El Parque-Museo Quinto Martini de Seano: la poesía de la sencillez


Fue en 1988 cuando se inauguró en Seano el Parque-Museo dedicado a Quinto Martini (Seano, 1908 - Florencia, 1990), importante escultor del siglo XX que quiso crear un espléndido parque con sus esculturas en su pueblo natal.

Cuando uno admira una escultura de Quinto Martini, a veces, a primera vista, puede sentirse abrumado por la tentación de considerar su arte como una especie de coda del verismo decimonónico, un arte fuertemente anclado en el dato naturalista, un arte de estricta mímesis, a lo sumo adaptado según el gusto dominante. Sin embargo, si se mira más de cerca, uno se da cuenta de que Quinto Martini es una figura bastante compleja: entre tanto, es un artista capaz de transfigurar la realidad en poesía de acentos delicados, elegíacos, ancestrales. No hay que olvidar tampoco que Martini es un toscano muy apegado a su tierra y que, según confesión propia, no tuvo otros maestros que la naturaleza y Ardengo Soffici. Tenía veinte años, Quinto Martini, cuando Vallecchi publicó Periplo dell’arte di Soffici en 1928: había conocido al pintor mayor un par de años antes, en Poggio a Caiano, a unos cientos de metros de su Seano, y evidentemente aquella lección marcaría gran parte de su producción futura.

Uno de los capítulos de Periplo dell ’arte está dedicado al binomio claridad y realismo: “el realismo”, escribió Soffici, “es el concepto de totalidad, según el cual materia y espíritu son inseparables en todo ente viviente, verdad y fantasía se completan mutuamente, y así el mundo exterior y el mundo interior, sujeto y objeto. [...] Desde los orígenes de las artes hasta hace pocos años, los artistas, desde los desconocidos habitantes de las cavernas hasta Degas, Renoir, Cézanne y Fattori, es decir, desde hace más de mil años, se han inspirado en la naturaleza para crear sus obras, cada uno en su estilo particular, con el acento característico de su propia alma”. Son palabras que Quinto Martini decidió hacer suyas, ya que se adaptan perfectamente a su arte, un arte de claridad cristalina y cotidiana que recorre siglos de historia del arte, enraizado en la estatuaria etrusca tan magistralmente interpretada, para llegar a un presente en el que la presencia monumental se reserva a la humanidad cotidiana y con el que el artista celebra la vida de los más humildes, sus afectos, sus costumbres.



Corría el año 1988 cuando se inauguró en Seano el Parque-Museo "Quinto Martini“, nacido de una iniciativa del entonces alcalde de Carmignano, Antonio Cirri, y de una idea del artista: el primer ciudadano había pedido a Martini una obra para colocar en la plaza del pueblo, la Piazza IV Novembre. Entonces, ¿por qué no ampliar la intención inicial y abrir un parque donde se pudieran exponer un gran número de esculturas de bronce? Esta fue la contrapropuesta de Quinto Martini, aceptada de buen grado y con entusiasmo por el municipio: al final, treinta y seis obras, fundidas a partir de esculturas creadas entre 1931 y 1988, fueron donadas por Martini al municipio y acabaron instalándose en los treinta y dos mil metros cuadrados del gran parque que ahora lleva el nombre del escultor y pintor, uno de los más grandes de Europa dedicados a la obra de un solo artista. La donación estaba vinculada a tres condiciones: la inclusión de las obras en un ”espacio circunstancial“, una ubicación ”connatural al lugar“ y la posibilidad de que la presencia de las obras se hiciera ”en beneficio de todos". Para realizar la idea del gran jardín, que se habría levantado en el lugar de unos campos baldíos que ya nadie utilizaba, se recurrió a uno de los mejores arquitectos toscanos de la época, Ettore Chelazzi, quien, junto con Quinto Martini, imaginó la forma que debía darse al parque: tres caminos arbolados, en los que abundan encinas, álamos, cipreses y otras esencias típicas de la zona, conducen a una vasta plaza central, a la que se llega siempre acompañado por la presencia suave y delicada de las obras, que nunca abandonan al visitante en su deambular entre el follaje.

