Para describir la imaginería y el arte del escultor cubano Agustín Cárdenas (1927 - 2001), es posible utilizar una metáfora que no es nueva en su escultura, pero que sin embargo resulta eficaz. Hay que imaginarse haciendo el amor con una mujer (necesariamente: la escultura de Cárdenas es mayoritariamente femenina), a oscuras, o en todo caso con una luz tenue que apenas ilumina la habitación, de modo que no podemos ver a la mujer que tenemos delante. Tampoco pasa nada si lo hacemos con los ojos cerrados. Obviamente debemos imaginar que está completamente desnuda, y debemos ser muy conscientes de esa sensación de calor mezclada con placer que sentimos cuando surcamos suavemente su cuerpo con las manos o la boca para saborear la suavidad de su piel, la plenitud de sus formas, la dulzura de su perfume: y con estas sensaciones construimos una especie de imagen mental de nuestra mujer, que procede por abstracción ya que, mientras le hacemos el amor, lo que menos nos interesa son los detalles. Esta imagen representa, a grandes rasgos, la esencia de la escultura de Cárdenas.
Una pequeña obra suya de bronce de 1974, Le baiser (“El beso”), contribuye a explicitar esta impresión: dos figuras vagamente antropomorfas se ven atrapadas en un beso sensual captado en su esencia. Las cabezas de las dos figuras están unidas, al igual que sus pies están unidos en la base, inextricablemente. Formas seductoras llenas de erotismo, “hinchadas de una fuerza vital que desde el interior presiona expansivamente los contornos y los dilata idealmente hasta convertirlos en testimonio de la vida y el aliento del universo”, escribió el crítico de arte Luigi Carluccio tras ver la primera exposición de Cárdenas en Italia. En efecto, lo que nos llama la atención, observando las obras del escultor cubano, es laintensa vitalidad de sus formas. Nos parecen formas esenciales, y por tanto cerradas, pero también impregnadas de un alma que parece darles fuerza, casi movimiento. “La naturaleza, tal como la ve Cárdenas”, escribió el crítico francés George Waldemar, “no es un fenómeno exclusivamente físico. Revela la presencia real de fuerzas elementales”. Sus formas “vibran, tiemblan y palpitan, y son movidas por los resortes del alma”. Evocar una imagen terrenal, más que hacerla visible: éste es probablemente el sentido más elevado de su arte.
Agustín Cárdenas, Le baiser (1974; bronce) |
Bajo las manos de Cárdenas, el mármol, el bronce y la madera, los materiales que utiliza más a menudo, adquieren formas sinuosas y voluptuosas que recuerdan unarte arcaico: el escultor cubano se formó en el París de los surrealistas, adonde se trasladó en 1955 y donde encontró al artista que se convertiría en la principal referencia de su arte, Constantin Brancusi (1876 - 1957), todavía en activo. De Brancusi, Cárdenas deriva esencialmente el procedimiento artístico: los elementos del mundo natural son despojados de lo superfluo, para llegar, procediendo a través de abstracciones geométricas, a una forma acabada y esencial, aunque no del todo abstracta, con el fin de elevar el tema a una especie de perfección que le confiere sacralidad. Pero la diferencia sustancial entre Brancusi y Cárdenas reside en el hecho de que el escultor rumano privilegiaba las formas que simbolizan la virilidad (columnas, falos) mientras que Cárdenas está decididamente más fascinado por el universo femenino. Y en comparación con Brancusi, Cárdenas es un escultor menos “místico”, podríamos decir: las referencias del escultor cubano no hay que buscarlas en la religión o la mitología, las de Cárdenas pertenecen al mundo terrenal. Esto explica también la viva sensualidad de sus formas. Aunque estos elementos terrenales estén impregnados de eseanimismo primitivo lleno de referencias al nacimiento, a la maternidad, a la fuerza parental de la mujer y a la naturaleza en su sentido más amplio. De ahí el vivo erotismo del arte de Cárdenas: la vida nace del amor, que a su vez se traduce en un acto físico. El signo más tangible de esta búsqueda son quizá esos dos redondeles emparejados, casi dos pequeños pechos que se repiten como una delicada fijación en su arte: su Boule rose, obra de 1971, adopta la forma de una concha marina que se abre y nos muestra los dos senos. Al igual que la mitología griega hizo nacer de la concha a Venus, elalma Venus, la Venus “generadora” del De rerum natura de Lucrecio, así, más terrenal y material, el Boule de Agustín Cárdenas nos revela la “fuerza elemental” y palpitante de la vida que nace en forma de dos pechos.
