¿Conoces “La gran ola” de Hokusai? En este artículo escrito por Paola Vázquez y publicado en el blog mexicano Cultura Colectiva, se explora esta famosa obra utilizando la filosofía Zen. Si tienes curiosidad, lee el artículo en la traducción de Ilaria. Aquí tienes el enlace al original;)
¿Qué revelan estas imágenes de un mar embravecido que amenaza con arrastrarnos en sus olas espumosas? La estampa de “La gran ola de Kanagawa” es una muestra de la sencillez de la estética japonesa y de una filosofía vinculada al budismo zen. Cuando contemplamos las obras del “mundo flotante” de Katsushika Hokusai (Edo, 1760 - 1849), es inevitable que, sin saber de dónde proceden, detectemos una estética oriental que nos pone en contacto directo con la naturaleza. Hokusai nos envuelve con su mirada, es el hombre que “todo lo dibujaba, desde las larvas hasta el sol”, como diría José Juan Tablada, el primer divulgador de la obra de Hokusai en México.
Artista de la escuela de las “imágenes del mundo flotante”, Hokusai aseguró la fama de sus obras en Japón y en el extranjero presentando una obra grandiosa de recursos expresivos de una belleza sin parangón que le situó al lado de impresionistas europeos como Van Gogh, Monet, Toulouse-Lautrec y Degas. Sus obras más representativas son “La gran ola de Kanagawa”, “El monte Fuji rojo”, “El sueño de la mujer del pescador” y “El fantasma de Kohada Koheiji”.
Hokusai, Viento del sur, cielo despejado, también conocido como El rojo del monte Fuji, de la colección Treinta y seis vistas del monte Fuji (c. 1830; tinta de color sobre papel, 25,7 x 38 cm; varios lugares) |
Una imagen revela contextos y significados. Analizándola más detenidamente, la obra de Hokusai está llena de referencias a la filosofía zen y su contexto. A lo largo de su obra, que adopta la forma de una serie de tarjetas, surimono (ndt: xilografías japonesas a menudo acompañadas de poemas), libros de poesía ilustrados y bocetos, retrató el Japón de su época. Las imágenes del mundo flotante de Hokusai muestran a los habitantes de Japón una realidad: estar en una isla amenazada por la fuerza devoradora del mar, como ocurrió con el tsunami de 2011.
En el siglo XIX, sus grabados reflejan la importante conexión de los japoneses con el mar. Las culturas isleñas, ya sean polinesias, orientales o caribeñas, siempre han tenido una fuerte relación con los elementos marinos. En este caso, para los japoneses, el mar es la representación de una fuerza natural que puede ser tan refrescante como amenazadora y cíclica.
Hokusai, El sueño de la mujer del pescador (1814; tinta de color sobre papel, 19 x 27 cm; varios lugares) |
Para la filosofía zen, el universo es un equilibrio entre el bien y el mal, el yin y el yang, la luz y la oscuridad: estas fuerzas opuestas revelan la lucha por la supervivencia en la naturaleza y en el espíritu humano. Del mismo modo, a través de sus imágenes, Hokusai representa la armonía del universo que no debemos permitir que se rompa. Las proporciones y las líneas de sus dibujos no sólo captan el movimiento y el flujo del universo, sino que también expresan con precisión este equilibrio a nivel humano y terrenal.
Hokusai, La gran ola de Kanagawa, de la colección Treinta y seis vistas del monte Fuji (c. 1830; tinta de color sobre papel, 25,7 x 38 cm; varios lugares) |
Pintados con finos pinceles sobre delicado papel de seda y en tonos tenues, estos cuadros no sólo son una obra estéticamente agradable desde el punto de vista del espectador, sino que el proceso en sí es similar a un ritual. Sabemos que los japoneses llevan un estilo de vida sencillo, tanto que a Occidente le resultaba difícil entenderlo. Con su sencillez en la ropa, la comida y la vivienda, los japoneses destacan una estética que busca la integración con la naturaleza.
En el grabado de “La gran ola” se vislumbra al fondo el monte Fuji, la montaña sagrada símbolo de Japón. A pesar de la agitación de las olas, el cielo permanece luminoso y despejado. No llueve ni hay tormentas, reflejo de que, como en la filosofía zen, hay que mantener la calma aunque haya tormenta.
Al mismo tiempo, los paisajes representados por Hokusai muestran, entre las montañas, a personas con sombreros típicos de agricultores y sembradores en campos de arroz. Para la filosofía taoísta, las montañas de Japón representan la fuerza y la omnipotencia: la imponente naturaleza ante la que se encuentra el hombre. En los grabados de Hokusai, las montañas se perfilan con la misma sutil delicadeza que quienes representan efímeras olas. Como otra ola, las montañas se alzan, distantes e imponentes, para recordarnos lo pequeños y frágiles que somos ante la naturaleza. El arte de sus cuadros habla por sí solo, sus obras nos transmiten la serenidad y la sencillez de un hombre que tuvo a bien representar la naturaleza de su país como una obra de belleza monumental.
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