¿Cómo hablan de patrimonio cultural los partidos que se presentan a las elecciones del 4 de marzo? Analizamos los programas


¿Cómo y cuánto hablan de cultura y patrimonio cultural los partidos que concurren a las elecciones generales del 4 de marzo? Analizamos sus programas

Es probable que recordemos la campaña electoral que (por fin) toca a su fin como la más sombría de toda la historia de la república. Y no sólo por el tono al que llegaron los partidos, sino también por la desalentadora ausencia de contenido. De hecho, muchas cuestiones importantes se vieron obligadas a sucumbir ante vacuos debates centrados en inexistentes invasiones de inmigrantes, exagerados problemas de seguridad, inauspiciosos sistemas fiscales no progresivos, anacrónicas cruzadas contra las vacunas, la abolición de la ley Fornero, las tasas de la RAI, los impuestos universitarios y cualquier otra cosa que la imaginación de los líderes políticos considerase digna de una sonada y ruidosa cancelación. Raras excepciones aparte, poco se habló del trabajo, del paro juvenil, del medio ambiente y de la energía, de la investigación y de la educación, de los transportes y de la movilidad: casi parece como si una grave forma de miopía aquejara a la mayoría de los dirigentes políticos, cuya amplitud de miras no parece superar la distancia que nos separa de la fecha del 4 de marzo. Evidentemente, parece casi superfluo señalar lo poco que se ha hablado de cultura, un tema apenas abordado en los debates públicos, y ni siquiera incluido en los programas de algunas fuerzas políticas.

Sin embargo, si es cierto que la cultura apenas se ha mencionado en los debates seguidos por el gran público, no es menos cierto que en varios programas se introduce el tema, a veces incluso con buenas ideas, aunque el panorama general parece bastante desalentador. El gran excluido de los análisis en profundidad del patrimonio cultural por parte de los partidos políticos parece ser, una vez más (por supuesto, salvo contadas excepciones), el trabajo: la precariedad laboral sigue siendo un grave problema, pero pocos han querido hablar de ello. Y eso que la cultura juega un papel doblemente importante, ya que es la base del crecimiento del ciudadano y es un sector económicamente estratégico para el país: según un estudio de la Fundación Symbola, presentado el pasado verano en el Ministerio de Cultura, en 2016 la cultura produjo casi 90.000 millones de euros (una cifra superior al 5% del PIB), generando una industria aliada de otros 160.000 millones de euros, empleando a unas 414 mil empresas (casi el 7% de todo el tejido productivo del país) que dan trabajo a un millón y medio de personas. Habríamos esperado, pues, más atención. Además, la cultura parece haber sido tenida en cuenta por muchos programas más por su papel de atracción turística que por su valor intrínseco: así, los temas de protección, conservación, digitalización, comunicación y arte contemporáneo han tenido que pasar a menudo a un segundo plano dentro de listas centradas sobre todo en el turismo. Y, sin embargo, otro gran ausente, del que prácticamente nadie habla, es el tema de los servicios adicionales externalizados, sobre el que convendría intervenir con una reforma que pudiera definir claramente cuáles deben ser las esferas de competencia pública y privada. Sin embargo, hemos querido analizar los programas de los principales partidos para ver en qué términos se ha hablado de cultura, qué propuestas se han hecho, cómo piensan invertir los partidos en el sector.



