Las Expositiones de Pedro de Cava, un manuscrito problemático del siglo XII


La Biblioteca de la Badia di Cava de' Tirreni conserva un problemático manuscrito del siglo XII: es el único testigo manuscrito de un antiguo comentario al Libro de los Reyes, que se cree obra de San Gregorio Magno. Este manuscrito ha contribuido a arrojar luz sobre la autografía de la obra.

Titulado Expositiones in librum primum Regum es un problemático libro de exégesis bíblica (es decir, un comentario sobre un contenido de la Biblia: en este caso, sobre el primer libro de los Reyes) del que sólo conocemos un testimonio manuscrito, conservado en la Biblioteca Estatal del Monumento Nacional de Badia, en Cava de’ Tirreni. En efecto, por su importancia y su vinculación con el territorio, podría decirse que este precioso códice representa tal vez la obra más simbólica de la biblioteca. No se conocen otras versiones manuscritas de esta obra, que antes de 1933, año en que se descubrió el códice de Cava, sólo se conocía por laeditio princeps (la primera edición impresa), publicada en Venecia en 1537 por el editor Bernardino Stagnino (no se sabe, sin embargo, de qué códice partió). Se creía que las Expositiones eran obra de san Gregorio Magno, y ello sobre la base de una epístola que forma parte del Registrum de las aproximadamente 850 epístolas pontificias de Gregorio Magno, que abarcan todo el periodo de su pontificado, de 590 a 604. Hoy, sin embargo, la obra se atribuye a un monje local, Pietro di Cava, conocido como Divinacello, que vivió en el siglo XII. Para comprender todos los pasos de la historia, sin embargo, es necesario remontarse a 1933, año del descubrimiento del códice Cava.

Ese año, el archivero de la abadía de Cava, Leone Mattei Ceresoli, preparaba el catálogo de los manuscritos medievales de la Biblioteca y se sintió atraído por un códice con encuadernación de marroco del siglo XVIII, en cuyo lomo figuraba el título Moralium S. Gregorii in Iob pars IV: era el libro que contenía las Expositiones. “Esta información”, escribió el archivero, “puede ser del agrado de los estudiosos, ya que en la actualidad no se conoce ningún manuscrito de la obra completa. Se trata de un bello ejemplar en pergamino fuerte, muy bien conservado, en escritura latina de finales del siglo XI o principios del XII. Consta de 269 hojas, mm. 330x324 con dos columnas de 34 líneas cada una, mm. 65 de ancho y mm. 240 de alto con mm. 20 entre cada una. Sólo hay iniciales iluminadas al principio de cada uno de los seis libros; falta la del primer libro, porque se ha perdido la primera cuaterna; sin embargo, en el capítulo 2 del primer libro hay una inicial iluminada, pero más pequeña que las demás. El escritor era uno solo, escribía muy nítidamente y más o menos mantenía casi siempre la misma forma, sólo que hacia la mitad durante muchas hojas las letras tienden a agrandarse y espaciarse”. Mattei Ceresoli, estudiando el códice, observó que un corrector contemporáneo del copista que escribió la obra se había dado cuenta de que faltaban algunas palabras y proposiciones enteras, por lo que pensó en rellenar los huecos insertando lo que faltaba en el margen. Entonces se dio cuenta de que la misma mano marcaba en el margen las palabras de la Regla de San Benito citadas por San Gregorio Magno: éste es el único vínculo entre la figura del pontífice que vivió en el siglo VI y el manuscrito de Cava. Sin embargo, ningún elemento del manuscrito fue decisivo para poner en duda la atribución a San Gregorio Magno.



