Azul, azul, azul. Este es el título de la reseña de Dino Buzzati sobre la exposición Propuestas monocromas: la era azul, una muestra individual realizada por Yves Klein en 1957 en la Galería Apollinaire de Milán. Un título que llama inmediatamente la atención sobre uno de los rasgos que hicieron famoso a Klein: su insistente recurso, a menudo en lienzos monocromos, al tono azul que tomaría el nombre del artista. Prestado para la ocasión a la crítica de arte, Buzzati encuadra claramente la ecléctica personalidad de Klein: “nacido en Niza hace veintiocho años; estudios de náutica y de lenguas orientales; entrenador de caballos de carreras; campeón de judo en el mismo Japón”.
El artista francés, que puede situarse en el entorno del Nouveau Réalisme, había llegado entonces a Italia con once cuadros monocromos azules y uno rojo. Le había costado convencer a los aduaneros del carácter artístico de aquellos objetos. Pero fue en Milán donde inauguró la era azul que le consagraría. La relación de Klein con ese color y con el color en general tenía una historia relativamente larga (por larga que se considere la carrera del artista, condensada en menos de una década asombrosa, desde 1955, año de su primera exposición pública en el Club des solitaires de París, hasta 1962, fecha de su prematura muerte).
Los primeros pasos monocromos de Klein pueden rastrearse en unos bocetos en acuarela realizados en 1954 y titulados Monochrome jaune, rouge et vert (scéne de théâtre) y Monochrome rouge (scéne de théâtre). Contenidos en un cuaderno encuadernado en espiral, los bocetos presentan rectángulos monocromos en el centro de un escenario enmarcado por cortinas rojas clásicas. Del mismo año es el catálogo Yves Peintures, una obra polémica con la que Klein, en sus inicios, intentó presentarse y legitimar su propuesta en el mundo del arte. Las obras aquí reproducidas, diez planchas monocromas, diferentes en color y tamaño, precedidas por una singular introducción de su amigo Claude Pascal, compuesta únicamente por líneas negras horizontales, parecen de hecho no haber sido nunca creadas.
Retrato de Yves Klein realizado para la película The Heartbeat of France de Peter Morley en 1961, estudio de Charles Wilp, Düsseldorf. |
Yves Klein, Monochrome jaune, rouge et vert (scéne de théâtre) (1954; acuarela y lápiz sobre papel en cuaderno de espiral, 133 x 210 mm; Colección particular) |
Yves Klein, Monochrome rouge (scéne de théâtre) (1954; acuarela y lápiz sobre papel en cuaderno de espiral, 133 x 210 mm; Colección particular) |
Yves Klein, Yves Peintures, catálogo de láminas sobre papel, ejemplar dedicado a Monsieur Oshita (París, 24 de septiembre de 1955; papel, 245 x 190 mm; © Succession Yves Klein c/o ADAGP, París) |
Un panel de Yves Peintures |
Un panel de Yves Peintures |
La verdadera carrera de Klein comenzó al año siguiente, en 1955, con las dos exposiciones parisinas que precedieron a la de Milán. En Yves: peintures y en Yves: propositions monochromes los cuadros, estrictamente monocromáticos, libres de líneas y de figuración, que en la poética de Klein representan una coacción inútil, siguen siendo de varios colores y reflejan la convicción del artista de que a cada color le corresponde un mundo entero.
