10 prioridades para el próximo Ministro de Patrimonio Cultural


El mandato de Dario Franceschini toca a su fin: he aquí diez prioridades para el próximo Ministro de Patrimonio Cultural.

En los últimos cuatro años, desde que Dario Franceschini es Ministro de Patrimonio Cultural, el sector ha experimentado cambios de época. Se ha producido la reforma de las superintendencias, la reforma de los museos, la reforma de la exportación de bienes culturales y las leyes que han liberalizado las fotografías en museos, bibliotecas y archivos; se ha convocado el concurso para la contratación de quinientos nuevos funcionarios; ha aumentado el peso del presupuesto ministerial en relación con el presupuesto general del Estado (hemos pasado de un gasto correspondiente al 0,19% al 0,29%, pero aún estamos lejos del 0,39% del año 2000), hemos asistido a la introducción de laPrima de Arte y de la 18app (la prima de 500 euros para los jóvenes de 18 años), así como a un aumento de las actividades del ministerio y de los museos estatales en la web y en las redes sociales, al nacimiento de los domingos gratuitos en los museos y a la institución de los cascos azules de la cultura, nacidos de una idea del actual ministro. El ministerio de Franceschini se ha caracterizado por las luces, pero también por muchas sombras: poco se ha hecho, por ejemplo, en materia de empleo temporal, investigación y protección de los centros menores, y las reformas de las superintendencias y los museos encierran muchos lados oscuros que se han comentado ampliamente en estas páginas.

Queda, pues, mucho trabajo por hacer. Hay numerosos problemas estructurales que deben resolverse (y cuanto antes) para garantizar una mayor revitalización del sector. Por eso hemos elaborado una lista de diez prioridades de las que, en nuestra opinión, deberá ocuparse el próximo ministro de Patrimonio Cultural, nombrado con el Gobierno que se forme tras las elecciones del 4 de marzo.



Il Collegio Romano, sede del MiBACT
El Colegio Romano, sede del MiBACT

1. Trabajar en el patrimonio cultural
En este punto creemos que hay poco que discutir: el trabajo es la máxima prioridad. La plantilla fija del MiBACT se ha reducido en unos cinco mil funcionarios en cinco años y el gran concurso de 500 funcionarios ni siquiera ha conseguido cubrir las jubilaciones. Es necesario un nuevo plan de contratación de funcionarios, ya que varias superintendencias se ven obligadas a trabajar con un número reducido de técnicos (no son raros los casos en los que sólo dos historiadores del arte tienen que cubrir las necesidades de territorios correspondientes a tres o cuatro provincias), pero también se necesitan técnicos para la promoción y la comunicación, así como asistentes de sala que puedan hacer frente a la escasez de personal, ahora estructural, que afecta a varios museos (del Palacio Ducal de Mantua a la Pilotta de Parma, del Parque Arqueológico de los Campi Flegrei al Museo Nacional de Capodimonte). Se necesitan, por tanto, importantes inversiones en personal: el reto será encontrar los fondos, teniendo en cuenta que mil funcionarios técnicos, clasificados en el puesto F1 (área III), cuestan al Estado unos cuarenta millones de euros al año. Y es necesario revisar la ley Ronchey sobre subcontratación: es impensable creer que se puede hacer frente a la escasez de personal recurriendo temerariamente al voluntariado (esto rebaja la calidad del trabajo y crea una especie de competencia desleal contra uno mismo). Invertir en personal significa también más servicio a los usuarios y más calidad, y por tanto más ingresos para las arcas públicas.

