Quien visita la Catedral de Lucca, o mejor dicho, la Catedral de San Martino, el edificio de culto más importante de la ciudad, extraordinario monumento románico-gótico repleto de obras de arte fundamentales (sobre todo, el conmovedor monumento funerario de Ilaria del Carretto, obra maestra de Jacopo della Quercia), no puede dejar de advertir la presencia de un laberinto grabado en el pilar del tercer arco de la fachada, a la derecha.
Se trata de un símbolo que ha atravesado siglos de historia y sigue intrigando a los visitantes, ofreciendo un testimonio único de las tradiciones espirituales y artísticas medievales. No es sólo un elemento decorativo o arquitectónico, sino un símbolo rico en significado que se entrelaza con la historia religiosa y cultural de Lucca. En realidad, no sabemos mucho acerca de este laberinto, pero para comprender plenamente el valor del grabado, es necesario explorar su ubicación, su significado, así como su contexto: no es raro encontrar representaciones de laberintos en el contexto de las iglesias medievales, y el laberinto grabado en la fachada de la Catedral de Lucca no es una excepción.
Cuando uno llega cerca del portal de la catedral, es difícil no fijarse en el laberinto, dada su posición central, fácilmente perceptible por los fieles y visitantes que se acercan a la iglesia (está esculpido, como se ha dicho, en un pilar de la columna situada bajo el arco sobre una de las puertas laterales de la catedral), y también dadas sus dimensiones que son todo menos pequeñas (el laberinto mide más de un metro de alto y de ancho). Su forma geométrica se despliega en una serie de curvas cerradas que se entrelazan para formar un camino laberíntico, un camino que parece invitar a la reflexión sobre el viaje espiritual del hombre. Aunque el laberinto está ahora parcialmente desgastado por el paso del tiempo, su legibilidad sigue siendo plena y, sobre todo, su fascinación permanece intacta: su figura sigue siendo estudiada por los historiadores del arte por sus significados e implicaciones históricas.
La elección del emplazamiento del laberinto es simbólica: colocado junto a una de las puertas principales de la catedral, parece actuar como un portal hacia una profunda reflexión sobre el viaje del alma humana hacia la redención: este es el significado que hay que atribuir a los laberintos que encontramos representados en las iglesias medievales. El más famoso, similar al de la catedral de Lucca, es probablemente el que se encuentra en el suelo de la catedral de Chartres, en Francia, mientras que más cerca de Lucca está el laberinto de Pontremoli, en la iglesia de San Pietro. Este símbolo, por tanto, invita a los fieles y peregrinos (no hay que olvidar que Lucca estaba situada a lo largo de las rutas de peregrinación que llevaban del norte de Europa a Roma, a lo largo de esas rutas a las que hoy nos referimos con la expresión “vía Francigena”) a reflexionar antes de emprender el viaje espiritual que les espera en el interior de la iglesia. Y es precisamente esta relación entre la estructura arquitectónica y el simbolismo del laberinto uno de los aspectos que contribuyen a dar encanto a la Catedral de Lucca.
El laberinto de la catedral de Lucca está acompañado de unainscripción en latín que cita directamente el famoso mito griego de Dédalo y Teseo. El texto reza: “Hic quem / Creticus / edit Deda/lus est / Laberint/hus deq/o nullu/s vader/e quivit / qui fuit / intus / ni These/us grat/is Adrian/e stami/ne iutus”. Se trata, pues, de una referencia al laberinto construido por Dédalo en Creta, del que nadie consiguió escapar, excepto Teseo, gracias a la ayuda de Ariadna, que le proporcionó un hilo para orientarse y encontrar la salida (la frase, traducida, suena así: “Este es el laberinto construido por Dédalo el cretense, del que nadie que entró en él consiguió escapar excepto Teseo ayudado por el hilo de Ariadna”). Este mito es uno de los más conocidos de la mitología griega y ha inspirado no sólo obras literarias, sino también diversas representaciones artísticas y religiosas a lo largo de los siglos.
