con la que el Museo de las Civilizaciones ha puesto en marcha un programa de reorganización crítica de las colecciones del antiguo Museo Colonial, y la exposición África. Las colecciones olvidadas (Turín, Musei Reali, 27 de octubre de 2023 - 25 de febrero de 2024), que sacó a la luz unas 150 obras africanas procedentes de los almacenes de la Armería Real, de algunas Residencias de los Saboya y del Museo de Antropología y Etnografía de la Universidad de Turín (cerrado al público desde hace cuarenta años).
Las numerosas y valiosas colecciones compuestas por miles de objetos africanos en Italia dan testimonio de un pasado lleno de intensas relaciones exploratorias, diplomáticas y misioneras, y más tarde militares y coloniales, que nuestro país mantuvo con este continente. El descuido y el abandono en que se encuentran la mayoría de estas colecciones reflejan la vasta remoción que ha afectado a nuestro pasado colonial de manera más general. Sobre este tema, en 2011, Luca Guadagnino había realizado Inconscio italiano, un esclarecedor documental que rastrea el trauma del pasado colonial en clave psicoanalítica, correlacionando su remoción -contraatacada por el empeño y el coraje de historiadores como Angelo del Boca y quienes le siguieron- con la confusión política que marcó la posguerra durante tanto tiempo.
Pero poco a poco esta eliminación parece estar dando paso a una reelaboración. ¿Qué ha provocado este cambio? El cambio se debe principalmente a la transformación que se está produciendo en la sociedad italiana como consecuencia de los flujos migratorios. Millones de personas procedentes de países no europeos, muchas de ellas de origen africano, han provocado un cambio radical en el escenario cultural, imponiendo una nueva visión de las relaciones globales con la que los museos también empiezan a lidiar. En este renovado tejido social, el conocimiento de la historia de las civilizaciones no europeas y de sus tradiciones artísticas aparece como fundamental para un desarrollo social equitativo, democrático e integrador de los diferentes componentes que animan la sociedad multicultural. Al mismo tiempo, las complejas trayectorias que transmite la biografía de los objetos -si se investigan y documentan adecuadamente- dejan al descubierto la historia de las relaciones geopolíticas mundiales y, en muchos casos, las responsabilidades y culpas de las naciones europeas en el pasado.
Italia es depositaria de una multiplicidad de tesoros pertenecientes a los “patrimonios culturales de otros”, a los que se llegó a través de complejos acontecimientos adquisitivos marcados a veces por la violencia de la colonización. Se trata de un legado importante, en parte incómodo, que debe afrontarse ante la presencia cada vez más masiva de comunidades diaspóricas que a menudo proceden de las mismas regiones de origen de los objetos. Además, la necesidad de nuevos modelos de relaciones más igualitarias con el Sur Global es también inevitable en la esfera internacional, una idea expresada con fuerza por Giorgia Meloni con el llamado “Plan Mattei para África”. Tanto en el frente interno como en el internacional, el objetivo de inaugurar una “nueva ética relacional” (B. Savoy, F. Sarre, Informe sobre la restitución del patrimonio cultural africano, 2018) con los países africanos y con las comunidades diaspóricas de afrodescendientes parece así, al menos sobre el papel, ampliamente compartido. Pero se trata de un objetivo difícil de alcanzar.
Los objetos africanos en Europa constituyen un excelente caso de prueba por la amplitud de sus significados simbólicos y la visibilidad que las exposiciones museísticas pueden dar al tema. En este sentido, el debate sobre la restitución ha actuado como precursor, mostrando a la opinión pública occidental la esencia depredadora del colonialismo. Sin embargo, la historia nos enseña lo complejo y ambivalente que es el fenómeno colonial, irreductible a ideologismos fáciles. Del mismo modo, sólo la reconstrucción documentada y oportuna de la procedencia de cada objeto puede arrojar luz sobre las circunstancias y el significado de su adquisición. Esto significa que los museos deberían comprometerse a producir documentación sobre los objetos africanos que poseen, poniéndola a disposición de forma abierta según un principio de transparencia fundamental. En Italia, a pesar del constante aumento de la página web del Catálogo General de Bienes Culturales, aún estamos lejos de un amplio intercambio de información sobre el patrimonio no europeo.
Por ello, son bienvenidas las intervenciones de artistas contemporáneos africanos o afrodescendientes comprometidos con la relectura de este patrimonio desde una perspectiva decolonial. Pero aún más urgente es un trabajo de investigación sobre las colecciones que arroje luz sobre la “biografía” de los objetos, con todo lo que ello puede conllevar. Al mismo tiempo, es necesario valorizar este patrimonio en beneficio de las comunidades diaspóricas, para las que constituye un anclaje a sus culturas de origen y un vehículo de conocimiento y reconocimiento en relación con la sociedad en general. En conjunto, estos procesos sólo pueden tener lugar en el contexto de formas innovadoras y equitativas de cooperación entre las instituciones culturales italianas y africanas, así como con las realidades de la diáspora. Reconocer las heridas del pasado es el primer paso para curarlas, creando las bases para un intercambio más equitativo, democrático y mutuamente enriquecedor de las más diversas expresiones de la creatividad humana.
Esta contribución se publicó originalmente en el número 23 de nuestra revista impresa Finestre sull’Arte on paper. Haga clic aquí para suscribirse.
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