Pedro de Cava, Expositiones in librum primum Regum (primera mitad del siglo XII; pergamino, 330 x 224 mm; Cava de' Tirreni, Biblioteca Monumental Nacional Badia di Cava, ms. 9)
Pedro de Cava, Expositiones in librum primum Regum (primera mitad del siglo XII; pergamino, 330 x 224 mm; Cava de’ Tirreni, Biblioteca Statale del Monumento Nazionale Badia di Cava, ms. 9)
Pedro de Cava, Expositiones in librum primum Regum (primera mitad del siglo XII; pergamino, 330 x 224 mm; Cava de' Tirreni, Biblioteca Monumental Nacional Badia di Cava, ms. 9)
Pietro di Cava, Expositiones in librum primum Regum (primera mitad del siglo XII; pergamino, 330 x 224 mm; Cava de’ Tirreni, Biblioteca Estatal del Monumento Nacional Badia di Cava, ms. 9)
Pedro de Cava, Expositiones in librum primum Regum (primera mitad del siglo XII; pergamino, 330 x 224 mm; Cava de' Tirreni, Biblioteca Monumental Nacional Badia di Cava, ms. 9)
Pietro di Cava, Expositiones in librum primum Regum (primera mitad del siglo XII; pergamino, 330 x 224 mm; Cava de’ Tirreni, Biblioteca Estatal del Monumento Nacional Badia di Cava, ms. 9)

La solución llegó en 1985, cuando el erudito Hubert Houben publicó algunos fragmentos inéditos del Chronicon Venusinum, una crónica del siglo XII sobre la ciudad de Venosa, como parte de un trabajo dedicado. En los fragmentos recién descubiertos se podía leer que el Papa Inocencio II ordenó al abad de Cava que enviara a doce monjes “optime instructis et omnem experientiam habentibus de cenobii regimine et regulari observantia”, es decir, “excelentemente instruidos y ricamente experimentados en la vida de la coenobiosis y la observancia de la regla”, a la abadía de Venosa, que por entonces se encontraba en grave estado de decadencia. El abad de Cava, Simeón, eligió como abad de Venosa al monje Pietro conocido como Divinacello. Y de nuevo en el Chronicon Venusinum se describe la personalidad de Pedro como extremadamente inteligente tanto en los asuntos temporales como en los espirituales y como gran conocedor de las leyes divinas humanas, y se especifica también que pocos años antes de ser abad de Venosa había escrito un comentario muy erudito sobre los Libros de los Reyes hasta la unción real de David.

El hecho de que muchos elementos hicieran infundada la atribución a Gregorio Magno (de la que se dio cuenta por primera vez el erudito Adalbert De Vogüé: la ausencia de dedicatario, extraña para el pontífice, la falta de referencias a otros escritos del autor, la ausencia de reproducciones de fragmentos de otras obras), y las coincidencias en fechas y funciones permitieron, por tanto, la atribución a Pedro de Cava, formulada por primera vez por el propio De Vogüé. Además, el descubrimiento de la relación entre Pedro y el comentario al Libro de los Reyes, escribió Guido Innocenzo Gargano, “añadió [...] a la constatación de la absoluta rareza, por no decir silencio, de toda referencia a esta supuesta obra de Gregorio por parte de todos los escritores medievales hasta el siglo XII, así como a la escasez de manuscritos, sólo dos, fechados en la misma época y procedentes del monasterio de Cava de’ Tirreni, donde, por casualidad, Pedro II se había criado como monje, antes de ser enviado a Venosa”. En resumen, la cuestión de la autoría parece haberse aclarado, aunque también se ha sugerido que Pedro pudo haber reelaborado textos de la época gregoriana para su comentario.

