En 1946, Lucio Fontana (Rosario, Argentina, 1899 - Comabbio, 1968) es un hombre de cuarenta y siete años, muy consciente de que el mundo en que vive ha sufrido profundos cambios. La Segunda Guerra Mundial acaba de terminar: él ha preferido evitarla, instalándose mientras duró el conflicto en Argentina. Pero cuando la guerra termina, regresa y se da cuenta de que el mundo ya no es el mismo que había conocido antes. Y no sólo porque la guerra había causado pérdidas horrendas, que quizá nadie hubiera podido imaginar hasta entonces, sino también porque había alterado los equilibrios y abierto nuevas perspectivas. Así que hay un deseo de empezar de nuevo, de hacer borrón y cuenta nueva e intentar construir un mundo nuevo. Un mundo dinámico, en constante movimiento, caracterizado por la rapidez. Al mismo tiempo, la ciencia sigue avanzando: el descubrimiento del neutrón se remonta a 1932, los primeros misiles capaces de alcanzar el espacio se diseñan en los años 40, y en el mismo periodo Enrico Fermi y su equipo de investigadores construyen el primer reactor nuclear. Evidentemente, el arte, que no puede escapar a la historia, debe necesariamente enfrentarse a esta realidad.
Y Lucio Fontana es plenamente consciente de ello. Hay que reconocer que la sociedad, tras los recientes acontecimientos, ha cambiado, y que la vida se organiza de otra manera. También en virtud de lo que la ciencia ha logrado conquistar. “Los ilimitados descubrimientos de la ciencia gravitan sobre esta nueva organización de la vida. El descubrimiento de nuevas fuerzas físicas, el dominio de la materia y del espacio imponen poco a poco al hombre condiciones que nunca han existido en todo el curso de la historia. La aplicación de estos descubrimientos en todas las formas de vida produce un cambio en la naturaleza del hombre. El hombre adquiere una estructura psíquica diferente. Vivimos en la era de la mecánica. El cartón pintado y el yeso erguido ya no tienen razón de ser”. Así escribía el artista en el Manifiesto Blanco, la declaración de intenciones publicada en 1946, que sancionaba convencionalmente el nacimiento del Espacialismo, el movimiento que pretendía proponer formas de arte que nunca antes habían existido. Un mundo nuevo necesita, en definitiva, unarte nuevo: para Fontana, ya no es posible afrontar los retos del mundo contemporáneo con las formas de expresión utilizadas hasta entonces. El artista sanciona así la superación del “cartón pintado” y del “yeso vertical”: la pintura y la escultura pertenecen al pasado, el arte de Lucio Fontana lo supera.
La primera novedad reside en el hecho de que Lucio Fontana pretende dejar atrás el arte que debe apoyarse en la materia para transmitir su mensaje, y hacerse eterno. Pero para él, aunque el arte pueda ser eterno, no puede ser al mismo tiempo inmortal: el espíritu del artista permanece, su idea está destinada a durar para siempre, pero acecha el peligro de la destrucción material. Por ello, el nuevo arte debe “liberarse de la materia”, como escribió el artista en 1947 en el Primer Manifiesto del Espacialismo, firmado junto a otros tres artistas: Beniamino Joppolo, Giorgio Kaisserlian y Milena Milani. El arte debe fundarse, pues, en el gesto: porque es el gesto lo que es eterno. Y a lo que aspira Fontana es a un gesto que pueda proporcionar una síntesis de los “elementos físicos” de la realidad, identificados, en el Manifiesto Técnico del Espacialismo, en “el color, el sonido, el movimiento, el espacio”, con el objetivo de lograr “una unidad ideal y material”.
Esta “unidad” que combina color, sonido, movimiento y espacio se lograría con los célebres Conceptos Espaciales, concebidos a partir de 1949. Algunas de estas obras se exponen actualmente en Lucca, en el Lu.C.A. - Centro de Arte Contemporáneo de Lucca, en la muestra La tela violata. Fontana, Castellani, Bonalumi, Burri, Scheggi, Simeti, Amadio y la investigación física de la tercera dimensión (19 de marzo de 2016 - 19 de junio de 2016), que pretende recorrer la fructífera temporada del espacialismo hasta sus desarrollos más recientes. Porque las investigaciones inauguradas por Lucio Fontana aún continúan hoy. Pero parten de lejos, de los años 40, cuando Lucio Fontana empezó a proponer sus agujeros sobre papel: el material se rasga según patrones siempre nuevos, a menudo dentro de formas delineadas por trazos de lápiz que casi siempre adoptan formas ovaladas, símbolos de renacimiento y probables alusiones al cosmos que el hombre, en aquellos años, empezaba a conquistar y cuyas posibilidades también debía explorar el arte. Estamos más allá de la pintura y la escultura: las obras de Lucio Fontana ya no pueden definirse como “pinturas” o “esculturas”, porque son una suma de todas las formas de expresión.
