La ninfa de Piero di Cosimo: una elegía sobre tabla


Piero di Cosimo fue un pintor capaz de alcanzar cotas muy altas de refinamiento y poetismo: un caso es el Sátiro llorando la muerte de una ninfa, obra de la National Gallery de Londres.

Cualquier libro de texto de historia del arte que esboce la figura de Piero di Cosimo (1462 - 1522) no descarta, desde luego, su carácter excéntrico y, como añadía Federico Zeri, poco convencional: todos dan cuenta de las rarezas y peculiaridades de su carácter. Sin embargo, al detenerse ante algunos de sus cuadros, uno casi olvida lo que ha aprendido en los libros de texto: asistimos a un vivo contraste entre la dureza del temperamento del artista y el increíble refinamiento de ciertas figuras, combinado con laelegancia de muchas composiciones. Y, en este sentido, una de las cumbres de la poética de Piero es un cuadro conservado actualmente en la National Gallery de Londres, y visible para el público italiano durante un último fin de semana en la exposición Piero di Cosimo. Pintor excéntrico entre el Renacimiento y el Manierismo en la Galería de los Uffizi.

Es una obra de rara belleza, es unaelegía que toma forma de tabla y se traduce en color, es una lírica melancólica que se convierte en óleo. El cuadro representa a una ninfa asesinada que es plantada por un sátiro, sobre un prado descrito con la minuciosidad botánica típica de los pintores florentinos del siglo XV. Que la muerte no es natural lo demuestra el corte en el cuello, del que aún brota sangre, señal de que el asesinato se ha producido recientemente. Estamos acostumbrados a imaginar sátiros, criaturas bestiales mitad hombre, mitad cabra, siempre presas de sus malsanos impulsos feroces. Pero ésta es una de las raras excepciones: es uno de los sátiros más humanos de toda la historia del arte. En efecto: es quizá el más humano. Su tristeza está viva, es palpable: no sólo por su mirada desconsolada, esa expresión típica de quien parece a punto de romper a llorar en cualquier momento. También, y quizá sobre todo, por sus gestos: con la mano izquierda toca a la ninfa por el hombro, para verla mejor. O tal vez para despertarla, como si no quisiera asumir su pérdida. Con la otra, le retira delicadamente el flequillo para descubrirle el rostro: percibimos toda la ligereza de esta última caricia que el sátiro quiere hacer, desolado, a la ninfa. Este gesto, más elocuente que un libro, basta para comunicar la tristeza del momento.



Piero di Cosimo, Satiro che piange la morte di una ninfa
Piero di Cosimo, Sátiro llorando la muerte de una ninfa (c. 1495-1500; Londres, National Gallery)

Pero Piero di Cosimo quiere que toda la naturaleza comparta el triste destino de la pobre ninfa. Así, el perro de la derecha tiene la mirada abatida y la cabeza inclinada: el animal demuestra así sus sentimientos. Y lo mismo ocurre con los perros del fondo. Así como para las aves: el pelícano simboliza el sacrificio, porque en la antigüedad se creía que estas aves se abrían el pecho para alimentar a sus crías, mientras que las garzas que vemos en vuelo son un símbolo del llanto, porque según un pasaje de la Naturalis historia de Plinio el Viejo, se dice que las garzas lloran lágrimas de sangre(mares quidem cum vociferatu sanguinem etiam ex oculis profundunt, “los machos, gritando, también lloran sangre por los ojos”: la afirmación, sin embargo, no tiene fundamento científico).

Piero di Cosimo (attribuito a), Sogno di un guerriero
Piero di Cosimo (atribuido a), Sueño de un guerrero, detalle de la figura femenina reclinada (c. 1495-1500; Florencia, Galería de los Uffizi, Gabinete de Dibujos y Estampas; inv. 1257 E)
Desde el punto de vista del estilo, ya hemos mencionado cómo el cuadro representa un ejemplo excepcionalmente fino del refinamiento al que fue capaz de llegar Piero di Cosimo. La agudeza en la representación de los sentimientos de los personajes pone de manifiesto la capacidad analítica del pintor. La belleza ideal de la ninfa, que casi contrasta con la bruma que, al fondo, cubre la aldea que domina el idílico lago, ofrece una síntesis del carácter florentino del artista y de su interés por el paisaje flamenco, leído también a la luz de las conquistas sobre la perspectiva aérea logradas por Leonardo da Vinci, importante y constante punto de referencia para Piero di Cosimo. Una lección flamenca que, en palabras de Mina Bacci, en este cuadro “se suaviza y diluye en el fondo en esa perspectiva aérea que envuelve las aguas, la tierra y el cielo en varios tonos de azul y que Leonardo, de regreso de Mmilano, había repropuesto recientemente en Florencia”. Este interés por Leonardo fue también una base importante para la datación de la obra, que debería estar próxima al regreso de Leonardo a la capital toscana en 1501. Por último, si observamos detenidamente la obra, nos damos cuenta de otros dos detalles interesantes. El primero: podemos distinguir claramente el dibujo subyacente, especialmente en los cuerpos de las figuras. Parece, además, que en lo poco que se conserva de laobra gráfica de Piero (o que se le puede atribuir), podemos rastrear dos dibujos que probablemente constituyen precedentes de la obra: en ambos vemos figuras tendidas más o menos en la pose de la ninfa de la Galería Nacional. Uno de los dos cuadros se encuentra en el Gabinetto dei Disegni e delle Stampe de los Uffizi, el otro en el British Museum de Londres. Ambos se exhibieron en la exposición de los Uffizi para permitir una interesante comparación con el cuadro. El segundo detalle interesante nos muestra cómo el pintor trató los colores del cielo para crear las diferentes gradaciones: mezclándolos con los dedos, y de hecho es posible ver las huellas dactilares del artista en los azules del cielo.