Al introducir su tratamiento, Pedro explicó que quería proceder al estudio de la obra sin elegir pasajes para explicar a los fieles, pero que explicaría el primer libro de los Reyes desde el principio hasta el episodio de la unción real de David. “El límite fijado”, escribió el estudioso Dante Sergio, “sirve a Pedro Divinacello para verificar si, en función de la brevedad de la obra, será oportuno extender el comentario a todo el Primer Libro de los Reyes, consciente de los riesgos asociados a la ambición de hacerlo”. Y es que el comentario de la palabra sagrada es una operación bastante difícil, ya que para el autor de las Expositiones, la Sagrada Escritura es como un bosque: “Situado en las alturas [el comentarista, ed.], aunque con mirada aguda escudriña la inmensidad del bosque, sin embargo, mientras percibe las cimas de las montañas, las crestas de las colinas, las copas de los árboles, todo al mismo nivel, no advierte los profundos valles y las vastas llanuras que permanecen ocultas en los intervalos. Pero si se pone a recorrer este espacio que le parecía pequeño, se da cuenta de que, lejos de haberlo visto todo, como creía, queda mucho más que no ha visto”. La idea de comentar el primer Libro de los Reyes responde a la necesidad de que todos comprendan el texto bíblico, por lo que Pedro de Cava también elige un lenguaje claro y comprensible para su exposición. Y también se subraya la importancia del primer Libro de los Reyes: “Puesto que el comienzo de este libro contiene los misterios de la santa Iglesia y al mismo tiempo nos presenta la conducta moral del hombre justo que se esfuerza por seguir el camino recto, mi explicación sigue ambas direcciones, y así las acciones de los antiguos, a la vez que nos dan a conocer las razones de la nueva fe, ayudan a guiar nuestra conducta. Y puesto que en el camino de la salvación la fe precede a las obras, expongamos la interpretación típica como fundamento sólido, al que se superpone y sigue todo el edificio de la obra que emprendemos, en su explicación moral e histórica”.

Pedro de Cava, Expositiones in librum primum Regum (primera mitad del siglo XII; pergamino, 330 x 224 mm; Cava de' Tirreni, Biblioteca Monumental Nacional Badia di Cava, ms. 9)
Pedro de Cava, Expositiones in librum primum Regum (primera mitad del siglo XII; pergamino, 330 x 224 mm; Cava de’ Tirreni, Biblioteca Nacional Monumental Badia di Cava, ms. 9)
Pedro de Cava, Expositiones in librum primum Regum (primera mitad del siglo XII; pergamino, 330 x 224 mm; Cava de' Tirreni, Biblioteca Monumental Nacional Badia di Cava, ms. 9)
Pietro di Cava, Expositiones in librum primum Regum (primera mitad del siglo XII; pergamino, 330 x 224 mm; Cava de’ Tirreni, Biblioteca Estatal del Monumento Nacional Badia di Cava, ms. 9)

En su exégesis del texto sagrado, Pedro de Cava se centra en algunos aspectos particulares, bien esbozados por Dante Sergio: la fecundidad como culminación de la contemplación; la superación de la oposición entre vida contemplativa y activa; la concepción del monje como “hombre unificado”; la apertura a la cultura profana; la no conversión de los judíos. Sobre la fecundidad, Pedro, comentando el pasaje del Libro de los Reyes en el que Ana da a luz al profeta Samuel, afirma que el don de la maternidad viene de Dios, y es recibido por el alma en medio de la contemplación, en la visión de la luz celeste (en la visión de Pedro, concepitre significa “gozar del gozo inefable de la suprema contemplación de Dios Todopoderoso; dar a luz significa no poder ocultar los signos de la caridad concebida en el alma”). Haciéndose portador de esta tesis, observaba Guido Innocenzo Galgano, Pedro de Cava “no sólo elimina de raíz toda oposición entre la vida activa y la vida contemplativa, sino que recuerda, con extremo rigor, la indispensable circularidaden la línea de un verdadero motus perpetuus, en el que se alternan vida activa y vida contemplativa, con la eliminación de cualquier discurso de tipo jerárquico entre las dos formas de vida, una y otra orientadas necesariamente hacia esa caridad que se abre a la exaltación, con auténtica alabanza, de quien ama inefablemente”.

El concepto del monje como "hombre unificado " pretende ser una enseñanza que Pedro de Cava deriva de la persona del propio Cristo: Según el autor de las Expositiones, el hombre unificado es aquel que desea ver el rostro de Dios en el cielo y en la tierra (“El monje, que ha renunciado al mundo, aspira ardientemente a la visión de su Creador, en la medida en que lleva visiblemente en la frente el esplendor sublime en el que debe encontrar siempre su propia identidad, es el ejemplo del hombre unificado”), y este concepto representa uno de los puntos más innovadores de su comentario a las Expositiones. Otro elemento muy innovador es la necesidad, según Pedro de Cava, de conocer a fondo la cultura pagana: el autor aborda este tema comentando en el libro las relaciones entre israelitas y filisteos. La “cultura de los libros profanos, aunque en sí misma no sirva para el conflicto espiritual de los santos”, escribe Pedro, “si se combina con la Escritura divina, obtenemos de la propia ciencia de la Escritura una educación más profunda. Sólo con este fin deben aprenderse las artes liberales, para comprender más profundamente la palabra de Dios por medio de su formación. Los espíritus malignos quitan del corazón de algunos el deseo de aprender, de modo que, ignorantes de las cosas del mundo, no llegan a una comprensión más profunda de las realidades espirituales”.

