Existen buenos márgenes de certeza para afirmar que, hoy en día, todos habríamos ignorado el nombre de Carlotta Chabert, bailarina de mediados del siglo XIX, de no ser por una circunstancia concreta: el hecho de que fuera la amante de un rico mecenas de Francesco Hayez (1791 - 1882). Y es poca o ninguna la información adicional que conocemos sobre la mujer. Entre otras cosas porque el conde Girolamo Malfatti, el aristócrata trentino del que tanto se habla y que se enamoró de ella, trató de no hacer alarde de su relación, que podría haber sido juzgada indecorosa y totalmente inapropiada para un caballero de su rango: estamos, después de todo, en una época en la que había que guardar las apariencias en la medida de lo posible. Sin embargo, el conde tuvo la idea de homenajear a su amante con un cuadro que encargaría al ilustre artista veneciano, y para conseguirlo estaba dispuesto incluso a pagar caro por él: la suma que el aristócrata pagó a Hayez fue de setecientos marenghi, una cantidad que podría garantizar a cualquiera llevar una vida digna durante todo un año.
La Venus Calipigia |
Francesco Hayez, Venus bromeando con dos palomas (Retrato de la bailarina Carlotta Chabert) (1830; óleo sobre lienzo, 183 x 137 cm; Rovereto, MART) |
Los puristas no podían tolerar la visión de un cuadro así, que se consideraba que profanaba el ideal clásico de belleza: las proporciones de la mujer no se consideraban armoniosas, ya que la parte inferior de su cuerpo se consideraba desproporcionada con respecto a la superior, y sus maneras se juzgaban demasiado procrustinas. Es el propio Hayez, en sus Memorias, quien recuerda las críticas que se le hicieron por su cuadro: Debo confesar que aunque esta figura era quizá acertada en cuanto al color, en cuanto a la forma no tenía esa nobleza deseada en la Reina de la Belleza, y ello se debía al modelo, que, aunque no era realmente defectuoso, si hubiera intentado mejorarlo lo habría conseguido a mi mayor satisfacción: Pero el respeto que tengo a la verdad me privó de la audacia de mejorarlo después del estudio que había hecho anteriormente de las cosas griegas: con todo esto, no había pensado merecer una crítica tan amarga como la que se me lanzó, calificando a mi Venus de “la mujer más asquerosa del vulgo”. En 1835, otro pintor, Pelagio Palagi (1775-1860), habría retratado a Carlotta Chabert bajo el aspecto de la diosa Diana, en un cuadro realizado también para Girolamo Malfatti (pero que nunca llegó a manos del Conde): la comparación con la obra de Hayez revela inequívocamente la modernidad de la Venus de este último.
Cuadros de Francesco Hayez y Pelagio Palagi en comparación (derecha: Pelagio Palagi, Diana (Retrato de Carlotta Chabert) (1835; óleo sobre lienzo, 217 x 143 cm; Bolonia, MAMbo) |
De las palabras de Hayez se desprende un concepto fundamental: el respeto a la verdad. El pintor no busca la belleza ideal: en este deseo de representar, incluso a través del filtro de la mitología, un cuerpo real, sensual y palpitante sobre el lienzo, reside la modernidad del gran artista romántico. Y, en efecto, la obra no sólo recibió críticas: los románticos que frecuentaban los círculos de Braid apoyaron al pintor, recordando a sus adversarios, los clasicistas, que la operación que Hayez pretendía llevar a cabo, aunque original, se inspiraba en ilustres precedentes. La sensualidad de la Venus de Hayez era, en efecto, la misma que caracterizaba a las Venus de Tiziano, otro artista que no dejaba de modelar a sus diosas a partir de mujeres de virtud fácil. Y no hay que olvidar que los románticos impulsaban unarte moderno que comenzaba a alejarse de la tradición clásica para responder a las nuevas exigencias de verdad en la pintura: aquellas a las que, como hemos visto, respondía la Venus de Hayez.
¿Y el mecenas? ¿Cómo reaccionó a la polémica suscitada por el cuadro de Milán? Probablemente, el escándalo quedó circunscrito a Lombardía, pero la complicidad entre el aristócrata y el pintor debió de hacer que el artista informara al conde, tal vez incluso divertido, de lo ocurrido en la exposición. Ciertamente, el escándalo no minó en absoluto la relación entre ambos, sino todo lo contrario: al año siguiente, Girolamo Malfatti encargó a Hayez un nuevo cuadro de tema mitológico. También es cierto que el mundo académico (y del arte en general) se olvidó pronto de Venus-Carlotta Chabert, que sólo fue redescubierta a principios del siglo XX, cuando el crítico Nino Barbantini incluyó la obra en la “Exposición de retratos venecianos del siglo XIX” en 1923, considerándola uno de los mejores retratos del siglo XIX: quizá la obra deba su fama a esta exposición.
Hoy en día, consideramos la Venus de Francesco Hayez como una de las mayores obras maestras del erotismo en el arte, como un cuadro que denota una interesante mezcla de modernidad y clasicismo, y sobre todo como una de las obras más innovadoras de su época, que confirma la excepcional inventiva de Hayez, así como su gran talento en el retrato del desnudo femenino, del que fue un maestro indiscutible. Y el eco de la polémica que acompañó al cuadro en el momento de su exposición parece haberse apagado por completo en la actualidad: nos quedamos con la representación de una mujer, bella en sus rasgos realistas y de una sensualidad provocadora.
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