Detrás de la obra de Marina Apollonio, artista puntera delarte óptico y cinético internacional, se agitan impulsos calientes inimaginables. Esto es lo que escribe Marianna Gelussi en su ensayo de apertura del catálogo de la exposición Marina Apollonio. Más allá del círculo (Venecia, Colección Peggy Guggenheim, del 12 de octubre de 2024 al 3 de marzo de 2025). Detrás de las obras de la artista triestina hay “cuerpo, atracción magnética, pulsión, una especie de eros en el que participa el espectador, arrastrado a una relación activa, percepción ampliada, ojos y sentidos en alerta, conciencia acrecentada, protagonista del devenir de la obra”: así escribe Gelussi, retomando casi textualmente una consideración de Arnauld Pierre sobre el arte óptico en general.
En efecto, estamos acostumbrados a contemplar las obras dearte óptico con cierto distanciamiento. Se suele asociar una percepción de frialdad con el arte óptico, debido principalmente a la forma en que las obras de los artistas de este movimiento se presentan ante el espectador. Formas geométricas rígidas y patrones repetitivos. Líneas, círculos, cuadrados y otras formas simples para crear composiciones complejas. Un énfasis en la geometría y la simetría que puede dar una sensación de orden y racionalidad, que contrasta con la emocionalidad a menudo asociada a otras corrientes. Un lenguaje visual que tiende a percibirse como “frío” porque comunica estabilidad, control, precisión. La ausencia de curvas orgánicas y formas fluidas. Además, hablamos de obras que se basan en ilusiones ópticas y efectos visuales creados mediante el uso de contrastes y repeticiones: elementos que nos llevan a pensar que el arte así producido es más una experiencia intelectual que emocional. El espectador capta una invitación a reflexionar e investigar las propiedades ópticas de la obra, más que a conectar con una experiencia emocional inmediata. Además, las obras de arte óptico excluyen las narraciones personales, las historias, con lo que se establece una mayor distancia entre el artista y el público.
Pero eso no es todo. Las técnicas del arte óptico también pueden aumentar esta sensación de frialdad. El arte producido por medios más “industriales” o “mecánicos”, por llamarlos de algún modo, se considera a menudo menos personal que el arte hecho a mano. Cuando una obra parece derivar más de un proceso técnico que de la expresión individual, puede generar una sensación de distancia emocional. La propia Marina Apollonio, por ejemplo, utiliza diversas técnicas para crear sus obras, y este enfoque en el proceso puede aparecer como un distanciamiento de la experiencia humana directa. Prácticas similares a las del grafismo, la publicidad, el diseño. Prácticas de tipo industrial, arte que parece reflejar un entorno de producción más que una experiencia artística personal.
¿Es eso todo? ¿Es el arte óptico realmente tan glacial? ¿Al fin y al cabo, los artistas ópticos son científicos prestados al arte? ¿Es posible encontrar calidez incluso detrás de obras tan racionales, calculadas y matemáticas? Para buscar respuestas a estas preguntas, es necesario considerar toda la complejidad de estas obras, observarlas en profundidad, no sólo la superficie, los efectos visuales. Mientras tanto, las obras de Marina Apollonio están animadas por un profundo amor al orden que impulsa su investigación plástica sobre la base de una indagación exacta, precisa y constante de las posibilidades de la forma. “La forma elemental”, escribía la artista en 1966 con motivo de su primera exposición individual, celebrada en el Centro Arte Viva Feltrinelli de Trieste, “tiene en sí misma una abstracción total en la medida en que está constituida por un programa matemático. Sobre esta base, la acción se desarrolla con absoluto rigor en una relación directa entre intuición y verificación: intuición en el plano óptico y verificación en un sistema matemático. Una vez elegida una forma primaria, como el círculo por ejemplo, estudio sus posibilidades estructurales para hacerla activa, buscando el máximo resultado con la máxima economía”. La actitud de Marina Apollonio siempre ha estado orientada hacia la investigación geométrica, pero detrás de su investigación geométrica, que comenzó de forma independiente y sin formar parte de ningún grupo, late una intensa vitalidad, se esconde un profundo significado emocional, ligado al deseo de comprender la naturaleza, de sondear la realidad en la que estamos inmersos.
