No está claro a qué época se remonta la invención de las incrustaciones en piedras semipreciosas: lo cierto es que desde el siglo XVI la ciudad de Florencia ha vinculado su nombre a este arte, hasta el punto de que aún hoy se conoce mejor como commesso fiorentino o, más impropiamente, “mosaico florentino”.
Conviene distinguir enseguida dos formas diferentes de marquetería con piedras duras o silíceas: la primera, comúnmente conocida, se utiliza en la antigüedad y es hija de técnicas de orfebrería o derivadas de la ebanistería, y consiste en la inserción de teselas o segmentos de piedra dura en cavidades especiales talladas en un material de soporte, que puede ir del marfil al metal. Mientras que otro tipo de marquetería es la que implica la yuxtaposición de piedras duras entre sí o con otro material, dispuestas sobre una base común. En el primer caso, las piedras sólo se utilizan con fines decorativos, mientras que en la yuxtaposición las piedras se emplean como elementos sólidos, cuyos colores podrían sustituir a los colores líquidos. La historiadora del arte Gabriella Gallo Colonni, en el insustituible manual Le tecniche artistiche (Las técnicas artísticas) de Corrado Maltese, debate si la renovación de esta última técnica hay que buscarla en Florencia o más bien en Pavía. En efecto, en la capital lombarda, comprometida en la obra monumental de la Certosa Di Pavia, se utilizaba la técnica in commesso in pietre dure.
En apoyo de esta segunda hipótesis, cabe recordar cómo Giorgio Vasari dio testimonio de “la gran dificultad de trabajar piedras muy duras y fuertes” con la que se había topado Leon Battista Alberti al tallar unas letras en pórfido para el portal principal de la iglesia de Santa Maria Novella, prueba de que este tipo de factura aún no estaba madura en Florencia. Además, precisamente desde Pavía llegaron maestros conocedores de los secretos de esta forma de artesanía que fueron llamados a Florencia por el Gran Duque Francesco I para que instalaran un taller en el casino de San Marcos.
Pero fue sobre todo el hermano de Francesco, Ferdinando, quien, como Gran Duque, quiso trasladar estos talleres a los Uffizi en 1588, unificándolos bajo el nombre de “Galleria dei Lavori” (que más tarde se convertiría en el Opificio delle Pietre Dure) y dándoles un orden preciso, para emplearlos después en el prestigioso encargo del revestimiento del mausoleo familiar en la Basílica de San Lorenzo de Florencia.
A lo largo de los siglos, la técnica de la commesso alcanzó niveles de virtuosismo extremadamente elevados, en un continuo ensayo por establecerse como “pintura sobre piedra”, pasando de composiciones geométricas o abstractas a temas pictóricos complejos, gracias a un corte de las piedras cada vez más minucioso y preciso. En la época barroca, este arte irradió desde Florencia a muchas cortes europeas, donde no pocas veces se recurrió a los artesanos florentinos. Este arte se extendió por Italia, Francia, España, Alemania e incluso la India. En Oriente alcanzaría su propio carácter de originalidad, colocando piedras preciosas junto a piedras semipreciosas y dando lugar a personales motivos decorativos florales, que también se encuentran en el suntuoso mausoleo del Taj Mahal.
La elaboración de la commesso florentina consiste en la creación de un dibujo sobre cartón proporcionado por un artista, para el que luego se opta por una cuidadosa elección de piedras, con la intención de plasmar con la mayor fidelidad posible los distintos tonos, matices y claroscuros. Se utilizan numerosos materiales, como granitos coloreados, pórfido, lapislázuli, jaspe siciliano, así como los mármoles más diversos.
Hasta hoy, la técnica empleada en los talleres de restauración del Opificio florentino ha permanecido sustancialmente inalterada, con la única diferencia de la preparación de las losas de piedra, que ya no se hace manualmente, sino que se lleva a cabo con sierras de bastidor accionadas electrónicamente. Mientras que las piezas más pequeñas se siguen cortando con una sierra de hilo que, siguiendo el contorno, arrastra la mezcla abrasiva (esmeril y agua) cortando la piedra. Obsérvese que, a diferencia del mosaico, las secciones no se reducen a teselas geométricas, sino que siguen las líneas del diseño. A continuación se realiza el trabajo de acabado, con la lima, para garantizar que incluso las piezas más pequeñas se conecten en el claristorio sin dejar visibles las líneas de unión. Por último, las piezas entrelazadas y pulidas se fijan con mezclas adhesivas como la cera. Este proceso también permite crear obras de no más de 2-3 milímetros de grosor, que luego se colocan sobre losas de pizarra que sirven de base.
El commesso puede utilizarse en decoraciones arquitectónicas, como en la ya mencionada Capilla de los Príncipes de la Basílica de San Lorenzo, pero también para la realización de muebles, como armarios, cuadros o mesas. Un ejemplo de este último uso es la espléndida mesa que representa una vista del puerto de Livorno, conservada en los Uffizi. Se trata de un commesso de piedra semipreciosa, con fondo de lapislázuli de Persia, figuras de jaspe de Sicilia y Bohemia, ágata de Siena y calcedonia de Volterra, realizado entre 1601 y 1604 por el tallista lombardo Cristofano Gaffurri, a partir de un diseño de Jacopo Ligozzi.
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