Mat Collishaw, las flores como enigmas fascinantes


La belleza de las flores, dice Mat Collishaw, sirve para atraer a los insectos que van a esparcir el polen. Una belleza que, por tanto, existe por razones muy egoístas. De ahí su reflexión sobre las flores, metáfora de cuestiones espirituales, ecológicas y sociales.

Una imagen compuesta por 15 disparos instalados en paneles retroiluminados se centra, en una sinécdoque visual, en el agujero de un cráneo lleno de balas. La obra se titula Bullet Hole y juega con la desestabilización perceptiva. De cerca, crea un cortocircuito interpretativo que sólo se supera y comprende alejándose de ella. Fue firmada por un joven Mat Collishaw (Nottingham, 1966), en 1988, para Freeze, una exposición en la que la obra se mostró en Londres, montada en el interior de unas antiguas oficinas portuarias abandonadas, comisariada y concebida por el artista Damien Hirst. El objetivo de la muestra colectiva, que reunió a dieciséis artistas (entre ellos Sarah Lucas, Gary Hume, Ian Davenport, Tracey Emin), era provocar, conmocionar, literalmente “congelar”, mostrando sobre todo temas de actualidad. La generación de artistas británicos nacidos a finales de los ochenta, procedentes del Goldsmiths College y agrupados bajo el nombre de YBAs (Young British Artists), se vio impulsada gracias también al publicista y coleccionista Charles Saatchi, quien en 1997, tras seleccionar las obras más destacadas, las reunió en una gran exposición itinerante, Sensation, lista para recorrer Europa y Estados Unidos.

Entre estos eclécticos exponentes se encontraba Mat Collishaw, y su Bullet Hole, inspirador de la legendaria Freeze, expresaba bien el espíritu del grupo porque era capaz de sintetizar a la vez el horror y la poesía desatados por una belleza ambiguamente perturbadora. De hecho, el propio artista afirma que “la poesía se genera en el contacto entre la sensibilidad y lo que aparentemente es repulsión”. Un tema sobre el que Collishaw fundó a continuación toda su poética, desarrollándola hasta la enésima potencia, a través de soportes tan diversos como la fotografía, el vídeo, las instalaciones ambientales, la escultura e incluso la inteligencia artificial, todo ello reinterpretado con una cuidadosa asimilación de la historia del arte y contaminado por referencias literarias (Ballard, Baudelaire, Genet, Huysmans). Y, en efecto, se ha hecho famoso gracias a una imaginería de fuerte impacto estético y perturbador, donde vida y muerte, luz y sombra, se funden y se mezclan en una amplia reflexión que cuestiona la historia y la ciencia, la naturaleza y las nuevas tecnologías y su continua interconexión.

En su universo, aparentemente de cuento de hadas y muy atractivo, las cosas no son siempre como parecen a primera vista.



De hecho, el famoso carrusel Todas las cosas caen a primera vista parece reproducir una agradable arquitectura clásica en la que pequeñas esculturas humanas quedan atrapadas en poses poco claras debido al giro giratorio al que está sometida la obra. A través de ilusiones ópticas se nos revela poco a poco un espectáculo macabro que Collishaw revela que le sugirió Strage degli innocenti de Ippolito Scarsella. El zootropium (un dispositivo cilíndrico de inspiración victoriana), fabricado en yeso, resina, acero y aluminio, iluminado con luces LED y accionado por un motor eléctrico, escenifica imágenes de una violencia sin precedentes en un clímax creciente en el que el sufrimiento humano se convierte en espectáculo. Una ilusión perceptiva que crea desorientación y que también afecta (aunque de forma diferente) a la serie fotográfica Last Meal on Death Row, con sus asonancias a lo Caravaggio. Naturalezas muertas afectadas por la luz y la sombra, están influidas por un estilo que recuerda a ciertos bodegones barrocos holandeses, imponiéndose al espectador con un aura seductora y misteriosa. En realidad, son instantáneas de las últimas comidas de los condenados a muerte en las prisiones de Texas, estado conocido por tener el mayor número de ejecuciones de Estados Unidos desde 1976.

Las flores, sublimes, seductoras, magnéticas, topoi ampliamente representados en la historia del arte, también están ampliamente presentes en la producción artística de Collishaw. Son flores que hablan del deseo, del erotismo, de la pasión, del martirio, del éxtasis, de la naturaleza, de las heridas, y que se convierten en sujetos ideales para atraer al espectador hacia ellas, catalizando su mirada y acompañándolo después a través de lecturas inéditas y simbólicas hacia otros significados. Por otra parte, no es casualidad que las flores, como afirma el artista, “tengan esas formas tan bellas que nos encanta mirar, pero la razón de su belleza es atraer a las mariposas y a otros insectos para que diseminen el polen, así, a través de su atractivo físico, manipulan a los demás. Así que, de hecho, su belleza sólo existe por razones muy egoístas, y esto me parece muy fascinante”. Flores, pues, no como ornamentación porque sí, o al menos no para una lectura más profunda y no sólo metáforas de la vanitas, sino más bien un enigmático polo de atracción para explorar múltiples temas: espirituales en sentido amplio, ecológicos, sociales.