El Parque-Museo Quinto Martini de Seano
El Parque-Museo Quinto Martini de Seano


El Parque-Museo Quinto Martini de Seano
El Parque-Museo Quinto Martini de Seano


El Parque-Museo Quinto Martini de Seano
Parque-Museo Quinto Martini en Seano


El Parque-Museo Quinto Martini de Seano
Parque-Museo Quinto Martini en Seano


El Parque-Museo Quinto Martini de Seano
Parque-Museo Quinto Martini en Seano

La integración de la escultura y el espacio es el alma que da vida a este lugar mágico, lírico, lleno de poesía, una poesía de la sencillez: el parque es en sí mismo un emblema del bien común, del compartir, un templo del recreo pero también un sitio donde detenerse a reflexionar, a razonar. Es la partitura sobre la que tomará forma el relato de la tierra de Toscana. Las colinas que lo rodean son “lugares de trabajo y de cultura”, según la fórmula utilizada por el propio artista. Marcan el ritmo de la narración. Las esculturas son los versos de este largo poema dedicado a la vida sencilla de los habitantes de las zonas rurales de la Toscana. “Mis esculturas”, declaró Martini en una entrevista concedida a La Nazione en 1988 y reproducida en el catálogo del Parque-Museo comisariado por Marco Fagioli y Lucia Minunno, “quieren ante todo expresar la sencilla vitalidad de esta tierra. No, por tanto, la delimitación de un museo, sino una inserción adecuada en esa naturaleza de la que fueron tomadas y donde cada cual puede tener sus horas de libertad. Cada una de estas estatuas responde dentro de mí con un sonido diferente: diferente por el recuerdo de una situación particular, de un estado de ánimo particular, de una edad diferente. Cuando vengo aquí, cada una me habla con su propia voz, que es entonces mi propia voz de aquella época. Cada una de ellas es hija de una época mía diferente, que a distancia ya ni siquiera puedo enfocar con precisión, quizá porque nunca le he dado importancia a registrar el tiempo o lo que ocurría a mi alrededor”.

En esa misma entrevista, el artista afirmaba que las obras deben permanecer siempre en el lugar donde se crean. Y fue con esta idea en mente con la que Martini marcó la diferencia entre un parque y un museo: la escultura, al colocarse en una superficie abierta, activa un intercambio directo con el paisaje circundante que interactúa con ella (basta pensar en las condiciones de luz del parque, que puede presentarnos la misma escultura en cientos de apariencias diferentes). La escultura se convierte en una presencia en el territorio, que evoca su historia, un signo de identificación y un sentimiento de pertenencia, un símbolo de equilibrio, un instrumento de conocimiento renovado, una lente a través de la cual leer las peculiaridades de la tierra que la acoge, una cinta que vincula simultáneamente a la comunidad, su cultura y su espacio, estableciendo una relación profundamente dialéctica, un objeto que responde a una función social. El conjunto de obras del parque compone un itinerario simbólico que se desarrolla en etapas evocadoras, capaces de conducir al visitante a través de un viaje a una dimensión desaparecida, a través de la historia, a los recuerdos de una realidad rural que la sociedad productiva actual casi ha borrado. Pero no es con aires de nostalgia como se emprende este itinerario, no hay rastro de melancolía: Martini casi parece querer recordarnos que, por mucho que cambien las épocas y se modifiquen las realidades, el ser humano siempre tiene una responsabilidad ineludible con su historia y con el entorno que le permite vivir.

Quinto Martini, Martinaccio (1981; bronce, 70 x 160 x 50 cm; Seano, Parco-Museo Quinto Martini)
Quinto Martini, Martinaccio (1981; bronce, 70 x 160 x 50 cm; Seano, Parco-Museo Quinto Martini)


Quinto Martini, Caza del jabalí (años 80; bronce, 93 x 150 x 46 cm; Seano, Parco-Museo Quinto Martini)
Quinto Martini, Caza del jabalí (década de 1980; bronce, 93 x 150 x 46 cm; Seano, Parco-Museo Quinto Martini)


Quinto Martini, Paperi in amore (1981; bronce, 94 x 105 x 45 cm; Seano, Parco-Museo Quinto Martini)
Quinto Martini, Patos enamor ados (1981; bronce, 94 x 105 x 45 cm; Seano, Parco-Museo Quinto Martini)