El camino que más tarde llevaría a Klein a centrarse exclusivamente en el azul es explicado por el propio artista en una conferencia pronunciada en la Sorbona el 3 de junio de 1959 y retomada posteriormente en diversas publicaciones. Con ocasión de la segunda exposición parisina, el artista se había dado cuenta de que los visitantes, en lugar de sumergirse en la “idea abstracta representada de forma abstracta” que pretendía comunicar (como se afirmaba en el texto del autor que presentaba la exposición), se detenían en la belleza decorativa que aportaba la yuxtaposición de los distintos colores. De este modo, malinterpretaron la verdadera intención del artista. Para evitar que los espectadores se detuvieran en las combinaciones de colores y llamar la atención sobre su arte abstracto, Klein decidió reducir su paleta y votar su vida artística (casi) a un solo color: el azul. Las obras maestras de este periodo, expuestas entre la Tate Gallery de Londres, el Centro Pompidou de París, el MOMA de Nueva York y el Louvre de Abu Dhabi, son las Anthropométries, las Sculptures Éponges, los Portraits Reliefs y algunas reinterpretaciones azules de obras famosas como el Esclavo moribundo de Miguel Ángel o la Nike de Samotracia.
Pero, ¿por qué azul? Es de nuevo el discurso en la Sorbona el que proporciona una respuesta. El artista (revelando también algunas de las sugerencias filosóficas que subyacen en su obra: los estudios de Gaston Bachelard, sobre todo) afirma que el azul, a diferencia de todos los demás colores, no tendría dimensiones. Estaría fuera del espacio y del tiempo. Y por esta misma razón se prestaría a su visión puramente abstracta. Klein también encuentra un ilustre precedente artístico para esta solución, viéndola incluso en Giotto: “Me impresionaron en Asís, en la basílica de San Francisco, los frescos escrupulosamente monocromos, uniformes y azules que creo poder atribuir a Giotto [...]. El azul del que hablo es precisamente de la misma naturaleza y calidad que el azul de los cielos de Giotto que pueden admirarse en la misma basílica, en el piso superior. Incluso si admitimos que Giotto sólo tenía la intención figurativa de mostrar un cielo puro y sin nubes, esta intención es efectivamente monocroma”.
Yves Klein, Anthropométrie de l’Époque Bleue (1980; pigmento y resina sintética sobre papel montado en lienzo, 156,8 x 282,5 cm; París, Centro Pompidou). © The Estate of Yves Klein c/o ADAGP, París |
Yves Klein, Anthropométrie sans titre “Héléna” (enero de 1960; pigmento puro y resina sintética sobre papel montado en lienzo; 109 x 74 cm). Foto David Bordes. © Sucesión Yves Klein c/o ADAGP, París |
Yves Klein, Sculpture Éponge bleue sans titre (1959; pigmento puro y resina sintética sobre esponja natural montada sobre piedra; 114 x 56 x 30 cm). © Sucesión Yves Klein c/o ADAGP, París |
Yves Klein, L’Esclave de Michel-Ange (1962; pigmento puro y resina sintética sobre yeso, 46,5 x 12 x 11 cm). © Sucesión Yves Klein c/o ADAGP, París |
Yves Klein, Victoire de Samothrace (1962; pigmento puro y resina sobre yeso montado en piedra; 49,5 x 25,5 x 36 cm). © Sucesión Yves Klein c/o ADAGP, París |
En 1956, Klein ideó una fórmula para lograr “la expresión más perfecta del azul”, un azul brillante, puro, luminoso e inalterable con el paso del tiempo. Edouard Adam, propietario de una fábrica de tintes en Montparnasse, y un ingeniero amigo suyo, empleado de una empresa química y farmacéutica, le ayudaron en esta empresa. Mezclando polvo de ultramar 1311, Rhodopas M60 A (una resina entonces nueva en el mercado), alcohol de 95° y acetato de etilo, Klein obtuvo un color que bautizó con el nombre de Azul Klein Internacional (B.K.I.) y que patentó en 1960 en el Instituto Nacional de la Propiedad Industrial. Al mismo tiempo, el artista adoptó el seudónimo de Yves Le Monochrome, iniciando un proceso de creciente identificación de su propia persona y su arte con el azul de su invención, que le llevaría a resultados que podrían adscribirse al arte de la performance.
