La oportunidad era una de esas que se dan pocas veces: la obra más importante en manos privadas de uno de los más grandes artistas de la historia del arte italiano puesta en el mercado a un precio más que asequible. El pasado 8 de julio, en la Old Masters Evening Sale de Christie’s, salió a subasta Saturno e Filira, de Parmigianino, una obra con una iconografía poco común y una historia ilustre (se menciona ya en 1561 en el inventario de las posesiones del caballero Francesco Baiardi, amigo del artista), y bien conocida por la crítica. La estimación era de 400.000-600.000 libras, y las invitaciones a comprar la obra procedían de muchas partes(incluidas estas columnas). Al final, el panel se vendió por 500.000 libras (587.770 euros), y lo compró un particular, según la propia casa de subastas, que, sin embargo, mantiene en secreto la identidad del cliente y su nacionalidad. Una suma que el Estado podría haber pagado fácilmente para que la obra de Parmigianino pasara a ser propiedad pública.
Una oportunidad que lamentablemente se perdió, a pesar de que se había lanzado un llamamiento, firmado también por el Premio Nobel Mario Capecchi y varios historiadores del arte (entre ellos Gigetta Dalli Regoli, Augusto Gentili, Marco Tanzi, Lucia Tomasi Tongiorgi, Alessandro Zuccari), y por numerosas personalidades de la cultura, y a pesar de que las peticiones habían llegado de muchas partes. No se llegó a nada, y es triste que no hubiera habido voluntad, ni obstinación, ni intención de devolver el panel a Italia, o que faltaran recursos para llevar a un museo público italiano un cuadro que habría enriquecido notablemente el patrimonio de todos. Tampoco se puede decir que el Estado no adquiera obras importantes o que no sepa moverse en el mercado: Sólo en los dos últimos años, ha gastado 800.000 euros en un cuadro raro de Guido Reni, la Danza campestre que ha enriquecido la colección de la Galleria Borghese, y de nuevo 450.000 euros por una escultura de Pierre-Étienne Monnot comprada ejerciendo el derecho de tanteo directamente a la familia Odescalchi, adquirida para el Palazzo Barberini, y de nuevo 400 mil euros por la Disputa sobre la Inmaculada Concepción de Juan de Borgoña, que ahora se encuentra en Capodimonte, por no hablar de las numerosas compras para los Uffizi, empezando por dos extraordinarias obras maestras como las pinturas Pannocchieschi d’Elci de Daniele da Volterra (para asegurarlas, el Estado gastó en total casi tres millones de euros). Por lo tanto, no está claro por qué Saturno e Filira de Parmigianino no pudo entrar también en las colecciones públicas: ¿qué impidió la compra? Esperamos una respuesta.
Parmigianino, Saturno y Filira (óleo sobre tabla, 75,6 x 64,1 cm) |
Hay otra cuestión que investigar: desde las columnas delHuffington Post, el historiador Dario Pasquini lanza una invectiva contra Tomaso Montanari, culpable de no haber apoyado el llamamiento a la compra del Parmigianino. Pasquini relata que se puso en contacto con Montanari, pero el profesor, en su calidad de presidente del comité técnico-científico para las bellas artes (nombrado por decreto el 23 de octubre de 2018), habría respondido afirmando que no quería firmar el llamamiento para la compra del Parmigianino porque, según él, “esto podría entrar en conflicto con su papel en el organismo encargado de proporcionar al Ministerio el dictamen para una posible compra pública”. Por ello, el académico reprochó a Montanari haber instado al Estado, pocos días después, a ejercer ex lege el derecho de tanteo sobre los cuadros de Giandomenico Tiepolo objeto de una transacción entre la familia Franco y Alessandro Benetton (y, por cierto, Montanari intentó justificar la posibilidad de una compra fallida con la “falta de dinero” que aquejaría a las arcas del Estado: ¿quizás sea ésta, por tanto, la razón por la que el Estado no consiguió hacerse con el cuadro del Parmigianino?) La diferencia entre ambos casos radica en el hecho de que las obras de Tiepolo fueron encuadernadas en 1989, por lo que Montanari se limitó a defender la compra de un grupo de obras sobre las que el Estado ya se había pronunciado en el pasado, reconociendo oficialmente su valor excepcional.
Más bien hay que señalar dos casos que parecen totalmente análogos a los de Parmigianino: Montanari, en julio de 2019, sugirió al Estado la compra del retrato de Olimpia Maidalchini Pamphili de Diego Velázquez (“Si el ministro Alberto Bonisoli quisiera vincular su nombre a alguna hazaña digna de recuerdo, le aconsejaría encarecidamente que intentara traer de vuelta a Italia el Retrato de doña Olimpia Maidalchini Pamphili de Diego Velázquez”), que salió a subasta en Londres, en Sotheby’s, con una estimación de entre 2,3 y 3,5 millones de euros (posteriormente se vendió por algo más de dos millones y medio), y unos meses más tarde, en noviembre, volvió a instar al Estado a adquirir el retrato de Mozart atribuido a Giambettino Cignaroli (“sería una buena señal [....] si el Estado italiano [...] comprara y devolviera a Italia el retrato de Wolfgang Amadeus Mozart más importante que existe hoy en el mercado”), que salió a subasta en Christie’s de París con una estimación de entre 800.000 y 1,2 millones de euros (posteriormente se vendió por 4 millones de euros). También en ese caso se trataba de dos obras vendidas en el mercado internacional, y Montanari ya era entonces presidente del cts de Bellas Artes: aprovecho, pues, este espacio para preguntar a Tomaso Montanari (independientemente de lo que piense del Parmigianino, ya que parecería una mera cuestión de forma) por qué, en aquel momento, no vio ningún conflicto entre su posición y sus consejos. Quizá haya algún detalle que se nos escapa.
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