El talento naturalista de Luciano Borzone en dos santos intensos


Luciano Borzone, pintor genovés del siglo XVII, interpreta el arte de Caravaggio en dos santos intensos

A quienes no estén muy familiarizados con la pintura genovesa del siglo XVII, el nombre de Luciano Borzone (1590 - 1645) quizá les diga poco o nada. Demasiadas circunstancias han jugado en contra de la fortuna de este artista, empezando por el hecho de que su producción se circunscribe a un ámbito puramente local, y que algunas de sus obras más admirables se ocultan a los ojos de la mayoría por pertenecer a colecciones privadas. Sin embargo, cuando se tiene la suerte de estar frente a uno de sus cuadros, la fuerza y laintensidad de su arte difícilmente dejan indiferentes a los observadores. Pocos artistas de la Liguria de la época mostraron una adhesión tan franca y poderosa al naturalismo en boga entonces. La primera exposición monográfica dedicada al artista (’Luciano Borzone. Pittore vivacissimo nella Genova di primo Seicento’), que se celebra en Génova, en el Palazzo Nicolosio Lomellino di Strada Nuova, hasta el 28 de febrero de 2016, tiene el mérito de haber dado a conocer al público algunas piezas importantes e ineludibles de este vivo naturalismo, ya que muchos de los cuadros expuestos proceden de colecciones privadas.

Es el caso de dos figuras de santos, un San Andrés y un San Pedro, fechables en la segunda mitad de la década de 1630: es decir, tras el regreso de Luciano Borzone de Roma, donde el pintor permaneció entre 1633 y 1635. En efecto, el artista estaba inscrito en la prestigiosa Accademia di San Luca y, según los estatutos vigentes en la época, para ser considerado académico de San Luca era necesario estar físicamente en Roma y haber realizado “obras laudables en público”: Por tanto, no sólo podemos establecer que Luciano Borzone debió de estar en la capital de los Estados Pontificios y que allí realizó una obra (que hoy no se puede rastrear), sino que también podemos plantear la hipótesis de que en esos dos años, el artista genovés había entrado en contacto directo conel arte de Caravaggio, dado el giro hacia el naturalismo que experimentó la pintura de Borzone a mediados de los años treinta. Cabe suponer que los dos lienzos fueron concebidos y ejecutados juntos, dadas sus dimensiones similares, y quizá también para el mismo mecenas, desconocido hasta hoy: el rastro más antiguo de que disponemos se remonta al 27 de diciembre de 1657, fecha del inventario de los cuadros de un patricio genovés, Giovanni Francesco Bonfiglio. El documento contiene dos notas que nos hablan de “un cuadro llamado S. Andrea Apostolo, de mano de Borsone. 60 liras” y “un cuadro llamado S. Pietro Apostolo, de mano de Borsone. 60 liras”. Las dos notas, que incluyen la referencia a los temas de los cuadros, el nombre del autor y la valoración económica, no bastan sin embargo para darnos la certeza de que los dos cuadros mencionados son efectivamente los que nos ocupan: la hipótesis es, no obstante, totalmente verosímil.



Luciano Borzone, San Andrés y San Pedro
Izquierda: Luciano Borzone, San Andrés (c. 1635; óleo sobre lienzo, 127 x 100 cm; colección particular). Derecha: Luciano Borzone, San Pedro (c. 1635; óleo sobre lienzo, 121 x 105 cm; Colección particular)

El pálido San Andrés está representado en actitud meditativa: su mano izquierda sostiene su cabeza, las arrugas de su ceño y su mirada pensativa sugieren toda la concentración del santo atento a sus reflexiones sobre el libro que tiene abierto ante sí. Con un extraordinario realismo, el santo sostiene el dedo índice de su mano derecha entre dos páginas para no errar el tiro. Reconocemos que se trata efectivamente de San Andrés porque a lo lejos, al fondo, se distingue la cruz decusada, es decir, la cruz con los brazos cruzados en diagonal, que caracteriza al santo hasta tal punto que también se conoce como la “cruz de San Andrés”. El santo está representado con el rostro y el cuerpo de una persona bien entrada en años: incluso las manos, arrugadas, fornidas y con la piel aquí y allá cubierta de algunas manchas, muestran los signos de la edad. El cuadro también nos muestra la técnica de Luciano Borzone en esta etapa de su carrera: una técnica que alterna pinceladas densas, rápidas e inacabadas para los volúmenes más grandes (obsérvese la túnica, pero también el libro: un empaste blanco surcado por velos grisáceos basta para sugerir la idea de personajes que corren por las hojas) con pinceladas precisas para ciertos detalles, por ejemplo para plasmar la expresión del santo, o los destellos de luz que perduran en los rizos de su barba y de su cabello.

