El 22 de mayo de 1873 falleció en Milán Alessandro Manzoni. En su testamento de 1867, el gran hombre de letras había legado sus autógrafos a su hijo Pietro Luigi Manzoni, quien, sin embargo, murió menos de un mes antes que su padre (el 28 de abril), por lo que los autógrafos se repartieron entre sus nietos Vittoria, Giulia, Lorenzo y Alessandra. Los manuscritos que acabaron en poder de Alessandra, Giulia y Lorenzo fueron a parar a manos de Pietro Brambilla, marido de Vittoria, quien decidió legar las obras a la Biblioteca Nacional Braidense de Milán, donde aún se conservan (además, sólo cinco años antes, en 1880, la biblioteca había recibido el título de “Nacional”). Así, en julio de 1885, Brambilla envió una carta a Isaia Ghiron, prefecto de la Braidense, informándole de las intenciones de la familia, con la condición, sin embargo, de que la biblioteca dedicara “una sala especial” a las obras de Manzoni, que “se hiciera mención explícita de la donación efectuada” y que todo el material se pusiera a disposición del público y de los estudiosos.
Ghiron tuvo la intuición de ampliar inmediatamente la colección, por lo que hizo un llamamiento a quien poseyera autógrafos manzonianos (quizá por haber conocido en persona al gran escritor) para que enviara más obras a la Braidense: la idea fue ganadora, ya que llegaron a la biblioteca más donaciones y, finalmente, el 5 de noviembre de 1886, en presencia de los reyes de Italia, se inauguró por fin la Sala Manzoniana. A continuación, la colección se incrementó gracias a otras llegadas, como la donación de Ercole Gnecchi, que incluía autógrafos, cartas y los cinco volúmenes del borrador de impresión de la Quarantana (la edición definitiva de I Promessi S posi, llamada así porque data de 1840), y de nuevo el legado de Giulia Costantini Manzoni que incluía piezas de iconografía manzoniana y la colección Vismara, que incluía ediciones raras de I Promessi Sposi.
Más tarde, en 1924, la Braidense recibió los recuerdos, autógrafos y piezas de iconografía que pertenecieron a Stefano Stampa, hijastro de Manzoni (llegaron gracias a una donación de laAssociazione Nazionale per gli Interessi del Mezzogiorno, que los poseía), mientras que en 1925 la colección manzoniana se enriqueció por la donación de Federico Gentili, que reponía la colección con 247 cartas, 600 libros, retratos y recuerdos que formaban parte de la colección de la familia Necchi, que llegó a Gentili gracias a la compra en subasta de los objetos puestos a la venta por los herederos de Isabella Gnecchi Bozzotti. La colección había alcanzado tal envergadura que, poco antes de la Segunda Guerra Mundial, el material fue trasladado a la Braidense, al nuevo Centro Nazionale di Studi Manzoniani. Durante la guerra, para preservarla, se decidió trasladarla a la abadía benedictina de Pontida y, una vez finalizada la contienda, la colección manzoniana regresó a la Braidense para respetar los deseos de Pietro Brambilla (en el Centro de Estudios sólo permanecieron los recuerdos y parte de la iconografía), pero fue necesaria una nueva Sala Manzoniana, diseñada por el arquitecto Tommaso Buzzi e inaugurada el 5 de noviembre de 1951 en presencia del Presidente de la República Luigi Einaudi. Actualmente, la Sala Manzoniana está abierta a la consulta de los manuscritos y libros raros de la Braidense, así como del Fondo Manzoniano y del fondo del Archivio Storico Ricordi, y pronto podrán consultarse los libros del Fondo Umberto Eco.
