¿45 euros para visitar el Corredor de Vasari? Me parece justo, pero con una condición


¿45 euros por visitar el Corredor de Vasari es mucho? ¿Son pocos? Quizá sea una tarifa justa, pero con una condición clara.

Quizá se haya cometido un error de más al discutir el precio que habrá que pagar para acceder al Corredor de Vasari cuando vuelva a abrir sus puertas(45 euros en temporada alta, 20 euros en temporada baja): el debate se ha centrado casi exclusivamente en la cuantía del desembolso, y no se ha molestado en considerar las muchas e importantes variables necesarias para contextualizar la cifra. Mientras tanto, conviene aclarar un aspecto: 45 euros es una cantidad muy elevada para visitar un museo. Y para la inmensa mayoría de los museos, sería impracticable y debería rebatirse en los términos más enérgicos posibles. Para el Corredor Vasari, sin embargo, el discurso es diferente.

Como es bien sabido, el Corredor ha albergado hasta ahora una vasta selección de la colección histórica de autorretratos de los Uffizi. Una colección que nunca ha tenido un hogar fijo en el contexto de la Galería y que, por simples razones de tamaño (de hecho, la colección ha crecido considerablemente con el tiempo), ni siquiera puede volver a su ubicación original, la antigua sala de los autorretratos (es decir, la actual sala 35, recientemente dedicada a Leonardo da Vinci). Cuando se colocó una selección de algo más de cien autorretratos en el Corredor de Vasari, a principios de los años cincuenta, en la época en que Roberto Salvini era director de los Uffizi, se conocía el carácter temporal de la disposición: en particular, se discutió la posibilidad de colocarla en los locales de lo que entonces era la sede de los Archivos de Estadode Florencia, que ocupaban algunas salas de la planta baja y de la planta baja del edificio de los Uffizi. Los Archivos de Estado abandonarían posteriormente los Uffizi en 1988, pero entretanto, en 1973, la selección de autorretratos ya había sido ampliada por el entonces director Luciano Berti. El cuadro brevemente resumido aquí no pretende sino mostrar que el Corredor puede no ser la solución definitiva para los autorretratos (o al menos para la mayor parte de la colección), por evidentes razones históricas, a las que se añaden ahora razones logísticas, así como la seguridad de un flujo de visitantes que ha aumentado considerablemente desde los años cincuenta y setenta.

Dentro al Corridoio Vasariano
Interior del Corredor Vasari

El proyecto actual prevé que los autorretratos abandonen el Corredor Vasariano y se alojen en salas de nueva apertura en la primera planta de la Galería: la idea puede gustar o no, pero es la elección que se ha hecho y, por tanto, es en estos términos en los que hay que razonar. Así pues, cabe preguntarse si una visita al Corredor sin autorretratos (quedarán, según el proyecto, una treintena de esculturas antiguas, una colección de inscripciones griegas y romanas actualmente almacenadas desde el siglo XIX y los frescos desprendidos de Giorgio Vasari que antaño decoraban el exterior de las bóvedas del Corredor en la sección del Ponte Vecchio) será tan importante, si será tan fundamental, si será tan indispensable como una visita a la Galería. Ciertamente, atravesar el Corredor será siempre una experiencia que nunca perderá su carácter simbólico, acertadamente subrayado por Tomaso Montanari, quien habló de cómo el Corredor nació “como signo elocuente de la pérdida de la libertad florentina”: Cosimo, un duque culto pero también un tirano atroz, camina literalmente sobre las cabezas de los florentinos, que ya no son ciudadanos, sino súbditos“, y en consecuencia devolver el Corredor ”verdaderamente a todos significaría hoy representar de la manera más eficaz la soberanía popular y dejar clara cuál es la misión cultural en un país que tiene la igualdad como brújula constitucional". Se puede responder diciendo que todo lo que antes era posesión privada de los Medici ya ha sido devuelto al público: todo el mundo puede ahora disfrutar de lo que antes era prerrogativa exclusiva de la familia que ostentaba el poder, todo el mundo puede ahora pasear por las estancias donde los Medici vivían, dormían, comían y tomaban decisiones, todo el mundo tiene ahora la facultad de admirar las obras que hace siglos sólo unos pocos ojos selectos tenían el privilegio de ver. Y el Corredor de Vasari es ya parte de ese patrimonio restituido a todos y prueba simbólica de la soberanía popular consagrada en la Constitución republicana.

Se objetará que los 45 euros que se cobran establecen una importante barrera de acceso que convertiría la visita al Corredor en unaexperiencia exclusiva alejada de las líneas establecidas por el artículo 9 del dictado constitucional. Mientras tanto, no olvidemos que, fuera de los meses de mayor afluencia, la cifra desciende hasta los 20 euros, definitivamente más asequible para todos, pero todavía bastante elevada. En este punto, sin embargo, hay que contar con la cruda realidad: el Corredor es un espacio muy delicado y es difícil pensar que pueda ser sometido a la misma presión que atenaza a los Uffizi, por problemas de seguridad y también de fruición (a nadie le gustaría visitarlo en medio de la multitud que se crearía especialmente en los puntos de mayor interés para la mayoría del público: las vistas de la ciudad). En cuanto a la posible gratuidad, que sólo resolvería parcialmente el problema de la accesibilidad garantizada para todos (habría que limitar las visitas y las colas de reservas se harían bastante largas, porque si un bien es gratuito, la demanda aumenta desproporcionadamente), convendría situar el razonamiento dentro de un discurso más general sobre la gratuidad de todos los museos, y siempre: no se vería de otro modo por qué cobrar por visitar los Uffizi y en cambio establecer la gratuidad para el Corredor. Pero lo cierto es que 45 euros es demasiado. El argumento es relativo: para una gran parte del público, 45 euros es una cifra fácilmente asequible. ¿No sería entonces más democrático que cada cual contribuyera en función de sus posibilidades en un sistema de museos de pago? Sería conveniente, por tanto, una política de entradas, que venimos defendiendo en estas páginas desde hace meses y de cuya necesidad también hemos dado cuenta al propio ministro de Patrimonio Cultural: descuentos y reducciones para quienes no puedan permitirse pagar más o menos por visitar un museo. La tasa de acceso de 45 euros puede ser una solución para resolver los problemas de masificación (y generar ingresos para reinvertir en restauración, exposiciones, servicios), pero con una condición: que también se permita el acceso a quienes puedan tener serias dificultades para pagar esa tasa. Así pues, sería razonable imaginar un sistema de descuentos que extendiera las reducciones y gratuidades actuales (la entrada con descuento está reservada a los jóvenes de entre 18 y 25 años, y las gratuidades a los menores, discapacitados y sus acompañantes, periodistas, escolares, guías turísticos, becarios, voluntarios afiliados, personal ministerial, miembros del ICOM) también a quienes no tienen trabajo, estudiantes de todos los niveles, pensionistas y familias. Sería un paso importante hacia una mayor igualdad: quizá no decisivo, pero sin duda claro y significativo.


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