Sólo la yuxtaposición de la palabra “cultura” (en todas sus acepciones y disciplinas) con la palabra “digital” ha tenido cierto éxito, sin conducir a reflexiones más allá de la contingencia de emergencia.
En un país donde la cultura sigue siendo disfrutada por públicos restringidos, el cierre de espacios culturales en medio de una indiferencia generalizada corre el riesgo de confirmar, sobre todo a los no públicos, la irrelevancia de la experiencia cultural y de borrar la convicción de que es central para el desarrollo equilibrado no sólo del individuo, sino de la comunidad en general. Esta marginalidad corre el riesgo de penalizar a las instituciones culturales y, en particular, a aquellos museos que se esfuerzan por actuar como instituciones de referencia dentro de sus propias comunidades, como también recordaba Federico Giannini en este periódico, cumpliendo la misión pública y cívica que caracteriza su identidad.
En los últimos días, la espera de las medidas del próximo Dpcm ha propiciado, afortunadamente, un debate de opiniones sobre la conveniencia o no de reabrir los museos, partiendo de la constatación de que su apertura durante los meses de verano ha demostrado que las medidas de saneamiento y la restricción mediante reserva de entradas ha hecho de estos espacios los más seguros para los visitantes. Más allá de la preocupación por las condiciones de seguridad ofrecidas, surgieron consideraciones sobre la rentabilidad o no de las aperturas, tocando el tema central de los museos en la actualidad (como también subraya el debate interno del ICOM sobre la definición de museo): su identidad y, en consecuencia, sus públicos, el modelo de gestión, las formas de rendición de cuentas a la sociedad, al menos por parte de los museos cívicos y estatales.
Para ser menos abstracto, me refiero a la realidad de la Istituzione Bologna Musei a la que pertenecen 13 museos (desde el Museo Arqueológico Cívico al MAMbo - Museo de Arte Moderno de Bolonia, pasando por el Museo y Biblioteca Internacional de la Música y el Museo del Patrimonio Industrial) con más de 600.000 presencias anuales en el periodo anterior a la crisis pandémica y un presupuesto de ingresos dividido al 50% entre las aportaciones de la Administración Municipal y sus propios ingresos, a través de entradas y otras actividades comerciales accesorias.
Este periodo aumentó nuestra conciencia de la responsabilidad que los museos tienen hacia cinco tipos de público.
En primer lugar, los residentes. Los museos deben emprender acciones, también fuera de sus muros, que contribuyan a superar los umbrales culturales, sociales y económicos que aún alejan a muchos ciudadanos de los museos. Con propuestas inclusivas y participativas en una perspectiva de bienestar cultural que puedan hacer de los museos lugares familiares para vivir. Junto a los profesionales altamente competentes y apasionados que desarrollan actividades de conservación, investigación, documentación y promoción en los museos, utilizando también la tecnología digital, creando nuevos itinerarios y narrativas, en nuestros museos contamos con la nueva profesionalidad de 18 jóvenes mediadores culturales, preparados con un curso de formación de 600 horas financiado con fondos del Programa Operativo de Ciudades Metropolitanas 2014-2020 (PON Metro), para trabajar con los públicos más débiles y alejados de las experiencias museísticas. Europa destina cada vez más recursos para la cultura a proyectos de bienestar cultural inclusivos hacia nuevos públicos, y debemos estar preparados para adquirirlos y ponerlos en valor. Otra acción para ampliar el público: la puesta en circulación de 40.000 tarjetas Culture Card que permiten el acceso gratuito a los museos.
El segundo público es el de los turistas, nacionales e internacionales. Al menos durante unos años se producirá un cambio en el mercado del turismo cultural. El nuevo turista cultural estará menos interesado en las grandes exposiciones y buscará una experiencia museística menos frenética, más reflexiva y consciente, capaz de transmitir autenticidad y singularidad. Las colecciones permanentes de los museos italianos, con obras de arte únicas y distintivas, son capaces de ofrecer los itinerarios museísticos y la experiencia que busca el Nuevo Turista Cultural. Las exposiciones serán menos costosas, más manejables y más atentas a la calidad curatorial. Por otra parte, los museos también tienen la responsabilidad cultural de contribuir a formar el gusto de los visitantes, haciendo que la calidad sea más atractiva y atrayente.
El tercer público es el mundo de la educación y la formación, al que dedicamos actividades de taller, integradas en las actividades escolares, como una oportunidad, a través de los estímulos del arte, para un mayor crecimiento de las nuevas generaciones. Muchos museos importantes del mundo decidieron el pasado mes de marzo suspender estas actividades por motivos económicos, despidiendo a quienes las llevaban a cabo. Nosotros, en cambio, respondimos ampliando la propuesta: actividades de taller in situ, cuando es posible, online (como ocurrió especialmente durante el primer cierre) o a través de la presencia de nuestros operadores educativos en las escuelas. Una vez más, la interrupción del servicio tendría un fuerte impacto negativo en la percepción de la importancia de la educación museística.
El cuarto público objetivo son los artistas, especialmente aquellos a los que la crisis de Covid-19 ha puesto en grandes dificultades. Si la contingencia y la falta de recursos dejan espacios expositivos inutilizados, una acción incisiva y eficaz es abrirlos a los artistas, como se ha experimentado en el MAMbo con el proyecto Nuovo Forno del Pane (Nuevo Horno del Pan ) que, a partir de julio de 2020, ve a 13 artistas trabajar en autogestión en la gran Sala delle Ciminiere para la producción de obras individuales y colectivas, transformando un museo público en un centro solidario y creativo.
El proyecto en curso Nuovo Forno del Pane en el MAMbo - Museo d’Arte Moderna di Bologna. Fotos Valentina Cafarotti y Federico Landi |
El quinto público está formado por los trabajadores menos garantizados que trabajan en y para los museos como consecuencia de la externalización de muchos servicios. Son personas que sufren el cierre y por las que debemos sentirnos responsables.
Creo, por tanto, que hoy el Gobierno debe volver a plantear la reapertura de los museos con la adopción de las medidas que se decidieron el pasado mes de mayo y que funcionaron bien durante el periodo estival, dejando en manos de los responsables la decisión de abrir o seguir manteniendo cerrados los museos.
Esta decisión debe tener en cuenta la responsabilidad cívica y cultural con los cinco públicos a los que me he referido, y las cuestiones presupuestarias, que también pueden aconsejar modalidades de apertura moduladas.
Es importante no aprovechar esta oportunidad únicamente para hacer caja en el refresco de la prolongación voluntaria del cierre, a la espera de reabrir con el mismo modelo anterior de gestión y pensamiento. Aprovechemos estos meses para debatir y actuar no sólo para acertar en los procesos de digitalización, sino para repensar nuestra identidad, la asunción de una mayor responsabilidad cultural y social, que es también la condición que nos permite pedir tanto al sector público como al privado que repiensen juntos un nuevo modelo de gestión.
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