El pintor y el científico. La amistad entre Galileo Galilei y Cigoli


Una preciosa correspondencia recuerda la extraordinaria relación entre Galileo y Cigoli, entre uno de los científicos más importantes de la historia y uno de los artistas más significativos de su época.

A lo largo de la historia de la humanidad, la relación entre el arte y la ciencia ha sido siempre fructífera, compleja y polifacética, con raíces que se remontan a la Antigüedad y en continuo desarrollo a lo largo de los siglos. La relación entre estos dos campos del quehacer humano, aparentemente tan distantes, comparte un enfoque de observación y percepción orientado hacia la investigación y la experimentación continuas encaminadas a captar y comunicar nuevas verdades. Por estas razones, el vínculo entre artistas y científicos se repite constantemente a lo largo de la historia, con contaminaciones recíprocas: Pensemos, por ejemplo, en la amistad entre Piero della Francesca y el matemático Luca Pacioli, o entre Alberto Durero y el astrónomo Johannes Stabius, en Leonardo da Vinci, que combinó ambos intereses en una sola persona (y aunque quizá sea el más famoso, no fue el único), o incluso en la fascinación, aunque unilateral, del grupo surrealista por Sigmund Freud. Pero fue entre finales del siglo XVI y las primeras décadas del siglo siguiente cuando comenzó la fructífera colaboración entre el pintor Lodovico Cardi, conocido como "il Cigoli " (Cigoli, 1559 - Roma, 1613) y el científico Galileo Galilei (Pisa, 1564 - Arcetri, 1642). Arcetri, 1642), tan estrecha que se convirtió en una auténtica amistad, que ofreció algunos de los más altos logros en sus respectivos campos y un documento inestimable para profundizar en las biografías y la obra de estos importantes intelectuales.

Ambos compartían una pasión mutua por las dos disciplinas diferentes, y mientras Cigoli utilizó tempranamente el telescopio galileano, recogiendo el fruto de estas observaciones también en sus propias obras, y se comparó de buen grado con su amigoGalilei, en cambio, se deleitaba dibujando con provecho, y su discípulo y biógrafo Vincenzo Viviani escribió que el científico solía recordar a sus amigos “que si hubiera estado en su mano elegir una profesión a esa edad, habría elegido absolutamente la pintura”.



Justus Suttermans, Retrato de Galileo Galilei (1635; óleo sobre lienzo, 56 x 48 cm; Florencia, Galerías Uffizi, inv. 1890 nº 745)
Justus Suttermans, Retrato de Galileo Galilei (1635; óleo sobre lienzo, 56 x 48 cm; Florencia, Galerías Uffizi, inv. 1890 nº 745)
Ludovico Cardi conocido como Cigoli, Autorretrato (1606-1607; óleo sobre lienzo, 58 x 44 cm; Florencia, Galería de los Uffizi, inv. 1890 n.º 1729)
Ludovico Cardi conocido como Cigoli, Autorretrato (1606-1607; óleo sobre lienzo, 58 x 44 cm; Florencia, Galerías Uffizi, inv. 1890 n.º 1729)

A pesar de los siglos que nos separan de estos genios, y aunque parte del material se ha dispersado, incluido un retrato que Cigoli hizo de su amigo, aún hoy se conservan preciosas pruebas de esta relación, una rica correspondencia publicada independientemente por primera vez en 1959 en el texto Macchie solari e pittura: carteggio L. Cigoli - G. Galilei (1609-1613) editado por Anna Matteoli, y reeditado después en 2009 por Federico Tognoni. Se trata de una preciosa correspondencia que se desarrolló entre 1609 y 1613, compuesta por veintinueve cartas de Cigoli y sólo dos de Galilei, ya que otras debieron dispersarse con el tiempo o tal vez fueron destruidas por el sobrino del pintor, deseoso de deshacerse de las pruebas de una amistad considerada embarazosa tras la condena papal del astrónomo. Además, esta colección epistolar, ya de por sí fragmentaria, no agota un conocimiento entre ambos que seguramente se remonta a varios años atrás. En efecto, no sólo eran casi contemporáneos en edad -Galileo nació en 1564, mientras que el pintor era cinco años mayor-, sino que además sus lugares de nacimiento no estaban muy alejados, ya que el primero era de Pisa y el segundo de una pequeña aldea de San Miniato. Por estas razones e intereses comunes, se ha planteado la hipótesis de que ya se habían conocido durante sus años de formación en Florencia, en las clases del matemático granducal Ostilio Ricci.

Además, su amistad se vio reforzada por el hecho de compartir otras pasiones y las mismas opiniones sobre diversos temas, como su ilimitada admiración por Miguel Ángel, por la música y la Commedia de Dante, y por ese nuevo gusto por el naturalismo y la armonía en la pintura florentina promovido por Santi di Tito, Domenico Passignano y Jacopo da Empoli.