La apertura de Pedro de Cava a la cultura pagana, señaló Sergio, podía derivar del hecho de que los monjes de Cava mantenían relaciones “con los pueblos que se asomaban a la cuenca del mar Mediterráneo, gracias al tráfico marítimo de sus barcos y también a sus continuos contactos con la cercana República Marítima de Amalfi”, y además, en las tierras administradas por la abadía de Cava vivían griegos, judíos y árabes: La apertura a nuevas culturas se vivía, pues, como una necesidad, para una convivencia armoniosa y abierta a nuevas experiencias. Por último, las Exposiciones abordan el complejo tema de la no conversión de los judíos, considerándolo parte del plan divino, como ya había sugerido San Pablo en su carta a los Romanos: “el endurecimiento de una parte de Israel tiene lugar hasta que hayan entrado todas las naciones. Entonces Israel se salvará como está escrito: De Sión saldrá el Libertador, él quitará la impiedad de Jacob. Este será mi pacto con ellos cuando destruya sus pecados”.

Biblioteca del Monumento Nacional de la Abadía de Cava

Se trata de la Biblioteca de la Abadía de Cava de’ Tirreni, cuyo origen se remonta al siglo XI: se creó, como todas las bibliotecas monásticas, para proporcionar libros a los monjes, tal y como estipulaba la Regla de San Benito. Además, la abadía de Cava disponía también de un Scriptorium, en el que se escribían los libros necesarios para la formación de los monjes de Cava y de los numerosos monasterios dependientes: prueba de ello son el códice nº 9 (del siglo XII), las Expositiones atribuidas al monje Pietro di Cava, el nº 18 (del siglo XIII), el De septem sigillis, y otros. La Biblioteca se amplió en el siglo XIV, y de ese mismo siglo datan varias compras de material de escritura y encuadernaciones de libros que, lamentablemente, no han llegado hasta nosotros. Según el archivero Leone Mattei Cerasoli, a principios del siglo XV comenzó la dispersión de los libros reunidos en los primeros siglos, quizá debido a la pasión por los libros alimentada por algunos cardenales comendatarios, o debido a la precaria situación que hacía que el reducido número de monjes supervivientes considerase innecesarios tantos libros. No obstante, las compras continuaron: Los monjes de Santa Giustina (la compra realizada en Venecia para Cava está anotada en muchos incunables), el abad Vittorino Manso (que salvaguardó la integridad de la biblioteca obteniendo una bula del papa Clemente VIII en 1595 que prohibía sacar libros de la biblioteca bajo amenaza de excomunión) y el abad Filippo De Pace demostraron ser benévolos con la biblioteca. En 1796, un desastroso corrimiento de tierras desde la montaña superior devastó la biblioteca: el trágico suceso provocó la pérdida de muchos libros y manuscritos.

En el siglo XIX, tras las supresiones de las órdenes religiosas (primero las de 1807 por el rey de Nápoles, José Bonaparte, y luego las de 1866 por el rey Víctor Manuel II), la biblioteca fue nacionalizada, aunque el abad siguió a cargo de las colecciones y algunos monjes permanecieron como custodios. No obstante, los monjes siguieron gestionando y conservando los fondos de la biblioteca. En la actualidad, la biblioteca posee 15.000 pergaminos, 430 volúmenes manuscritos, 25.000 documentos manuscritos sueltos, 120 incunables, 1.663 cinquecentescos, 77.500 volúmenes impresos y 197 títulos de revistas, de los cuales 86 son actuales.

Biblioteca del Monumento Nacional Badia di Cava
Biblioteca del Monumento Nacional Badia di Cava

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