Bienes culturales entre los servicios públicos esenciales: ¿cambio de rumbo o hipocresía de Renzi y Franceschini?


Los bienes culturales pasan a ser un servicio público esencial por decreto ley. ¿Un cambio de rumbo o un acto hipócrita del Gobierno para ocultar su voluntad de golpear a los trabajadores?

Con la demencial práctica habitual deanunciarlo en redes sociales y mediante nota de prensa, sin dar a conocer sin embargo el texto íntegro de la medida, el Consejo de Ministros aprobó ayer el decreto-ley, consistente en un único artículo, en el que se establece que “la apertura al público de museos y lugares de cultura se encuadra dentro de los servicios públicos regulados por la Ley 146 de 1990 sobre el ejercicio del derecho de huelga en los servicios públicos esenciales”. Esto, en casos como el ocurrido ayer en el Coliseo, no cambia sustancialmente la situación, porque la Ley 146 regula el derecho de huelga y no el de reunión, como también se explica en un artículo aparecido ayer en L’Espresso.

Sin embargo, el decreto ley aprobado ayer por el Consejo de Ministros induce a una reflexión más profunda. En este sentido, podríamos discutir el abuso sistemático que el Consejo de Ministros hace del instrumento del decreto-ley, que segúnel artículo 77 de la Constitución debe adoptarse “en casos extraordinarios de necesidad y urgencia”, pero que de hecho se ha transformado en un instrumento para imponer, de forma casi autoritaria, la línea del gobierno sobre diversos aspectos de la vida italiana: pero no es éste el lugar para hablar de ello. Hay otra cuestión muy específica que hay que considerar aquí. A saber: parece que el Gobierno sólo se mueve a velocidad supersónica cuando tiene que adoptar medidas que intentan obstaculizar las protestas o los derechos de los trabajadores. Al menos yo no recuerdo a ningún ministro de Cultura italiano que anuncie por la mañana que el Gobierno tomará medidas en el ámbito de la cultura, y esa misma tarde anuncie que el Gobierno ha tomado esas mismas medidas esperadas por la mañana. Una solicitud más que sospechosa: un acto de fuerza más que un acto de amor hacia la cultura.



Franceschini e Renzi
Dario Franceschini y Matteo Renzi. Foto de Formiche.net

Porque, como bien observaba ayer Tomaso Montanari en un artículo de su blog, “el acceso a la cultura es, en efecto, un servicio público esencial”. Pero la cultura debe ser considerada un servicio público esencial no para limitar el derecho a la huelga de quienes trabajan en museos y yacimientos arqueológicos (aunque el fusible que desencadenó la reacción del Gobierno, recordémoslo, fue una reunión sindical): debe ser considerada como tal porque forma a los ciudadanos y su sentido cívico, porque constituye la base fundante de su identidad y su memoria histórica, porque es una guía para construir un futuro mejor y, por tanto, es fundamental para la vida de una comunidad. El Gobierno, una vez más, se ha equivocado por completo en el momento y el modo de actuar: pero quizá a Renzi, Franceschini y sus colegas no les importe, dada su escasísima inclinación al diálogo con las bases.

En cualquier caso, cuando el decreto se convierta en ley, la cultura pasará a ser oficialmente un servicio público esencial. Por tanto, no será legítimo, sino justo esperar que los trabajadores de la cultura sean tratados como personas que prestan un servicio esencial a la comunidad. Esperamos que se les pague decentemente y a tiempo, y que ya no tengamos que oír que alguien protesta porque lleva un año esperando que le paguen las horas extraordinarias. Porque, recordemos, en lugar de dictar decretos, la solución más rápida a los problemas de los trabajadores de la Superintendencia Especial para el Coliseo habría sido pagarles los atrasos y renovarles los contratos. Esperamos que los museos, bibliotecas y archivos estatales italianos no tengan que cerrar salas o trabajar en horario reducido por falta de personal, como ocurre tan a menudo (también nos ha ocurrido encontrar museos abiertos a medias por falta de personal). Esperamos que el Estado sea capaz de invertir adecuadamente en cultura, que invierta sustancialmente la tendencia de continuos recortes que se viene produciendo desde hace años, que la cultura no tenga que depender del óbolo de magnates con ganas de alquilar puentes o museos para sus veladas para poder seguir adelante. Esperamos que el Ministerio promueva un plan serio de contratación de jóvenes capaces y garantice una rotación adecuada a las necesidades del sistema cultural de un país civilizado.

Porque si no se tienen en cuenta todas estas expectativas, la medida de Renzi y Franceschini se convertirá manifiestamente en lo que ahora parece ser: no una señal de cambio de rumbo, sino un acto hipócrita, que parecería esconder la voluntad de silenciar a los trabajadores y hacer propaganda en contra de sus derechos detrás de la solicitud por el anciano de Kansas City desembarcado en un crucero a Civitavecchia, al que se le dan seis horas para visitar la capital de Italia, y que de repente ve sus planes truncados porque la apertura del Coliseo le retrasa tres horas. Y, por supuesto, tras la absurda acusación de dañar la imagen de Italia. Cuando en todo el mundo la gente se une y suele hacer huelga mucho más que en Italia. Pero claro, ¿de qué estamos hablando? La imagen de Italia no está arruinada por la mafia, por la corrupción rampante, por la decadencia, por la ridícula clase política que tenemos. Y la imagen de nuestro patrimonio cultural no está arruinada por la falta de inversiones, por un personal reducido a la mínima expresión, por un ministro que mortifica a sus empleados para complacer los dictados de su Primer Ministro. No: la imagen de Italia se arruina por tres horas de asamblea sindical en los yacimientos arqueológicos de Roma. Tomamos nota de ello.


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