En Milán, Klein consigue así su objetivo: el público (entre el que se encuentran dos visitantes excepcionales: Lucio Fontana y Piero Manzoni) es capaz de reconocer diferentes atmósferas y esencias en sus cuadros, todos de color azul ultramar, todos realizados con la misma técnica y todos del mismo tamaño, pero cada uno con un precio diferente. Los compradores están dispuestos a pagar cantidades diferentes por obras esencialmente iguales porque reconocen en cada una de ellas una cualidad pictórica singular, que evidentemente no reside en su aspecto material, sino en lo que Klein denomina “sensibilidad pictórica”.
Interesante en este sentido es el periodo que sucede al Periodo Azul y representa su consiguiente evolución. De hecho, la investigación de Klein desemboca naturalmente en una reflexión sobre el concepto de lo “indefinible” (noción tomada de los diarios de uno de los grandes maestros del arte moderno francés, Eugène Delacroix, de quien Klein se sentía en cierto modo heredero). Este aspecto se explora en la exposición parisina de 1958 conocida como Le Vide (El vacío). En un artículo de 1961, Klein escribe: “aunque siempre he seguido pintando monocromo, casi automáticamente he llegado a lo inmaterial”. Una afirmación que queda clara en relación con el título de trabajo de Le Vide: Exaspérations monochromes.
Yves Klein, Monochrome bleu sans titre (IKB 129) (1959; pigmento puro y resina sintética sobre gasa montada sobre tabla, 15,5 x 40 cm; Ulm, Museo Ulmer). © Sucesión Yves Klein c/o ADAGP París |
Yves Klein, Monochrome bleu sans titre (IKB 216) (1957; pigmento puro y resina sintética sobre gasa montada sobre tabla, 60 x 40 cm; Münster, Westfälisches Landesmuseum Museum für Kunst und Kultur). © Sucesión Yves Klein c/o ADAGP París |
Entrada a la exposición Le Vide. La spécialisation de la sensibilité à l’état matière première en sensibilité picturale stabilisée (París, Galerie Iris Clert, del 28 de abril al 12 de mayo de 1958) |
Sala de exposición Le Vide |
Llevando al extremo su extremismo azul, Klein consigue un azul inmaterial, un color de vacío: en Le Vide, el artista presenta una sala pintada totalmente de blanco y llena, por así decirlo, exclusivamente de “sensibilidad pictórica”. Sin embargo, también en esta ocasión, el azul sigue siendo el leitmotiv de la exposición, concebida como un gran rito de iniciación del público en el universo artístico de Klein. El azul da la bienvenida a los visitantes desde el exterior de la galería, donde se instala un toldo y globos azules. A continuación, se entra en la exposición en pequeños grupos, sólo después de haber bebido, en una especie de ceremonial, un cóctel azul a base de ginebra, Cointreau y azul de metileno (¡del que los participantes se sorprenderían al encontrar restos en su orina al día siguiente!).
La experimentación de Klein continuaría en torno a la idea del vacío, llegando por este camino a una progresiva desmaterialización de la obra de arte (el artista llegaría incluso a vender piezas compuestas únicamente de sensibilidad pictórica, es decir, completamente inmateriales), cuyo carácter paradójico sería brillantemente puesto de relieve por Albert Camus, quien con motivo del estreno de Le Vide escribiría: “Avec le vide, les pleins pouvoirs”. Con el vacío, los plenos poderes al abstraccionismo largamente perseguido por Klein. Esta vertiente de investigación, muy elevada desde el punto de vista conceptual, representa un gran legado, hoy necesariamente intangible, de la experiencia de Yves Klein. De ella, sin embargo, queda, conservada en los museos más importantes del mundo, la fase germinal, el taco generador: el más indeleble de sus colores. El azul Klein.
Advertencia: la traducción al español del artículo original en italiano se ha realizado mediante herramientas automáticas. Nos comprometemos a revisar todos los artículos, pero no garantizamos la ausencia total de imprecisiones en la traducción debidas al programa. Puede encontrar el original haciendo clic en el botón ITA. Si encuentra algún error, por favor contáctenos.