Un poema de Valentino Zeichen para la Anunciación de Leonardo da Vinci


Valentino Zeichen, el gran poeta fallecido en 2016, dedicó muchos de sus poemas a obras de arte. Entre ellas, versos sobre la Anunciación de Leonardo da Vinci (Vinci, 1452 - Amboise, 1519).

La crítica literaria nunca se ha mostrado especialmente cariñosa con Storia dell’arte italiana in poesia, la antología que, en 1990, Plinio Perilli reunió en un intento de compilar una historia del arte en verso, bien con poemas extraídos de colecciones ya publicadas, bien con obras inéditas solicitadas para la ocasión a poetas contemporáneos. La idea de algunos críticos es que la poesía lírica, si es demasiado deudora de la pintura o la escultura, vive de algún modo a su sombra, sólo brilla por la luz reflejada, no alcanza el rango de obra maestra. Sufre de “vicariedad estructural”, escribió Giorgio Manacorda, y corre el riesgo de convertirse en “poesía para ciegos”, de resultar en una mera descripción de la obra de arte. En resumen: la “transfusión cultural” que Perilli pretendía operar entre arte y poesía a veces no lo consigue, y es innegable que ciertos poemas pueden resultar lentos, cansados, forzados. Pero también ocurre exactamente lo contrario: hay poemas que son como gemas engarzadas entre las páginas de la antología, preciosos comentarios en verso que suman, ayudan a comprender, llevan de la mano al lector. Tomemos, por ejemplo, el poema que Valentino Zeichen dedica a laAnunciación de Leonardo da Vinci, la primitiva obra maestra conservada en los Uffizi, adonde llegó en 1867 procedente de la sacristía de la iglesia de San Bartolomeo en Monteoliveto, a las afueras del centro de Florencia.

Aparentemente, los planos estéticos de Zeichen y Leonardo no podrían estar más reñidos: la amabilidad del sfumato de Leonardo, el pincel que se demora en el decorativismo cuando nos ofrece el atril de la Virgen, la sutil finura lenticular del césped que se cubre de flores y florecillas que se van perfilando una a una. En contraste, los versos agudos, parcos, ásperos y casi azotadores de Zeichen, su ironía que no perdona ni a la obra maestra de Leonardo, el desenfreno de su poesía ingeniosa, barroca y terrenal. En su antilirismo y actitud prosástica, sin embargo, ambos encuentran un nivel común. Prosásticos son los versos de Zeichen, prosástica es la epifanía sagrada de Leonardo, descrita por el artista a los veinte años según los cánones de la razón, que nos ofrece un ángel de alas rapaces, pleno, terrenal, corpóreo, recién llegado e inclinado en señal de reverencia ante la Madonna posada en compostura clásica.

El poema de Zeichen, publicado por primera vez en la antología de Perilli y luego de nuevo, con ligeras modificaciones, en Metafísica de bolsillo, comienza con la llegada del ángel, sigue un itinerario bastante habitual a través del cuadro, y finalmente vuelve al punto de partida: “La divina aeronáutica envía / un soberbio ejemplar volador: / tal vez un arcángel, / maravilla técnica de alas / con gran sustentación, / retratado en frenada. / Visible en el aditamento / se diría prótesis sacadas / de un bestiario heráldico. / Pero a pesar de la aparición, / el anuncio de la Virgen / debe correr dentro / de un hilo invisible que / contiene el prodigio, / oculto en un secreto ulterior / y protegido / puesto bajo falsos pretextos. / Se sobrevuela el acontecimiento / inmerso en la penumbra / más allá de la hilera de árboles, / el paisaje en fuga invita / a competir con la / transparente distancia. / La mirada lo persigue pero / en vano perfora el aire; / entonces, ya ciega, desiste / para volverse hacia otra parte y / revelarnos una segunda nostalgia, / el llamado ’extrañamiento’”.

Leonardo da Vinci, Anunciación (c. 1472; óleo sobre tabla, 90 x 222 cm; Florencia, Galería de los Uffizi, inv. 1890 nº 1618)
Leonardo da Vinci, Anunciación (c. 1472; óleo sobre tabla, 90 x 222 cm; Florencia, Galería de los Uffizi, inv. 1890 nº 1618)