Desde el principio, su investigación se ha centrado en el problema de lainteracción entre la obra y el espectador. Las Dinamiche circolari, la primera serie importante de Marina Apollonio, iniciada en 1963, se compone de objetos, de forma circular como sugiere el propio nombre de la serie, que pretenden explorar las estructuras y las posibilidades de activación de una de las formas más elementales y al mismo tiempo más fascinantes: el círculo. No sólo: en Circular Dynamics , el espacio siempre se estructura según patrones de círculos concéntricos, de grosor y tamaño variables, que casi crean una sensación de alienación en el espectador. Desde muy joven, Marina Apollonio se ha preocupado por la posición del observador, que está llamado a interactuar activamente con su obra. Cuando el espectador tiene delante una obra de Marina Apollonio, sucede que los efectos visuales cambian, dando lugar a un diálogo visual y sensorial vital, envolvente, activador. Y este diálogo se activa incluso cuando los objetos son estáticos (las Dinámicas Circulares pueden ser, de hecho, tanto estáticas como dinámicas), ya que consiguen actuar sobre el público simplemente aprovechando su estructura, convirtiéndose, al igual que las obras dinámicas, en objetos vitales. Precisamente en virtud de los efectos que producen en el observador, “las conexiones circulares de estas obras, que dependen de un planteamiento estrictamente programado y regido matemáticamente”, observa el citado Arnauld Pierre, “se inscriben en un modo barroco de investigación visual que escapa a la aridez demostrativa de los tests psicológicos. Con ellas, se entra en un universo de refinamientos formales que ninguna teoría había previsto y que ponen de relieve el papel específico de los artistas y de la investigación plástica en la valorización del universo visual, una tarea que, a priori, los científicos no se atribuyen, probablemente porque no lo necesitan, aunque se sientan impresionados por los problemas que plantean las nuevas ecuaciones visuales definidas por los artistas”.
Las Dinámicas Circulares eran objetos en blanco y negro: con las Gradiaciones, “unidades visuales cromáticas circulares”, como las definió la propia Apollonio, pintadas entre mediados de los 60 y principios de los 70, la programación actúa por primera vez sobre el color, mediante variaciones graduales siempre asentadas sobre estructuras de círculos concéntricos, siguiendo la lección de Josef Albers: las yuxtaposiciones entre diferentes tonos acaban alterando los colores, generando en el observador la percepción de colores que, en realidad, son inexistentes: es la yuxtaposición la que produce una sensación de aura que condiciona la respuesta del espectador hasta el punto de generar incluso emociones, energía. El color, es bien sabido, tiene la capacidad de activar sensaciones y asociaciones a un nivel inconsciente, y en consecuencia, incluso en un contexto de geometría y rigor formal, puede infundir una sensación de calidez y empuje, puede conducir a experiencias visuales que tocan el corazón y el alma, sugiriendo una intensidad emocional que desafía la frialdad percibida del arte óptico. “En el desplazamiento”, escribe Gelussi, “el blanco monocromo de la visión frontal se transforma, los círculos cobran vida inesperadamente revelando una línea de color minimalista o un arco iris de colores, con un efecto instantáneo de puro asombro”.
Las obras de Apollonio también pueden interpretarse como una reflexión sobre las relaciones humanas. Aunque la estética del op art se basa en principios geométricos y ópticos, lo que emerge a menudo es un sentido de conexión e interacción. Las formas pueden verse como metáforas de dinámicas relacionales: los patrones repetitivos pueden aludir a ritmos de vida compartidos, experiencias colectivas y conexiones emocionales. Así pues, el arte de Apollonio se convierte también en una exploración de las experiencias humanas y los impulsos que nos unen. El círculo, en este sentido un símbolo universal, se convierte en una especie de puente entre la abstracción y la realidad, entre lo universal y lo particular, entre la naturaleza y la cultura.
Existe una tensión intrínseca entre la racionalidad de la geometría y el impulso emocional. Marina Apollonio ha intentado a menudo explorar y superar esta dicotomía. Su arte no es sólo una expresión de reglas matemáticas, sino también una forma de investigar las profundidades de la percepción humana y la experiencia emocional. También a través de las leyes matemáticas. Si el arte, tomando prestada una fórmula antigua, es imitación de la naturaleza, el arte óptico es imitación de las leyes que rigen la naturaleza. Apollonio nunca ha ocultado que desde niña se sintió atraída por las formas, simplemente observando lo que le rodeaba. “El perfil de un caracol, la estructura de una hoja, los anillos de un tronco cortado, la textura de un nido, la espiral de una planta de guisantes”. En la visión de Marina Apollonio, todo tiene una forma. Una forma que se puede observar, que se puede estudiar, una forma que se presenta como una constante y de la que, por tanto, se puede derivar una fórmula abstracta basada en proporciones matemáticas.
El arte de Apollonio invita al espectador a explorar no sólo las propiedades visuales de las obras, sino también las profundidades emocionales y sensuales que pueden surgir de una obra aparentemente abstracta. Sus obras reflejan una conexión entre arte y naturaleza. En este sentido, es legítimo encontrar alguna forma de erotismo detrás de sus obras. Obras que deben leerse no sólo como elementos de un juego visual: son también una exploración de la experiencia humana, del deseo, de la libertad.
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