Shirin Neshat, El arte como denuncia. Historia de una artista valiente


El arte de la iraní Shirin Neshat es el arte de una valiente mujer iraní obligada a vivir en el exilio, cuyas obras denuncian la condición de la mujer, los fallos de la democracia y las responsabilidades de Occidente.

“La historia que quiero compartir hoy con ustedes es mi reto personal como mujer artista iraní que vive en el exilio”. Así comienza el discurso de Shirin Neshat (Qazvin, Irán, 1957), invitada a dar una charla en el marco de las TED Talks, la conferencia que se organiza anualmente a nivel internacional con el objetivo de “fomentar la difusión de grandes ideas” para que todo el mundo pueda entender mejor los grandes problemas a los que se enfrenta el mundo y ayudar a crear un futuro mejor. Era 2010 y la artista intervenía en la primera TED Woman que se organizaba para reflexionar en particular sobre cómo las mujeres, de todas las latitudes y generaciones, son hoy y serán mañana importantes impulsoras del cambio para dar forma al mundo que viene. La aportación de Neshat es la de su obra, inseparable de su biografía, y la de las mujeres iraníes que, según la artista, han encarnado históricamente el cambio político en Irán. A ellas, como se verá, está dedicada la parte más conocida de su obra.

Mujeres de Alá es la serie fotográfica que Neshat creó entre 1993 y 1997 y es el resultado de un encuentro traumático. Tras abandonar su país a una edad temprana para continuar sus estudios en Estados Unidos (donde aún reside permanentemente), la artista regresó a su patria en 1990, después de más de diez años. Irán había cambiado profundamente. Tras la revolución de 1979, el país era una República Islámica, una auténtica teocracia con un sistema político e institucional dual que aún incorpora rasgos democráticos y dictatoriales. En respuesta a este contexto, el artista siente un renovado impulso de comunicación y toma el arte como arma, como forma de resistencia a un gobierno opresor. La confrontación con su anulado país da así nueva vida a su investigación, aparcada durante los años de colaboración con Storefront for Art and Architecture, un espacio cultural neoyorquino dedicado a las artes desde 1982. En una primera fase, Neshat elige como tema único el cuerpo de la mujer, tan controvertido y vinculado a la idea de vergüenza, pecado y sensualidad en la cultura islámica. Las protagonistas de la serie Mujeres de Alá son figuras enigmáticas. El artista, con la ayuda de algunos fotógrafos, investiga sus rostros, manos(Sin título, 1996), pies(Lealtad con vigilia, 1994) y las connota como “figuras en el poder”, a menudo fotografiadas en posición frontal, inmóviles pero listas para la acción. Los retratos, envueltos en una atmósfera silenciosa, se yerguen absolutos como estatuas y revelan su naturaleza ambigua, todo ello protagonizado por los contrastes de la fotografía en blanco y negro. En Speechless (1996), Neshat muestra el rostro de una mujer, medio enmarcado. La mirada es fija y, junto con la descarga de un rifle, clava los ojos en el espectador. Los labios están cerrados y, como sugiere el título, la mujer no pronuncia palabra. Su rostro, sin embargo, es como la página de un libro que habla, ya que está totalmente cubierta por la escritura. La artista elige su lengua original, el farsi o persa, para comunicarse a través de las palabras de escritores iraníes, “grabadas” en la piel de sus protagonistas. Otro elemento clave de la serie es la presencia de armas, que define aún más a estas mujeres como guerreras: en defensa de su religión, de su identidad o quizá de su libertad violada. Además, el compromiso artístico de N eshat no se aparta de un fuerte compromiso civil a favor de la democracia, el feminismo y contra toda forma de prejuicio o censura.

Shirin Neshat, Sin título (1996; fotografía, 170,2 x 121,9 cm)
Shirin Neshat, Sin título (1996; impresión en gelatina de plata con caligrafía, 170,2 x 121,9 cm)


Shirin Neshat, Allegiance with Wakefulness (1994; impresión en gelatina de plata con caligrafía, 118,7 x 134,62 cm; Denver, Denver Art Museum)
Shirin Neshat, Allegiance with Wakefulness (1994; impresión en gelatina de plata con caligrafía, 118,7 x 134,62 cm; Denver, Denver Art Museum)


Shirin Neshat, Speechless (1996; fotografía; Los Ángeles, Los Angeles County Museum)
Shirin Neshat, Speechless (1996; fotografía; Los Ángeles, Los Angeles County Museum)


Shirin Neshat, Silencio rebelde (1994; grabado y caligrafía; 142 x 98 cm)
Shirin Neshat, Silencio rebelde (1994; impresión y caligrafía; 142 x 98 cm)

A finales de la década de 1990, la artista se alejó del medio fotográfico, sin abandonarlo, y con él su enfoque estrictamente político y social. Comenzó a experimentar con el vídeo y a situar sus figuras en contextos menos abstractos, más inmersivos y cada vez más relacionados visualmente con Irán, incluso cuando las obras se realizaban en Marruecos, México o Túnez. Su debut en vídeo está marcado por The shadow under the web (1997). La obra, dispuesta en cuatro pantallas, tiene como protagonista a la propia Neshat. La artista, ataviada con el tradicional chador, recorre las calles de una ciudad, desde edificios religiosos hasta mercados abarrotados. Su reflexión se centra aquí en cómo la cultura denota los espacios (públicos, privados, religiosos y naturales) y cómo las personas, de acuerdo con normas y limitaciones sociales precisas, pueden interactuar con ellos. Soliloquy (1999) se acerca en la forma y en algunos aspectos también en el tema. La novedad es la aparición explícita de Occidente. Neshat, como en su primera obra en vídeo, aborda su soliloquio a través de las imágenes contrastadas de la realidad de Oriente Medio y Occidente en relación con la religión.

