El más rico y abundante de todos los álbumes de dibujos de Francisco de Goya y Lucientes (Fuendetodos, 1746 - Burdeos, 1828): se trata del Cuaderno C, que el historiador del arte Enrique Lafuente Ferrari calificó como “el más personal” y una obra que “refleja en gran medida las reacciones de Goya ante el absolutismo fernandino tras el regreso del rey de Francia”. Como es bien sabido, Goya tuvo una actividad conspicua y frecuente como dibujante, y reunió sus hojas en varios cuadernos: el Cuaderno C, recientemente publicado en su totalidad por Skira en colaboración con el Museo del Prado de Madrid, contenía originalmente 133 hojas numeradas compuestas entre 1814 y 1823. De estas 133 hojas se conservan 120, todas ellas en la colección del Museo del Prado, mientras que las trece restantes se encuentran dispersas en diversas colecciones de todo el mundo: 71 y 128 forman parte de la colección de la Hispanic Society of America, 88 se encuentran en el British Museum, 78 en el Getty de Los Ángeles y 11 en una colección privada. Faltan ocho: 14, 15, 29, 56, 66, 72, 110 y 132, que, por tanto, permanecen desconocidos.
Como otros cuadernos de Goya, el Cuaderno C ha perdido su encuadernación original. El único cuaderno del pintor español que la conserva es el llamado Quaderno italiano, cuyos dibujos fueron ejecutados durante el viaje del artista a Italia entre 1771 y 1772. Los demás fueron desmembrados tras la muerte de Goya, con fines comerciales: sus herederos los vendieron y desaparecieron. Es el caso del Cuaderno A ( Cuaderno de Sanlúcar), del Cuaderno B (Cuaderno de Madrid), delCuaderno D (Cuaderno de viejas y brujas), del Cuaderno E(Cuaderno de bordes negros), del Cuaderno F y de los llamados “Cuadernos de Burdeos”, es decir, G y H. El Cuaderno C se conserva prácticamente intacto porque en 1866 el intermediario Ramón Garreta y Huerta, que velaba por los intereses comerciales del sobrino del artista, Mariano Goya, vendió al Museo de la Trinidad un álbum con 186 dibujos de los cuadernos de Sanlúcar y Burdeos, junto con los 120 dibujos que hoy se conservan en el Prado: las hojas llegaron a la institución madrileña tras su fusión con el Museo de la Trinidad.
El Cuaderno C es probablemente el más importante de Goya tanto por la gran variedad de temas que trata, ya que diferentes aspectos de la vida cotidiana de la época están incluidos en los dibujos recogidos en este álbum, como porque permite a quien lo hojee hacerse algunas ideas bastante precisas sobre lo que Goya pensaba de la realidad de su tiempo. Hay dibujos que representan a condenados de la Inquisición y tratan así el tema de la feroz dureza de las condiciones de vida en las cárceles, otros critican las costumbres y hábitos de los monjes, otros se refieren a las secuelas de la Guerra de la Independencia española, la más larga de las guerras napoleónicas, que se libró entre 1808 y 1814, y varios tratan de las condiciones de los ancianos. Un dibujo que bien podría resumir las intenciones de Goya es el número 17, acompañado de un pie de foto (como en casi todos los pliegos) que reza Así suelen acabar los hombres útiles, una conmovedora imagen de un anciano tambaleante que apenas puede sostenerse sobre dos muletas, obligado a mendigar: una de las muchas denuncias de Goya de la miseria y las injusticias sociales de su tiempo. La “utilidad” a la que se refiere el artista en el pie de foto es probablemente la que prestó el hombre durante una guerra pasada, pero también la que podría haber garantizado a la sociedad si la guerra no le hubiera obligado a no poder trabajar: los conflictos, que llamaron a tantos españoles al frente, arrancados de sus familias, sus tierras y sus actividades, produjeron muchos inválidos que, al no poder trabajar, se vieron obligados a mendigar. Estas eran preocupaciones muy reales y objeto de debate en la época de Goya, entre los que creían que la guerra era necesaria y, por tanto, el sacrificio era su consecuencia inevitable, y los que cuestionaban las consecuencias de la guerra sobre la población. En la misma línea se sitúa incluso el primer dibujo del álbum, el número 1, que representa a un mendigo acompañado de la leyenda “Por no trabajar”, que puede traducirse en italiano como “Por qué no puedo trabajar”, ya que “por” en español introduce un complemento de causa.
