Una de las colecciones más interesantes y completas de grabados de Rembrandt (Rembrandt Harmenszoon van Rijn; Leiden, 1606 - Amsterdam, 1669) que se pueden encontrar en una institución pública se encuentra en la Biblioteca Estatal de Cremona. Son 108 en total y se encuentran en Cremona desde 1824, año en que la entonces Biblioteca Gubernamental de Cremona, de la que la Biblioteca Estatal es descendiente directa, recibió la colección de grabados de Rembrandt como legado del abad Luigi Bellò (Codogno, 1750 - Cremona, 1824), nacido Giuseppe Antonio Belò, que era un refinado hombre de letras, latinista y coleccionista de arte. Bellò legó sus grabados a la biblioteca con la condición de que se conservaran en excelente estado. Bellò, que había estudiado en el colegio de los jesuitas de Cremona, poseía una vasta cultura literaria y era también un buen escritor. Se implicó también políticamente en la administración de su ciudad, sobre todo en los últimos treinta años de su vida. Estimado por los cremonenses, fue también responsable de la ampliación del fondo de la biblioteca, que Bellò consideraba insuficiente para las necesidades de la ciudad, por lo que trabajó para reponer sus fondos (aunque lo hizo a costa del fondo antiguo, parte del cual fue vendido: Sin embargo, no se trataba de una práctica reprobable para la mentalidad de la época, ya que la venta del fondo antiguo se consideraba necesaria para dotar a los estudiantes cremonenses de instrumentos modernos y actualizados).
La colección de grabados de Rembrandt que Bellò había reunido y que hoy forma parte de los fondos de la Biblioteca Estatal de Cremona “es de un tamaño considerable”, escribió Luisa Cogliati Arano, “tal que permite hacerse una idea precisa del grafismo de Rembrandt”. La actividad grabadora de Rembrandt fue conspicua y de gran trascendencia: su capacidad “de ir más allá del color -prosigue Cogliati Arano- en favor de la luz encuentra en el blanco y negro del arte gráfico su expresión más precisa y alcanza con él cotas sin parangón. Ya se trate de un retrato, de un paisaje o de una representación escénica sagrada o profana, la obra revela siempre la sabiduría interpretativa de la luz [...]. En el medio gráfico, Rembrandt se expresa exactamente igual que en la pintura”. Pero no es sólo el intenso uso de la luz lo que convierte a los grabados de Rembrandt en obras maestras: el artista neerlandés supo utilizar el medio gráfico para plasmar imágenes con una carga dramática, una agudeza psicológica y una profundidad de sentimientos iguales a las de sus obras sobre lienzo. Además, los grabados fueron un medio para difundir los frutos de su arte por toda Europa. Hay unos trescientos grabados que el artista produjo a lo largo de su carrera, aproximadamente de 1626 a 1665, y su carrera como grabador se desarrolló en paralelo a su carrera como pintor y, sobre todo, tuvo un carácter autónomo: de hecho, Rembrandt casi nunca utilizó el medio del grabado para reproducir pinturas. Al contrario, Rembrandt fue uno de los primeros artistas en abandonar el concepto del grabado como medio de reproducción.
Con los grabados de la Biblioteca Statale de Cremona es posible hacer un recorrido por toda la carrera de Rembrandt, ya que los grabados del instituto lombardo parten de los inicios de Rembrandt como grabador hasta sus fases más extremas. Las primeras estampas parecen inspirarse en lo que se estaba realizando a finales del siglo XVI y principios del XVII en Italia y Francia: en particular, Rembrandt se fijó en dos maestros del arte gráfico como Antonio Tempesta y Jacques Callot, extrayendo de este último claves muy útiles para una velada expresiva de la luz incluso con la pobreza del medio gráfico. En particular, la relación con Callot es evidente cuando Rembrandt opta por referirse a los Mendigos del francés, serie publicada a partir de 1629. Sin embargo, el sabor de la representación cambia: mientras que para Callot se trataba ante todo de investigar los temas para plasmar escenas casi de género, en Rembrandt la figura del mendigo se convierte en un medio para estudiar las relaciones entre la luz y la sombra. Son, pues, tanto ejercicios que un Rembrandt que se iniciaba en el grabado realizaba para ganar confianza con el medio, como pretextos para indagar en la realidad de la época. Estos ensayos conducirían más tarde al artista a la realización del Retrato de la madre, primera obra fechada de la colección Cremonese (fechada en 1631), que destaca por su considerable fuerza expresiva y por la vida que el artista consigue infundir a la madre incluso con la sencillez del aguafuerte.
