Mientras esperamos a ver qué aspecto tendrá el Museo Diocesano Tridentino bajo la dirección del nuevo director, el economista Michele Andreaus, es interesante volver la mirada hacia el camino que el instituto tridentino ha recorrido en los últimos años, por varias razones: porque la gestión de Domenica Primerano, la directora dimisionaria, fue larga y dejó una huella muy relevante en el rostro y la identidad del museo; porque el Museo Diocesano de Trento ha ido creciendo con el tiempo hasta convertirse en uno de los museos más activos de la región y en uno de los museos eclesiásticos más innovadores del panorama nacional; porque el instituto ha sido señalado por muchos como un ejemplo de gestión autorizada. Se podría empezar por aquí: en el libro I musei ecclesiastici. Propuestas de valorización, editado por Barbara Sibilio y Antonio Matacena, los expertos Francesco Badia y Fabio Donato destacan la “profundidad cultural, la autoridad adquirida sobre el terreno y la experiencia” de la directora Domenica Primerano, características que la han llevado a labrarse “un amplio espacio de autonomía de gestión”.
Domenica Primerano, arquitecta, laica y profesora de museografía en la Universidad de Trento, llevaba en el Museo Diocesano Tridentino desde 1989 como conservadora, y asumió la dirección a principios de 2014, después de haber sido durante mucho tiempo (desde 1995) la adjunta del anterior director, monseñor Iginio Rogger, que estuvo al frente del Museo Diocesano Tridentino desde 1963 hasta 2014, año de su fallecimiento. Para dar una idea de la energía con la que Primerano dirigió el museo durante siete años, bastaría con evaluar los meros datos numéricos: a día de hoy, el Tridentino es el museo diocesano más visitado de Italia, con casi sesenta mil visitantes que recorrieron sus salas en 2019 (58.635), frente a los 51.893 de 2018. Números que casi se han duplicado en diez años (eran 35.543 en 2009), aunque es un hecho indiscutible que el crecimiento más significativo se produjo bajo la dirección de Primerano: hasta 2013, el museo rondaba los 35.000 visitantes anuales, y desde 2014, la base ha comenzado a aumentar considerablemente. Las cifras representan un feedback elocuente pero frío, y no dan una idea completa del trabajo y del enfoque que el Museo Diocesano Tridentino, una realidad a la que la redacción de esta revista dedica desde hace años una atención particular precisamente por la gestión innovadora que ha caracterizado su acción en los últimos años, ha asumido en el septenio en el que ha sido dirigido por Primerano.
En primer lugar, las premisas: el trabajo de los últimos años ha sido posible porque estaba enraizado en el tiempo, era coherente con la misión del museo y capaz de garantizar la continuidad de lo que se había hecho anteriormente y de forma provechosa. En efecto, Primerano había coordinado, en calidad de adjunto, la remodelación del museo (que hoy es una joya preciosa de la museografía, por el rigor del montaje expositivo, el cuidado de las exposiciones, la claridad de los aparatos didácticos y la modernidad de las soluciones tecnológicas, empezando por la luminotecnia y los dispositivos multimedia de apoyo a los aparatos de sala: una visita obligada) y había seguido de cerca la catalogación y el archivo de las obras, otra de las plumas del museo, actividad que más tarde desembocó en la restauración de las obras que necesitaban intervención. Además, en 1996 Primerano abrió la sección didáctica, otra perla del instituto, modelo de referencia por el trabajo que los responsables de la sección han sabido llevar a cabo tanto con los visitantes más jóvenes como con los adultos (más de diez mil participantes en cursos y talleres cada año: no es poco en relación con el público total), cuyos resultados se publican puntualmente cada año en la"Memoria Anual " que el Museo Diocesano de Trento comenzó a publicar en 2015, en aras de la transparencia, teniendo muy presentes sus objetivos estatutarios: la documentación de la evolución de la vida cultural y religiosa de la comunidad local a través de la conservación, estudio y puesta en valor del patrimonio del que el museo es responsable, la promoción de un conocimiento activo y participativo de los bienes culturales eclesiásticos, la propuesta del museo como lugar de socialización y experiencias compartidas para favorecer la inclusión y el desarrollo de la comunidad, y la difusión de la cultura cristiana a través de la gestión de los bienes culturales.