La artista se mueve así en espacios religiosos islámicos y cristianos, devolviendo en ambos casos una sensación negativa: por un lado el miedo a la pérdida de individualidad en la cultura árabe, por otro un sentimiento de separación de la sociedad cristiana. También a finales de siglo, el artista consiguió el importante objetivo del León de Oro en la 48ª Bienal de Arte de 1999: las videoinstalaciones Turbulent (1998) y Rapture (1999) fueron galardonadas. El discurso se desplaza hacia una oposición entre hombres y mujeres en relación con la cultura. Turbulent argumenta el discurso entre géneros en torno a dos figuras de cantantes. Mientras el primero, un hombre, interpreta una canción tradicional ante el público, la segunda, una mujer, canta una melodía sin letra que resuena en una sala vacía. La ley iraní no permite a las mujeres actuar en público. Vuelve así conceptualmente el mismo silencio que en la serie Mujeres de Alá.

La obra en vídeo de Neshat desemboca después en el terreno más propiamente cinematográfico en 2009, cuando realiza su primer largometraje, que también fue galardonado con el León de Plata a la Mejor Dirección en la 66 edición del Festival Internacional de Cine de Venecia de ese año. Mujeres sin hombres (éste es el título de la película) está basada en la novela homónima de Shahrnush Parsipur, escritora iraní, encarcelada durante varios años y actualmente en exilio forzoso en Estados Unidos. La historia gira en torno a los amoríos de cuatro mujeres y está ambientada en el Irán de los años 50, durante las convulsiones que, con la injerencia de Estados Unidos y Gran Bretaña, desembocaron en el golpe de Estado de 1953. En esa ocasión, el Primer Ministro iraní Mossadeq fue depuesto en favor del Sha Reza Pahlavi. El relato de la revolución, citado con precisión en la película a partir de fotografías históricas y seguido a través de reportajes radiofónicos, se entrelaza con las vicisitudes de las mujeres, ofreciendo una denuncia muy explícita de la represión de los derechos en Irán, de la condición de la mujer, del deseo de cambio para volver a un estado democrático y laico y de las responsabilidades de Occidente en las transformaciones que ha sufrido el país en las últimas décadas.

Shirin Neshat, Soliloquy (1996; película de 16 mm, 2 proyecciones, color y sonido, duración 15'; Londres, Tate Modern)
Shirin Neshat, Soliloquy (1996; película de 16 mm, 2 proyecciones, color, sonido, duración 15’; Londres, Tate Modern)


Shirin Neshat, Turbulent (1998; videoinstalación, dos canales, blanco y negro, sonido, duración 10'; Madrid, Museo Reina Sofía)


Shirin Neshat, Rapture (1999; videoinstalación, dos canales, película de 16 mm, blanco y negro, sonido; Los Ángeles, The Broad)
Shirin Neshat, Rapture (1999; videoinstalación, dos canales, película de 16 mm, blanco y negro, sonido; Los Ángeles, The Broad)


Fotograma de la película Mujeres sin hombres
Un fotograma de la película Women without men


Un fotograma de Tierra de sueños
Un fotograma de Land ofdreams

Al igual que Irán queda al desnudo en la obra de Neshat, el mundo occidental también es sondeado en sus contradicciones en obras más recientes. Tierra de sueños es una de las últimas obras de la artista. Ya desde su título, tristemente irónico, se cuestiona el mito de Estados Unidos como tierra de apertura y oportunidades en contraste con las políticas adoptadas por la presidencia de Trump contra los derechos humanos de personas y comunidades vulnerables. Creado en 2019, el proyecto consta de una importante serie de fotografías (más de cien), dos videoinstalaciones y una película que se estrenará en 2021. Todo se remonta a la figura de Simin, una joven fotógrafa iraní que, en la primera videoinstalación, recorre Nuevo México de casa en casa con el deseo de recoger y censar los sueños y pesadillas de una población étnicamente diversa. Los retratos, siempre en blanco y negro, una firma estilística que a estas alturas puede atribuirse sin duda a Neshat, presentan también la transcripción al farsi del nombre y los sueños de cada sujeto. Con esta compleja obra, la artista no sólo reúne todos los medios artísticos con los que ha experimentado, sino que también impulsa su investigación social y cultural en la dirección de un paralelismo entre Estados Unidos e Irán, también a la luz de las nuevas tensiones entre los países en los últimos años.

Tras retratar a mujeres iraníes durante la década de 1990, la artista inmortaliza ahora los rostros de Estados Unidos. De este modo, su obra trasciende la cuestión del feminismo y la política iraní en sentido estricto y, desde la fotografía al cine, amplifica su mensaje a escala mundial para un arte que no es entretenimiento, sino una incómoda y poderosa voz de resistencia y un ejercicio de responsabilidad social.


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