Artículo publicado originalmente en culturainrivera.it
En la edición de hoy de Buona Domenica, la columna que desde hace tiempo alegra el día a los lectores de La Nazione, Cristina Lorenzi afirma que el centro histórico de Carrara “debe ser un sector en el que invertir y por el que apostar para las próximas administraciones” (un estribillo que siempre se ha escuchado en las proximidades de cada ronda electoral) y que “la recuperación pasa también y sobre todo por la cultura”. Todos ellos son conceptos compartibles: la cuestión es que deberíamos preguntarnos en qué tipo de cultura debería centrarse la administración de Carrarese.
Hace apenas dos días, apareció en el mismo periódico un interesante artículo, cuyo autor anónimo afirmaba que la burocracia carresa había “paralizado” Con_Vivere debido a una decisión que la redacción local del periódico florentino probablemente consideró improcedente. Pero, ¿cuál pudo ser la onerosa decisión que impidió que el acontecimiento cultural de cuatro días explotara todo su potencial? Aquí está: “la plaza Alberica, que se había anunciado como el teatro del mercado y la comida callejera, estaba de hecho casi desierta, ya que en el último minuto desde el palacio cívico llegó el niet de las oficinas para la iniciativa callejera”. ¿La consecuencia? ’Un éxito reducido a la mitad por la burocracia’ y ’la decepción de muchos ciudadanos que, entre reuniones y conferencias y conciertos, hubieran querido disfrutar de una cena al aire libre’.
Aparte del hecho de que Carrara no es, evidentemente, un remoto pueblo de Wyoming sin establecimientos en los que los voraces (o al menos así, según La Nazione) visitantes de Con_Vivere puedan comer (con un abanico de posibilidades, hay que señalar, abierto a todos los bolsillos), uno se pregunta en qué se basa el periódico local para aventurar estimaciones sobre el impacto de Con_Vivere en la economía de la ciudad. impacto de Con_Vivere, llegando incluso a hablar de “éxito a medias” (¡y todo ello en un artículo publicado pocas horas después de la inauguración!), y sobre todo qué tipo de consideración tiene la redacción local de La Nazione por el público de la cultura.
Conviene recordar que Con_Vivere no es el festival de la remolacha. Aunque la edición de 2016 pareció más bien decepcionante en comparación con la del año pasado (hablo solo de la calidad de los actos: el éxito en cuanto al número de visitantes se discutirá una vez finalizado el evento), Con_Vivere sigue siendo un festival cultural, y quienes acuden a Carrara para disfrutar del evento probablemente lo hacen porque les mueve el interés por la actualidad, la filosofía, el arte, la literatura: el bocadillo de porchetta puede ser un agradable acompañamiento para algunos, pero dudo que ni siquiera la mitad del público (si es eso lo que se entiende por “medio éxito”) decida no acudir al centro o, en el mejor de los casos, emita murmullos contrariados de decepción sólo porque se le priva de la oportunidad de refrescarse en el centro de la plaza principal de Carrara. Si se piensa que el público de la cultura necesita la furgoneta de Giggi er porchettaro para dispensar biove con salchichas y cervezas medianas a discreción, es evidente que la redacción local de La Nazione tiene su propia consideración del concepto de “cultura”, o que Carrara debería centrarse en otro tipo de iniciativas, dedicadas más a la comida callejera que a la literatura. Es cierto que los comunicados de prensa de Con_Vivere habían anunciado un rincón dedicado a la comida y al mercado, pero llegar a hablar de “éxito a medias” y de “decepción” por tal ausencia parece realmente excesivo. para tal ausencia parece realmente excesivo, también porque, al menos anoche (sábado), la participación en los eventos del festival parecía bastante alta, y porque a los amantes de la comida callejera ciertamente no les faltan oportunidades para celebrar su pasión (sólo en los últimos meses hemos tenido “Hop Hop Street Food”, “Marina di Carrara International Street Food”, el “Festival de los Pescadores”, así como festivales y celebraciones variadas).
Pero pasemos a las consideraciones serias. Es evidente que Carrara debe apostar por la cultura para devolver la vida al centro histórico (y no sólo tres meses al año). Pero no es (sólo) sobre esto sobre lo que debemos razonar. Preguntémonos, en primer lugar, si la administración tiene la voluntad de poner en marcha un cambio que tenga en cuenta un tejido cultural que existe pero que necesita ser activado y estimulado adecuadamente. Y preguntémonos si la ciudad tiene la intención de superar las divisiones para pensar en un modelo a la medida de Carrara, porque las bases estarían ahí: la administración, en este sentido, ha sido discontinua y poco colaboradora hasta el desastre, pero también la comunidad local nunca ha brillado especialmente por su apego a su propia ciudad, con la consecuencia de que en Carrara es mucho más fácil expresar críticas acaloradas que elogios sinceros.
Los mejores casos de reinicios y relanzamientos se producen cuando una comunidad demuestra estar cohesionada y dispuesta, también debido al hecho de que una comunidad unida es capaz de ejercer más presión sobre la administración encargada de las opciones de gobierno de la ciudad. Lo cierto es que, para repensar una nueva ciudad, hay que tener en cuenta una condición ineludible: las ciudades mueren cuando se expulsa o aparta a sus habitantes, cuando se las considera sólo en virtud de los atractivos potenciales que puedan ofrecer y no como centros habitados por ciudadanos que viven en ellos las veinticuatro horas del día, cuando todos los estratos sociales contribuyen a poblar el centro de una ciudad.
Si no reflexionamos sobre un modelo, si no sentamos las bases para que la ciudad supere barreras y divisiones (y afortunadamente es precisamente sobre estas cuestiones sobre las que Con_Vivere pretende hacer reflexionar... ), y si no pensamos que en el centro de la recuperación de Carrara debeestar la ciudad en el sentido más amplio del término, probablemente seguiremos pensando que para relanzar el centro histórico de Carrara es inevitable un tipo de cultura que no sirva como instrumento de cohesión social, sino como mero entretenimiento a aderezar con la presencia de Giggi er porchettaro, o que, peor aún, debamos imitar el poco edificante ejemplo de Pietrasanta. Y no sé qué es peor entre una ciudad incapaz de desarrollar un sano concepto de cultura y una ciudad presa del aburguesamiento más cínico y despiadado. Tanto peor si, como sucede a menudo, ambas coinciden.
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