2. Una auténtica revolución en las tarifas de entrada a los museos
Todavía estamos lejos de los estándares europeos en lo que se refiere a las tarifas de entrada a los museos. Y no nos referimos simplemente al precio de las entradas, ya que en el valor nominal de las mismas estamos más o menos en línea con las medias europeas. De lo que carece el sistema museístico italiano es de ese carné de concesiones presente en cambio en muchos museos extranjeros. Descuentos y gratuidad para los no asalariados, acuerdos con otros espacios culturales, reducciones para los que acuden al museo en las últimas horas del horario de apertura, ampliación de la duración de la validez de las entradas: medidas que permitirían una verdadera revolución nunca antes intentada. Y de nuevo, hay que replantearse los horarios de apertura (más aperturas nocturnas para satisfacer las necesidades de los ciudadanos: Hay que empezar a considerar los museos no como lugares que hay que mantener abiertos sólo en horario de oficina, sino como lugares a los que es agradable ir después de una jornada de trabajo o después de cenar) e iniciar un estudio sobre la gratuidad de los domingos, para entender si realmente es una iniciativa que necesitamos, o si no tendría más sentido suprimirla supliendo parte de las carencias y asignando en su lugar entradas gratuitas a las minorías que no acuden a los museos por razones económicas.

3. Cultura digital
El ministerio dirigido por Franceschini ha hecho mucho por la cultura digital: se han renovado páginas web útiles, se ha intensificado la presencia social de los institutos culturales, han surgido buenos proyectos de digitalización y ha continuado la catalogación del patrimonio nacional. Sin embargo, según una investigación delOsservatorio per l’Innovazione Digitale nei Beni e Attività Culturali (Observatorio para la Innovación Digital en los Bienes y Actividades Culturales), que encuestó a 476 museos italianos (que también incluían museos no estatales), en 2016 solo el 57 % de los museos tenía un sitio web y el 52 % una cuenta en las redes sociales, y aún menos tenían boletines informativos (25 %), reconstrucciones virtuales o exposiciones interactivas (20 %) y un catálogo en línea (13 %). Por tanto, el próximo ministro tendrá que plantearse consolidar la inversión en cultura digital: muchos museos, incluso importantes, ni siquiera tienen página web o, cuando la tienen, es de escasa utilidad, ya que se limita a breves anuncios sobre horarios de apertura y fines museísticos. Con la misma frecuencia, faltan catálogos en línea de fácil consulta, con información útil (pasajes bibliográficos, fichas de catálogos oficiales, préstamos para exposiciones) y fotografías de alta calidad, y la presencia en las redes sociales es en muchos casos escasa. La catalogación digital del patrimonio también debe continuar con renovado vigor, y el catálogo general de bienes culturales debe convertirse en un recurso útil y de fácil consulta. La utilidad para el público debe ser el objetivo principal que guíe todas las herramientas digitales promovidas por el ministerio.

4. Dar un nuevo impulso a la conservación y reforzar los vínculos entre los museos y el territorio.
Uno de los principales deméritos del ministerio de Dario Franceschini ha sido haber creado una oposición de facto entre protección y valorización: dos principios que antes de la reforma de 2014 iban de la mano. ¿Cómo se rompió este vínculo? Con la separación de los museos de las superintendencias, con la reducción del personal de las superintendencias (de hecho, muchos funcionarios han sido destinados a los nuevos polos museísticos, así como a museos autónomos, organismos que ya no tienen nada que ver con las superintendencias), con la unificación de los organismos encargados de la protección (si antes había superintendencias de patrimonio cultural, arqueología y arquitectura, ahora hay organismos únicos: es la llamada“visión holística” del ministerio). Es un tema del que se habla poco, en parte porque los funcionarios ministeriales, por prudencia, prefieren no hablar con la prensa (implicaciones del nuevo código ético MiBACT, aprobado en 2016), pero debido a fusiones, divisiones de funciones y jubilaciones, muchas superintendencias han llegado a situaciones de parálisis (baste pensar en la grave situación del patrimonio cultural del centro de Italia). Por tanto, el próximo ministro tendrá que poner orden en esta caótica situación. Es necesario dar un nuevo impulso a la protección: contratación selectiva, división de competencias y respectiva coordinación científica, medidas para que los museos vuelvan a estar en la órbita de las superintendencias y se conviertan así de nuevo en presidios culturales vinculados a su territorio.

