Corría el año 1935 cuando un Lucio Fontana (Rosario, 1899 - Comabbio, 1968) que entonces tenía 36 años participó en un concurso organizado por el grupo naviero más importante de Italia,Italia Flotte Riunite, que reunía bajo un mismo paraguas a algunas de las principales compañías del país. Recientemente, el gran artista argentino había empezado a frecuentar la famosa Galería “Il Milione” de Milán y se había familiarizado con los círculos abstraccionistas que operaban en la capital lombarda: el abstraccionismo geométrico de Mario Radice, el abstraccionismo lírico de Osvaldo Licini, las sugerencias que los artistas de ’Il Milione’ extraían de los movimientos franceses, en particular de la asociación Abstraction-Création, a la que Fontana también se unió en 1935, todo contribuyó a crear un ambiente particularmente fértil y sugestivo, que acabó reflejándose en el cartel que Fontana debía realizar para el concurso. El grupo naviero, de hecho, buscaba un nuevo cartel publicitario para dar a conocer sus servicios de transporte marítimo de pasajeros, en una época en la que los barcos eran el principal medio de transporte elegido para los viajes largos.
El cartel fue apreciado por su inmediatez y su capacidad comunicativa, gracias a las cuales, con una síntesis formidable, Fontana consiguió transmitir el mensaje que el grupo pretendía hacer llegar a los clientes potenciales. Las motivaciones con las que el jurado concedió el premio a Fontana, que incluían también una breve descripción de la obra, se publicaron en el periódico Sul mare, la revista de viajes de Lloyd Triestino y Cosulich (dos de las mayores empresas de la época: Cosulich, además, había pasado a formar parte de la Flotte Riunite, pero mantuvo cierta autonomía hasta 1936), en un artículo titulado El éxito del Gran Concurso Nacional: “el cartel premiado, de ejecución exquisita, consigue resumir, en una economía irreductible de líneas, los temas impuestos por el anuncio del concurso, produciendo una obra de arte admirable, además de una publicidad eficaz: un globo terráqueo esbozado en sus elementos esenciales, circunferencia y algunos trazos de paralelos y meridianos, y, en el diámetro ecuatorial, la visión fugaz de un barco, elevándose como un rayo de sol”. Economía de colores, así como de líneas: blanco, negro y colores primarios, tonos que podrían revelar una referencia directa a la Abstracción-Création (uno de los dos fundadores, Georges Vantongerloo, fue también uno de los fundadores del grupo De Stijl), son los únicos que caracterizan los elementos del cartel, desde el globo terráqueo (un simple círculo con contornos sombreados, tres arcos que forman los círculos polares y un meridiano, y una línea horizontal para el Ecuador) hasta el contorno del barco, pasando por el reclamo “Servicios exprés para todo el mundo” y los nombres de las compañías, y contribuyen a garantizar al cartel esaesencialidad considerada tan eficaz por el jurado y que garantizó a la obra tal popularidad que siguió reproduciéndose, aunque con algunas modificaciones, hasta los años cincuenta.
Lucio Fontana, Servicios exprés para todo el mundo (1935; impresión sobre papel, 100 x 69 cm; reproducido en varios ejemplares) |
La obra permitió a Fontana hacer circular su nombre entre las compañías navieras: el cartel fue, de hecho, sólo la primera de varias obras que el artista realizó para compañías navieras. Dos años más tarde, por ejemplo, se le encargaron cuatro relieves para el pabellón flotante que las navieras italianas presentaron en la Exposición Internacional de París. Entretanto, en 1935, Fontana había conocido a uno de los máximos exponentes del futurismo, el ligur Tullio Mazzotti, a quien Marinetti había apodado Tullio d’Albisola (Albisola Superiore, 1899 - Albissola Marina, 1971): fue el crítico de arte antifascista Edoardo Persico quien hizo de intermediario durante un encuentro en Génova. Fue gracias a este conocido que Fontana decidió profundizar su relación con la cerámica y trasladarse a Albissola Marina, donde comenzó una fructífera producción de cerámicas, que ya no abandonó durante el resto de su carrera, hasta el punto de que en los años cincuenta decidió instalar un estudio en la localidad cercana a Savona, situado en la antigua Piazza Pozzo Garitta. Fontana ya se había adherido al Manifiesto de la Cerámica Futurista en 1937 y, en la segunda mitad de los años 30, comenzó a colaborar activamente con la familia Mazzotti, propietaria de una de las históricas fábricas de cerámica de Albissola. Y fue de los hornos de la familia Mazzotti de donde salieron los cinco paneles de cerámica destinados al “Conte Grande”, transatlántico construido para Lloyd Sabaudo y botado en 1927, que prestaba servicio en la línea Génova-Nueva York, pero que más tarde también fue destinado a viajes a Sudamérica, y en Río de Janeiro, en 1940, fue requisado por el gobierno brasileño y entregado a la Marina estadounidense, que lo convirtió en buque de transporte de tropas. De vuelta a Italia en 1947, el “Conte Grande” fue fletado por la compañía Italia y volvió a su función de buque de pasajeros.