El citado proceso está presente en varias obras del artista, como Eidolon de 2023 en la que un iris, símbolo de fe, esperanza, justicia, asociado a la figura de la Virgen María, se ve envuelto en llamas que no impiden su florecimiento, que más bien continúa tenazmente y sin esperanzas bajo las notas de versículos bíblicos cantados en latín, extrapolados del capítulo 3 del Libro de Daniel. Es evidente el fuerte mensaje del predominio de la luz sobre las tinieblas a pesar de todo, la referencia al martirio, a la crucifixión. La imagen de la muerte y su sublimación que se convierte en un puro acto estético también está presente en Burning flowers (2014), recordando, como han señalado algunos críticos, ciertas escenas artísticas del siglo XVII sobre el martirio como las pinturas de mártires de Guido Reni.

Además, partiendo de la idea arraigada en el artista de que producir una imagen significa siempre ejercer una violencia en la medida en que se acaba negando el carácter efímero e impermanente del objeto implicado, sustituyéndolo por una representación fija y perenne, Collishaw llama al mismo tiempo la atención a través de sus obras sobre el proceso de desintegración que implica todo aquello que se convierte en imagen. Preternaturalia (2010), una flor sagrada colocada dentro de un tabernáculo que es consumido por un fuego que lo alimenta y agota, es un ejemplo sorprendente de ello.

De fundamental importancia en la obra de la artista es la interacción con el público. Este aspecto siempre presente es un elemento indispensable en su reciente operación Heterosis (2023), realizada con NTF e inteligencia artificial, utilizando una combinación de algoritmos genéticos con tecnología blockchain; una experiencia sui generis de hibridación floral en la que los coleccionistas participantes pueden cultivar sus propias flores NTF animadas y generadas por IA, que luego pueden cruzar con las especies de otros coleccionistas. Pueden verse en un espacio virtual llamado Green House situado en un invernadero imaginario del metaverso, bello y decadente, ubicado en la National Gallery, colonizado por una naturaleza envolvente, salvaje e infestante que parece a punto de desbordar toda la galería. Visitadas por sus propietarios como avatares, tienen nombres tomados de La biblioteca de Babel, de Borges. También utilizando inteligencia artificial, Collishaw creó Alluvion, una nueva serie de óleos inspirados en pintores del siglo XVII como Frederik Ruysch y Abraham Mignon. Imágenes peculiares en las que flores e insectos se mezclan hasta tal punto que no se distinguen unos de otros en un singular gabinete de curiosidades. En efecto, se trata de un fenómeno que se da en la naturaleza (llamado “mimetismo pouyanniano”), en el que las flores imitan a los insectos para atraerlos a recoger el polen.

La artista británica también presta especial atención al tema ecológico, como demuestran algunas obras recientes. Por ejemplo, la instalación medioambiental Equinox, de más de 5 metros de alto y 3 de ancho, que utiliza la tecnología “zootropium”, expuesta con motivo de la Expo 2020 de Dubai y ubicada en el Pabellón de la Sostenibilidad: una enorme flor de loto giratoria cuyos pétalos se abren para recibir a los insectos que vuelan y la polinizan acompañados de versos poéticos que celebran la sacralidad de la naturaleza. Una reflexión sobre la sociedad moderna alterada por el advenimiento de las nuevas tecnologías y la manipulación genética, junto con la seducción y la repulsión, la decadencia y la inocencia perdida, se encuentra en los perturbadores calcos de orquídeas con pétalos seductores pero marcados por heridas, cicatrices, excrecencias simuladas mediante un injerto tomado de los manuales de dermatología y luego transpuestas a través del ordenador en las obras de Venal Muse (2012). El evocador título rinde homenaje a Les Fleurs du Mal de Baudelaire, donde la decadencia y el erotismo están presentes a partes iguales, y al texto À rebours de Huysmans cuyo protagonista, un aristócrata en ermita voluntaria en su villa, desarrolla una obsesión por el coleccionismo, incluyendo especies raras de flores que parecen estar afectadas por enfermedades tropicales.

El cortometraje Hasta el final (2023) trata de forma similar cuestiones relacionadas con el ecosistema. En él se pone de relieve el ingenio humano y su espíritu destructivo: comienza con un desfile de flores encerradas en vitrinas que cruzan el mar hasta una isla floreciente que poco a poco se convierte en un lugar inhóspito donde reina la devastación. La referencia es a la maleta Wardian que en la época victoriana permitía transportar especies vegetales raras entre continentes con implicaciones tanto positivas (su conservación) como negativas (amenazas para el ecosistema del planeta). La narración visual está puntuada por el Adagio para cuerdas de Samuel Barber, inspirado en el poema virgiliano Las Geórgicas, un texto antiguo pero con un mensaje muy actual.

Como un hábil prestidigitador o demiurgo, Collishaw crea otras realidades naturales, las transforma, las anima (las ilustraciones botánicas de las briznas de hierba de Durero mecidas por el viento transpuestas al vídeo son evocadoras, casi hipnóticas) y si sirve para redimensionar y desorientar a la humanidad, las vuelve fantasmales. Tal es el caso de Albion de 2017, un oligrama animado del gran roble del bosque de Sherwood que siempre se ha asociado a la leyenda de Robin Hood. El subtexto que recorre toda la producción del artista británico es deliberadamente ambiguo, nada tranquilizador, como queriendo decir que, a pesar de todo, la Naturaleza, inmensa, inestable, absoluta y enigmática, escapa a todo control y que el Arte, como la vida misma, tiene sentido si plantea preguntas, abre la mente y no da respuestas.


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