Quinto Martini, Serpi in amore (segunda mitad de los años 50; bronce, 120 x 50 x 104 cm; Seano, Parco-Museo Quinto Martini)
Quinto Martini, Serpi in amore (segunda mitad de los años cincuenta; bronce, 120 x 50 x 104 cm; Seano, Parco-Museo Quinto Martini)


Quinto Martini, A mi madre (finales de los años 50; bronce, 195 x 61 x 44 cm; Seano, Parco-Museo Quinto Martini)
Quinto Martini, A mi madre (finales de los años 50; bronce, 195 x 61 x 44 cm; Seano, Parco-Museo Quinto Martini)


Quinto Martini, Torso de jugador de bolos (1931; bronce, 57 x 44,5 x 104 cm; Seano, Parco-Museo Quinto Martini)
Quinto Martini, Torso de jugador de bolos (1931; bronce, 57 x 44,5 x 104 cm; Seano, Parco-Museo Quinto Martini)


Quinto Martini, Niña dormida de Seano (1933; bronce, 80 x 53 x 77 cm; Seano, Parco-Museo Quinto Martini)
Quinto Martini, Niña Seano dormida (1933; bronce, 80 x 53 x 77 cm; Seano, Parco-Museo Quinto Martini)


Quinto Martini, Cazador (años 80; bronce, 230 x 105 x 78 cm; Seano, Parco-Museo Quinto Martini)
Quinto Martini, Cazador (década de 1980; bronce, 230 x 105 x 78 cm; Seano, Parco-Museo Quinto Martini)


Quinto Martini, Muchacha tomando el ganso (1972-1978; bronce, 75 x 37 x 148 cm; Seano, Parco-Museo Quinto Martini)
Quinto Martini, Muchacha cogiendo el ganso (1972-1978; bronce, 75 x 37 x 148 cm; Seano, Parco-Museo Quinto Martini)


Quinto Martini, Primavera (1965; bronce, 190 x 61 x 56 cm; Seano, Parco-Museo Quinto Martini)
Quinto Martini, Primavera (1965; bronce, 190 x 61 x 56 cm; Seano, Parco-Museo Quinto Martini)

Hay cuatro entradas posibles al parque. Se entra por la entrada noreste, donde una doble hilera de encinas conduce a la primera plaza, a lo largo de la cual se encuentran algunos ejemplos de la escultura animalista que Quinto Martini practicó a menudo desde los años sesenta hasta el final de su carrera, “de manera naturalista”, escribe Marco Fagoli, “pero con un margen de estilización siempre orientado en un sentido atractivo, revelando así la viva simpatía del artista por el mundo animal”: Acompañan al visitante al principio del recorrido un Martinaccio, o caracol grande (“martinaccio” es el nombre con el que los habitantes de Seano llaman al animal en su lengua vernácula), una Caccia al cinghiale (Caza al jabalí ) con un perro que se abalanza sobre el asustado cerdo para morderlo (en un formidable ensayo de escultura en movimiento), y luego una pareja de Paperi in amore (Patos enamorados). Los animales (más adelante, hacia el final de la exposición, también encontraremos un gallo y dos elegantes Serpientes enamoradas) son un tema que el artista trataba con especial interés, ya que, en el colorido y multiforme mundo de la naturaleza, son los seres más cercanos y similares al hombre, y al mismo tiempo expresan esos valores de sencillez y espontaneidad que tanto apreciaba Quinto Martini. Entre las esculturas de animales se encuentra un homenaje maternal(A mi madre), traducido en la imagen cotidiana de una madre que va de compras con su bebé en brazos.

Atravesar la segunda plaza, la mayor de las dos que forman el parque, un gran óvalo pavimentado, es como sumergirse en un pedazo de la vida del pueblo: Hay un Torso de jugador de bolos que es uno de los resultados más evidentes de la cultura anticuaria de un Quinto Martini fascinado por las antigüedades etruscas (algo parecido puede decirse de la Niña seanesa dormida, retrato divertido de un plebeyo adormilado); un Cazador se alza ante nosotros, con los brazos en alto, exhibiendo su presa inerte; hay una Niña cogiendo un ganso, aunque el título no hace justicia a la tozudez del ave que escapa de la joven que corre tras ella descalza, hay una Primavera que sostiene un ramo de rosas, hay una Pobre mendiga obligada a caminar con una caja de cartón en la cabeza, sorprendida en el acto de extender la mano para pedir caridad a los transeúntes, en la pieza más conmovedora de todo el parque. Es entre estas esculturas donde se capta plenamente la poesía de Quinto Martini: la plaza cobra vida con las figuras de sus habitantes, y nunca se tiene la sensación de soledad que a veces se siente en un museo, porque las esculturas se convierten en presencias vivas, que relatan una vida ordinaria y humilde, marcada por los ritmos lentos y suaves del campo. Presencias vivas que evocan quizás rostros que Quinto Martini conoció realmente y en los que los visitantes de hoy quizás se reflejan: para el artista, al fin y al cabo, la identificación entre estatua y sujeto debía ser total. “El público”, escribía en 1953 en una carta al Nuovo Corriere, “siempre se ha acercado a aquellas formas de arte en las que se reconoce, es decir, a aquellas expresiones de la vida en las que participa”. Es imposible no encontrar, entre los árboles del parque, un motivo para no reconocerse.