Piero di Cosimo (attribuito a), Donna sdraiata in un paesaggio e due figure nude
Piero di Cosimo (atribuido a), Mujer tumbada en un paisaje y dos figuras desnudas (c. 1495-1500; Londres, British Museum; inv. 1902.0822.6)


Particolare del corpo della ninfa
Detalle del cuerpo de la ninfa


Il cielo nel dipinto, con le impronte delle dita del pittore
El cielo del cuadro, con las huellas del pintor

Llegados a este punto, la pregunta que seguramente se hará el lector es la siguiente: ¿qué significado hay que atribuir a este cuadro? Hasta no hace mucho, los historiadores del arte identificaban unánimemente esta escena con la historia de Céfalo y Procri, relatada en las Metamorfosis de Ovidio. Céfalo era un joven hermoso, casado con Procri: sin embargo, Eos, diosa de la aurora, se enamoró de él y lo deseaba a toda costa. Por ello, decidió infundir en Céfalo la duda de que Procri le engañaba, y el joven, incitado por la diosa, montó una estratagema para demostrar la infidelidad de su esposa. La prueba tuvo éxito, y su esposa huyó avergonzada: Procri, sin embargo, consiguió que la diosa Artemisa le regalara una jabalina infalible y un perro capaz de cazar cualquier presa, para regalárselos a Céfalo con la esperanza de recuperar su corazón. Céfalo aceptó y ambos hicieron las paces, pero durante una cacería, Procri, que aún no estaba del todo convencida de que Céfalo no estuviera enamorado de Eos, se escondió detrás de un arbusto para tener pruebas de la traición de su marido. Céfalo, sin embargo, confundió a Procri con una presa, le lanzó su jabalina y la mató por error, para su total desesperación.

Se cree que éste es el mito representado en el cuadro de Piero di Cosimo. Sin embargo, hay varias incoherencias. Aunque el perro está presente, falta la jabalina, el follaje tras el que se dice que se escondió Procri y que forma parte de la tradición iconográfica de la historia y, por supuesto, falta Céfalo, que no era un sátiro sino un hombre apuesto. Sin embargo, el fauno está presente en la Fabula di Cefalo, obra de Niccolò da Correggio, que reelabora el mito ovidiano (añadiendo, además, un final feliz) y fue representada el 21 de enero de 1487 en la corte de Ferrara en honor de la boda entre Lucrezia d’Este, hija del duque de Ferrara Ercole I, y Annibale II Bentivoglio, hijo del señor de Bolonia, Giovanni II. Sin embargo, la hipótesis de identificar la Fabula de Céfalo como la fuente en la que se inspiró Piero di Cosimo para su tabla pareció débil a algunos: el único vínculo sería la figura del fauno, ya que no sabemos si Piero conocía realmente la obra, ni conocemos las relaciones que pudo tener con el entorno de Ferrara. Aunque, en cualquier caso, el texto de la obra de Niccolò da Correggio no dice a quién se debe el descubrimiento del cuerpo de Procri, que Piero parece atribuir al fauno. En resumen, tambaleantes o no, tales conexiones se consideraban suficientes para identificar la historia: al menos hasta 1951, cuando, por primera vez, el historiador del arte Martin Davies, elaborando un catálogo de pinturas de las escuelas italianas de la National Gallery, rechazó la identificación tradicional de los sujetos pintados como protagonistas del mito de Céfalo y Procri. Sin embargo, no se habría propuesto una identificación alternativa, pero hoy en día no son pocos los que prefieren que el cuadro quede envuelto en este halo de incertidumbre: tanto es así que la exposición sobre Piero di Cosimo en los Uffizi presentó el cuadro precisamente bajo el título de Sátiro llorando la muerte de una ninfa.

Dado el formato de la tabla, y teniendo en cuenta el supuesto episodio narrado (que podría haber representado una especie de invitación a la fidelidad para dos jóvenes matrimonios), los historiadores del arte siempre han considerado la obra como un probable regalo de bodas. En el reverso del cuadro figura el escudo de armas de la noble familia Guicciardini, una de las más importantes de Florencia. Se trata de un blasón colocado en una época posterior a la pintura de la obra, que sin embargo atestigua que, antes de pasar a la Galería Nacional en 1862, la obra formaba parte de la colección Guicciardini. Se ha especulado, pues, con la posibilidad de que la obra fuera realizada con ocasión del matrimonio de uno de los miembros de la familia, tal vez como decoración de una espaldera, pero la historia original del cuadro sigue siendo desconocida hasta hoy, y sólo cabe moverse en el terreno de la hipótesis.

Aquí, de lo conocido e ilustre, sólo queda la extraordinaria elegancia de uno de los pintores más fascinantes de la historia del arte, cuya modernidad y refinamiento han quedado quizá eclipsados por los relatos de Vasari, según los cuales su ingenio es “tan abstracto y disímil” de aquellos que la virtud crea “bellos”. Pero, como decíamos más arriba, cuando uno se encuentra con un pintor que amó la naturaleza hasta tal punto que la hizo participar con fuerza y transporte en un suceso trágico, no puede sino reflexionar sobre la gran sensibilidad de Piero di Cosimo y su capacidad para crear verdaderos poemas con los dedos y los pinceles.


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