En la actualidad, el Fondo Manzoniano consta de 250 manuscritos (para un total de unos 9.000 papeles), 550 volúmenes de la biblioteca de Manzoni, 200 de ellos con postillas, unas 5.000 piezas de correspondencia, 1.000 volúmenes de obras de Manzoni, 1.000 volúmenes de crítica y 1.800 piezas colocadas en miscelánea. Entre las piezas más importantes se encuentra el manuscrito catalogado como Manz.B.II, que contiene el primer borrador de I Promessi Sposi (Los novios): el volumen consta de 776 papeles y documenta, en la primera hoja, la fecha en la que comenzó la composición de la novela (24 de abril de 1821), mientras que al final de los cuatro tomos de los que se compone la novela figura la fecha del 17 de septiembre de 1823. Dos años de trabajo o un poco menos", explica el crítico literario Dante Isella, "teniendo en cuenta los meses, de mayo a noviembre de 1821, en los que, habiendo suspendido la narración que acababa de empezar, Manzoni se ocupó de terminarAdelchi y el conexo Discorso sopra alcuni punti della storia longobardica in Italia: aún sin saber si dedicarse inmediatamente después a la historia de las dos esposas prometidas o a una proyectada tercera tragedia, Espartaco“. Por notas enviadas a su amigo Gaetano Cattaneo, fechables en los primeros meses de 1821, sabemos de peticiones de libros al servicio de la narración histórica: ”algún libro de la primera mitad del siglo decimosettimo impreso en Milán, y que pueda dar información sobre los hechos, costumbres, etc. de aquella época“, mientras que se devuelven otros, sobre la gride y sobre el tema de la peste”.
Para la redacción de la novela, la consulta de material del siglo XVII fue de gran importancia, hasta el punto de que hay varias solicitudes de préstamo al director del Gabinete Numismático y al director de la “Gran Biblioteca” de Milán (es decir, la Braidense): Para dar una idea del estudio realizado por Manzoni, es interesante señalar que, el 21 de mayo de 1823, el escritor envió una carta a su amigo Claude Fauriel, historiador y lingüista francés, para informarle de la necesidad de aplazar un viaje a Toscana por estar demasiado ocupado “consulter à tout moment quantité de livres, de bouquins, de paperasses même, dont plusieurs rares, et même uniques, et que je n’ai qu’en prêt” (“consultar en cualquier momento una cantidad de libros, libercoles, incluso paperasses, entre los cuales varios raros, e incluso únicos, y que sólo tengo en préstamo”). Cuatro meses más tarde, Manzoni informó a Fauriel de que había llegado a la mitad del segundo tomo, mientras que comenzó el tercero el 28 de noviembre de 1822 para terminarlo el 11 de marzo de 1823 y, finalmente, en septiembre del mismo año, se podía decir que el borrador estaba completo. El manuscrito de Manzoni es anepígrafo, es decir, sin título: el título convencional del primer borrador, Fermo e Lucia, está tomado de una nota escrita por el hombre de letras Ermes Visconti al poeta Gaetano Cattaneo, fechada el 3 de abril de 1822, en la que se lee que "Manzoni ya ha terminado Adelchi [...] Veremos qué hará de él el gran traductor. Basta con que Walter Scott traduzca su novela Fermo e Lucia cuando lo haya hecho“. Sin embargo, ya en el primer borrador aparece tres veces la expresión ”gli sposi promessi" (Los prometidos), que era probablemente el título que Manzoni había pensado desde el principio: éste era en cualquier caso el título del " segundo borrador" (es decir, del segundo borrador), que siguió siendo válido hasta la impresión en 1825 del primer tomo de la edición de Ferrario, y que más tarde se convirtió en I Promessi Sposi(Los prometidos).
El texto del manuscrito, compuesto por hojas numeradas progresivamente por el propio Manzoni, está dividido en dos columnas: la columna de la derecha contiene el texto de Alessandro Manzoni, mientras que la columna de la izquierda fue dejada en blanco a propósito por el propio autor para disponer de espacio para realizar eventuales añadidos y cambios (de hecho, son muchas las correcciones que el escritor introdujo en su novela). La forma de escribir, sin embargo, cambiaría en el segundo borrador, cuando, sin dejar de utilizar el recurso de la columna en blanco, Manzoni también reutilizaría hojas del primer borrador, transfiriéndolas al segundo y elaborándolas directamente en él.