El primer viaje del transatlántico modernizado tuvo lugar el 15 de julio de 1949, de Génova a Buenos Aires (curiosamente, la ciudad donde Fontana, nacido en Argentina, se había refugiado cuando Italia participó en la Segunda Guerra Mundial, y permaneció allí hasta 1948). Unos meses antes, el escultor había recibido el encargo de unos paneles de cerámica que debían decorar el vestíbulo de una de las galerías del “Conte Grande”, la de primera clase, y que debían tener como tema el viaje por mar. Eran cinco en total, que representaban el Ecuador (el único perdido), el Mediterráneo, España, Brasil y los Caballeros del Apocalipsis. Las obras de Fontana formaban parte de un amplio proyecto artístico, cuya historia se resume en el ensayo de Cecilia Chilosi titulado Mediterraneo, Spagna, Brasile, I Cavalieri dell’Apocalisse: i quattro pannelli ceramici a bordo del Conte Grande e il contributo di Fontana all’architettura di Nave, único ensayo sobre la obra del artista para el transatlántico. Italia, después de la guerra, necesitaba reconstituir una “flota digna del prestigio pasado”: la tarea recayó en Finmare, la compañía financiera marítima fundada en 1936 que, como parte de un proyecto dirigido por el Estado, apoyó con sus propios medios las actividades de las principales compañías navieras (entre ellas, de nuevo, Italia y Lloyd Triestino), en las que había tomado una participación mayoritaria. El restablecimiento de una flota moderna implicaba también el reequipamiento del material naval. Elarte debía desempeñar un papel importante: los buques albergarían obras de los maestros más célebres de la época, con el fin de crear una “atmósfera de elegante mundanidad”, considerada especialmente adecuada para el cliente moderno, culto y amante de las artes. Las artes aplicadas, como la cerámica, se consideraban parte integrante de este proyecto.
Lucio Fontana, Los cuatro paneles del “Conte Grande” en el MuDA de Albissola Marina. Foto. Crédito Finestre sull’Arte. |
Lucio Fontana, Los jinetes del Apocalipsis (1949; terracota esmaltada con reflejos de tercera cocción, 132 x 77 cm; Albissola Marina, MuDA - Centro de Exposiciones). Foto Crédito MuDA Albissola Marina. |
Lucio Fontana, España (1949; terracota esmaltada con reflejos de tercera cocción, 132 x 77 cm; Albissola Marina, MuDA - Centro de Exposiciones). Fotografía Crédito MuDA Albissola Marina. |
Lucio Fontana, Mediterraneo (1949; terracota esmaltada con reflejos de tercera cocción, 132 x 77 cm; Albissola Marina, MuDA - Centro Espositivo). Foto Crédito MuDA Albissola Marina. |
Lucio Fontana, Brasil (1949; terracota esmaltada con reflejos de tercera cocción, 132 x 77 cm; Albissola Marina, MuDA - Centro Expositivo). Foto Crédito MuDA Albissola Marina. |
La exposición de los paneles de Lucio Fontana en el MuDA de Albissola Marina (en primer plano, también de Lucio Fontana, la Dama Blanca). Foto Crédito Finestre sull’Arte. |
Cuando los paneles de Lucio Fontana salieron de la manufactura de Albissola GMA dei Mazzotti y se instalaron en el “Conte Grande”, la crítica mostró un aprecio considerable, como se deduce de unas líneas publicadas en la revista Domus en 1950: “los paneles de Lucio Fontana, cocidos en los hornos de Tullio Mazzotti, ceramista ligur de Albisola, cerca de Savona, simbolizan poéticamente, en su moderna plástica alusiva y en los colores de los maravillosos esmaltes, la línea del sol y del mar, mediterráneo y atlántico que recorre el Conte Grande”. El ciclo quiere simbolizar el viaje por mar y puede leerse a partir de los Jinetes del Apocalipsis, tema que se repite otras veces en la producción de posguerra de Fontana, probable alusión a las convulsiones que la guerra había provocado, y que él quería dejar atrás. El de los jinetes es el único panel que lleva la firma completa del artista (la vemos en el ángulo inferior izquierdo): los demás están simplemente rubricados. La exposición actual de los cuatro paneles conservados, en el centro de