Dos formidables exposiciones yacen encerradas, a la espera de verter sus extraordinarios contenidos que, al comienzo de este tercer milenio, ciertamente vuelven a proponer el arco estructural de la civilización mediterránea como un perenne camino de cultura. Las dos exposiciones, la de Ulises en Forlì y la de Rafael en Roma, se erigen en pilares básicos de un inmenso arco epocal y vierten con estupendas obras maestras los temas de la historia humana.
Esperamos su próxima inauguración y mientras tanto nos gusta encontrar entre las escenas anagógicas, que directa o virtualmente despliegan estas Exposiciones, un hilo particular que nunca desaparece y que podemos titular simplemente “Hombre”. Esta idea-palabra contiene en evidencia todas las cualidades y facultades humanas posibles, todas las condiciones y opciones de la existencia, pero en nuestra meditación queremos centrarnos en la figura física masculina, en cómo ésta ha resumido en el arte el misterio y la cuestión de “quién” es el hombre, especialmente en los papeles más elevados. Fijémonos, pues, en el cuerpo masculino: ¡un cuerpo que debe estar desnudo! De hecho, la estatuaria siempre ha tratado la virilidad en el tema intenso y concentrado de una presencia altiva y solemne. La exposición de Forlì nos ofrece a los Dioses antiguos con una serie de sujetos poderosos y dominadores del espacio, mientras que la exposición de Rafael nos entusiasma con un Antinoo inefable y los torsos apolíneos de mármol, así como las estatuas de bronce.
Y nosotros, ante todo con Ulises, volvemos a sumergirnos en aquella aurora egea que vio florecer la juventud en los gimnasios, el culto a la energía y el fuerte dominio del personaje masculino en las agonías, ya fueran lúdicas o guerreras. En primer lugar, los dioses griegos, los primeros en vivir en un cuerpo humano, con pasiones humanas, y en enredarse en destinos humanos. He aquí el catálogo de Forlì: Júpiter, el Señor del Olimpo, y Poseidón, el terrible dios del mar que no cesará durante años de arrojar a Ulises de una isla a otra entre las más remotas. Estos son los dioses, en cuyo aliento los efebos victoriosos de los juegos, los kouroi, como el sonriente muchacho de Volomandra, y como Aristodus oblicuamente captado aquí mientras avanza hacia el Nume, casi concentran en sus poderosas nalgas laareté, la quintaesencia de la voluntad del alma, que según la creencia de la época tenía su asiento en el hueso sagrado. La Antigüedad nos ha dejado soberbios modelos de fisicidad expresados en la donación, en la protención litúrgica de la juventud, cargada de virtud, hacia lo celestial. Y la desnudez es su símbolo total, fideísta, casi transhumano, donde ningún accesorio es admisible, mientras que sólo los cabellos y eventualmente los rizos del pubis (peinados por la doncella amada) marcan la consagración.
Entonces el arte griego amaba el cuerpo de los adolescentes.
Arte romano, Júpiter (segunda mitad del siglo II - principios del III d.C.; mármol blanco, 183 x 51 cm; Terracina, Museo della Città) |
Calamida o taller de Calamida, Poseidón (480-470 a.C.; bronce, 209 cm de altura; Atenas, Museo Arqueológico Nacional) |
Arte griego, Kouros de Volomandra (560-540 a.C.; mármol de Paros, altura 179 cm; Atenas, Museo Arqueológico Nacional) |
Arte griego, Kouros de Aristodico (510-500 a.C.; mármol de Paros; Atenas, Museo Arqueológico Nacional) |
A principios del siglo XVI, es el equilibrio cogitativo el que responde al pilón antiguo, en pleno Renacimiento. Es Rafael quien responde a lo griego. El problema del protagonista masculino, desnudo y de pie, había pasado por la Edad Media con las pruebas impropias y simbólicas de Pisano y Jacopo della Quercia, luego a las humanísticas de Nanni (admirable su Heracle en el sguguaglio), y a las cristianas de Brunelleschi y Ghiberti, y había desembocado en el enigma torneado y embrutecedor del David-Mercurio de Donatello. Será Miguel Ángel quien se enfrente frontalmente al desafío, pero Rafael comprende bien que es el equilibrio, en efecto, la resolución cortesana, la mezcla sublime prevista por el humanismo juliesco y leonino de las cortes papales, cuando el heroísmo cede el paso a la sabiduría, al orden consciente. Así, la exposición de la Scuderie nos ofrece la recuperación clásica, deudora sobre todo de Adriano y sus voluptas, con el sinuoso Torso de Apolo (el Torso Sassi) y el musicalísimo Antinoo, de infinita dulzura, como los ecos de una acústica maliciosa que un eco remoto repite desde hace siglos.
Rafael colecciona, estudia, toma lo antiguo de la populosa antología arqueológica que Roma le ofreció, y distribuye constantemente la verdad del desnudo humano estructural en sus dibujos y escenografías. En este aspecto, la exposición de la Scuderie es extraordinariamente rica en dibujos, fructíferamente puntuales con cada obra, casi un continuo tesoro paralelo que sigue siendo magistral y vigorizante. De este modo, el Urbinato se revela siempre como el demiurgo ideal del cuerpo humano en cada escena y en cada pose.
Nanni di Banco, Heracle (1404-1409; mármol; Florencia, Catedral de Santa María del Fiore, Porta della Mandorla) |
Donatello, David-Mercurio (c. 1440; bronce, altura 158 cm; Florencia, Museo Nazionale del Bargello) |
Arte romano, El emperador Adriano como Marte (siglo II d.C.; mármol; Roma, Museos Capitolinos) |
Arte romano, Antinoo (siglo II d.C.; mármol, altura 200 cm; Nápoles, Museo Arqueológico Nacional) |
Pero no olvidemos el desafío de Miguel Ángel con elhapax de su joven, gigantesco y terrible David de mármol, colocado coram populo en 1504, justo el año de la llegada del joven a Florencia desde Urbino. A ese desnudo supremo, quisiéramos decir que Rafael responde permaneciendo él mismo, pero ciertamente no de un modo decepcionante, al contrario, presentando siempre una impecable y lograda verdad de la realidad revelada. En esta línea, queremos pedir a todos los futuros visitantes de la exposición que presten especial atención a los dibujos, y aquí exponemos el Estudio para Mercurio y Psique de la colección de Munich en el que la figura del dios es un paradigma escultural y perfecto, sin duda alguna.
Por último, por acritud y deuda con Miguel Ángel, señalamos también el estudio secreto que Leonardo hizo del coloso de Buonarroti poco después de colocarlo frente al Palazzo Vecchio, y cómo Correggio (1518) toma de él su fuerza creativa en el Héroe coronado de roble, desnudo al fresco en la Cámara monástica de San Paolo (también secreto): casi el último legado del arte italiano al eterno tema del kouros: fuerte, bello y virtuoso.
Miguel Ángel Buonarroti, David (1501-1504; mármol, 516 x 199 cm; Florencia, Galleria dell’Accademia) |
Rafael, Estudio para Mercurio y Psique (1517; sanguina y lápiz sobre papel, 269 x 227 mm; Múnich, Staatliche Graphische Sammlung) |
Leonardo da Vinci, Estudio para el David de Miguel Ángel (1505; pluma, tinta y carboncillo sobre papel; Windsor, Royal Collection) |
El Héroe de Correggio en la Camera di San Paolo de Parma (1518) |
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