Luciano Borzone, Sant'Andrea
San Andrés de Luciano Borzone

Encontramos las mismas características en San Pedro, un cuadro en el que el naturalismo de Luciano Borzone alcanza cotas de conmovedora intensidad. El momento representado por el pintor en la escena es el inmediatamente posterior a la negación, es decir, cuando el apóstol, inmediatamente después del arresto de Jesús, negaría tres veces haberlo conocido: Y Pedro recordó las palabras que Jesús le había dicho: "Antes de que cante el gallo, me negarás tres veces. Y saliendo al aire libre , lloró amargamente (Evangelio de Mateo, 26:75). Luciano Borzone representa un momento íntimo de arrepentimiento sincero: Pedro tiene la mirada tendida hacia el cielo, hacia el que dirige una expresión melancólica y sufriente, sus ojos están hinchados y brillantes, su boca está abierta para dejar escapar un débil lamento de tristeza y sufrimiento, y unas lágrimas surcan su rostro apesadumbrado. Su sentimiento es verdadero, sincero, profundamente intenso y humano: la pintura de Caravaggio había acercado a los santos a la realidad de las capas más bajas de la población, y la pintura de Luciano Borzone también participa de estas innovaciones, representando a los dos apóstoles como si fueran dos hombres, vivos y reales, atenazados por dudas reales, experimentando sentimientos naturales. Su divinidad se hace cada vez menos inmediata: incluso en el San Pedro de Borzone, como en las obras de Caravaggio y de los pintores que se referían a él, el principal símbolo de la sacralidad de su figura, laaureola, se reduce a una marca apenas reconocible, dejada con la punta del pincel por encima de la cabeza de la figura. La atención se centra por completo en los estados de ánimo: y sólo un pintor de gran habilidad y alta sensibilidad podría lograr dar a la expresión de un santo un patetismo tan dramático.

Luciano Borzone, San Pietro
San Pedro de Luciano Borzone

La figura de San Pedro es una de las que más se repiten en el arte de Luciano Borzone, y la exposición genovesa tuvo además el mérito de exponer, entre los cuadros de los dos santos, otra pintura procedente de una colección privada, que representa precisamente el momento de la negación, con una cercanía a la realidad de los humildes y un gusto narrativo que recuerda aún, y quizá de forma más inmediata, el arte de Caravaggio: referencias que, por otra parte, han sido señaladas por diversos historiadores del arte que se han ocupado del cuadro, cuya historia de atribución ha sido todo menos sencilla (sólo en 1969 Camillo Manzitti devolvió la obra al pintor genovés).

Luciano Borzone, Negación de San Pedro
Luciano Borzone, Negación de San Pedro (c. 1635; óleo sobre lienzo, 188 x 136 cm; Colección Zerbone)

El tema es tratado por Borzone como si se tratara de una escena de género. Pedro está a la izquierda, y en sus ojos ya podemos discernir su arrepentimiento: la mirada dirigida al cielo, los ojos brillantes, las manos entrelazadas, la boca abierta muestran notables similitudes con el cuadro en el que el apóstol aparece solo. La mujer que vemos a la izquierda es la portera del sanedrín: se la menciona en el Evangelio de Juan (18,16-18) como la primera persona que preguntó a Pedro si no era también uno de los discípulos de Jesús. Las otras dos figuras, en cambio, podemos suponer que son los guardias del sanedrín con los que, siempre según Juan, Pedro se quedaría, para calentarse, mientras Jesús era interrogado. En todas las figuras encontramos pasajes de intenso realismo. Ya hemos mencionado a Pedro, pero podríamos citar el gesto de la mujer que, llevándose las manos al pecho, parece casi mostrar su curiosidad, o el del guardia que está escribiendo, y el de aquella que, con el gesto de la mano, parece casi estar dictando algo a su compañero o, como señaló Camillo Manzitti, instruyéndole sobre cómo redactar el documento. El estilo alterna de nuevo entre volúmenes tratados de forma más tosca y detalles acabados con minucioso cuidado: la luz, en particular, incide en los rostros de los protagonistas, haciendo aún más evidentes sus estados de ánimo.

Es curioso constatar que Luciano Borzone gozó de una discreta fama en vida, y no sólo en Génova, debido también a que, además de los cuadros que realizó para mecenas privados, está documentada su ferviente actividad por encargos públicos. Es curioso porque el eco de esta fama se ha perdido casi por completo, llegando a nosotros apagado: y ya se ha mencionado al principio de este artículo lo que contribuyó a que el nombre de Luciano Borzone fuera olvidado por la mayoría de los amantes del arte. Sin embargo, en los últimos tiempos, la tendencia parece haberse invertido, y la exposición de Génova, que sigue a una importante monografía dedicada al pintor y escrita también por Anna Manzitti, parece ser un paso más en el camino que debería devolver al pintor la consideración que merece. Porque pocos pintores de la Génova del siglo XVII podían competir con Luciano Borzone en cuanto a estilo, apego a la realidad, intensidad y humanidad.

Luciano Borzone, Los tres cuadros comparados
Los tres cuadros de Luciano Borzone comparados en la exposición Luciano Borzone. Pittore vivacissimo nella Genova di primo Seicento (Génova, Palazzo Nicolosio Lomellino, 18 de diciembre de 2015 - 28 de febrero de 2016)


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