La inclusión de esta leyenda en el contexto de un edificio cristiano como la catedral de Lucca no es casual. El laberinto de Lucca adquiere así una función simbólica, representando la vida del hombre como un camino tortuoso, intrincado y a menudo difícil, pero que puede superarse gracias a la fe y a la guía espiritual. Teseo, el protagonista que consigue escapar del laberinto, se convierte en la metáfora del creyente que, ayudado por la fe (representada por el hilo de Ariadna), logra superar las dificultades de la vida terrenal para alcanzar la salvación. En la actualidad, el centro del laberinto está muy desgastado, pero se ha planteado la hipótesis de que en la antigüedad podría incluso haber contenido las figuras de Teseo y el minotauro, circunstancia que demostraría aún más la derivación del laberinto lucchese de los de época romana, como el laberinto de Cremona , en cuyo centro se representa el episodio de la muerte del minotauro por Teseo.
El laberinto como símbolo religioso, como ya se ha dicho, no es exclusivo de la catedral de Lucca, sino que se encuentra en numerosos edificios religiosos de toda Europa, sobre todo en las catedrales medievales. Su presencia en estas iglesias solía estar vinculada a la metáfora del viaje espiritual de los fieles. El laberinto no sólo representaba el intrincado camino de la vida, sino también el viaje de purificación que cada alma debía afrontar para alcanzar la salvación. De hecho, se animaba a los peregrinos a recorrer el laberinto como si estuvieran en camino hacia Dios, afrontando las dificultades y obstáculos que ofrece la vida, pero con la esperanza de encontrar finalmente la paz eterna.
En el caso de la catedral de Lucca, el laberinto (que es monocursal, es decir, que sólo hay un recorrido obligatorio para llegar al centro) puede interpretarse como una preparación para los peregrinos que llegaban allí a través de la Vía Francígena. Al recorrer el laberinto, los peregrinos podían completar simbólicamente su viaje interior, reflexionando sobre su espiritualidad y las dificultades que encontrarían a lo largo del camino físico y espiritual. El laberinto, con sus curvas estrechas y rincones oscuros, simboliza el camino oscuro y tortuoso del alma humana, que, sin embargo, encuentra la salida a través de la fe, representada por el hilo de Ariadna que guía a Teseo. Este símbolo de redención y esperanza era especialmente pertinente en una época en la que la fe cristiana se consideraba el único camino para superar las dificultades del mundo terrenal.
También hay que tener en cuenta la forma del laberinto: un círculo inscrito en un cuadrado, subdividido en cuatro cuadrantes, en cada uno de los cuales se dan once vueltas al laberinto. El número once se sitúa entre el diez (los Mandamientos) y el doce (los apóstoles), y por su colocación en medio entre dos números positivos podría leerse como una alusión al pecado (hay otros laberintos en el arte medieval que tienen once circunvoluciones): ese pecado del que el alma debe liberarse para alcanzar el centro del laberinto, es decir, Dios. Por eso el laberinto es monocursal: porque sólo hay un camino para llegar a Dios.
Hoy en día, el laberinto de la catedral de Lucca puede haber perdido su significado místico original, pero sigue despertando gran interés por su profundo significado simbólico. Muchos estudiosos han intentado descifrar las razones exactas de su ubicación, pero el misterio que rodea a este elemento de la catedral sigue siendo parte de su encanto.
En cualquier caso, el laberinto de la catedral de Lucca sigue siendo un poderoso símbolo de espiritualidad y fe. Hoy en día, muchos visitantes lo contemplan con una curiosidad que trasciende su mera función decorativa, reflexionando sobre su significado como parte de un viaje espiritual que invita a cada individuo a afrontar las dificultades de la vida y a buscar la salvación a través de la fe. Su presencia en la catedral de Lucca sigue sirviendo de advertencia y guía, al igual que el hilo de Ariadna que, en el mito, guía a Teseo a través de las dificultades del laberinto.
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