5. 5. Cuidar de los museos pequeños, que están experimentando un descenso en el número de visitantes
Las cifras hablan por sí solas: a pesar de los anuncios rimbombantes de principios de año, cuando los comunicados ministeriales difundieron triunfalmente la noticia de un aumento global de visitantes a los museos en 2017, el número de visitantes a los pequeños museos experimenta un fuerte descenso en comparación con el periodo anterior a la reforma. Y no es difícil entender por qué: antes de la reforma Franceschini, cuando los museos eran de facto oficinas de las superintendencias, los ingresos se distribuían equitativamente, de modo que todas las instituciones se beneficiaban. Tras la reforma se produjeron dos efectos negativos. El primero: la autonomía de los grandes museos ha desviado fondos que antes llegaban a los “hermanos pequeños”, y el fondo de solidaridad del 20% que, por ley, los grandes museos todavía tienen que destinar a los pequeños representa poco si se tiene en cuenta que, en 2016, solo los institutos autónomos registraron el 54% de los visitantes pero el 77% de los ingresos brutos. Si se descuenta el 20%, sigue resultando que el 62% de los ingresos van a parar a los institutos autonómicos. Para alcanzar un equilibrio entre ingresos y número de visitantes, el fondo de solidaridad tendría que aumentar hasta cerca del 30%. En segundo lugar, las inversiones del Ministerio se han centrado principalmente en los grandes museos. De los llamados “mil millones para la cultura” presentados en 2016, un plan que hasta 2020 cubrirá todo el patrimonio (por tanto, no solo los museos), 292 millones (por tanto, casi el 30% del total) se destinan a museos autonómicos, mientras que el resto se concentra mayoritariamente en unos pocos recintos. Es necesario invertir la tendencia y destinar más inversión al pequeño patrimonio difuso: el principal defecto del llamado “billón de la cultura” ha sido considerar los museos más como atracciones turísticas que como verdaderos presidios de la ciudadanía y lugares de formación del sentido cívico y de la cultura. Es en esta perspectiva en la que debemos reflexionar.

6. La investigación debe volver a ser un tema de actualidad
En los museos italianos se hace poca investigación científica. Al contrario: la investigación científica en museos y superintendencias está prácticamente excluida del debate, está ausente de casi todos los programas de las fuerzas políticas y nunca se tiene en cuenta a la hora de asignar fondos para el patrimonio cultural. Con la reducción de personal, también se ha reducido el espacio para la investigación, no existe un verdadero protocolo común entre el MiBACT y el MIUR sobre el tema de la investigación científica en los museos, los museos, archivos y bibliotecas parecen hablar idiomas diferentes, y la acción del ministerio ha favorecido a los museos (de hecho: ha favorecido a los grandes museos) en detrimento de los archivos y bibliotecas, que en cambio se enfrentan a mil dificultades. Cualquier nueva contratación de historiadores del arte, así como de archiveros y bibliotecarios para cubrir las necesidades del ministerio, será también útil para remediar este importante retraso que sufre el sector en materia de investigación. También es necesario establecer memorandos de entendimiento con las universidades y garantizar que los archivos y bibliotecas trabajen al menos en condiciones normales.

7. Tratar el arte contemporáneo
Otro gran excluido del debate sobre el sector es elarte contemporáneo. Es cierto que la presencia italiana, de la mano de MiBACT, en la Bienal de Venecia de este año infundió un mínimo de esperanza en todos, pero es demasiado poco. El arte contemporáneo tiene que hacer frente a graves dificultades para comunicarse con el gran público, a pocas iniciativas específicas y a escaso apoyo a los artistas. Con el ministerio de Franceschini se creó una dirección especial para el arte contemporáneo, responsable de los planes de acción en el sector. El plan trienal 2016-2018 se centró principalmente en la mejora de las redes de museos y en nuevas adquisiciones para las colecciones estatales, pero poco o nada se hizo en materia de comunicación: baste decir que el ministerio participa con stands en varias ferias de turismo, pero está ausente de las principales ferias de arte contemporáneo, y este detalle es muy revelador de lo que el ministerio considera sus prioridades. Es necesario reforzar el conocimiento del arte contemporáneo: campañas de comunicación, iniciativas para presentar al público los grandes temas del debate actual, exposiciones de calidad, consolidación de la valorización de las colecciones contemporáneas, intervenciones en espacios públicos podrían ser las claves de un giro.