El interés de Rembrandt por los humildes trasciende lo que había aprendido estudiando a Callot: el artista neerlandés, sigue escribiendo Ottolini, “ve la pintura en una dimensión épica y a la vez pasajera y participa en el destino de sus héroes con gran humanidad”. El primer tema de género, así como uno de los más célebres de la producción gráfica de Rembrandt, es el Vendedor de veneno para ratas, representado mientras intenta proponer su producto a los posibles compradores en el umbral de una puerta. Una obra que tuvo un gran éxito, dado el elevado número de copias que se hicieron de ella. Es evidente cómo en esta hoja, fechada en 1632, se aprecia una especie de evolución de los primeros estudios de mendigos, con una atención más marcada al detalle y a la representación psicológica. Estas son cualidades que Rembrandt perfeccionaría no sólo en sus posteriores escenas de género (como los intensos Mendigos recibiendo limosna a la puerta de una casa en 1648), sino también en sus retratos, ya que en el retrato la representación de los sentimientos es fundamental. Rembrandt es famoso por sus autorretratos pintados, pero en sus grabados también abundan las representaciones de su imagen: En la colección de Cremona, por ejemplo, se puede ver elAutorretrato con su esposa Saskia de 1636, en el que el artista, en primer plano, se representa a sí mismo mirando al espectador con su consorte justo detrás, o elAutorretrato apoyado en un parapeto en el que se puede ver un reflejo del famoso Retrato de Baldassarre Castiglione de Rafael Sanzio conservado en el Louvre. También hay retratos muy evocadores, como el del orfebre Jan Lutma, obra de 1656 en la que el modelo aparece en un sillón mientras sostiene una estatuilla en la mano derecha: con cierta economía de medios (nótese el sombreado del rostro), Rembrandt consigue en este retrato sugerir al espectador la absorta dignidad del personaje. También es digna de mención la atención a los detalles, de la que Rembrandt en este grabado da ejemplo, por ejemplo, en los botones de la chaqueta de Jan Lutma, o de nuevo en los objetos de la mesa, en los adornos del respaldo del sillón.
Además, escribe Ottolini, “sólo a través de un análisis sistemático y puntual de los detalles es posible acercarse a la complejidad del mundo de Rembrandt”, con una atención que también puede hacernos comprender cómo “incluso cuando parece adaptarse al gusto barroco de sus mecenas, en realidad esconde, tras el aparente deseo de emular modelos aclamados, la capacidad de proseguir coherentemente su búsqueda estilística”. Esto se aprecia, por ejemplo, en la Expulsión de los mercaderes del Templo de 1635 que, a pesar de su trazado barroco, “muestra la agitación de la escena en primer plano casi bloqueada rigidizada por la severa estructura arquitectónica de columnas, que con un efecto muy contrastado aísla la parte superior del Templo donde tiene lugar un rito sagrado y desde donde los sacerdotes observan con el ceño fruncido la ira de Cristo”. La obra se inspira probablemente en un cuadro de Jacopo Bassano de la National Gallery de Londres, mientras que busca en Rubens un grabado mucho más solemne, la Deposición desde la cruz de 1633, donde la escena está cargada de sincero dramatismo (obsérvese la participación de las figuras de abajo) que es acentuada por la luz divina que viene de lo alto y que, en uno de los pasajes más intensos del grafismo rembrandtiano, deslumbra a la figura situada en lo alto de la cruz, que sujeta el paño para que el cuerpo de Cristo no resbale. La estampa reproduce, aunque con modificaciones, el lienzo conservado en la Alte Pinakothek de Múnich, donde la luz, sin embargo, incide sobre el cuerpo de Jesús de forma mucho más directa que en el grabado. Similares efectos intensos de luz se observan en la posterior Deposición a la luz de una antorcha, de 1654, donde un trazo mucho más vigoroso, un esquema compositivo mucho más atrevido con la cruz recortada, y una composición mucho más atrevido con la cruz recortada y la escena principal desplazada hacia la izquierda, y con el detalle de la antorcha que ilumina la base de la cruz para arrojar luz sobre los hombres que intentan sacar el cuerpo de Jesús, que encuentra su contrapartida geométrica en el sudario en el suelo, con José de Arimatea atrapado mientras lo prepara. Es una obra que no sólo revela una construcción extremadamente original, sino que denota un marcado gusto narrativo, con la luz tendente a resaltar sólo algunos detalles de las figuras.