Entre los objetos más preciados de la colección de Manzoni se encuentra el borrador autógrafo de Cinque Maggio, la oda compuesta en Brusuglio tras la muerte de Napoleón y terminada en sólo tres días. El poema está escrito en una carpeta de 6 páginas y fue redactado inmediatamente por Manzoni tras conocer la muerte de Napoleón, acaecida el 5 de mayo, pero no se publicó hasta el 16 de julio de 1821, en el número 197 de la Gazzetta di Milano. Manzoni comenzó a redactarla el 18 de julio (lo sabemos porque la primera hoja del autógrafo está fechada), la terminó el día 20 y presentó su composición a la Oficina de Censura de Milán el 26 de julio, en dos ejemplares como era preceptivo, para obtener el permiso de publicarla. Una de las dos copias le fue devuelta personalmente por el censor, el abad Ferdinando Bellisomi, quien se personó en Brusuglio para explicar a Manzoni por qué el texto no había pasado el escrutinio del censor austriaco, pero la otra, que permaneció en la oficina de Milán, pronto salió a la luz y comenzó a circular por la ciudad y también fuera de ella. circulando por la ciudad y también fuera de ella, generando numerosas copias que incluso traspasaron las fronteras nacionales si, en 1822, Goethe publicó la traducción alemana de la oda de Manzoni en su revista Ueber Kunst und Alterthum, y en 1823, el editor Marietti la publicó en Turín, en una colección de poemas líricos de Manzoni. Sin embargo, la primera impresión oficial sería en 1854-1855, en la primera edición de las Opere varie.
El autógrafo del Cinque Maggio fue recientemente objeto de una intervención artística por parte de Emilio Isgrò (Barcellona Pozzo di Gotto, 1937), que aplicó sus características tachaduras al manuscrito del poema de Manzoni dedicado a Napoleón, en una obra que se expuso en la Braidense del 20 de mayo al 3 de julio de 2022, y que Isgrò donó al instituto. La obra Cinco de mayo. Minuta cancellata pretende ser un homenaje a Manzoni: “Es la segunda vez que abordo la obra de Manzoni, y debo reconocer que desbancar a Manzoni del trono de la duda es más difícil que vaciar a Napoleón de su carisma”, dijo el artista. “Incluso para Il Cinque Maggio sólo podía ser así. Me apoyé en el texto como el compositor se apoya en el libreto, dejando hablar a las palabras, que la música corre el riesgo de borrar. Está claro que el incipit ’Ei fu’ tenía que dejarlo entero, para encender la imaginación y la memoria del público”.
La Biblioteca Nacional Braidense nació a finales del siglo XVIII, cuando la Congregación del Estado, organismo que desde mediados del siglo XVI representaba los intereses de las comunidades locales del Milán sometido primero a la dominación de la corona española y después a la de Austria, adquirió la biblioteca del conde Carlo Pertusati, para donarla después al archiduque Fernando, hijo de la emperatriz María Teresa de Austria y destinado a convertirse en gobernador de Milán a partir de 1771. El año anterior, María Teresa decidió destinar la biblioteca de Pertusati al público: posteriormente se eligió como sede el palacio del Colegio Jesuítico de Brera, que pasaría a formar parte de la propiedad del Estado en 1773, tras la disolución de la Compañía de Jesús decretada ese año por el papa Clemente XIV.
Las obras para albergar la biblioteca (que entretanto se había enriquecido con nuevas adquisiciones) en el palacio comenzaron a un ritmo acelerado y en 1786 la Braidense pudo finalmente abrirse al público. En 1880, la Braidense se convirtió en biblioteca nacional, y entretanto había seguido viendo crecer sus fondos con colecciones de diversa índole: manuscritos antiguos (como los libros de coro iluminados de la Certosa de Pavía), obras de historia, ciencia, literatura, derecho, estampas e incunables. La Braidense se convirtió así en una gran biblioteca general. Hoy en día, la Braidense es a la vez una biblioteca de conservación, testigo de siglos de historia de Milán y más allá, y una biblioteca de referencia destinada no sólo a eruditos y conocedores, sino al público en general. Por último, en 2015, la Braidense pasó a formar parte del sistema museístico de la Pinacoteca di Brera.
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