8. Atención a los suburbios e inclusión social
También se habla poco de los suburbios. A finales de diciembre, la comisión de investigación sobre las periferias de la Cámara de Diputados elaboró un informe de ochocientas páginas con líneas políticas para legar al nuevo parlamento. Es un buen documento para empezar: habla de políticas de vivienda, reformas urbanas, seguridad, okupación, integración y políticas de inclusión. Desde luego, el Ministerio de Cultura no puede quedarse al margen. El organismo encargado de las periferias es la Dirección General de Arte Contemporáneo, cuyo nombre completo es “Dirección General de Arte y Arquitectura Contemporáneos y Periferias Urbanas”. Pero no sólo hay que llevar el arte a las periferias: también hay que acercar las periferias al centro y acercar a los ciudadanos al arte y a la cultura. Sin políticas de integración e inclusión que atañan también al sector del patrimonio cultural, el mero “embellecimiento” de las periferias no es suficiente.

9. Museos que hacen museos
En los últimos tiempos hemos visto cómo los museos se convertían en restaurantes, gimnasios, salas de baile, pasarelas para desfiles de moda, lugares para bodas, presentaciones de empresas, eventos enogastronómicos, etcétera. A menudo, sin embargo, estas ocasiones trascienden causando molestias al público, con cierres anticipados, reducciones de horarios y situaciones desagradables varias. Nunca hemos tenido prejuicios sobre la apertura de los museos a eventos: no consideramos escandaloso que un museo acoja un DJ set, una boda, una cena o un desfile de moda. Sin embargo, es absolutamente necesario establecer un código único que contenga directrices para la ubicación de espacios y que tenga en cuenta varios factores: los eventos deben tener lugar lejos de las obras, la tarifa debe ser adecuada a la importancia del espacio, los eventos deben ser respetuosos con el lugar, no debe haber molestias para el público y el museo no debe cerrar ni un minuto para permitir que se realicen actividades. Por supuesto, lo ideal sería que los museos fueran museos. Pero el alquiler de espacios permite a los museos obtener ingresos extra para restauración, investigación, protección y puesta en valor. Y si todo se hace de forma respetuosa y sin perjudicar al público, quizá habría que sopesar las (muy justas) cuestiones de principio y los beneficios que se podrían obtener.

10. Los planes paisajísticos y la fusión del Ministerio de Cultura con el de Medio Ambiente
El artículo 9 de la Constitución dice que la República “protege el paisaje y el patrimonio histórico y artístico de la nación”, y la ley de referencia para el sector se denomina “código del patrimonio cultural y del paisaje”. Por tanto, resulta extraño que el Ministerio de Cultura y el Ministerio de Medio Ambiente sean dos entidades separadas: la próxima legislatura debería considerar la fusión de dos organismos que tienen competencias comunes y pueden trabajar de forma concertada en asuntos estrechamente relacionados. Además, los artículos 135, 143 y 156 del Código del Patrimonio Cultural obligan a las regiones a dotarse de planes de paisaje para identificar las áreas que deben ser objeto de protección, preservación y reurbanización, pero no todas las regiones disponen de ellos: según el marco sinóptico de planificación del paisaje, un documento elaborado por el Ministerio en el verano de 2017, solo tres regiones tienen planes aprobados (Piamonte, Toscana y Apulia) y una tiene un plan en fase de aprobación (Lacio). Sin embargo, la mayoría de las regiones han iniciado el proceso de aprobación de un plan de paisaje, por lo que será prioritario garantizar que las regiones que aún no se han adaptado aceleren el ritmo de protección del paisaje.


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