I principali partiti in lizza alle elezioni del 4 marzo 2018

El escenario más descorazonador es el que ofrece el centro-derecha: de hecho, el que según los últimos sondeos se da como primer partido de la coalición, es decir, Forza Italia, ni siquiera tiene un capítulo dedicado a la cultura en su programa, que está totalmente centrado en la figura de su líder, Silvio Berlusconi. La única referencia que se puede leer en el documento (de 148 páginas, aunque el programa real sólo ocupa las 19 últimas) es el punto programático “desarrollo y promoción de la cultura y el turismo”, que, sin embargo, carece de mayor elaboración. Una frase carente de significado concreto, por lo tanto imposible de comentar. Afortunadamente más ampuloso es el programa de la Liga Norte, que tras hablar de una “identidad nacional italiana” basada en la lengua y el patrimonio cultural y “más profunda y antigua que la creación del Estado nacional” (sin detenerse mucho en el supuesto del “patrimonio cultural como fundamento de la identidad nacional”, que delata un desconocimiento sustancial de la historia del arte, uno se pregunta cómo la identidad nacional puede ser más antigua que el propio Estado nacional), y tras desear que Italia se convierta en “el Silicon Valley del patrimonio cultural, el Bangalore del paisaje, el Shangai del bien vivir”, pasa a esbozar una larga serie de propuestas. Algunas de ellas son inútiles, como “transformar el Ministerio de Bienes Culturales en el Ministerio del Tesoro de los Bienes Culturales” o como “dotar a los museos grandes y autónomos de Italia de un gestor que flanquee al director, que suele ser un historiador del arte” (los grandes museos, los treinta primeros de la lista de los más visitados, ya se promocionan muy bien sin gestores adicionales: ellos solos representan cerca de la mitad del número total de visitantes de todos los museos estatales). Otras son incluso contradictorias, como la creación de grupos de trabajo para vincular “el grupo de marketing y desarrollo” (otra creación legista) con “las superintendencias y los 20 grandes museos”, y la introducción paralela del federalismo museístico. No está claro qué, ya que no se especifica: redactada así, la medida parece bastante caótica. Otras propuestas, como la supresión de las normas de revisión del gasto en comunicación de los municipios, parecen poco probables. Más sensata, sin embargo, es la intención de promover la digitalización de los museos, como sensata es la idea de promover el turismo con “tarjetas, sistemas de reserva, promociones estacionales, servicios de transporte eficientes, planificación de eventos culturales con coordinación a nivel provincial y regional”. Sin embargo, el programa de la Lega carece de cualquier referencia al trabajo, la cuestión de la externalización se omite por completo, y la cultura aparece sobre todo como un activo a explotar para el turismo: y ya hemos tenido suficiente, es necesario un giro decisivo.

Mucho peor, sin embargo, es el programa de Fratelli d’Italia, también desinformado: Menciona tasas de entrada a los museos que ya no están en vigor, tiene una lista de los lugares italianos patrimonio de la Unesco que data de 2011, fecha el último concurso del ministerio hace más de diez años cuando en realidad el último se convocó en 2016, cree que sigue en vigor la norma (abolida en realidad en 2014) que obligaba al MiBACT a pagar los ingresos de las tasas de los museos al “Ministerio de Finanzas” (que, por cierto, no existe desde 2001: ahora existe el Ministerio de Economía y Finanzas). Por lo demás, el programa concentra las propuestas habituales en materia de turismo, por otra parte trilladas (algunos ejemplos: promoción de la marca “Italia”, desgravación fiscal de los particulares que inviertan en infraestructuras turísticas y estructuras de alojamiento, apoyo a la formación turística), a las que se añaden algunas ideas fantasiosas, cuando no ridículas (como “facilitar la itinerancia internacional” de las obras conservadas en los depósitos de los museos, que los Fratelli d’Italia consideran “extremadamente ricos en materiales históricos y artísticos”, con el fin de dar publicidad a nuestro patrimonio: Ya nos imaginamos al público del Met de Nueva York o de la National Gallery de Londres desmayándose ante un Carlo Antonio Tavella o un Ottavio Campedelli), otras abreviadas (“acercar las escuelas y universidades al mercado laboral”, “estudio de los nuevos medios para el patrimonio artístico”: gracias, pero ¿cómo?), otras que parecen ignorar la situación actual (introducción de una desgravación fiscal para fomentar la restauración: ya existe, se llama Prima Arte, si acaso hay que incentivarla y mejorarla). Por último, Fratelli d’Italia considera que Italia debe producir “excelencias” trabajando en el turismo y en las Superintendencias: ya las tenemos, el problema es que somos capaces de ofrecerles un trabajo en gran parte precario. Y el tema del trabajo apenas se toca en el programa cultural de los Fratelli d’Italia (y lo mismo ocurre con la subcontratación). En cuanto al escaso programa de Noi con l’Italia - UDC, hay una ausencia total de referencias a la protección y al trabajo, y los pocos puntos presentes se refieren casi todos al turismo (buena, sin embargo, es la intención de valorizar los parques naturales: pero no se especifica cómo se pretende alcanzar el objetivo).

