El deseo del hombre por la mujer en el arte del siglo XIX


¿Qué obras de arte del siglo XIX nos transmiten mejor el sentido del deseo del hombre por la mujer? ¡Averigüémoslo en este post!

Un tema recurrente en el arte es el deseo que siente un hombre ante una mujer. En este artículo, Pilar Turu analiza el tema en Cultura Colectiva, limitándolo al arte del siglo XIX. Aquí tenéis el enlace al original, mientras que más abajo podéis leer el artículo en mi traducción. ¡Feliz lectura!

El deseo del hombre por la mujer es un tema recurrente en el arte. Diversos estilos o representaciones en distintas épocas aluden al sentimiento que la mujer genera en el hombre. El arte refleja la mentalidad de una época concreta, así como el presente. Y a partir del siglo XIX, desde el Neoclasicismo hasta el Simbolismo, se observa en el arte una búsqueda de representaciones que muestren la mirada masculina ante una mujer; la forma en que se sitúan frente a ellas y las observan, desean, temen o incluso espían.



Una obra de gran importancia para la historia del arte tanto por su calidad como por su temática (creada durante este periodo) es El baño turco de Jean-Auguste-Dominique Ingres (1780-1867). El artista ganó el primer Prix de Rome (ndt: beca con la que el ganador podía estudiar en Italia) en 1801. Su obra se caracteriza por un gran acabado y un estilo vagamente barroco. Un defecto físico aparece en la realización de sus personajes: sus cabezas son desproporcionadas con respecto al resto del cuerpo. Gracias al orientalismo, sus composiciones se vuelven románticas. “El orientalismo es un fenómeno complejo de representaciones de Oriente en Occidente. A través de un estudio interdisciplinar, basado en fuentes literarias, históricas, antropológicas y políticas (todas europeas), llegamos a la constatación de que la orientalización ha sido producida por instituciones de poder tanto académicas como históricas, que han creado una noción errónea y generalizada de Oriente” (De Araceli Tinajero, Orientalismo en el modernismo Hispaoamericano. Purdue University, 2004)

Jean Auguste Dominique Ingres, Il bagno turco
Jean Auguste Dominique Ingres, El baño turco

Esto significa que el orientalismo hace de Oriente una invención europea basada en el exotismo, la novela, las leyendas y los mitos. Es una fusión de lo que el europeo “sabe” de Oriente y lo que el hombre occidental interpreta o añade a este conocimiento. Muchas de las obras que se produjeron en Europa durante el siglo XIX se describen a sí mismas en estos términos. Son imágenes en la mayoría de los casos concebidas, reinventadas y que parecen dar testimonio de lo que sería el Próximo Oriente o el África mediterránea. Aunque Ingres nunca viajó a Oriente, vemos cómo añadió a su obra los motivos exóticos en boga, como el turbante que lleva en la cabeza la Gran Odalisca. El baño turco, por su parte, representa la imaginería masculina. La composición circular de la obra remite a lo que sería una imagen vista a través de una mirilla. El espectador puede ver a las chicas, mientras ellas se mueven a su antojo sin saber que están siendo espiadas. Es una conducta voyeurista; puedo verlas, pero no tocarlas, y están desnudas. Como la sexualidad era un tema censurado en la época, el desnudo femenino fascinaba aún más a los hombres.

Jean Auguste Dominique Ingres, Grande Odalisca
Jean Auguste Dominique Ingres, Gran Odalisca

Otro cuadro que nos muestra la imaginería de la sociedad victoriana es El despertar de la conciencia, de William Holman Hunt (1827-1910). Se trata de una escena cotidiana de la época que representa la realidad de unos caballeros que, debido a que sus esposas solían estar enfermas y eran siempre muy castas, disfrutaban de la compañía de prostitutas.

Vasily Polenov, Donna malata
Vasili Polenov, Mujer enferma

En el caso de El despertar de la conciencia, dado que nos encontramos en el contexto de la época victoriana, reconocemos que no se representa a una mujer con clase, ni a una novia casta, pues no está enferma ni pálida; no miente como solían mentir las mujeres nobles, sino que es una prostituta por su larga melena suelta y pelirroja y por su postura.

William Holman Hunt, Il risveglio della coscienza
William Holman Hunt, El despertar de la conciencia

Por otro lado, una obra simbolista que recrea la imaginería y el deseo masculinos es Lady Lilith (1868) de Dante Gabriel Rossetti (1828-1882). Lilith, figura legendaria, fue la primera esposa de Adán, antes incluso que Eva. Según la creencia judía, abandonó el Edén por voluntad propia, se trasladó cerca del Mar Rojo y se convirtió en la amante de Samael y otros demonios. Es la representación del mal. Como femme fatale, el hombre intentará poseerla, pero no amarla. Lilith representa el ideal femenino del hombre. Es una representación sinestésica, ya que alude a los sentidos. La presencia de flores y naturaleza alude al sentido del olfato. El uso de distintos tejidos o el color del pelo al tacto y la vista. Todo invita a sentir la obra, a amarla. Aquí, Dante representa a su amante. La larga cabellera pelirroja de Lilith revela que es una prostituta.

Dante Gabriel Rossetti, Lady Lilith
Dante Gabriel Rossetti, Lady Lilith

En Ofelia (1852), de John Everett Millais (1829-1896), vemos el ideal de la mujer victoriana. A diferencia de Lilith, el ideal de mujer que realmente buscaban los hombres de la época era aquella que moría por el amor de un hombre. La muerte es sin duda erotizada y vista como bella, como cercana. No es temida, sino deseada.

John Everett Millais, Ofelia
John Everett Millais, Ofelia

Algo más sexualizada, pero representando el mismo ideal que la anterior, es Flaming June de Frederic Leighton (1830-1896). En esta obra, la mujer duerme plácidamente en una postura cómoda, gracias a la cual vemos su corporeidad y su anatomía perfecta. No es un cuerpo enfermizo, no es un cuerpo pálido. Nos invita a tocarla y no cabe duda de que su fragilidad nos impide poseerla. Al fondo aparece un sol resplandeciente, un sol cálido que nos hace ver que el cuerpo, a la vista, goza de buena salud. El esteticismo inglés alude a la sensualidad, al erotismo; la mujer se convierte en objeto de deseo. El mérito del esteticismo inglés reside en haber sabido redimir el erotismo y la sensualidad de la época y aplicarlos a formas bellas. Las mujeres dormidas representan el imaginario masculino: una mujer que duerme cuando el hombre está ausente y se despierta con su beso cuando regresa.

Frederick Leighton, Fiammeggiante giugno
Frederick Leighton, Junio en llamas


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