La obra de William Kentridge (Johannesburgo, 1955) es rica en referencias. Cine, literatura, artes visuales, teatro, pero también cuestiones sociales, históricas y políticas conforman su universo. Su práctica artística es, de hecho, el resultado de una formación variada que puede rastrearse a través de lo que el propio artista describe como su “biografía de fracasos”. En las entrevistas, Kentridge revela su progresiva “rendición” a la idea de ser artista, después de haber probado varios caminos. A los tres años, mientras fantaseaba sobre lo que quería ser de mayor, no tuvo dudas: un elefante. Esta anécdota, contada insistentemente por el artista, revela ya una característica de su obra y de su persona: una fuerte actitud autodespreciativa. A los quince años soñaba con dirigir una orquesta, pero pronto desistió al darse cuenta delos estudios necesarios. Después se licenció en Ciencias Políticas y Estudios Africanos (1976) en la Universidad de Witwatersrand, en Johannesburgo, ciudad natal que nunca abandonó. Cercano al arte, en particular al dibujo, y al teatro desde muy joven, Kentridge asistió a la Fundación de Arte de Johannesburgo entre 1976 y 1978. Aquí experimentó, con pobres resultados, con la pintura, considerada por él entonces el medio expresivo por excelencia, quizá en una identificación estereotipada entre artista y pintor. Decide entonces dedicarse definitivamente al teatro, estudiando en la école Jacques Lecoq de París. Abandonó la escena a las pocas semanas. También probó suerte en el cine pero, a los treinta años, quedó reducido a ser artista (la entrevista Reducido a artista , del Museo de Arte Moderno de Luisiana, también toma su título de esta condición).
Las fuentes de inspiración de sus obras (grabados, esculturas, tapices, performances, producciones teatrales, animaciones) son múltiples y se nutren de las experiencias autobiográficas del artista, que creció en una familia de abogados blancos fuertemente implicados en la lucha contrael apartheid, que, como sabemos, hasta los años 90 había privado a la población negra sudafricana de todos los derechos en beneficio de la minoría blanca. Fuertes experiencias de las que se hace eco en su obra, explícitamente deudora de la lección del sudafricano algo más joven Dumile Feni (Worcester, 1942 - Nueva York, 1991). Este último, uno de los artistas sudafricanos más importantes del siglo XX, es el autor del Guernica africano (1967), una reelaboración de la obra maestra de Picasso de 1937. Su obra figurativa constituye una especie de comentario visual sobre la política del apartheid desde la perspectiva de la población negra. De él, Kentridge hereda el trazo fuerte y un uso muy reducido del color, en un universo en blanco y negro que da la bienvenida al azul o al rojo en algunas circunstancias.
Como ya se ha dicho, la amplia formación de Kentridge conduce naturalmente su investigación hacia una hibridación de técnicas y géneros diferentes que pueden compenetrarse, fusionarse y aumentar su potencial expresivo. El punto de partida sigue siendo el dibujo, a partir del cual el artista traza elaboradas películas de animación que proceden de la concatenación de diferentes escenas no establecidas a priori, en un proceso de continuas supresiones y modificaciones de las historias en imágenes. De hecho, una de las características fundamentales de la obra de Kentridge es la incertidumbre. Dentro de esta categoría, el artista establece diferentes modos de funcionamiento del proceso creativo. La elección del carboncillo como medio preferido se debe precisamente a su posibilidad de ser borrado fácilmente, dejando sombras sobre el soporte. Este procedimiento permitiría idealmente seguir el despliegue de un pensamiento, no siempre lineal y definido, que desde la mente del artista encuentra concreción sobre la hoja. La decisión de no contar con un guión gráfico preciso como base de las películas de animación responde también a la necesidad de dar cabida al concepto de aleatoriedad dentro de la producción artística. Para el artista, al fin y al cabo, es precisamente así como somos capaces de dar una interpretación al mundo irracional que nos rodea, construyendo la memoria con narraciones a veces distorsionadas, en un proceso continuo de escritura, borrado parcial y reescritura. La práctica así adoptada confiere a la obra una fuerte dimensión temporal, subjetiva e impulsiva. En este sentido, la compleja instalación The refusal of time (2012) parece restituir plenamente la sensación de Kentridge de que el propio concepto de tiempo no debe entenderse como una línea continua unidireccional. La obra, que se acompaña de la performance teat ral Refuse the hour (2012), introduce algunos elementos queridos del cine primitivo y del teatro experimental propuesto por las vanguardias de principios del siglo XX para imaginar e hipotetizar visualmente el periodo auroral de investigación que condujo a la publicación de la teoría de la relatividad de Einstein en 1905.
