Cultura y turismo viven en ósmosis. Está claro que una gran parte del mercado turístico italiano se nutre del patrimonio cultural del país, pero a su vez aporta riqueza a cada uno de los lugares, a su territorio y a las ciudades de arte.
Aunque en los últimos años hemos ido tomando conciencia de los efectos negativos queel turismo excesivo tiene en algunos de los frágiles centros históricos de nuestro país, me parece que se sigue prestando poca atención a la cuestión de cómo influye el turismo en el patrimonio cultural, ya sea positiva o negativamente en función de la gestión más o menos virtuosa de cada lugar.
La primera crítica radica en la difícil o parcial accesibilidad de muchos sitios culturales. La escasez de personal limita los horarios de apertura y la usabilidad. Si incluso algunos de los museos y parques arqueológicos más importantes se ven obligados a mantener cerradas ciertas secciones o a limitar sus horarios de apertura, miles de yacimientos “menores” permanecen completamente cerrados y, en el mejor de los casos, son accesibles a demanda o con un horario estricto, por ejemplo una vez al mes.
Dado que la escasez de personal es un problema objetivo que sólo puede resolverse con medidas políticas y administrativas, y que en cualquier caso es impensable mantenerlo todo abierto, dada la enormidad y fragilidad de nuestro patrimonio, creo que sería posible organizar mejor la apertura de diversos yacimientos, sobre todo arqueológicos, para el turismo cultural, así como para los residentes, previa solicitud y previo pago. Hemos hecho propuestas y proyectos a lo largo de los años, pero sin éxito. Para el futuro esperamos una mayor voluntad de “apertura”, en todos los sentidos, porque los monumentos con acceso bajo demanda pueden enriquecer la oferta para un público interesado, al tiempo que garantizan un control óptimo del bien sin daños.
Una cuestión que influye mucho en el turismo cultural, porque interfiere en las entradas, las reservas y los turnos, es la relación entre la dirección/gestión/operadores turísticos. Abarca desde situaciones de gran equidad hasta el abuso de posición dominante. La presencia de partes privadas para servicios adicionales no es en sí misma un elemento negativo: la relación público-privada puede dar excelentes resultados, si se aplica con equilibrio. A lo largo de los años hemos experimentado que la clave está en la voluntad de cada dirección de garantizar condiciones justas para todos, controlar lo que ocurre en su museo e intervenir en cuanto sea necesario. Desgraciadamente, hasta la fecha hay muchos lugares y situaciones en los que las agencias y los guías turísticos son discriminados en favor de los concesionarios o las cooperativas o incluso las asociaciones de voluntarios.
Otro elemento que complica las visitas es la diferenciación de normas (número máximo de personas por grupo, modalidades de reserva, días de apertura, etc.) entre cada sitio cultural italiano. Elaborar un programa en el que se quieran incluir varios monumentos de una región puede ser tan complicado y frustrante que al final las agencias prefieren proponer lo de siempre, aquello de lo que están seguras y que está probado.
Las dificultades aumentan para los grupos, sobre todo en los museos (afortunadamente no en los yacimientos arqueológicos más importantes del país): se empieza a chocar con el número máximo de personas por grupo en cada museo (15 en uno, 25 en otro, 30 en otro más) pero sobre todo con la necesidad de reserva de grupo (¡a veces obligatoria a partir de 5 personas!) y los turnos limitados. Y cuidado: sin la reserva de grupo, el guía no puede realizar la visita, aunque haya entradas disponibles o las salas estén vacías. Lo absurdo es que todo esto ocurre incluso en los museos menos conocidos y frecuentados, donde cabría esperar que cualquier grupo fuera bienvenido, contribuyendo a una mayor venta de entradas; en cambio, se prefiere tener menos visitantes, antes que acoger a grupos guiados. Sin embargo, todos los actos vandálicos en monumentos son obra de turistas individuales sin guía, y en todos los incidentes los guías presentes en el momento se apresuraron a detener a los autores.
El turismo, especialmente el de congresos, pero no sólo, se ve entonces muy penalizado por los larguísimos plazos -de hasta 2 ó 3 meses- para conceder aperturas fuera de horario para eventos (congresos, visitas privadas, conferencias, etc.) en museos y palacios. En muchos casos, los interesados acaban acudiendo a sitios privados donde todo se resuelve en pocos días. El segmento de los congresos es uno de los más ricos y de mayor nivel, que todos persiguen, y que aporta no sólo ingresos, sino visibilidad y promoción para los sitios implicados.
Otro elemento sobre el que hay que trabajar es el de la acogida y la hospitalidad, en todos los aspectos, desde los bancos para sentarse en las salas de los museos hasta los dispensadores de agua y los aseos dentro de los parques arqueológicos, pasando por la cortesía del personal de custodia y seguridad, impecable en muchos casos, pero rayana en la grosería en otros. Necesitamos combinar la riqueza del patrimonio cultural con servicios de calidad que hagan de la estancia en los yacimientos culturales una experiencia agradable y estimulante, que se repita, no un sacrificio.
Por último, si realmente queremos mejorar la oferta de turismo cultural, el problema del transporte no puede pasarse por alto. Con la excepción de las ciudades servidas por aviones y trenes de alta velocidad, a los centros y sitios importantes dispersos por el territorio sólo se llega fácil y rápidamente en coche o en autobús turístico. Para la mayoría de los turistas extranjeros, el autobús regular no es una opción, porque temen equivocarse de autobús, no bajarse en el lugar adecuado o no poder regresar si pierden un trayecto. Por tanto, una parte considerable de Italia está incomunicada. Es objetivamente complicado visitar incluso sitios de la UNESCO como la Villa Adriana y la necrópolis de Cerveteri a pesar de su proximidad a Roma, por no mencionar el hecho de que para llegar a Pompeya, el parque arqueológico más importante de Italia junto con el Coliseo, sin coche privado, hay que utilizar la Circumvesuviana, cuya ineficacia es tal que ha dado lugar a una popular página de Facebook ("Circumvesuviana. Guía de cancelaciones y misterios sin resolver’) y un libro. Cualquier gran proyecto de diversificación de flujos, promoción del territorio y desarrollo de la economía local fracasará si no se mejora el transporte. Llevamos años quejándonos de que el turismo se concentra en unos pocos sitios, pero no es nada fácil llevar turistas a muchos lugares menos conocidos.
Esta contribución se publicó originalmente en el número 17 de nuestra revista impresa Finestre sull’Arte Magazine. Haga clic aquí para suscribirse.
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