Ciudad y cultura: una relación estratégica


¿Cómo influye la cultura en el desarrollo de las ciudades? ¿Ha cambiado la situación con Covid-19? ¿Cuáles son las perspectivas de futuro?

Hasta hace unos meses era muy difícil cuestionar el creciente atractivo de las ciudades: economías de aglomeración, concentración de riqueza, aumento de oportunidades ligadas a la disponibilidad de conocimiento, infraestructuras y recursos hacían de las ciudades actores económicos y sociales muy relevantes que planteaban importantes retos a los posibles modelos de desarrollo. Naciones Unidas en 2018 indicaba que el 55% de la población mundial vive en ciudades y que se estimaba que el porcentaje sería del 68% en 20501. Los beneficios de la vida urbana no se distribuyen equitativamente entre los residentes; el atractivo de las ciudades se consigue a menudo a costa de crecientes desigualdades sociales, intensas externalidades medioambientales negativas y elevadas inversiones económicas. No es sorprendente que uno de los 17 objetivos de las Naciones Unidas en la Agenda 2030 (Objetivo 11) aborde específicamente las ciudades y su uso de los recursos, incluido el patrimonio natural y cultural.

La conciencia de su relevancia política, social y económica ha llevado a una creciente competencia entre ciudades por la atracción de capital, talento y turistas, ya sea a través de iniciativas puntuales (como los Juegos Olímpicos, o la capitalidad italiana de la cultura) o por elecciones a más largo plazo (como la ubicación de empresas o universidades). Y en este marco, ha crecido la atención en torno a la cultura como recurso útil para caracterizar a las ciudades de manera singular.



A partir de la década de 1980, el término “ciudad creativa” comenzó a utilizarse para subrayar la relevancia de los sectores cultural y creativo en el apoyo al desarrollo socioeconómico a escala territorial. Esto ocurrió al mismo tiempo que una fase histórica de profunda transformación de las ciudades occidentales, que experimentaron las opciones de deslocalización productiva de las grandes empresas manufactureras y el desplazamiento progresivo de los grandes ejes comerciales “hacia el sur y hacia el este”.

Milán, Piazza del Duomo
Milán, Piazza del Duomo

Los primeros proyectos se caracterizaron a menudo por inversiones masivas en la reurbanización de antiguas zonas industriales o paseos marítimos con la participación de archiveros internacionales, lo que sin duda no sólo cambió el paisaje de muchas ciudades, sino que supuso una canalización masiva de recursos hacia barrios concretos. El término “proyectos emblemáticos” se ha utilizado a menudo para subrayar el carácter excepcional de estas intervenciones, justificar su complejidad y estimular la atención de una gran variedad de partes interesadas2.

Más recientemente, los esfuerzos de los operadores públicos y privados del ámbito cultural a nivel urbano se han orientado hacia la mejora de la especificidad social y cultural y el refuerzo de la dimensión cívica en los distintos barrios de las ciudades, estimulando la innovación social y el espíritu empresarial cultural. Este enfoque progresivo de la dimensión de la participación cultural como complemento o antítesis parcial de la dimensión de la atracción se explica en parte por la crisis de 2008; la noción de participación incorpora varios elementos que caracterizan las relaciones urbanas, desde el intercambio de información hasta la consulta pública y la coproducción3.

Las políticas culturales contemporáneas se caracterizan por la coexistencia de cuatro paradigmas diferentes4:

  • El paradigma de la excelencia, caracterizado por el apoyo público o filantrópico a expresiones artísticas no comerciales, innovadoras o jóvenes5;

  • El paradigma de la democratización cultural, cuyo objetivo es facilitar el acceso a bienes y actividades culturales de calidad al mayor número de personas6.

  • El paradigma de la democracia cultural, cuyo objetivo es ofrecer a cada grupo social la oportunidad de ver reconocidas y apoyadas sus prácticas culturales7.

  • Y, por último, el paradigma de la economía cultural, que se centra en el impacto económico directo e indirecto de los sectores culturales8.

Y luego vino Covid, cuando el debate sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU cobró impulso y el término sostenibilidad fue adquiriendo significado no sólo en su dimensión medioambiental, sino también en sus dimensiones social y económica. Para las ciudades, la cuestión central es funcionar económicamente en presencia del distanciamiento social9. Por mucho que Covid haya ralentizado la actividad en las ciudades y la movilidad internacional, y que el trabajo desde casa y la digitalización hayan hecho que vivir en ciudades pequeñas sea más atractivo que antes, no creo que el atractivo de las ciudades disminuya.

La investigación sobre las repercusiones de Covid en las ciudades se ha centrado hasta ahora en cuatro temas: la calidad del medio ambiente; las repercusiones socioeconómicas; la gestión y la gobernanza de las ciudades; las infraestructuras de transporte y el diseño urbano10; se ha prestado poca, demasiada poca atención al papel de las organizaciones culturales en el replanteamiento de una nueva normalidad; en este sentido, las ciudades de Milán y Reggio Emilia representan importantes excepciones en Italia. Hasta ahora, hemos asociado sin especial dificultad la cultura a la capacidad de atraer turistas (Objetivo 8.9) y de incluir a las comunidades marginadas (Objetivos 10 y 11). La angustia de las escuelas y varios experimentos interesantes nos dan una renovada contribución de las organizaciones culturales al mundo de la educación y la enseñanza (objetivo 4); es hora de explorar más decididamente la relación con la investigación (objetivos 4 y 8) y con la salud, especialmente la salud mental (objetivo 3).

2Grodach, C. & Loukaitou?Sideris, A. (2007) Estrategias de desarrollo cultural y revitalización urbana, International Journal of Cultural Policy, 13:4, 349-370

3 Rowe, G., & Frewer, L. J. (2000). Public participation methods: A framework for evaluation. Science, Technology, & Human Values, 25(1), 3-29.

4 Bonet Negrier 2018 El giro participativo en la política cultural: Paradigmas, modelos, contextos Poética (66), 64-73.

5 Throsby, D. (2001). Economía y cultura. Nueva York: Cambridge University Press.

6 Psychogiopoulou, E. (Ed.). (2015). Cultural governance and the European Union protecting and promoting cultural diversity in Europe. Londres: Palgrave MacMillan.

7 Pyykkonen, M., Simanainen, N., & Sokka, S. (2009). ¿Qué pasa con la política cultural? Helsinki: Minerva.

8 Hughson, J., & Inglis, D. (2001). Creative industries’ and the arts in Britain: Towards a third way in cultural policy? International Journal of Cultural Policy, 7(3), 457-478.

9 Lichfield G (2020) No vamos a volver a la normalidad. MIT Technology Review, marzo de 2020

10 Sharifi A., Khavarian-Garmsir A.R. (2020) The COVID-19 pandemic: Impacts on cities and major lessons for urban planning, design, and management, Science of The Total Environment, 749.


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