Además, los dos intelectuales se enfrentaron no pocas veces en las mismas batallas e intercambiaron apoyos; es famosa la carta que Galileo envió a Cigoli en 1612, aunque su autenticidad es cuestionada por algunos, y que también fue objeto de un famoso ensayo de Erwin Panofsky, publicado en Italia con el título Galileo critico delle arti. En esta misiva, el científico se explaya sobre la discusión de la comparación de las artes, inaugurada en la época moderna por Leonardo da Vinci, quizá para ayudar a su amigo en un reto al que el pintor debió de enfrentarse en las obras de la basílica papal de Santa Maria Maggiore, donde se encontró trabajando al mismo tiempo que escultores, entre ellos Pietro Bernini, mientras creaba un fresco para la cúpula paulina.

Ludovico Cardi conocido como Cigoli, Adoración de los pastores con Santa Catalina de Alejandría (1599; óleo sobre lienzo, 308,3 x 193,7 cm; Nueva York, Metropolitan Museum, inv. 1991.7)
Ludovico Cardi conocido como Cigoli, Adoración de los pastores con Santa Catalina de Alejandría (1599; óleo sobre lienzo, 308,3 x 193,7 cm; Nueva York, Metropolitan Museum, inv. 1991.7)
Ludovico Cardi conocido como Cigoli, Deposición desde la cruz (1600-1608; óleo sobre tabla, 321 x 206 cm; Florencia, Galería Palatina, Palacio Pitti)
Ludovico Cardi conocido como Cigoli, Deposición desde la cruz (1600-1608; óleo sobre tabla, 321 x 206 cm; Florencia, Galería Palatina, Palacio Pitti)

En su discurso, Galilei defiende resueltamente la superioridad de la pintura sobre la escultura, gracias a los “colores muy naturales de los que carece la escultura”, dotada en cambio por la naturaleza de claros y oscuros, que la pintura consigue también a través del arte y por ello preferible, ya que “cuanto más distantes están los medios con que se imita de las cosas que se han de imitar, más maravillosa es la imitación”; además, rechazando también el argumento de la eternidad de la escultura que “no vale nada, porque no es la escultura la que hace eterno al mármol, sino que el mármol hace eterna a la escultura, pero este privilegio no es más suyo que el de una piedra tosca”.

Cigoli también hizo lo contrario, ofreciendo siempre su apoyo moral al científico al que a menudo se oponían en sus teorías críticos y adversarios: “Escribe la verdad sin pasión y sin importarte adular ni ceder el campo a la fortuna, ni retrasar el curso por ellos, si bien somos piadosos como gansos. Ríete de ello, Sir Galileo [...]”, escribió en una carta de 1613, mientras que en otras se refería despectivamente a sus adversarios como “can botoli”, “uccellacci”, “satrapi romaneschi”, recordando cómo uno de ellos “se parecía a Pilatos [...] y que si tuviera que pintar la ignorancia, no retrataría a otro que a él”. Y cuando Galileo publicó Discorso intorno alle cose che stanno in su l’acqua, Cigoli comparó los descubrimientos de Galilei con las obras de Buonarroti: “Et mi credo che avvengha lo istesso come quando Michelagniolo cominciò ad architettare fuori dell’ordine degli altri fino ai suoi tempi, dove tutti unitamente [...] dicevano che Michelagniolo aveva rovinato la architettura con tante licenze fuori di Vitruvio” (Y creo que ocurrió lo mismo que cuando Michelagniolo empezó a hacer arquitectura fuera del orden de los demás hasta su época, donde todos juntos [...] decían que Michelagniolo había arruinado la arquitectura con tantas licencias fuera de Vitruvio) y le exhortó: “Però non si sbigottarsi; seguiti allegramente” (Pero no te desconciertes; sigue alegremente).

Las huellas de la amistad entre ambos perduran también en sus respectivas obras, influidas la una por la otra. En particular, es el pintor quien renueva en parte su iconografía en algunas obras importantes, por ejemplo insertando el cuerpo lunar en laAdoración de los pastores de 1599, hoy conservada en el Metropolitan Museum de Nueva York, y en el lienzo con el mismo tema pintado tres años más tarde para la iglesia de San Francesco de Pisa. En la Deposición de la Galleria Palatina de Florencia, pintada entre 1600 y 1608, Cigoli pintó el sol y la luna en los extremos de la cruz, probablemente estimulado por el debate sobre los cuerpos celestes, en el que Galilei tuvo un papel preponderante.

