La noticia es tan sorprendente e inquietante que, una semana después del anuncio (que tuvo lugar el 11 de junio en una conferencia internacional en Venecia), el mundo de los historiadores y de los historiadores del arte sigue manteniendo los comentarios al mínimo. La estatua del león de San Marcos que se alza sobre la muy fotografiada columna de la plaza de San Marcos de Venecia desde el siglo XIII (al menos) es un refrito de una estatua china, muy probablemente un zhènm&u grave;shòu (镇墓兽, “guardián de las tumbas”), una criatura monstruosa fundida en la época Tang (609-907 d.C.).
Aclaremos a los lectores: no se trata de una de esas muchas hipótesis sensacionales, anunciadas en convenciones o congresos, que rebotan en los periódicos de todo el mundo por su fascinación, sino de una evidencia carente de fundamentos sólidos. Se trata de un estudio científico, realizado por un equipo de especialistas en geología, química, arqueología e historia del arte de la Universidad de Padua y de la Asociación Internacional de Estudios Mediterráneos y Orientales - Ismeo, en sinergia con colegas de la Universidad Ca’ Foscari de Venecia, que serán examinados por otros científicos independientes, según el sistema habitual de revisión por pares, con vistas a su publicación en una revista científica internacional (los autores han elegido Antiquity). Salvo error clamoroso (aún inverosímil) del equipo, estamos ante un descubrimiento científico que cambiará para siempre la historia de la estatua.
En resumen, los estudiosos demostraron el origen chino de la estatua mediante análisis químicos de isótopos de plomo. Se trataba de tres muestras que nunca habían sido analizadas, tomadas cuando, en 1990, el león fue descolgado de la columna y llevado al Museo Británico para su restauración (y una exposición). Al poder observar la estatua de cerca, se produjo un amplio debate sobre su procedencia y origen, una estatua que estuvo aislada en Europa y más allá: se supuso que era un poco de todo, sasánida, asiria, helenística, india e incluso china. Pero luego prevaleció -basándose en elementos estilísticos e iconográficos- la hipótesis, apoyada con buenos argumentos por Bianca Maria Scafì, del origen anatolio (siglo IV a.C.). El león habría sido originalmente una de las figuras de apoyo del dios Sandón/Sandas, honrado en la ciudad de Tarso, sostenido por leones cornudos: al león alado de la Piazzetta San Marco se le cortaron los cuernos.
En los últimos treinta y cinco años, los archivos de datos químicos de isótopos de plomo se han ampliado enormemente, explica Massimo Vidale, arqueólogo de la Universidad de Padua y promotor del estudio, por lo que pareció oportuno intentar ver en qué correspondía la firma isotópica del plomo de las tres muestras, dos tomadas del cuerpo central de la estatua, la parte más antigua, y una de las alas, refundida en el siglo XIX. Y vimos que coincidían perfectamente con estas minas de la cuenca tectónica inferior del río Yang-tze, en el sur de China", explica Vidale, admitiendo que ni siquiera ellos esperaban un resultado tan claro. Por tanto, las alas también se refundieron utilizando, con toda probabilidad, material procedente de las alas anteriores, también de China.
A la vista de los resultados isotópicos, los estudiosos buscaron comparaciones estilísticas e iconográficas, y las encontraron en las estatuas del periodo Tang -cuyo parecido ya se había constatado en los años noventa- y, en particular, en los zhènmùshòu, esas criaturas monstruosas que se colocaban ante las tumbas de las élites chinas, con rasgos de león o dragón, u otros rasgos animales y humanos. En resumen, la hipótesis que ha surgido es que en un periodo que va de 1172 (cuando se erigió la columna) a 1295 (cuando, según certifica un documento, el león ya estaba allí) el Estado veneciano decidió utilizar una estatua de un zhènmùshòu, de trescientos o cuatrocientos años de antigüedad, que por alguna razón estaba disponible, y transformarla, con alteraciones, en el símbolo del evangelista. Además de convertirlo en un símbolo estatal, perfectamente funcional, ya que sigue ahí después de más de setecientos años.
Los autores del estudio no creen que hubiera errores en los estudios anteriores: simplemente, el avance de los archivos y de las metodologías químicas ha permitido estos nuevos análisis que han aportado datos ya incontrovertibles. “Las determinaciones estilísticas son notoriamente subjetivas, siempre. El problema de esa imagen es que está aislada, en Europa pero también en China”, explica el profesor Vidale. Los zhènmùshòu y las grandes estatuas de bronce, de hecho, fueron todos refundidos y destruidos en China en los siglos siguientes, durante secuencias de persecuciones y anulaciones de diversos emperadores contra los cultos budista y taoísta. Habría sido imposible encontrar comparaciones cercanas, por lo que paradójicamente este descubrimiento también es relevante para la historia del arte chino.
Hoy, sin embargo, debemos tomar nota: en el siglo XIII , Venecia hizo de una figura china el símbolo de “su” evangelista (cuyo cuerpo había sido robado en Alejandría en el siglo IX) y de su Estado. ¿Cómo llegó allí esa estatua? Es plausible, como admiten incluso los autores del estudio, que llegara con Nicolò y Maffeo Polo, padre y tío del más famoso Marco, que habían estado en China entre 1264 y 1266. Pero dado que se trata de una estatua del siglo VIII-IX, es igualmente verosímil que ya llevara décadas en la ciudad lagunar.
Conocemos el contexto histórico: entre 1260 y 1270, Venecia, tras la pérdida de Constantinopla, se encerró en sí misma e hizo del león alado un símbolo político y estatal, más que religioso. Sin embargo, esto no explica por sí solo la elección de la obra china, con una iconografía anómala en comparación con la que prevalecía incluso en aquella época (el evangelio se colocó bajo las patas en un periodo posterior). Por otra parte, no sabemos prácticamente nada de por qué se eligió esa estatua, ni hasta qué punto los venecianos eran conscientes de su lejano origen: no existen documentos escritos, hasta la fecha, que recuerden la historia. Por lo tanto, ni siquiera sabemos qué impacto pudo tener en la historia y en la historia del arte de la época. Lo que es seguro, sin embargo, es que el origen se olvidó más o menos pronto. Hasta hoy. Una historia que, después de treinta y cinco años, reabrirá el debate sobre una de las estatuas más extrañas de Europa, una historia que, por una vez sin exagerar, está por ahora literalmente envuelta en el misterio.
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