En cuanto a la coalición de centro-izquierda, el PD, a diferencia de muchas de las acciones emprendidas durante la pasada legislatura, ha separado claramente en su programa el punto “turismo” del punto “cultura” (incluso hay casi treinta páginas entre ambos). El Partito Democratico, en el documento publicado en la web del líder Matteo Renzi, reivindica los resultados de su acción de gobierno (pero enumera porcentajes sin referencias): “auge de visitantes” a los museos (en realidad una tendencia que se mantiene desde hace veinte años), “la contratación de mil funcionarios técnicos tras años de bloqueo”, elBonus Arte, el aumento del presupuesto del MiBACT (una necesidad: con los gobiernos de centro-derecha y el de Monti habíamos llegado al abismo), la creación de los cascos azules de la cultura. Las propuestas del PD van desde un interesante “plan de regeneración de las zonas en desuso, infrautilizadas y periféricas” (que, sin embargo, pretende basarse en el modelo del proyecto “Bellezza@”: una especie de reality show de sitios culturales, que sinceramente esperábamos no tener que volver a ver), hasta el aseguramiento del patrimonio cultural más allá de la emergencia (que ya ha comenzado con la última dotación de 600 millones de euros), pasando por el refuerzo delBonus Arte, o la finalización de la planificación paisajística del país (ya era hora). En la práctica, el apartado de “regeneración de territorios y ciudades” parece una especie de continuación de lo hecho hasta ahora. El apartado de “cultura es producción, no sólo protección” es más nebuloso: más allá de la clásica dicotomía Renzo de “protección frente a valorización”, se habla de un “plan de cultura 4.0 para empresas culturales y creativas que inviertan en innovación tecnológica” (pero el significado de este “cultura 4.0”: de hecho, parece que estamos ante una especie de continuación de lo que se ha hecho hasta ahora).0’: de hecho, parece que estamos leyendo una especie de disparate), de una “nueva ley de la edición con medidas de apoyo a todos los sectores del libro” (pero no se entra en los méritos), de un más que vago “Erasmus de la cultura”, de un aumento del bono para jóvenes de 18 años. Por otro lado, es excelente la intención de “crear un fondo único que recoja todas las financiaciones existentes para completar la digitalización y catalogación del patrimonio cultural italiano”. Faltan, sin embargo, incluso en el programa del PD (que de hecho parece mucho más resignado y menos magnilocuente que las salidas a las que Renzi nos había acostumbrado en el pasado), referencias al tema del empleo precario, de la entrada de los jóvenes en el trabajo (estable) en el patrimonio cultural y de los servicios adicionales.

En cuanto a los demás partidos de la coalición, hay una ausencia total de la más mínima mención al patrimonio cultural en el programa de Civica Popolare, la lista de Beatrice Lorenzin, mientras que la lista Insieme, que reúne al PSI, los Verdes y los Prodianos de Area Civica, habla de la protección del paisaje más que del patrimonio cultural (e incluso en el programa de Insieme no hay ningún debate en profundidad sobre el tema): La lista de Giulio Santagata pide, con razón, la aprobación de la ley sobre el consumo de suelo y la puesta en marcha de medidas inmediatas para prevenir el riesgo hidrogeológico, combatir el consumo de suelo y la construcción ilegal, y detener las demoliciones. En caso de que el centro-izquierda gane las elecciones, cabe preguntarse cómo podrán convivir en armonía los Verdes, que creen que Italia “necesita una ley para bloquear el consumo de suelo”, con quienes en cambio, en la pasada legislatura, concibieron, promovieron y aprobaron el decreto “Sblocca Italia”: Dado que el oxímoron es incluso inherente al léxico utilizado por el PD y el Insieme, si el centro-izquierda llega al gobierno, es probable que los debates parlamentarios sobre la protección del paisaje se disfruten en el sofá, con una bebida fría y un paquete de patatas fritas. La última entidad de la coalición es +Europa, la lista de Emma Bonino, que en su programa no avanza una lista de intenciones, sino de constataciones: todos estamos de acuerdo en que Italia invierte poco en cultura, sabemos que hay que salir de la lógica del “consumo de cultura”, sabemos que hay que avanzar en las nuevas tecnologías, sabemos que hay que aumentar las oportunidades de expresión creativa en las escuelas. ¿Y entonces? La respuesta depende probablemente del lector: el programa +Europa no contiene ni una sola propuesta. Sin embargo, hay que reconocerle a la lista el mérito de señalar que Italia necesita una ley que simplifique el mecenazgo cultural y que pueda añadirse alBono Arte.

