Una novela de André Breton, Nadja


Nadja" de André Breton es una novela fundamental en la producción del padre del surrealismo. El escritor y periodista español Javier Memba nos habla de ella.

Artículo original: “Una novela de André Breton”, por Javier Memba (escritor y periodista español), publicado en Descubrir el Arte

Nadja, de André Breton, es el antirromance en el que se sintetizan los grandes temas del surrealismo. Narra el amor platónico entre el padre de esta vanguardia y su musa. La edición de José Ignacio Velázquez ofrece un prólogo muy interesante.

André Breton
André Breton

Desde el primer momento en que me interesé por la cultura, me sentí atraído por la heterodoxia; huelga decir que el surrealismo (que a primera vista es la mayor subversión de la realidad) fue, desde mi adolescencia, la vanguardia más fascinante para mí.

Incluso antes de conocer las vanguardias artísticas y literarias del amado siglo XX, las excentricidades de Dalí que vi en mi infancia ya me predisponían al surrealismo. Más concretamente, fue mi amigo Gonzalo Rodríguez Cao, que presentó un impresionante trabajo sobre el surrealismo en la escuela donde ambos nos graduamos, quien me inculcó la pasión por estudiar lo que Luis Buñuel llamó “un movimiento poético, revolucionario y moral”.

De hecho, contrariamente a lo que suele pensarse sobre su papel en la historia del arte, el surrealismo, antes de ser un movimiento artístico, fue un movimiento literario. La novela por excelencia de aquella gloriosa época de heterodoxia en el amado siglo XX fue Nadja, de André Breton. La leí en una edición crítica de José Ignacio Velázquez (con avidez, a pesar de la pesadez debida a la profusión de notas en estas ediciones) en noviembre de 2002.

Nadja di André Breton
Nadja de André Breton en la edición española editada y traducida por José Ignacio Velázquez
Lo que sigue son las notas que tomé en su momento, hace unos trece años. Desde entonces, pensando en una frase de Georges Franju, me di cuenta de que el surrealismo, más que subvertir la realidad, la cambia de contexto. Ciñéndonos a la creación artística, el cubismo (no la abstracción en general) trastoca más la realidad.

Pero no divaguemos. Lo que importa en las páginas de Nadja es el amor platónico entre André Breton y Léona Camille Ghislaine. Dotada de un encanto particular según los hombres (todos los negros sienten una necesidad irrefrenable de hablar con ella, confiesa Breton), Léona Camille Ghislaine es oficinista, trabajadora en una fábrica y, ocasionalmente, prostituta y traficante de cocaína. Nadja es el diminutivo de Nadejda. Quizás el más mítico de los nombres de mujer rusos. Al menos lo es para mí, que lo oí por primera vez en una canción de Moustaki del 73. En resumen, Nadja es un antirromance en el que se sintetizan los grandes temas del surrealismo. Sueño, azar, realidad se mezclan en una relación entre Breton y su musa que duró del 4 de octubre de 1926 a febrero de 1927. El 21 de marzo de ese mismo año, Nadja sufre sus primeras alucinaciones visuales y olfativas. El propietario del hotel en el que se alojaba no tardó en alertar a la policía. Tras catorce meses en el hospital de Vaucluse, en 1928 (año de aparición de la novela) Nadja fue trasladada a un hospital psiquiátrico, donde permaneció hasta su muerte en 1941. La musa del padre del surrealismo sólo tenía 38 años y había pasado 14 de ellos recluida.

Léona Camille Ghislaine
Léona Camille Ghislaine
Además de este hermoso relato de amistad (los encuentros entre el poeta y su musa no van más allá de las citas en los cafés, y la señora Breton de la época es consciente de ello), este interesantísimo texto (de lectura insospechadamente suave) se completa con una disertación de apertura y otra de cierre. En la primera, el autor nos pone al corriente de sus vicisitudes relativas a los días anteriores a su encuentro con Nadja: los cuadros que a ella le gustaban, los carteles que firmó con Aragon y Eluard, e incluso los libros de Trotsky que compró en la Librairie de l’Humanité, mientras que la disertación de cierre sublima a Nadja a través de su memoria.

El interesantísimo prólogo (donde, en el segundo párrafo de la página 10, se afirma erróneamente que Breton nació en 1996 en lugar de 1886, pero no importa) incluye otra gran anotación sobre el surrealismo, así como una impecable nota biográfica sobre Breton.

En cuanto a la profusión de notas, que el propio Velázquez, si se quiere, invita a ignorar, debo señalar que leí las que realmente me interesaban. Sin duda, la que más leí fue la 132 (p. 243) referida a la famosa afirmación “la belleza será convulsiva o no será”. Al parecer, se trata de una frase pronunciada por Thiers en la que alude a la república: ’será conservadora o no será’. Breton concluye que “la belleza convulsiva será erótica-velada, explosiva-fija, mágica-circunstancial”.


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