Dumile Feni, Guernica africana (1967; carboncillo sobre papel de periódico, 226 x 118 cm; Alice, Universidad de Fort Hare) |
William Kentridge, The refusal of time (2012; videoinstalación de cinco canales, duración 30’) |
Temáticamente, las obras se mueven entre un imaginario fantástico y otro más histórico y político. La primera categoría incluye obras como Viaje a la luna (2003), en la que el artista asiste a la transformación de una taza de café en un telescopio con el que explorar el universo. Incluso la cafetera pierde su función tradicional y despega, como una nave espacial, hacia la luna. La cafetera espacial acaba estrellándose contra el satélite terrestre en una cita de la célebre Le voyage dans le Lune (1902) de Georges Méliès, también homenajeada en la serie 7 fragments pour Georges Méliès (2003). Al igual que el clásico del cine antiguo, el viaje lunar de Kentridge está grabado en el interior del estudio del artista, lugar de creación por excelencia. Este emblemático microcosmos representa para Kentridge una especie de extensión de su mente, como él mismo explica en el cortometraje dirigido por Rosa Beiroa, The mind of an artist (2018). El estudio es también el espacio en el que Kentridge experimenta con una división constante del yo, asumiendo de vez en cuando el papel de creador y espectador de las obras. El desdoblamiento del artista también se produce dentro de las obras, donde sus autorretratos aparecen en varias ocasiones. Es el caso de Second-Hand Reading (2013). En la obra de vídeo, la mano de Kentridge comienza a hojear una enciclopedia. En su interior, paisajes, animales y figuras humanas dibujadas por el artista se superponen a las páginas y cobran vida. Los dibujos también incluyen la silueta del artista que, pensativo, recorre el volumen, página tras página.
En la línea histórica, un ciclo de animaciones presenta a dos personajes de ficción que se mueven en el telón de fondo del Johannesburgo de los años ochenta y noventa. Soho Eckstein es un frío promotor inmobiliario blanco al que sólo le interesan sus negocios. Su alter ego, un personaje más positivo, es Felix Teitelbaum. Los dos aparecen en Johannesburgo, la segunda ciudad más grande después de París (1989), en un terreno explotado, un paisaje extremadamente árido. Junto a ellos, en el despacho de Eckstein, pasan hileras de mineros africanos sin rostro hasta que, en el final, Felix descubre varias de sus cabezas cortadas. La escena recuerda una experiencia que tuvo el artista cuando, a una edad temprana, se encontró con violentas fotos de masacres, a disposición de su padre abogado. Con esta obra de título irónico, Kentridge denuncia la explotación en Sudáfrica, reflexiona sobre el colonialismo y el capitalismo, y alude a políticas inhumanas presentes mucho más allá de las fronteras africanas en el mundo occidental.