El Movimiento 5 Estrel las se lleva el récord al programa más largo en profundidad sobre patrimonio cultural: un documento de no menos de 17 páginas, muy detallado y articulado, básicamente de izquierdas. Los grillini comienzan identificando su objetivo: “crear perspectivas a medio y largo plazo”, porque “es necesario empezar a considerar la Cultura como elemento constitutivo y sector estratégico para el crecimiento del país”. Las propuestas comienzan con una ampliación delBono Arte (cuya importancia reconoce el Movimiento) mediante la posibilidad de microdonaciones por parte de los ciudadanos, combinada con la calibración de la desgravación fiscal en función del tipo de donación. La “reforma del sistema de financiación estatal de los institutos” es muy vaga: el programa pretende promover una “auditoría de toda la financiación concedida en base al último cuadro trienal 2014-2017”, una “revisión de los requisitos y criterios de asignación”, y la “introducción del criterio de transparencia en los procedimientos de rendición tanto de cuentas como de actividades realizadas” (los Pentastellados afirman de hecho que la financiación se da de forma opaca: pero no especifican cuáles deberían ser los requisitos de mérito, ni por qué, en su opinión, “la evaluación de los requisitos y méritos parece estar latente”). Igualmente oscura es la voluntad de revisar la reforma de la exportación de bienes culturales, que el Movimiento 5 Estrellas querría modificar restableciendo la “función fundamental de control por parte de los organismos competentes”: no se sabe cómo. Se cuestiona la idea de ofrecer “servicios educativos especiales para niños” (que ya existen) “y dedicados al uso ’interactivo’ de los museos por parte de menores y jóvenes y con especial referencia a las escuelas” (sea cual sea el significado de esta frase). No queda claro entonces por qué la recuperación, restauración y rehabilitación de lugares e itinerarios de interés histórico-artístico debe estar al servicio de la “mejora de la oferta turística”. En cambio, la idea de crear un fondo de catalogación y digitalización encaja perfectamente con el programa de la DP. Igualmente interesantes son la idea de mejorar la usabilidad de los bienes patrimoniales mediante la supresión de barreras arquitectónicas, la ampliación de la capacidad de acogida, el apoyo a los pequeños museos (aunque no se especifica cómo), la intención de devolver a la esfera pública las actividades culturales, consideradas ahora un servicio más que debe confiarse a entidades privadas externas (el Movimiento 5 Estrellas, hay que subrayarlo, es hasta ahora el único que ha abordado esta cuestión), y el deseo de realizar un estudio sobre la necesidad real de recursos humanos en archivos y bibliotecas para comprobar si no es el caso de proceder a aumentos de personal.

Sin embargo, el programa Pentastellated también presenta varios defectos. No hay referencia alguna al arte contemporáneo, no hay propuestas serias sobre el tema de la comunicación y, sobre todo, no hay una visión de largo alcance basada en la atención al trabajo, en la superación del recurso al voluntariado como sustituto del empleo estable (el tema se menciona vagamente, pero el programa carece de propuestas), en la reorganización del equilibrio entre protección y valorización (el documento del Movimento 5 Stelle se inclina a favor de la primera): en cambio, parece que la única preocupación del partido de las cinco estrellas es desmantelar la reforma Renzi-Franceschini. Más que justo para resolver los problemas, pero más allá de las necesidades acuciantes, se trataría de pensar más a largo plazo. Y de nuevo, es difícil entender cómo el Dr. Alberto Bonisoli, elegido para el papel de ministro de Patrimonio Cultural en caso de victoria grillina en las elecciones, puede ser considerado un garante de los puntos programáticos, ya que no parece haber nada más lejos de su figura en lo que respecta a las cuestiones de protección, trabajo en las Superintendencias y reconocimiento de los profesionales que trabajan en el patrimonio cultural: Bonisoli es un gestor (y fue precisamente la reforma Franceschini, a la que los grillianos se oponen y querrían revisar profundamente, la que introdujo la figura del gestor-director), tiene experiencia sobre todo en el campo de la moda, nunca ha tenido nada que ver con el sector (aparte de su papel en la Nueva Academia de Bellas Artes de Milán, que por otra parte es una entidad privada). En resumen, el Movimiento 5 Estrellas presenta, por una parte, un programa abiertamente antifranceschiniano, mientras que, por otra, querría confiar el ministerio a un gestor bocconiano que, por el contrario, encarna plenamente el espíritu de la reforma. Por tanto, cabe preguntarse hasta qué punto el Movimiento 5 Estrellas puede llevar a cabo su programa con coherencia.