Obras de Lucio Fontana en la exposición La tela violata. De izquierda a derecha: Concetto spaziale (1955-1960; agujeros, rasgaduras y arañazos sobre cartón blanco, 50 x 67 cm; colección privada), Concetto spaziale - Attese (1966; pintura al agua sobre lienzo, 81 x 65,5 cm; Macerata, Fondazione Carima-Museo Palazzo Ricci), Concetto spaziale (1963-1965; rasgaduras y arañazos sobre papel secante, 50 x 60 cm; colección Milani). |
En 1969, el crítico Maurizio Fagiolo dell’Arco escribió que los agujeros de Lucio Fontana son una “metáfora del espacio, de la luz, de la creación”. Y esta metáfora encontraría más tarde un desarrollo ulterior en los famosos cortes: el artista rasga el lienzo con cortes que abren una nueva dimensión de la obra de arte. Uno de los principales problemas de la historia del arte había sido el de proporcionar una representación de la tercera dimensión sobre el soporte bidimensional: Lucio Fontana, con el gesto del corte, anula los límites del soporte físico y consigue, como sus cosmonautas contemporáneos, conquistar un nuevo espacio nunca antes explorado en toda la historia del arte. El gran Gillo Dorfles escribió, en los años sesenta, que el espacialismo de Fontana había logrado el intento de “desquiciar la monotonía de la ilusoria bidimensionalidad o de la aún más ilusoria e ilusionista tridimensionalidad fingida por el dibujo y el color claroscuro”: Fontana, en definitiva, logra crear una obra verdaderamente tridimensional. Pero no sólo eso: como ya se ha dicho, el corte (y, antes, el agujero) se abre sobre un nuevo espacio. Y el hecho de que la conquista del nuevo espacio adquiera una importancia fundamental queda subrayado también por la evolución de la investigación artística de Fontana: en los Cortes, las formas que caracterizaban los primeros Conceptos Espaciales desaparecen, y el artista procede por eliminación más que por adición, porque al final lo que importa es el gesto del artista. Por eso los cortes de Fontana a menudo adoptan el nombre de Espera: es la espera de “una nueva solución”, en palabras del propio Fontana, es la espera del gesto del artista que una vez realizado el corte sugiere al observador nuevas posibilidades espaciales, y probablemente es también la espera delinfinito que se encuentra más allá del corte.
El corte, de hecho, nos permite mirar más allá del espacio percibido: es como si Lucio Fontana nos proporcionara una puerta para ir más allá de la realidad. Su obra une así el espacio físico con el espacio imaginado, el espacio terrestre con el espacio cósmico, lo finito con lo infinito. El lienzo por sí solo no basta para representar el infinito: es el gesto del artista el que sugiere esta nueva dimensión. “El descubrimiento del cosmos es una nueva dimensión, es el infinito: así que perforo este lienzo, que era la base de todas las artes, y he creado una dimensión infinita, una X que para mí es la base de todo el arte contemporáneo”: esto es lo que dice el artista sobre sus obras.
Lucio Fontana, como ya se ha dicho, tuvo el mérito de inaugurar la investigación del Espacialismo. Un nutrido grupo de artistas continuó por la senda que él había iniciado para sondear nuevas posibilidades espaciales, nuevas formas de sugerir el infinito, nuevas maneras de superar la rígida bidimensionalidad del lienzo. La exposición de Lucca investiga todas estas experiencias a través de un itinerario coherente, presentando en sucesión cronológica algunas obras maestras procedentes de colecciones privadas, pero también de colecciones públicas, de todos los principales artistas espacialistas. No sólo Lucio Fontana, por supuesto: pero de los demás artistas hablaremos próximamente... ¡!
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