Helen Frankenthaler (Nueva York, 1928 - Darien, 2011) fue uno de los principales exponentesdel Expresionismo Abstracto, movimiento que dominó la escena artística estadounidense desde los años cuarenta hasta los sesenta, y que vio nacer a figuras tan notables como Jackson Pollock y Willem de Kooning. Su arte (en Florencia, Palazzo Strozzi, del 27 de septiembre de 2024 al 26 de enero de 2025, la mayor exposición dedicada a ella jamás celebrada en Italia: Helen Frankenthaler. Pintura sin reglas, comisariada por Douglas Dreishpoon) se asocia a menudo con el subgénero del campo de color, que se caracteriza por el uso de grandes superficies de color planas y translúcidas en contraste con los gestos más agresivos y tumultuosos típicos de la pintura de acción.
Una de las mayores contribuciones de Frankenthaler fue el desarrollo de una técnica innovadora llamada soak-stain (“imbibición puntual”), que permitía que el color penetrara directamente en el lienzo sin preparar, creando superficies líquidas y luminosas. Esta técnica, influida por Pollock pero al mismo tiempo distanciada de su obra, supuso un punto de inflexión que daría forma a su trabajo.
Frankenthaler fue una mujer de vanguardia, no sólo por su arte, sino también por su capacidad para imponerse en un mundo artístico dominado por los hombres. A través de una continua exploración de la pintura, el color y las emociones, llevó su carrera a nuevas cotas, convirtiéndose en una de las artistas más importantes del siglo XX. Su fascinante personalidad, su aguda inteligencia y su capacidad para conectar con el público a través del arte la convierten en un tema de enorme interés. Veamos diez aspectos clave del arte de Helen Frankenthaler, tratando de arrojar luz sobre lo que la hizo única en el arte contemporáneo.
Helen Frankenthaler nació el 12 de diciembre de 1928 en Nueva York en el seno de una familia de ascendencia judía. Su padre, Alfred Frankenthaler, era juez del Tribunal Supremo del Estado de Nueva York, mientras que su madre, Martha Lowenstein, era una emigrante alemana. La influencia del entorno cultural e intelectual de la familia fue decisiva en el crecimiento artístico de Helen, que mostró un gran interés por el arte desde una edad temprana. La educación de Frankenthaler comenzó en la Dalton School, una escuela progresista de Nueva York, donde estudió con el pintor Rufino Tamayo. Tamayo, conocido por su fusión de surrealismo, abstraccionismo y cultura mexicana, la introdujo en la importancia del color y la forma. Más tarde asistió al Bennington College, donde amplió sus estudios de arte europeo y moderno, y donde entró en contacto con los escritos de Clement Greenberg, el famoso crítico de arte que desempeñaría un papel crucial en su carrera y su vida personal.
La formación académica de Frankenthaler resultó crucial para su carrera, ya que le proporcionó una base técnica y teórica que le permitió desarrollar un estilo personal y distintivo que combinaba influencias del pasado con innovaciones contemporáneas. El arte europeo, en particular, ejerció una profunda influencia en Helen Frankenthaler. Durante su educación en el Bennington College, Frankenthaler estudió en profundidad a los grandes maestros europeos, entre ellos Paul Cézanne, Pablo Picasso y Henri Matisse, y sus enseñanzas desempeñaron un papel crucial en el desarrollo de su lenguaje visual. Cézanne, en particular, influyó en la forma en que Frankenthaler concebía la pintura de paisaje. Aunque su obra está muy alejada de la pintura figurativa de Cézanne, la idea de descomponer las formas naturales en planos de color es evidente en sus lienzos. Cézanne, con su innovador enfoque de la pintura de paisaje, proporcionó así a Frankenthaler un punto de referencia para su exploración de la relación entre el color y el espacio.
“Creo en la tradición”, afirma Frankenthaler. “En mi caso, mi educación -mis raíces- se basaron en Cézanne, el cubismo analítico de Picasso y Braque, Kandinsky, Miró, Gorky, Pollock y muchos de sus contemporáneos, mentores y amigos. Aprendí a apreciar a los maestros del pasado, del siglo XV, del Renacimiento, junto con la obra de mis contemporáneos. A veces, para un artista, creo que la evolución estética llega casi sin avisar, con una urgencia sutil, una sorpresa planeada inconscientemente. Hay un orden natural”.