Puede tratarse simplemente de una muestra de afecto, como en Las amigas, dos muchachas desnudas que se abrazan y acarician con un gesto inocente de una sutileza grácil, casta e ingenua, y la desnudez se convierte en una condición que realza la pureza de su sentimiento. O como en la tierna Paternidad, con el padre mirando a los ojos del hijo que tiene en brazos. O un recuerdo, tal vez evocado por una de las muchas figuras femeninas que abundan en la producción de Quinto Martini y que llenan el parque de una venustancia clásica y armoniosa: véase la inmediatez deAlcea, una de las pocas esculturas fechadas (data de 1945), aunque no sabemos por qué el escultor quiso darle ese nombre. O la pose desaliñada y procaz de la Bañista, ejemplo admirable del virtuosismo al que podría haber llegado el modelado de Quinto Martini, y donde se adivinan fácilmente ecos de un Aristide Maillol. O la música que parece salir de El guitarrista, muy deudora de la pintura de Picasso.

Y, por último, hay un grupo de esculturas con un aura casi mística, metafísica, que remiten a otra dimensión suspendida. Sucede en unaEspera casi dechiricana, donde se vislumbra una mujer entre las alas de una puerta: es “uno de los ejemplos más bellos de la escultura italiana de aquellos años”, escribió Marco Fagioli. Y sucede en las esculturas que interpretan los elementos de la atmósfera, la lluvia en particular, que tanto gustaban a Quinto Martini, hasta el punto de centrar en este tema una de sus exposiciones en el Palacio Strozzi. Sus Figuras en la niebla, una madre que coge de la mano a un niño difícil de ver a causa de la niebla que los envuelve a ambos, se cuentan entre los resultados más informales de su arte, pero esta concesión no pierde de vista la brújula que dirige el arte de Quinto Martini, y si acaso se convierte en un medio para experimentar nuevas posibilidades. La cúspide se alcanza quizás con Pioggia (Lluvia), un bajorrelieve de líneas oblicuas (una intuición que se le ocurrió al artista en 1964: la obra fue creada tres años más tarde) donde, en medio de los densos aguaceros que atraviesan la superficie del bronce, se vislumbra la silueta de una figura que intenta refugiarse. Se trata de un Quinto Martini que no descuida la búsqueda del efecto óptico, que elabora nuevas soluciones para implicar aún más al observador, y que intenta aquí sugerir no sólo un acontecimiento, sino también un estado de ánimo, remitiéndose a la tradición de finales del siglo XIX. “Siempre me ha gustado la lluvia”, dijo en una entrevista en 1988, “me gusta oírla golpear el cristal porque nací, como siempre me han dicho, durante una fuerte tormenta”.

Quinto Martini, Mendigo (1981; bronce, 185 x 51 x 58 cm; Seano, Parco-Museo Quinto Martini)
Quinto Martini, Mendigo (1981; bronce, 185 x 51 x 58 cm; Seano, Parco-Museo Quinto Martini)


Quinto Martini, Los amigos (1972-1978; bronce, 145 x 33 x 44 cm; Seano, Parco-Museo Quinto Martini)
Quinto Martini, Los amigos (1972-1978; bronce, 145 x 33 x 44 cm; Seano, Parco-Museo Quinto Martini)


Quinto Martini, Paternidad (primera mitad de los años sesenta; bronce, 187 x 61 x 50 cm; Seano, Parco-Museo Quinto Martini)
Quinto Martini, Paternidad (primera mitad de los años sesenta; bronce, 187 x 61 x 50 cm; Seano, Parco-Museo Quinto Martini)


