Dos efes reflejadas entre sí son ahora el inconfundible logotipo de una de las casas de moda italianas más famosas del mundo: Fendi. Diseñado por Karl Lagerfeld, el histórico director creativo de la colección femenina de la casa de moda romana desde 1965 hasta su muerte en 2019, este logotipo es bien conocido por todos los aficionados a la moda y más allá. El propio Lagerfeld explicó qué le llevó a imaginarlo así: “En 1965, cuando empecé a trabajar con la maison, las cinco hermanas Fendi me pidieron que creara una mini colección de pieles modernas. Yo, sin embargo, también quería que fueran divertidas, porque lo lúdico es uno de los códigos de esta marca. Además, dibujé dos F en menos de cinco segundos, creando así el logotipo FF”. De hecho, las dos F significan “Fun Fur”.
Este lado genuino e irónico encuentra su voz en una de las piezas más icónicas creadas por la marca, un objeto que acaba de cumplir 25 años, celebrados en 2022 con un gran desfile en Nueva York, pero que ya está impregnado de historia: el bolso Baguette. En 1997, Silvia Venturini Fendi, hija de Anna, nieta de Adele y Edoardo Fendi -los fundadores de la marca- y Directora Creativa de Accesorios, lanzó un bolso alargado y minimalista, pequeño pero con capacidad y dotado de asa y bandolera. Llevado en el brazo, el bolso asoma por detrás del hombro, como el pan francés, la baguette, del que toma su nombre. Pero lo que convierte este accesorio en unit-bag es sin duda la creatividad de su diseñador, que juega con los revestimientos, con la “piel” del objeto, y lo reinterpreta continuamente, como hizo Lagerfeld con el logotipo de Fendi. Denim, lentejuelas, estampados, botones, flecos, joyas, tejidos de todo tipo se convierten en el disfraz siempre cambiante de un bolso con una forma inconfundible.
Cada versión es diferente de la anterior, un unicum original, y éste es precisamente su punto fuerte. La singularidad de cada modelo hace que, con el tiempo, el Baguette se haya convertido en una codiciada pieza de coleccionista, incluso por muchas celebridades que lo lucen para realzar aún más su fama. Otro elemento que contribuye al mito de la Baguette es, sin duda, su aparición en una de las series de televisión de culto de principios de la década de 2000: Sexo en Nueva York. En efecto, ¿cómo olvidar el episodio en el que la protagonista Carrie Bradshaw, víctima de un robo en el que se le ordena entregar su bolso, una Baguette completamente cubierta de lentejuelas moradas, con el inconfundible logotipo de FF, exclama: “¡Es una Baguette!”?
Un Baguette: no un simple bolso, sino un objeto para reinventar, para investigar, para encontrar en el mercado en sus ediciones vintage o para comprar en sus reinterpretaciones contemporáneas, para catalogar y archivar e incluso para coleccionar. Un bolso que sigue siendo el mismo en su forma, pero que cambia en tamaño (contemplando incluso la versión mini o nano, que se convierte en un amuleto para colgar), en materiales y en la forma de llevarlo: al hombro, en la mano o cruzado, es decir, sobre el hombro. Un bolso que aspira a adaptarse a todas las personalidades. Para los espíritus más creativos, de hecho, Fendi piensa en el Baguette personalizable: en lino blanco, tan blanco como un lienzo, para decorar con el kit especial de rotuladores y plantillas, o en algodón perforado, para decorar con la ayuda de un kit de bordado compuesto por hilos de algodón, agujas y dedales.
La Baguette también se convierte en protagonista de diversos proyectos promovidos por Fendi, como Hand in Hand, en el que se propone su reinterpretación a través de las técnicas artesanales típicas de las realidades regionales italianas, dando vida a una colección que reinterpreta y reinterpreta el icónico modelo de veinte maneras diferentes, tantas como regiones implicadas. Así, “las diferentes regiones contribuyen aportando cada una un savoir-faire distintivo y compartiendo su pasión por la artesanía tradicional y las creaciones hábilmente hechas a mano”, según un comunicado del grupo LVMH, el gigante que hoy posee la mayoría accionarial de la empresa, que siguió siendo familiar hasta 1999. Así, la Baguette de Emilia Romagna está recubierta de pequeñas teselas talladas a mano que recuerdan los mosaicos de Rávena, la de Sicilia con pan de oro y enriquecida con pequeños corales, la del Valle de Aosta elaborada con cáñamo natural tejido en antiguos telares de madera y bordada a mano, etc.
Si, por un lado, la Baguette es capaz de convertirse en intérprete de tradiciones y saber hacer que se han de transmitir, por otro acepta el reto de reflejar una cultura pop y contemporánea; basta pensar en la muy reciente colección nacida de la colaboración entre Fendi, FRGMT de Hiroshi Fujiwara y Pokèmon, diseñada para celebrar el año del dragón, es decir, 2024. Tejidos con el conocido motivo FF se mezclan con inserciones que representan las figuras más icónicas de Pokémon (no por casualidad, del tipo “Dragón”), las criaturas imaginarias que han animado la imaginación de tantas generaciones, a través de series de TV y videojuegos.
Una vez más, emerge el alma irónica y juguetona de este it-bag, que sigue siendo apreciado por su versatilidad, por su forma de “hablar” a cada uno de una manera diferente, convirtiéndose en el bolso adecuado para cada personalidad, con tantas facetas. Ésta es precisamente la esencia de la Baguette: esa capacidad de reinventarse y evolucionar que se ha convertido en su punto fuerte y que la convierte en un icono que sigue estando de actualidad.
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