Ludovico Cardi conocido como Cigoli, Inmaculada Concepción (1610-1612; frescos; Roma, Santa Maria Maggiore)
Ludovico Cardi conocido como Cigoli, Inmaculada Concepción (1610-1612; frescos; Roma, Santa Maria Maggiore)
Galileo Galilei, Astronomía. Observaciones de las fases lunares, noviembre-diciembre de 1609 (1609; manuscrito autógrafo en papel, dibujos en acuarela sobre papel, 33 x 23 x 1,7 cm; Florencia, Biblioteca Nazionale Centrale, ms. Galileiano 48)
Galileo Galilei, Astronomía. Observaciones de las fases lunares, noviembre-diciembre de 1609 (1609; manuscrito autógrafo en papel, dibujos en acuarela sobre papel, 33 x 23 x 1,7 cm; Florencia, Biblioteca Nazionale Centrale, ms. Galileiano 48)

Aún más flagrante y conocida es la contribución de las teorías galileanas a uno de los encargos más importantes obtenidos por Lodovico Cigoli, a saber, el ya mencionado fresco para la cúpula de la extraordinaria capilla que el papa Pablo V estaba mandando construir en Santa Maria Maggiore de Roma. El encargo que obtuvo en 1610 y terminó dos años más tarde, se conoce hoy como la representación de laInmaculada Concepción entre Apóstoles y Santos, aunque existe cierta controversia sobre la iconografía. Cigoli tuvo que soportar considerables penalidades para su realización, que se describen ampliamente en las misivas entre ambos: “Io attendo a salire 150 scalini a Santa Maria Maggiore et a tirare a fine alleggramente, a questo caldo estiva che disfanno di altrui; et i i ivi, senza esalare vento né punto di motivo di aria, tra il caldo e l’umido che contende, me la passerò tutta questa state”. En esos andamios, Cigoli también tuvo ocasión de experimentar con el telescopio galileano, dibujando para su amigo las Observaciones de las fases lunares, en las que transcribe el ciclo lunar en veintiséis fases.

Además, basándose en las láminas contenidas en el Sidereus Nuncius, tratado publicado por Galileo en 1610, y que contiene muchos de sus descubrimientos, entre ellos el de la superficie lunar, ciertamente no tan pulida y prístina como se imaginaba en el pasado, sino plagada de cráteres y de una morfología dentada, Cigoli decidió crear una luna "galileana “ en la obra romana. De hecho, un amigo común, Federico Cesi, fundador de la Accademia dei Lincei, comentó la obra de Cigoli: ”Ha realizado divinamente la cúpula de la capilla de S. S.ta en S. Maria Maggiore, y como buen y leal amigo ha pintado, bajo la imagen de la Santísima Virgen, la Luna a la manera descubierta por V.S., con la división almenada y sus islotes".

De hecho, Cigoli acogió inmediatamente las investigaciones de Galilei e incluyó en su obra un tratado vivo sobre la ciencia. Y Galileo también se sirvió de su buen amigo, cuando junto con Cesi preparaba el tratado Istoria e dimostrazioni intorno alle macchie solari publicado por los Lincei, no sólo haciendo uso de aquellas veintiséis observaciones celestes tomadas desde los andamios de la cúpula, sino también cuando, avalados por el consentimiento del artista, recurrieron al grabador de Estrasburgo Matthias Greüter para realizar el aparato iconográfico del volumen. Con toda probabilidad, Cigoli también había proporcionado el diseño para el retrato de Galilei con la toga doctoral realizado para el antiporta del tratado.

Desgraciadamente, apenas un año después de la finalización de la obra en la basílica papal, Cigoli enfermó en 1613, y de poco sirvió la ayuda incluso de figuras prestigiosas como el cardenal Maffeo Barberini, que envió a su médico personal, Giulio Mancini, también conocido por haber escrito el ensayo Considerazioni sulla pittura. De hecho, en junio de ese año, Lodovico Cardi falleció. Y aunque no se conservan pruebas directas del dolor y la emoción que sin duda debieron embargar a Galilei al descubrir la muerte de su amigo, podemos hacernos una idea parcial de ello a partir de algunas de las cartas de corresponsales con el científico, como la de Federico Cesi: “Y para V.S. y para mí, que soy un común y verdadero amigo y un buen amigo, he sentido la mayor pena que puede decirse por la pérdida del Sr. Cigoli, ni conozco a nadie que no la sienta, tan conocida era su bondad, amabilidad y excelencia, y tan raramente se encuentran juntas estas cualidades, ni dejaré de, y por sus méritos y servicios y por sugerencia de V.S., mostrarme dispuesto a ayudarle y servirle, mostrarme dispuesto a beneficiar y servir a su casa y a sus nietos”; mientras que Luca Valerio habló del “acerbissimo dolore della nostra comune perdita del soavissimo amico S.r Cigoli, anzi comune perdita del secol nostro”.


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