exposiciones del nuevo MuDA (Museo Diffuso Albissola) de Albissola Marina, presenta España como la primera etapa del itinerario: una característica común a todo el ciclo del “Conte Grande” es la de evocar el tema de cada panel a través de elementos característicos. El panel de España, por ejemplo, presenta a un torero en el centro de la composición sosteniendo un capote, el gran paño utilizado para cansar al toro en una de las fases de la corrida (a diferencia de la muleta, más pequeña, que el matador sostiene en una mano y utiliza en el final), y, a su lado, un gran toro negro embistiéndolo. El panel mediterráneo se caracteriza por sus tonos cálidos y símbolos que evocan las antiguas culturas que florecieron en sus costas: en el centro, un gran sol iluminando el mar (también común a España y Brasil), alrededor aparecen centauros, una cabeza de medusa y columnas con capiteles jónicos. La última etapa del viaje, Brasil, presenta un gran sol en el centro, en tonos más oscuros, iluminando un paisaje en tonos azules y verdes: vemos al fondo la vasta extensión delocéano coronada por el Pan de Azúcar y, en el registro inferior, animales típicos brasileños: coloridos loros y unaanaconda arrastrándose entre la vegetación.
Estas espléndidas cerámicas se distinguen por su gran fuerza plástica, típica de esta fase de la producción de Lucio Fontana, que en aquel momento se encontraba en medio del camino que le conduciría hacia la poética del espacialismo que caracterizaría la última parte de su carrera y, al mismo tiempo, representaría su resultado más revolucionario y original (como para garantizarle un lugar destacado en la historia del arte): formas que se retuercen en remolinos que evocanla estética barroca, que adquieren tal vigor que los paneles adquieren el carácter de esculturas (Fontana afirmaba ser escultor más que ceramista), que insuflan vida al material y que, con sus contrastes entre sólidos y vacíos, anticipan de algún modo los conceptos espaciales que Fontana inició en ese mismo 1949. El gran brillo de los colores y su tendencia a la iridiscencia se deben a la técnica del reflejo metálico con la que Fontana acababa los paneles: la cerámica, ya vidriada, se cuece por tercera vez, pero a temperaturas más bajas y con la adición de una mezcla especial, a base de sales metálicas, de modo que la obra adquiere unos efectos iridiscentes tan transformados que pretenden imitar el efecto de los metales y las piedras preciosas.
En 1962, año en que el “Conte Grande” fue enviado a demolición, casi todo el mobiliario fue vendido en subasta por Finarte: algunas obras, sin embargo, permanecieron en los almacenes de la empresa Italia. Entre estas últimas se encontraban los paneles de Fontana. Del que representaba el Ecuador, como se había previsto, se desconoce el destino. Los otros, en cambio, reaparecieron en los años noventa y, tras el informe de Cecilia Chilosi en 1995, fueron donados al municipio de Albissola Marina en 1999. A continuación se enviaron a Faenza, donde se sometieron a restauración en el taller del Museo Internacional de Cerámica, y luego se expusieron por primera vez ese mismo año en la muestra que la ciudad de Milán dedicó al centenario del nacimiento de Lucio Fontana. A su regreso, se destinaron al Museo de Arte Contemporáneo de Albissola Marina. Expuestas temporalmente en la Fornace Alba Docilia en 2010, en el momento de la reorganización de los museos cívicos de la ciudad ligur, desde 2014 se conservan, como ya se ha dicho, en el centro de exposiciones MuDA de Albissola Marina, donde han encontrado una ubicación digna y prestigiosa, en un marco que consigue valorizarlas plenamente. Es aquí donde el público puede admirar ahora estas cuatro obras, testigos de una de las temporadas más fervientes de nuestra historia del arte y de una etapa importante en la carrera artística de uno de los grandes nombres del siglo XX.
Bibliografía de referencia
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