Francisco Goya, Así suelen acabar los hombres utiles, del Cuaderno C (1814-1823), lámina 17 (acuarela y carboncillo sobre papel verjurado, 206 x 142 mm; Madrid, Museo del Prado) |
Francisco Goya, Por no trabajar, del Cuaderno C (1814-1823), hoja 1 (acuarela y carboncillo sobre papel verjurado, 205 x 144 mm; Madrid, Museo del Prado) |
Otro de los temas abordados por Goya en el Cuaderno C es el de las consecuencias de la actuación dela Inquisición tras el final de la guerra, cuando inició una dura represión contra los llamados afrancesados, es decir, los españoles que habían apoyado la ocupación de España por Francia porque veían en los ideales de la Ilustración una posible fuente de redención para su país. Goya también apoyó al bando francés y, tras algunas vicisitudes de las que hablaremos más adelante, en 1824 el artista decidió exiliarse a Francia, donde terminó su vida. Y puesto que hay muchos dibujos dedicados a la Inquisición (que jugó un papel fundamental en la represión), a las cárceles y a las torturas a las que eran sometidos los prisioneros que acababan en manos de los inquisidores, la estudiosa Juliet Wilson-Bareau ha propuesto recientemente que Cuaderno C reciba también un nombre distintivo, como ocurre con otros álbumes, y se llame " Cuaderno de la Inquisición". Entre los dibujos más terribles se encuentra, por ejemplo, el 91, Muchos an acabado así (’Muchos acabaron así ’), que muestra una ejecución con el garrote, un instrumento que se inventó y utilizó en España en la década de 1820 para las sentencias de muerte y que consistía en una silla con un collar de hierro que se apretaba alrededor del cuello del condenado para estrangularlo. Todos los dibujos del 85 al 114 están indicados como del grupo de la inquisición, ya que todos representan a personas torturadas o asesinadas por los inquisidores.
Las condiciones inhumanas de los condenados se describen con ferocidad en dibujos como el 95 (No lo saben todos), que representa a un preso atado a una cadena, y cuyo título hace referencia al hecho de que probablemente pocas personas conocían las condiciones de los presos, el 101(No se puede mirar), imagen de un anciano colgado boca abajo y torturado, o el elocuente dibujo 103, Mejor es morir, en el que Goya representa a un preso obligado a permanecer de pie con los grilletes bloqueándole los tobillos, o el dibujo 87(Le pusieron mordaza por que hablaba), donde también se representa al reo con el uniforme típico de los presos de la Inquisición, que a menudo debían llevar la corosa (un tocado largo, puntiagudo y de aspecto ridículo utilizado para humillar a los condenados) y el sanbenito, una túnica que cubría el pecho y parte de las piernas, dejando los brazos al descubierto, y en la que se solía escribir el motivo de la condena. Y también un dibujo amargamente irónico, el 114, con un condenado desesperado sobre el que cuelga la leyenda Pronto serás libre.
El historiador del arte José Manuel Matilla, especialista en Goya que ha analizado ampliamente las hojas del Cuaderno C, sostiene que los dibujos del grupo de la Inquisición muestran cierta familiaridad con las ideas del historiador Juan Antonio Llorente (Rincón de Soto, 1756 - Madrid, 1823), autor de una importante Historia crítica de la Inquisición en España y América: “la coincidencia ideológica entre literatura y dibujos”, escribe Matilla, "nos lleva a pensar que Goya, como ya había hecho anteriormente con los Caprichos, abordó estos temas tomando como punto de partida las descripciones contenidas en los textos, para posteriormente desarrollar unas imágenes en las que moldea una visión crítica, de carácter atemporal y universal, sobre la desproporción de los castigos, la injusticia de la tortura y la brutalidad de la pena de muerte".
Francisco Goya, Muchos han acabado así, del Cuaderno C (1814-1823), folio 91 (acuarela y carboncillo sobre papel verjurado, 205 x 144 mm; Madrid, Museo del Prado) |
Francisco Goya, No lo saben todos, del Cuaderno C (1814-1823), folio 95 (acuarela y carboncillo sobre papel verjurado, 205 x 143 mm; Madrid, Museo del Prado) |
Francisco Goya, No se puede mirar, del Cuaderno C (1814-1823), folio 101 (acuarela y carboncillo sobre papel verjurado, 205 x 144 mm; Madrid, Museo del Prado) |
Francisco Goya, Le pusieron mordaza por que hablaba, del Cuaderno C (1814-1823), folio 87 (acuarela y carboncillo sobre papel verjurado, 205 x 144 mm; Madrid, Museo del Prado) |
Francisco Goya, Mejor es morir, del Cuaderno C (1814-1823), folio 103 (acuarela y carboncillo sobre papel verjurado, 205 x 143 mm; Madrid, Museo del Prado) |
Francisco Goya, Pronto serás libre, del Cuaderno C (1814-1823), folio 114 (acuarela y carboncillo sobre papel verjurado, 205 x 144 mm; Madrid, Museo del Prado) |
También hay algunos dibujos, que se cree que son unos años posteriores a los de la Inquisición, en los que el artista ensalza la libertad, la justicia y la razón: es probable que estas obras daten de la época del llamado Trienio Liberal (1820-1823), periodo en el que España conoció un gobierno liberal instaurado tras la sublevación del coronel Rafael del Riego contra el rey Fernando VII, que se vio obligado a restablecer la Constitución de Cádiz, promulgada en 1812 durante la ocupación francesa y luego derogada por el soberano nada más volver al trono tras el rechazo de los franceses. Sin embargo, el frágil gobierno liberal que inició una política reformista destinada a poner fin al periodo de absolutismo de Fernando VII sólo duró tres años: Cuando Fernando VII, gracias a la intervención de los franceses, logró derrotar a Riego en Jaén (el coronel fue posteriormente ejecutado), se restableció el antiguo régimen, que no escatimó nuevas represiones, hasta el punto de que los diez años que siguieron son conocidos en la historiografía como la “década nefasta”: el propio Goya, como ya se ha mencionado, fue uno de los que tuvo que huir al extranjero.
