El arte de Giovanni Ozzola, un fotógrafo que investiga el infinito con la luz

Nacido en 1982 en Florencia, Giovanni Ozzola es un artista multidisciplinar que vive y trabaja en las Islas Canarias. La fotografía, el vídeo e incluso los medios más tradicionales constituyen la base de su poética artística, una investigación basada en la conceptualización y la representación, tanto geográfica como introspectiva, delinfinito y laexploración, así como de la luz y las epifanías que puede revelar. Su obra se basa en la observación incesante y el examen del tejido tangible del mundo, centrándose sobre todo en esos acontecimientos minúsculos y aparentemente irrelevantes que puntúan la naturaleza cotidiana. Amaneceres, puestas de sol, el movimiento del agua, espacios interiores y exteriores son, para Ozzola, sujetos activos dentro de una profunda investigación que se centra en instantes fugaces y pequeñas percepciones que son captadas en el momento de la transición y amplificadas en su intrínseca fugacidad.

Las instantáneas de Ozzola nos enfrentan a una pregunta fundamental: ¿cómo observan y asimilan nuestros ojos el mundo y sus transformaciones dadas por la luz? Y, en relación con esto, ¿en qué medida influye la capacidad de nuestro cerebro para adaptar la realidad a su propia idea de la realidad? Es muy habitual que los artistas exploren y discutan la capacidad del cerebro humano para corregir el color y el brillo, un proceso que implica tanto conocimiento como memoria, ya que el cerebro adapta constantemente la percepción visual a los cambios del entorno.

Sin embargo, antes de que el cerebro ejerza esta función, está la visión desnuda, y la intención de Ozzola es siempre subyugar el instrumento fotográfico a la pureza de esta experiencia y hacer que la máquina se parezca en todo a un ojo separado del cerebro.

Siguiendo los pasos del pintor y fotógrafo húngaro László Moholy-Nagy, quien teorizó que la fotografía había asumido el papel de una prótesis visual auxiliar que activaba una visión “sin prejuicios, algo que nuestros ojos, atados por leyes asociativas, no pueden hacer”.Ozzola también pretende restaurar la visibilidad del mundo completamente inmune a la interferencia psicológica, que en cambio contamina la visión humana, una visibilidad que incluye distorsiones y deformaciones que nuestro ojo tiende a integrar con su propia experiencia intelectual. Esto sucede a través de vínculos asociativos formales y especiales, creando una imagen conceptual. De hecho, podemos observar con curiosidad que, en sus tomas, las paredes nunca son blancas: los colores se contaminan entre sí, vibran, exudan, es decir, se extienden más allá de sus límites locales, como cuando el ojo los percibe por primera vez en un lugar lleno de luz y contrastes.

Los temas y asuntos recurrentes en las obras de Ozzola son aparentemente sencillos: interiores, estancias inundadas de luz, ventanas, puertas, horizontes, agua y visiones nocturnas de la naturaleza que nos rodea, son elementos que se entrelazan con un concepto muy profundo, el del horizonte, que actúa como hilo conductor de todos los temas representados. Y, en este caso, es la luz la que cuenta la historia: tanto la luz diurna como la nocturna son capaces de envolver las cosas, difuminarlas, disolver sus contornos y, finalmente, devolverlas al mundo como apariencias y presencias inmateriales. Como si la propia luz fuera capaz de producir una pérdida de conciencia en el observador, dilatando los límites del yo hacia el horizonte luminoso y anticipando así un posterior estado de regeneración, incluso a nivel visual. Es el caso de toda una serie de obras tempranas, como Poltrona in un’altra camera (2007) y Camera verde (2003), donde los objetos parecen encontrar su punto de equilibrio en el contacto con la luz, en el halo de luz que los invade por detrás, envolviéndolos.

Si es cierto, entonces, que la luz asume un papel central en la transformación del horizonte y el posterior reensamblaje visual de la imagen, las fotografías de Ozzola de la oscuridad, la aparición de cosas en la oscuridad, marcan una transición posterior dentro de su obra.La oscuridad se convierte en un poderoso revelador de nuevas formas y relaciones entre las cosas y, al igual que la luz, consigue transportar al observador a una dimensión de incertidumbre y de lo desconocido, llevándole a buscar un punto de vista y su propia posición espacial. Las imágenes reales y mentales se superponen. La luz, o su ausencia, sigue siendo la idea generadora.

En sus últimas obras, luz y oscuridad parecen coexistir en un perfecto equilibrio estético. En obras como La vida y la muerte me están desgastando (2023), el contraste entre luz y oscuridad se disuelve en una visibilidad absoluta y nítida de las cosas que están en primer plano, como murales y grafitis en la pared. Al mismo tiempo, un horizonte silencioso se manifiesta a través de aberturas y ventanas de diferentes formas, materializando lentamente la inquietud humana.

Las obras de Giovanni Ozzola nos hablan de lodesconocido, que no es otra cosa que nuestro mañana: transportados inicialmente a lugares donde la mente encuentra consuelo y refugio, nuestra perspectiva se rompe, se altera, dejando espacio a la inmensidad y al miedo. El horizonte se vuelve lejano e inalcanzable, temible e invitador, un lugar donde nos dejamos perturbar para luego, quizás, encontrarnos y tomar conciencia de nosotros mismos y del hecho de que cada uno de nosotros debe ser su propia luz en la oscuridad.

Abrazando el concepto de Stimmung, el artista nos invita no a detenernos con la mirada, sino a empujarla más allá, transformando la experiencia de la visión y la contemplación en paso. El punto de llegada no es visible, sino que se proyecta más allá de la propia imagen. El observador se convierte en lugar de tránsito y, trazando una especie de línea de sombra entre lo visible y lo invisible, se convierte en generador de un profundo viaje interior.

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