Desde la primera imagen, los intereses de Leonardo y Zeichen se funden en una sola palabra fuertemente evocadora: “aeronáutica”. Los aviones vuelven a menudo en las composiciones del poeta de Rijeka: son el medio de transporte de los poetas perdidos y desprovistos de verdadera inspiración, su acercamiento a una mujer se asemeja al vuelo de una formación de aviones, los aviones sobrevuelan los cielos de Rijeka durante la guerra, en el que quizá sea el más conmovedor (¡y sobre todo el más lírico!) de sus poemas, un recuerdo de infancia que nos traslada a cuando Zeichen tenía sólo cinco años y paseaba de la mano de su madre, con un globo azul atado a la muñeca que siempre llevaba consigo, pero que un día se le escapa, volando por los aires, despreocupado de las bombas de los B-17 americanos. Y, por supuesto, la aeronáutica es uno de los principales campos de interés del científico Leonardo, que desde su adolescencia estudia con ferviente pasión el vuelo de las aves. El mensajero de Dios también es un pájaro: “tal vez un arcángel”, se pregunta Zeichen, que informa de su llegada con suprema ironía, imaginándolo ahora como una máquina y describiéndolo con el fraseo típico de las revistas técnicas (las alas “de gran sustentación”, “retratado en posición de frenado”), ahora como un animal, un “soberbio espécimen volador”, con esas alas que parecen sacadas de un “bestiario heráldico”. El enfoque casi lúdico de Zeichen transfigura la solidez, la presencia, la corporeidad del ángel de Leonardo: Roberto Salvini, durante mucho tiempo director de los Uffizi, escribió, además, que aquí las alas del ángel no son “inertes y decorativas como de costumbre”, sino que “se presentan en la evidencia de su función”. Y el gran historiador del arte no pudo dejar de observar cómo Leonardo ya estudiaba entonces la evolución de las aves.

Sin embargo, el pájaro divino debe llevar su revelación a la Madonna, el ’prodigio’ que corre a lo largo de un ’hilo invisible’: y la comunicación del prodigio, en Leonardo, tiene lugar a través de esa “orquestación de miradas, gestos y espacio”, como la ha definido Martin Kemp, que desde la compleja simplicidad de laAnunciación se elevaría más tarde a niveles de laboriosidad aún mayores, como en el Juan Bautista o elÁngel de la Anunciación, diseño en el que el destinatario de la noticia traída por el ángel es el familiar, como si "hubiéramos ocupado el lugar de la Virgen en un tableau vivant", sugiere Kemp. La historia de la humanidad que cambiará tras el anuncio del arcángel Gabriel se concentra en el espacio definido por Leonardo da Vinci en su retablo (según ciertas reglas de oro, según ciertos estudios): María es desde este momento la nueva arca de la Alianza, la mujer cubierta por la sombra del Altísimo. Un doble secreto pues: el revelado por el ángel con su venida a la tierra, y el revelado por Leonardo con su composición.

Ahora, sin embargo, una vez cumplidos los deberes del oficio, nuestra mirada puede descansar en otra parte: “más allá de la hilera de árboles”, donde “el paisaje en fuga invita / a competir con la / transparente distancia”. Zeichen, aquí, nos sigue mientras miramos a través de la perspectiva aérea de Leonardo, recorriendo el paisaje que se abre más allá delhortus conclusus, más allá de los doce árboles que encierran el jardín de la Virgen (y el decimotercero cerca de su casa), primer caso en la iconografía de la Anunciación en el que, además, la Virgen no está bajo un pórtico. Más allá del parapeto, un río surcado por algunas barcas, un pueblo torreado tomado de la pintura flamenca, montañas puntiagudas que se difuminan en la lejanía, en la delicada luminosidad del crepúsculo que hace resaltar los árboles contra la luz, dora las dos figuras y difumina todo lo demás. El paisaje es, junto con el ángel, el único elemento del cuadro sobre cuya autografía todos los críticos han estado siempre de acuerdo. “El toque de Leonardo”, escribió uno de sus mayores estudiosos, Frank Zöllner, “es evidente en la forma magistral en que trata los elementos, el agua, el aire, la luz”, y recuerda lo que el propio artista escribió en El libro de la pintura: “cierto es que hay que hacer algunas montañas laterales con grados disminuidos de colores, como exige el orden de colores decrecientes en las distancias largas”.

El paisaje está cubierto por una ligera bruma: intentamos mirar a través de la niebla, pero no lo conseguimos, y damos media vuelta. Desde donde habíamos empezado a mirar laAnunciación. Zeichen, en unas pocas líneas, nos cuenta la forma más típica en que la inmensa mayoría de la gente mira este cuadro, describiendo con su ingenio el viaje que emprende el ojo al acercarse al texto de Leonardo: no debió de ser difícil para él, tan acostumbrado como flâneur libre, sincero y burlón de sí mismo a ir a los museos, que ha dedicado varios poemas a obras de arte. Tanto más cuanto que, con Leonardo, casi se puede intuir una coincidencia de intenciones. Sobre todo cuando el gran Da Vinci escribió que la naturaleza es “la maestra de los maestros”. Para Zeichen, más sencillamente, “la naturaleza es ya una pinacoteca / de cada generación”. Llena de imágenes vivas y de belleza. Demuestra que es una pérdida de tiempo / pasearse por los museos".


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