En la parte final del álbum aparecen, por tanto, varios dibujos alegóricos sobre temas positivos. El primero de la serie es el 115, Divina libertad, con un hombre arrodillado e investido por la luz divina de la libertad, o el 116, Dure la alegría, que representa a un grupo de personas empeñadas en beber y festejar, y de nuevo el 118, No a todos conviene lo justo, donde una balanza aparece en el cielo envuelta por un deslumbrante halo de luz que casi ciega a la indistinta multitud que se agolpa a sus pies, entre los que se ponen a cubierto y los que miran asombrados, pues durante demasiado tiempo ha faltado la justicia en España.
Francisco Goya, Divina Libertad, del Cuaderno C (1814-1823), folio 115 (acuarela y carboncillo sobre papel verjurado, 205 x 144 mm; Madrid, Museo del Prado) |
Francisco Goya, Dure la alegría, del Cuaderno C (1814-1823), folio 116 (acuarela y carboncillo sobre papel verjurado, 205 x 144 mm; Madrid, Museo del Prado) |
Francisco Goya, No a todos conviene lo justo, del Cuaderno C (1814-1823), lámina 118 (acuarela y carboncillo sobre papel verjurado, 205 x 143 mm; Madrid, Museo del Prado) |
Recorrer los folios del Cuaderno C es, en esencia, como entrar en el alma del pintor en la época de aquellas atormentadas convulsiones que vivió España a principios del siglo XIX: se pasa por los sentimientos angustiados del artista, su impaciencia, su preocupación por las condiciones de los humildes y los afectados por la represión del régimen fernandino, su decepción, su esperanza en un futuro mejor. “Se ha barajado la hipótesis de que el Cuaderno C”, escribió Matilla en el ensayo que acompañó la publicación del álbum por Skira y el Museo del Prado, “era una especie de diario gráfico en el que Goya ilustraba todas sus preocupaciones, especialmente las relativas a la suerte de los más miserables y marginados, aquellos que de una u otra forma sufrían las consecuencias económicas, sociales y políticas de la posguerra, víctimas de unas circunstancias con las que el ya anciano artista, sordo y en precaria situación financiera y política por sus propias ideas, podía identificarse en gran medida. El tormento que impregna estas hojas es quizá una expresión del sufrimiento personal del artista y el pesimismo que brilla a través de los dibujos es el de un hombre profundamente disgustado con su entorno”.
El Cuaderno C ha sido descrito como un epítome del arte de Goya, ya que esta colección de láminas incluye casi todos los temas de su arte: la sociedad y sus problemas, la Inquisición y sus torturas, la fe en un mañana mejor, la fantasía, la libertad. No sabemos a quién iban destinados estos dibujos, pero es probable que Goya los hiciera para uso personal: así lo especulan tanto Matilla como Manuela Mena, otra estudiosa que analizó el Cuaderno C. Dibujos personales, porque si hubieran acabado en malas manos Goya habría corrido el riesgo de acabar como los personajes que dibujó. Y por eso son obras que hay que ver con un ojo especial. “Estas pruebas -explicó Matilla- exigen un observador-lector activo, que medite sobre su composición y significado”. Los pies de foto escritos por el autor, que a menudo actúan como títulos o comentarios de las distintas imágenes, son reveladores, ya que el doble sentido con el que juegan invita a reflexionar sobre la verdadera intención de las mismas. En este sentido, la palabra y la imagen forman un todo indisoluble y deben percibirse al unísono. A menudo, además, las palabras construyen un trait d’ union entre los distintos dibujos, concatenando obras que adquieren su verdadero sentido cuando se “leen” sucesivamente, como las páginas de un libro. Sólo así es posible captar las secuencias y grupos temáticos concebidos por Goya durante la elaboración del Cuaderno C’.
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