Entre los numerosos grabados de tema sacro, cabe citar en primer lugar a Cristo ante Pilatos, que destaca por su monumentalidad, que recuerda probablemente al Retablo de Pesaro de Tiziano, y de nuevo por sus acentos muy dramáticos, y luego de nuevo la Muerte de la Virgen, que tiene sus orígenes en obras sobre el mismo tema de Martin Schongauer y Alberto Durero y que cita también a Andrea Mantefna en la figura masculina con los brazos extendidos que se ve inmediatamente al lado del baldaquino. Rembrandt, en este aguafuerte, concilia magistralmente los elementos humanos y divinos con la hábil yuxtaposición de la elaborada arquitectura del lecho y de las figuras dispuestas en torno al cuerpo sin vida de la Virgen, y el remolino de nubes sobre él: un “cielo libre”, lo ha definido Cogliati Arano, “representado con insólitos sombreados iluminados por la luz”, donde “se mueven las presencias angélicas que acogen a la moribunda”. Pocas veces se ha logrado un efecto más feliz en una obra gráfica". De nuevo, el patetismo alcanza uno de sus puntos culminantes en la delicada Virgen con el Niño en las nubes, obra en la que Rembrandt parece “querer afirmar simultáneamente que la maternidad en sí misma es sagrada y digna de veneración” (así Ottolini), mientras que entre las cumbres de los efectos luminísticos se encuentra la Fuga en Egipto de 1651, uno de los mejores nocturnos de Rembrandt, densamente trabajado con cortes entrelazados en diferentes direcciones para conseguir la oscuridad deseada y el consiguiente efecto luminoso, con el Niño brillando con luz propia e iluminando a la Virgen y a San José. Por otro lado, el Sacrificio de Abraham es un interesante ensayo de sensibilidad plástica, con las figuras de Abraham, Isaac y el ángel destacando escultóricamente sobre el fondo, casi como si fueran de mármol, en una de las piezas más monumentales de la obra gráfica de Rembrandt, cargada también de dramatismo.
Por último, es de gran interés un dibujo muy peculiar, difícil de datar: conocido como el Dibujante con modelo, es de gran importancia porque está inacabado, y por tanto es un testimonio fundamental para entender cuál era la técnica de ejecución de Rembrandt, desde el boceto inicial hasta su finalización. Se trata, además, de una obra que circuló en vida de Rembrandt, demostrando así ser un caso más único que raro en el que una obra inacabada, probablemente sin las intenciones del artista, alcanzó el éxito y una gran aclamación. Así pues, Rembrandt trazó un boceto inicial a punta seca, que, sin embargo, podría haber sido alterado, ya que se aprecian algunos retoques, y luego pasó a procesar la plancha con entrelazados y sombreados mucho más densos para garantizar la plasticidad y solidez de las figuras, elaborar los detalles y crear los efectos de luz, relieve y profundidad: Se ha especulado que el artista dejó deliberadamente este grabado inacabado, tal vez para convertirlo en una herramienta adecuada para ilustrar la técnica a sus alumnos.
Colección de gran importancia, la colección de grabados de Rembrandt de la Biblioteca Estatal de Cremona sólo se ha mostrado al público en contadas ocasiones, ya que normalmente se conserva en los almacenes del instituto, donde se guarda con el cuidado que el abad Bellò había pedido como condición para donar la colección a la biblioteca: la exposición más importante dedicada a los grabados fue la organizada en 1989, a la que siguió inmediatamente el catálogo crítico editado por Angelo Ottolini, que representa hasta la fecha el principal instrumento de acercamiento a esta colección, que por su importancia, coherencia y exhaustividad merece ser ampliamente conocida.
Los orígenes de la Biblioteca Estatal de Cremona se remontan a la Biblioteca del Colegio de los Jesuitas, que se instaló en Cremona en 1600. La biblioteca de la orden procedía a su vez de la biblioteca personal del obispo Cesare Speciano, quien legó sus libros a los jesuitas con el compromiso de que la biblioteca estuviera abierta no sólo a los estudiantes de la orden, sino a todos los eruditos de la ciudad. Tras la supresión de la orden jesuita en 1773, la biblioteca pasó a ser pública y se abrió al público en 1780. La emperatriz María Teresa (Lombardía dependía entonces de Austria), con el fin de aumentar los fondos de la biblioteca, ordenó colocar en ella los duplicados de la Biblioteca Braidense. Sin embargo, los mayores ingresos de la biblioteca estatal procedían del pago de los fondos de las bibliotecas de los conventos suprimidos a partir de 1798. Posteriormente, la mayor acreditación llegó en 1885, año en el que el Estado y el Ayuntamiento estipularon un acuerdo para depositar en la Biblioteca Estatal la Biblioteca Cívica de Cremona, que se había creado en 1842 a raíz del legado de la noble familia Ala Ponzone.
En la actualidad, la biblioteca cuenta con un fondo de 2.573 manuscritos (entre ellos 200 códices latinos que datan de entre los siglos XII y XV, algunos de ellos bellamente iluminados), unos 550.000 volúmenes y folletos (entre ellos 374 incunables, 6.300 libros del siglo XVI y 2.109 grabados, dibujos y mapas) 5.494 publicaciones periódicas, 968 de ellas actuales, entre las que se encuentran 15 diarios. La Biblioteca publica la publicación periódica “Anales de la Biblioteca Estatal”, cuyo número actual es el 56, y las series “Exposiciones” y “Fuentes y ayudas”. Entre los tesoros conservados en la Biblioteca se encuentran, además de 108 grabados de Rembrandt, un globo terráqueo de 1541 y un globo celeste de 1551, entre los poquísimos ejemplares del mundo realizados por el astrólogo flamenco Gerhard Kremer, profusamente decorados con lapislázuli, oro y plata.
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