Agustín Cárdenas, La boule rose (1971; mármol rosa) |
Y si para los surrealistas el interés por unarte de sabor ancestral como el africano era una forma de explorar nuevas posibilidades artísticas, para Cárdenas era una especie de vuelta a sus orígenes: nacido en Matanzas, importante centro de la cultura afroamericana en el norte de Cuba, Cárdenas era descendiente de esclavos africanos deportados a Cuba en la época de la colonización española. Soy un negro de ascendencia africana, nací en Cuba y fui adoptado en Montparnasse", declaró Cárdenas en una entrevista a un periódico venezolano. Su arte no puede sino tener, por tanto, un carácter universal, que se niega a ser categorizado bajo esquemas locales: toma referencias del arte occidental, no olvida el pasado americano y recurre al arte africano. Cárdenas, sin embargo, demostró imprimir a sus esculturas un alma fuertemente marcada por esta búsqueda de sus orígenes africanos. Y todo ello en un momento en que París estaba especialmente atento a los temas que propugnaba la negritud, el movimiento cultural nacido en París a finales de los años cuarenta: la emancipación de los africanos y afroamericanos, la reivindicación de sus identidades culturales y de sus orígenes, el deseo de establecer la igualdad entre blancos y negros. Para Jean-Paul Sartre, el negro es “el espermatozoide del mundo”, y la cercanía a la naturaleza, que a menudo se traduce en un fuerte gozo sensual, es la esencia misma de la existencia negra: un concepto que suscitó una considerable polémica hacia el pensamiento de Sartre, expresado en su Orphée noir, profundamente inspirado en la negritud. Porque el tema de la cercanía a la naturaleza podría entenderse en un sentido negrofóbico: la misma crítica atrajo el poeta senegalés Léopold Senghor por su frase “la emoción es negra, la razón helénica”. Pero Senghor no hacía más que distinguir entre la razón intuitiva, propia de los negros, y la razón discursiva, propia de los blancos. Del mismo modo, Sartre no hacía más que connotar, de manera auténtica y desinteresada, la poética negra a través de una manera de sentir el mundo particularmente lírica y próxima a los elementos.
Es precisamente a partir de este lirismo como puede leerse también la escultura de Cárdenas. Su sensualidad es propia de un artista que siente la cercanía a la naturaleza. Y esta cercanía a la naturaleza y sus elementos se resuelve muy a menudo en formas totémicas, vinculadas también al arte africano y su esencialidad, a veces no inmediatamente comprensibles para el observador de las obras del escultor cubano, pero que sin embargo mantienen un vínculo con la realidad: es lo que ocurre en el arte africano, y es lo que ocurre en varias obras de Cárdenas, como Le repos du petit oiseau (" El reposo del pajarito") o La fiancée du cheval ("La novia del caballo"). Las formas se combinan, se emparejan y al final, como en un sueño, crean una profunda armonía. Y siempre están impregnadas de una notable fuerza vital. Una armonía que, sin embargo, tiene siempre un valor universal: se ha dicho que el arte de Cárdenas no puede reducirse a esquemas locales, y es, por tanto, un arte con el que cada cual puede entrar en contacto directo, interpretándolo según su propia manera de ver, su propia sensibilidad. Y no podía ser de otra manera para un escultor vinculado a tres continentes: nacido en América, originario de África, trasladado a Europa. “Creo las formas inconscientemente”, vuelve a decir Cárdenas en la entrevista citada, “como si formaran parte de un ejercicio o de una investigación constante”. Por eso a veces pueden ser ambiguas, para alguien pueden ser figurativas, para otro abstractas. Cada uno puede ver en mi escultura lo que quiera".
Agustín Cárdenas, Le repos du petit oiseau (1981; mármol rosa) |
Agustín Cárdenas, La fiancée du cheval (1984; bronce) |
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