Durante un discurso en la Cámara de Diputados el 4 de octubre que se le escapó a la mayoría, el Ministro de Patrimonio Cultural, Alberto Bonisoli, propuso un proyecto que, según él, debería “conducir al cambio”: en apariencia, todo coherente con el título de la conferencia, que se titulaba ¿Qué cultura para qué cambio? En realidad, es muy gracioso constatar que el “proyecto para provocar el cambio” del ministro Bonisoli no es más que un viejo caballo de batalla del ex ministro Dario Franceschini. Bonisoli, en efecto, querría llevar a las escuelas obras de arte que están en los almacenes de los museos. Se trata de una iniciativa que ya puso en marcha a finales de 2014 Dario Franceschini: entonces se llamaba Una obra de arte en el aula, y fue duramente criticada por muchos(entre ellos nosotros) por dos motivos, a saber, los inmensos problemas que habría acarreado y su falta de utilidad. Como resultado, Una obra de arte en el aula tuvo una vida muy corta y muy poca suerte.
Alberto Bonisoli desea ahora relanzar la misma idea, idéntica a la de su predecesor. “Tenemos muchísimas obras de arte que no se exponen”, dice el ministro. Permanecen almacenadas, algunas quizá no tan excepcionales. Tenemos tantas. Y una de las cosas que me he preguntado es si este patrimonio no podría utilizarse de una manera mejor, más congruente y también más útil para las necesidades de la comunidad. Probablemente estamos hablando de obras que si las pongo en un museo no sé si tendré un gran éxito [...] Creo que la historia del arte es muy importante. Pero también creo que si conseguimos enseñarla de una forma más sencilla y motivadora para los jóvenes, estaremos haciendo un mejor trabajo que el que se ha hecho hasta ahora, porque muchos de nosotros descubrimos el arte después de la escuela“. Entonces, ¿cuál es, para Bonisoli, esa ”forma más sencilla y motivadora" de enseñar historia del arte a niños y jóvenes? Evidentemente, llevar las obras de los museos a la escuela: “nos gustaría coger algunas de las obras de arte almacenadas y dárselas a una escuela [...]”. Sin embargo, el ministro es consciente de que la iniciativa conllevaría enormes problemas, pero su respuesta parece totalmente desarmada: “No le diré los problemas a los que tendremos que enfrentarnos, que los hay. ¡Qué más da! Si hay problemas, te pones [a trabajar] y se solucionarán. [...] Es una llamada a las armas. Tenemos que movilizar energías”.
Alberto Bonisoli durante su intervención en el hemiciclo |
Es lamentable que el Ministro de Patrimonio Cultural suscriba también la vulgata según la cual los almacenes de los museos son probablemente polvorientos depósitos de los que salen obras de arte que han permanecido latentes para devolverles una vida nueva y útil, y también es lamentable que el Ministro de Patrimonio Cultural no esté al día del debate más reciente, que trata, si acaso, de cómo llevar al público a las obras, y no al revés. Hablar de "cultura del cambio": la intención de llevar una obra de arte a la escuela es el resultado de una visión rancia y anticuada de la historia del arte. En estos momentos, los esfuerzos de directores de museos, historiadores del arte, arqueólogos y, en general, de cualquiera que desempeñe un papel de gestión en el ámbito del patrimonio cultural, van encaminados, si acaso, a encontrar nuevas formas de interacción con el público, que puedan prescindir de hacer viajar masas de obras de un lado a otro de Italia. Cabe citar dos ejemplos de todos ellos: el de la Pinacoteca di Brera, que con sus Dialoghi ha prohibido de facto las grandes exposiciones y se ha centrado en pequeños eventos específicos, mostrando un número limitado de obras de la colección permanente en diálogo entre sí, junto con uno o dos préstamos, para dar a conocer las obras de la colección bajo una luz diferente y atraer a los visitantes para que vuelvan. Y la del proyecto Liguria delle arti, que este verano ha dado lugar a una serie de enfoques sobre el patrimonio ligur por toda la región, llevando cada vez al público (siempre numeroso y numeroso, por otra parte) a los mismos lugares donde se conservan las obras protagonistas de los estudios en profundidad.
Un proyecto como el del ministro haría que el debate diera importantes pasos atrás. Pasos atrás al menos exactamente cuatro años: Franceschini presentó su proyecto Una obra de arte en el aula en octubre de 2014. Por no hablar de los onerosos costes que supondría una idea como la de Bonisoli: la superficialidad con la que el ministro se burla de los problemas choca frontalmente con la realidad, ya que trasladar una obra de arte supone tener que hacer frente a gastos de transporte, seguros , seguridad y trámites burocráticos que atarían innecesariamente al personal ministerial, ya de por sí escaso de personal y sobrecargado de trabajo. Y gastar dinero público en un proyecto que, además, sería profundamente antipedagógico (ya que es necesario hacer comprender a niños y jóvenes que para cuidar el arte, estudiarlo y amarlo es necesario moverse hacia el arte, y no esperar a que el arte venga a nosotros) quizá no sea lo que la escuela y el patrimonio cultural necesitan en estos momentos.
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