Cultura en la fase 2: o nos centramos en las competencias, el empleo y los trabajadores, o el daño será enorme


Si el sector cultural no es capaz de reaccionar ante la crisis centrándose en las competencias, el empleo y los trabajadores, los efectos y los daños podrían ser graves. He aquí por qué.

Por fin llega la Fase 2, pero no es ni mucho menos trivial entender lo que significará para el sector cultural. Como director de una institución que combina e integra diferentes funciones y servicios (un museo, archivos, bibliotecas, espacios para espectáculos, programación de eventos) me enfrento a una situación -creo que común a muchos colegas- en la que, además de la gestión contingente de la reapertura segura (ya complicada de por sí), hay que trabajar en la prefiguración de posibles escenarios futuros.

Es necesario escuchar, imaginar, revisar la forma de planificar, renegociar prioridades, redefinir inversiones, condiciones y comportamientos capaces de habilitar vías originales de innovación, sostenibilidad y legitimidad capaces de dar respuestas al nuevo paisaje sociocultural en el que vamos a operar.



Hacerlo significará no sólo ocupar un espacio de presencia coherente con un futuro posible, sino contribuir a pensar y diseñar un futuro deseable. Un futuro muy próximo que corre el riesgo de verse desestabilizado por nuevas y emergentes desigualdades e inequidades en el acceso a las oportunidades y en la garantía de los derechos fundamentales. El propio sector de las artes y la cultura corre el riesgo de que los efectos de la crisis recaigan de forma desigual e injusta sobre sus sectores, estructuras y personas. Es crucial, en este momento, centrarse en las capacidades, la mano de obra y los trabajadores de la cultura, especialmente los más frágiles y precarios.

Una gestión inadecuada de esta transición crucial tendrá efectos dramáticos sobre las personas, las familias y las organizaciones, pero también consecuencias preocupantes a medio plazo sobre la capacidad del sector para concebir y aplicar el tipo de innovación necesaria para moverse de forma proactiva, consciente y destacada en el mundo que pronto habitaremos.

Museo Diffuso della Resistenza, Polo del '900, sótano del Palacio San Celso
Museo Diffuso della Resistenza, Polo del ’900 (Turín), sótano del Palazzo San Celso

El sector cultural es intensivo en mano de obra, absorbe competencias que requieren altos niveles de especialización (más del 33% tiene un título universitario, frente a la media nacional del 7,6%) y presenta un mejor equilibrio entre hombres y mujeres que otros sectores productivos. El sector cultural en sentido estricto también emplea muchas profesiones creativas(diseño, juegos, TIC, edutech, moda, artesanía, comunicación) y a su vez produce competencias que inervan el sistema productivo no cultural. Sin embargo, se trata de un sector más frágil que otros porque está compuesto por menos asalariados, más trabajadores a tiempo parcial, más autónomos, trabajo intermitente e infra-anual (véase el último informe Symbola). Los ámbitos de mayor debilidad contractual y menor protección afectan sobre todo, y no es sorprendente, al grupo de edad más joven.

Si la crisis expulsara del mercado a muchas de las competencias y personas que dirigen las numerosas pequeñas realidades culturales y que colaboran y gravitan de forma más o menos permanente en torno a las instituciones medianas y grandes, el daño sería enorme. Pienso en ese archipiélago de competencias, a menudo transversales y poco reguladas, que operan en los ámbitos del diseño cultural, la comunicación, la transformación digital, la educación, eldesarrollo de públicos, la gestión avanzada, el comisariado, los procesos participativos, por citar sólo algunos.

El daño también sería enorme porque la innovación, hoy más que nunca, requiere ecosistemas con un alto grado de biodiversidad, fuerte interdisciplinariedad, hibridación de visiones, lenguajes y gramáticas de diseño, nuevas miradas y raíces sólidas, riesgos, errores, contextos en los que experimentar formas inéditas de colaboración y fertilización mutua, aventuras en las que participen compañeros de viaje pertenecientes a mundos de referencia insólitos.

Pasar a un contexto de acción carente de estas características (que el sistema cultural está aprendiendo recientemente a apreciar y valorar) corre el riesgo de socavar esa posibilidad de contribuir a prefigurar un futuro deseable, confinándonos a la condición de quienes deben contentarse con resistir en lo posible.


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