El Museo Diocesano Tridentino ha sido capaz de llevar a cabo numerosas iniciativas pensando en el público (visitas guiadas, espectáculos y conciertos que abarcan una amplia gama de géneros musicales. En 2019, por ejemplo, el Museo Tridentino se distinguió por acoger al conocido rapero napolitano Lucariello, que no solo interpretó su repertorio sino que también se reunió con escolares, ya que es un artista comprometido socialmente) y con vistas a la inclusión. En este último frente, el museo organiza desde hace años una “Biblioteca viviente” con la prisión de Trento, que facilita el encuentro entre el público y los “libros humanos”, es decir, presos y ex presos que cuentan sus historias a los visitantes (un método que también se pone en práctica en las “cenas de convictos”, en las que los ex presos cocinan, lo que les permite conocer a los visitantes y, de nuevo, hacerles partícipes de sus experiencias). Cada año, los servicios educativos organizan decenas de cursos para escuelas de todos los niveles, diversas actividades para familias, y no faltan cursos para adultos (sobre temas como la iconografía de las obras, el simbolismo de las minorías, la palabra escrita a lo largo de los siglos, etc.) y propuestas para las comunidades de extranjeros y emigrantes de la zona. Son actividades de las que pocas veces se habla, pero que constituyen la esencia, reposada y a la vez vital, de todo museo. La dirección de Primerano se ha centrado en implicar al público hasta tal punto que, en un caso no tan común en Italia tras la pandemia, el instituto decidió sondear directamente a sus visitantes para organizar la reapertura.
En cuanto a las propuestas más “visibles”, el Museo Diocesano de Trento fue pionero de los domingos gratuitos en el museo, que son una realidad en el instituto de la Piazza del Duomo desde mucho antes de que la iniciativa aterrizara en los museos estatales tras la reforma Franceschini (y en un museo donde la afluencia de público que entra gratuitamente es manejable, y sobre todo donde hay una alta propensión a que los visitantes vuelvan, la iniciativa puede tener sentido), y ha continuado con éxito sus actividades expositivas: Entre las exposiciones de los últimos años, cabe destacar la primera monográfica sobre Francesco Verla, celebrada en 2017, el experimento que llevó a las salas del instituto las obras del artista contemporáneo Sidival Fila y, sobre todo, la celebrada exposición sobre Simonino da Tr ento, que valió al Museo Diocesano Tridentino el Premio del Patrimonio Europeo (el primero que gana una exposición italiana). Las exposiciones, escribía Primerano en Finestre sull’ Arte hace cuatro años, son en su opinión “laboratorios interconectados con el museo que las concibió y con el territorio sobre el que gravita la institución”, y bajo su dirección las exposiciones no sólo se han distinguido por su altísimo valor científico y por el avance en términos de conocimiento que han sabido garantizar, sino también por haberse erigido en oportunidades de profundización que a menudo han trascendido las fronteras de la ciudad o de la región, erigiéndose en exposiciones notables de rango nacional cuando no internacional, como ha demostrado plenamente la exposición La invención del culpable. Las exposiciones, unidas a las actividades antes mencionadas, han contribuido a reformular la imagen del Tridentino, que ahora es percibido por todos como un museo que no sólo atiende a la comunidad diocesana, sino como una institución inclusiva que ha llegado a los públicos más diversos, fomentado el diálogo social, intercultural e interreligioso, y adquirido una dimensión cada vez más abierta.
Tras la dimisión de Domenica Primerano, la sección italiana del ICOM, refiriéndose a las vicisitudes que condujeron al nombramiento del nuevo director Andreaus, destacó que el director saliente “ha hecho del museo una pequeña joya, por su capacidad de interpretar su misión pastoral de forma abierta y creativa, poniendo de relieve la relación entre arte, espiritualidad y temas contemporáneos. Un modelo de experimentación que toda la comunidad de profesionales de los museos, incluida la Unión Europea, ha reconocido por su carácter innovador y orientador”. El dificilísimo reto que espera ahora al museo será mantener el instituto en su nivel actual, teniendo en cuenta además que Primerano no es el único que ha dimitido, y que el Tridentino ha perdido otras dos piezas importantes en el último mes. Gestionar un legado de décadas y de alto nivel, y hacerlo comenzando con un acto que desde el principio ha sancionado un fuerte signo de discontinuidad, es decir, el nombramiento de un director con un perfil completamente diferente al de Domenica Primerano y sin ninguna competencia sectorial en el ámbito del patrimonio cultural, no será ciertamente fácil. Sin embargo, la intervención del ICOM certifica la necesidad de un debate en profundidad sobre una cuestión cultural de gran importancia para los museos contemporáneos: ¿hasta qué punto la cualificación técnico-científica del director puede quedar en segundo plano frente a la administrativa?
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