William Kentridge, Journey to the moon (2003; película de 35 y 16 mm transferida a vídeo, duración 7’10"; Nueva York, MoMA) |
Le voyage dans le Lune de Georges Méliès (1902) |
William Kentridge, 7 Fragments for Georges Mé liès (2003; 7 proyecciones de vídeo, blanco y negro, mudas; Rivoli, Castello di Rivoli) |
William Kentridge, Lectura de segunda mano (2013; Pekín, Centro de Arte Contemporáneo UCCA) |
William Kentridge, Johannesburg - Second greatest city after Paris (1989; película de 16 mm; Los Ángeles, The Broad) |
Unos años más tarde, Felix in Exile (1994) introduce un nuevo personaje. Una mujer africana, Nandi, inicia la animación dibujando el paisaje africano, todavía desolador, y mostrando los cadáveres de algunos heridos en el suelo. Félix, ya presente en obras anteriores, está en el exilio, y desde una cámara sigue la historia de Nandi. Ambos se encuentran a través del espejo, gracias a un telescopio que los pone en contacto, hasta que la mujer es golpeada y se disuelve como los demás cuerpos heridos. El agua invade entonces el espacio donde se encuentra Félix, en alusión al llanto y al dolor, pero también a la idea de un nuevo renacimiento. Kentridge plantea la cuestión de la memoria histórica del pasado colonial y la redefinición de una identidad nacional basada en el recuerdo y no en el borrado. En otro capítulo de esta serie, Historia de la queja principal (1996), se investiga la memoria y la conciencia de Soho Eckstein. Desde la cama de un hospital, el hombre comatoso transmite a través de sus pensamientos la violencia perpetrada contra los negros africanos y recibe al instante esas mismas heridas en su cuerpo. Soho despierta y vuelve al trabajo sin que el espectador pueda saber si la estancia en el hospital le ha llevado también a la redención moral. La obra se sitúa históricamente en los años de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, organismo creado en 1995 para reconstruir los crímenes del apartheid y conducir al país hacia la democracia.
La confrontación constante con la historia es también un elemento presente en Triunfos y lamentos (2016), el gran friso creado a orillas del río Tíber, en Roma. La obra está concebida como una especie de “grafiti en negativo” de carácter efímero, destinado a desaparecer con el tiempo. Kentridge no añade material, sino que, mediante el hidropintura, hace emerger de la niebla tóxica y la suciedad depositadas en el muro unas figuras monumentales. Trazan las glorias y las derrotas de la ciudad desde la antigüedad hasta la época contemporánea. En unos 500 metros, Kentridge invita idealmente a casi un centenar de personajes a un paseo a lo largo del río, proponiendo relecturas inéditas de la historia y poniendo al lado, entre otros, a Marco Aurelio, Mussolini, Rómulo y Remo, Pasolini, Miguel Ángel, Víctor Manuel, la Loba Capitolina y muchos otros que difícilmente habrían podido encontrarse debido a su cronología.
William Kentridge, Felix in exile (1994; película de 35 mm transferida a vídeo, color, sonido, duración 8’43"; Nueva York, MoMA) |
William Kentridge, History of the main complaint (1996; película de 35 mm transferida a vídeo, blanco y negro, sonido, duración 5’50"; Londres, Tate Modern) |
William Kentridge, Triunfos y lamentos (2016; Roma, Lungotevere) |
Del mismo modo, el propio Kentridge ha sido comparado con artistas ilustres como Alberto Durero y Rembrandt por Iwona Blazwick, directora de la Whitechapel Gallery, importante institución londinense donde el sudafricano expuso en 2016. A sus sesenta y seis años, el artista es reconocido oficialmente como uno de los maestros del arte contemporáneo, heredero del lenguaje gráfico expresionista de George Grosz , Otto Dix y Max Beckmann, pero también del espíritu dadaísta. Kentridge, con “una invención de alcance extraordinario”, como la define Renato Barilli en su estudio sobre el arte antesy después del 2000, anima sus creaciones al carboncillo y experimenta con un modo de expresión “rico en coeficientes artísticos en el sentido más pleno” (Renato Barilli, Prima e dopo il 2000. La ricerca artistica 1970-2005, Feltrinelli Editore, Milán, pp. 198-200). Con la colaboración de diversos profesionales (compositores, diseñadores de vestuario, técnicos de luz y sonido, intérpretes), el artista sudafricano da vida a un universo complejo, plenamente reconocible y a la vez imprevisible, todo por investigar en sus múltiples sugerencias.
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