Quinto Martini, Alcea (1942; bronce, 72 x 37 x 130 cm; Seano, Parco-Museo Quinto Martini)
Quinto Martini, Alcea (1942; bronce, 72 x 37 x 130 cm; Seano, Parco-Museo Quinto Martini)


Quinto Martini, Bañista (primera mitad de los años 40; bronce, 71 x 96 x 132 cm; Seano, Parco-Museo Quinto Martini)
Quinto Martini, Bañista (primera mitad de los años 40; bronce, 71 x 96 x 132 cm; Seano, Parco-Museo Quinto Martini)


Quinto Martini, Guitarrista (1946; bronce, 89 x 90 cm; Seano, Parco-Museo Quinto Martini)
Quinto Martini, Guitarrista (1946; bronce, 89 x 90 cm; Seano, Parco-Museo Quinto Martini)


Quinto Martini, Esperando (1981; bronce; Seano, Parco-Museo Quinto Martini)
Quinto Martini, Esperando (1981; bronce; Seano, Parco-Museo Quinto Martini)


Quinto Martini, Figuras en la niebla (años 80; bronce, 178 x 79 x 43 cm; Seano, Parque-Museo Quinto Martini)
Quinto Martini, Figuras en la niebla (década de 1980; bronce, 178 x 79 x 43 cm; Seano, Parco-Museo Quinto Martini)


Quinto Martini, Lluvia (1967; bronce, 155 x 99 cm; Seano, Parco-Museo Quinto Martini)
Quinto Martini, Lluvia (1967; bronce, 155 x 99 cm; Seano, Parco-Museo Quinto Martini)

Para Quinto Martini, el arte también significaba compromiso civil (“un artista que tiene un compromiso consigo mismo”, escribió, “tiene un compromiso con la sociedad”): quizá por eso también se preocupó, a través de sus dibujos, pinturas y esculturas, de componer y modelar obras humildes, desprovistas de toda retórica, sencillas pero capaces de rehuir la banalidad, de tacharla como el peor de los errores que entorpecen el camino de un artista. Y es relevante que para Quinto Martini el compromiso civil del arte no se resolviera en un arte de la historia, ni en un arte de sutilezas filosóficas, ni mucho menos en un arte político, más aún en los años en que el papel político del arte estaba en el centro del debate cultural. El arte de Quinto Martini es completamente insensible a la contingencia, y es detrás de este elemento donde reside el compromiso del artista.

Sin embargo, paseando por el parque, uno ni siquiera tiene la impresión de un hombre alejado de su tiempo, que ha decidido aislarse en su campo y atrincherarse tras la apariencia de tímida modestia que transmiten sus obras. Al contrario: es un artista perfectamente insertado en su entorno, es un hombre consciente de los problemas de su tiempo, es un intelectual que conoce el alcance de las vanguardias. Pero en su arte, el presente adquiere las dimensiones absolutas de la poesía, rozando sus cimas. Y así, quizá nos guste imaginar a Quinto Martini tras una ventana en un día de lluvia, esa lluvia que tanto le gustaba, observando su campo, reflexionando sobre la poesía verbovisual que seguramente conocía e intentando declinarla a su manera, en sus hojas alternando versos y dibujos, para componer letras inspiradas en los días de su tierra, en el tiempo, en la vida: “Me gusta la lluvia / la niebla / el viento el día / la noche / el frío y la escarcha / en invierno / el calor abrasador / en agosto / el silencio de la nieve / las vacas flacas y gordas / quién nace quién muere / me alegra la primavera / amo el otoño / el fin de año / el año que nace / flores y espinas / en el camino / todo me hace más vivo / la vida que pasa / caminar no cansa / ni números ni fechas / en mi mente / todo visual / los días mueren / las imágenes quedan / para recordarme los recuerdos / caminar no cansa”.


Advertencia: la traducción al español del artículo original en italiano se ha realizado mediante herramientas automáticas. Nos comprometemos a revisar todos los artículos, pero no garantizamos la ausencia total de imprecisiones en la traducción debidas al programa. Puede encontrar el original haciendo clic en el botón ITA. Si encuentra algún error, por favor contáctenos.