Arte italiano: Sperone un gran galerista, pero que todo se acabe es su opinión


Respuesta de Renato Barilli a la entrevista de Federico Giannini a Gian Enzo Sperone sobre el panorama del arte contemporáneo.

Publicamos una respuesta de Renato Barilli (originalmente en su blog Pronto Barilli) a la entrevista que Federico Giannini hizo la semana pasada a Gian Enzo Sperone sobre el panorama artístico actual (puede leerla aquí).

La revista Finestre sull’ Arte recogió una larga entrevista con Gian Enzo Sperone, cuyo texto me remitió, lo que me permite hacer un comentario bastante preciso. Desgraciadamente, Gian Enzo comienza con la afirmación que me prometí no hacer nunca, de una “laudatio temporis acti”, es decir, “en mis tiempos que... ahora en cambio....”. Además, en plena coherencia con esta decisión, Gian Enzo, si no me equivoco, ha cesado su larga actividad de galerista de los dos mundos, dedicándose sólo a un compromiso como coleccionista de libros raros. Pero como galerista, a partir de mediados de los años sesenta, desempeñó un papel de primera importancia, sólo igualable al que, en nuestro país, desempeñó Fabio Sargentini, quien sin embargo, afortunadamente para él y para nosotros, no suscribió esa misma máxima nociva y sigue en activo. He tenido trato frecuente con Sperone, desde los tiempos en que, en Turín, era el representante del credo estilístico del momento, el Pop Art, de acuerdo con la oficina parisina de Ileana Sonnabend. Turín contó con la presencia de algunos destacados artistas Pop, como Pistoletto y Gilardi, que entraron en el canon oficial del Pop internacional. Pero también estaban Nespolo y Mondino.

A mí, en particular, me habían fascinado las “alfombras de la naturaleza” de Gilardi, concebidas según la fórmula “más verdadero que verdadero”, explotando los nuevos plásticos, hasta el punto de que le había enviado, junto con el entonces inseparable Gian Enzo, a realizar una exposición en la galería más importante de Bolonia en aquella época, La Nuova Loggia. Los dos me estaban muy agradecidos por aquella oportunidad, y en aquella ocasión Sperone, que no gozaba de buena salud económica, incluso intentó vender algunas obras al gerente de la Loggia. Pero entonces llegó el Arte Povera, del que Sperone fue sin duda uno de los creadores, a nivel de galería, junto con Germano Celant, en el papel de teórico.

Piero Gilardi, Manzanas y setas (2000; espuma de poliuretano dentro de una caja de plexiglás, 31 x 31 x 15 cm; Bellas Artes de St.)
Piero Gilardi, Manzanas y setas (2000; espuma de poliuretano dentro de caja de plexiglás, 31 x 31 x 15 cm; San Gallo Fine Art)

En el 68, acudí entusiasmado a la sala desnuda de Corso San Maurizio, en Turín, donde el galerista acumulaba los primeros productos de aquel movimiento, no exento de residuos de tendencias anteriores. De hecho, en aquella primera etapa Celant no distinguía bien entre los rasgos específicos de su invención y el minimalismo neoyorquino. Recuerdo que en una de mis visitas, ante una exposición de Gianni Piacentino, Gian Enzo me preguntó solemnemente si quería unirme a su club, pero yo le señalé que el propio ejemplo de Piacentino estaba fuera de lugar, ya que sus formas de madera maciza seguían teniendo un sabor minimalista, o se desviaban hacia una versión lúdica, de hecho Piacentino se retiró más tarde del poverismo que no podía contarle entre sus miembros.

Pero en general era partidario del Arte Povera, aconsejando donde podía, en el Foscherari de Bolonia, y sobre todo a mi amigo Marcello Rumma, en Salerno y Amalfi, que se centraran en ese fenómeno como el más innovador. El lugar de Turín pronto se convirtió en un aprieto para Sperone, que voló a Nueva York y abrió una prestigiosa galería en el Soho, que en aquella época era el distrito del arte, antes de transmigrar a Chelsea. Pero Sperone calla muchas cosas en su entrevista, por ejemplo el papel que desempeñó, una vez más, cuando se produjo un vuelco en el arte, tanto nacional como internacional. Creo que tuvo algún mérito en el lanzamiento de la Transavanguardia, junto o en competencia con el modenés Mazzoli, y luego realizó una intensa asociación con el que en mi opinión es el número uno de esa “repetición diferente”, o redescubrimiento del museo, al que dediqué una primera exposición en Milán en el 74. No encuentro rastro de todo esto en las declaraciones de Sperone, que se limitan a homenajear únicamente a Schnabel, sin duda un buen artista, pero ciertamente no como para poder representar por sí solo ese clima de “vuelta a”, a la pintura, a los valores sensibles y emocionales. Y tantas otras cosas que Sperone omitió en sus respuestas, que, por otra parte, volverían a su haber, prueba de una larga militancia, llena de pasos positivos. Que esto haya terminado es su opinión personal, pero el carro del arte sigue su camino, tocando nuevos horizontes.


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