Por último, cabe mencionar a los partidos situados a la izquierda del PD que se presentarán en solitario a la próxima ronda electoral. Liberi e Uguali, la lista encabezada por Piero Grasso, promete en su programa un artículo en profundidad sobre el patrimonio cultural, que, sin embargo, lleva unos días ilocalizable (por lo que nos vimos obligados a recuperarlo de la página de Facebook de una candidata de LEU, Daniela Tedeschi). En la introducción se habla de regular el voluntariado en el patrimonio cultural, de una estrategia para las bibliotecas “que deben volver a ser centros de agregación y descubrimiento”, para los museos que deben “llenarse de narrativa y visitantes”, para los suburbios y las zonas degradadas, todo ello con la convicción de que la cultura sirve para “desarrollar los derechos y la ciudadanía activa”. La introducción menciona a continuación el problema del empleo precario y el reconocimiento de las profesiones culturales. Las propuestas van desde iniciativas generalizadas para los pequeños museos (pero no se menciona nada al respecto) hasta la rediscusión del principio de silencio-consentimiento introducido por la ley Madia (LEU es el único que habla de ello), desde intervenciones para garantizar la calidad y la estabilidad en el trabajo (pero, de nuevo, no se especifica nada) hasta la regulación del voluntariado y el servicio civil, desde la idea de convocar concursos cada dos años para contratar funcionarios y profesionales de apoyo (“peritos, contables, abogados, asistentes técnicos y administrativos”) hasta el apoyo a la recaudación de fondos privados, especialmente en el sector turístico, desde la realización de planes paisajísticos hasta el relanzamiento de las bibliotecas públicas. Todas estas intenciones son excelentes, también porque el programa parece equilibrado y ajeno a la idea de que la cultura es la servidora del turismo o representa algo que se vende: sin embargo, las propuestas no son muy profundas, faltan referencias concretas, se habla de inversión pero no se analiza la posible cobertura. En resumen: falta pragmatismo.

El programa Potere al Popolo también contiene un capítulo dedicado al patrimonio cultural. El partido de Viola Carofalo informa de los datos de Eurostat sobre la relación entre el PIB y la inversión en cultura (estamos entre los últimos de Europa, con un 0,7%), pide aumentar esa inversión al 1%, en línea con la media de la UE (pero no se hacen propuestas sobre cómo impulsar esa inversión), y vuelve a centrarse en la garantía de los derechos de los trabajadores, la defensa de la neutralidad de la red y el apoyo público a los periódicos independientes. Es cierto que insiste en la idea (acertada) de que la cultura no debe mercantilizarse, pero el programa parece casi parcheado en el mejor de los casos: se mezclan edición y patrimonio cultural, se habla también de una “verdadera ley” sobre el conflicto de intereses (no está claro por qué este tema debe aparecer en el capítulo del patrimonio cultural), se pide la introducción de “leyes para la protección, conservación y valorización del patrimonio cultural y artístico por parte del Estado” (quizás Potere al Popolo no sepa que estas leyes ya existen, y ni siquiera recientemente: en Italia, las primeras intervenciones legislativas en materia de protección se remontan a 1902), no se habla de digitalización, ni siquiera se menciona la palabra “museos”, no se habla de archivos y bibliotecas, y sólo se hace referencia, de forma totalmente genérica y carente de concreción, a un “plan extraordinario para el mantenimiento del paisaje y de nuestro patrimonio histórico-artístico, bibliotecario y archivístico”.

En definitiva, se trata de un panorama confuso, poco práctico, que a menudo delata una falta de la más mínima familiaridad con el sector del patrimonio cultural y un conocimiento escaso o incompleto de los problemas reales. El resultado de las elecciones parece incierto, pero sin duda cabe esperar que quien gane no se aventure por caminos que corren el riesgo de hacernos retroceder en el tiempo: los problemas de la cultura siguen siendo muchos, y de grave gravedad, pero sería poco objetivo no decir que hemos visto algunos resultados alentadores en los últimos meses. En nuestra opinión, los vencedores tendrán que construir sobre lo conseguido, evitar las perturbaciones, luchar contra el fenómeno de la precariedad laboral, ocuparse de la ley que regula los servicios complementarios, reequilibrar la relación entre protección y valorización, y dar prioridad a todo aquello a lo que se ha prestado poca atención hasta ahora (pequeños museos, archivos y bibliotecas, digitalización, planes paisajísticos). Sin embargo, a la vista de lo que se desprende de los programas, también hay motivos para esperar que quienes gobiernen no retrocedan y presten la debida atención a la cultura.


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