La obra de Helen Frankenthaler está relacionada con el expresionismo abstracto, movimiento en el que germinó su inspiración, aunque su arte ha evolucionado significativamente con respecto al de sus contemporáneos. Desde los primeros años de su carrera, Frankenthaler entró en contacto con algunas de las figuras más influyentes de este movimiento, como Jackson Pollock, Willem de Kooning y Mark Rothko. Fue en el contexto del expresionismo abstracto donde desarrolló su interés por el color y la composición no figurativa.
Sin embargo, Frankenthaler se diferenciaba de sus colegas en su enfoque de la pintura. Mientras que los expresionistas abstractos solían utilizar gestos violentos y marcados para expresar sus emociones en el lienzo, Frankenthaler prefería un enfoque más lírico y poético, que se manifestaba en su fluido uso del color. Estaba influida por la obra de Pollock, pero encontró la manera de transformar su técnica del goteo en algo más sutil y menos agresivo, y sobre todo sujeto a un control más estricto. El arte de Helen Frankenthaler es, pues, una combinación equilibrada de varias almas: poesía y abstracción, técnica y fantasía, control e improvisación. Esto se ve claramente en una obra como Open Wall , de 1953: fue, según la artista, “un experimento para crear una especie de sensación de espacio y de límite... En última instancia, la esencia del cuadro, lo que provoca una reacción, tiene poco que ver con el tema en sí, sino más bien con la interacción de espacios y la yuxtaposición de formas”.
Su arte se distinguía por su habilidad para crear superficies fluidas y transparentes en las que el color parecía flotar sobre el lienzo en una delicada armonía de forma y caos. Este enfoque, que combinaba la espontaneidad con una refinada sensibilidad para el color y la composición, la situaba dentro del movimiento, pero al mismo tiempo marcaba cierta distancia con él. Frankenthaler ciertamente no reprodujo la explosiva gestualidad de Pollock, pero no obstante tomó importantes claves de la libertad y el enfoque poco convencional de la pintura que éste introdujo, tomando de Pollock la idea de la pintura como proceso intuitivo.
Sobre la obra de Pollock Número 14 , una de las más inspiradoras de su colega, Frankenthaler dijo: "Era algo más que un simple dibujo, un tejido, el goteo de un palo mojado en esmalte, algo más que un simple ritmo. Parecía tener tal complejidad y orden que, en ese momento, suscitó una reacción en mí. Algo más... barroco, más dibujado y con algunos elementos del realismo abstracto o del surrealismo, o un reflejo de ellos... Es un cuadro totalmente abstracto, pero para mí tenía esta cualidad extra.
Uno de los aspectos más famosos de la obra de Frankenthaler es el desarrollo de la técnica de la "mancha empapada " , que marcó un cambio radical en la pintura de la década de 1950. Introducida en 1952, la técnica consistía en verter o diluir el color directamente sobre el lienzo sin preparar, dejando que el pigmento penetrara y “manchara” la tela. Este método le permitía lograr efectos de transparencia y fluidez imposibles con los métodos tradicionales de pintura al óleo o acrílica.
La obra que marca el debut de esta técnica es Montañas y mar (1952). El lienzo, de gran tamaño y ligero como una salpicadura de agua, revolucionó el mundo del arte abstracto. El uso de pintura al óleo diluida aplicada sobre un lienzo sin tratar permitía que el color se absorbiera y extendiera, creando un efecto etéreo y lleno de matices que se convertiría en la firma de Frankenthaler.
La técnica constaba de cuatro pasos. En primer lugar, la preparación del lienzo: Frankenthaler utilizaba grandes lienzos que no estaban preparados con yeso y cola (esta elección permitía que los colores se absorbieran directamente en las fibras del lienzo). En segundo lugar, la dilución de los colores: los óleos se diluían con aguarrás u otros disolventes para obtener una consistencia fluida y transparente. Este proceso facilitaba la difusión del color en el lienzo. A partir de 1962, Frankenthaler también empezó a experimentar con colores acrílicos, adoptándolos definitivamente más adelante. En tercer lugar, laaplicación del color: sobre el lienzo tensado horizontalmente, Frankenthaler vertía, rociaba o aplicaba los colores, dejando que se expandieran y absorbieran en la tela. El último paso era la intervención de la artista en el cuadro. Helen Frankenthaler utilizaba diversas herramientas para manipular los colores, como pinceles y esponjas de diferentes formas y tamaños, rodillos para aplicar el color uniformemente, trapos para extender o difuminar el color, manos y dedos para controlarlo directamente, pipetas y jeringuillas para una aplicación precisa, palillos, espátulas y rastrillos para rascar o dibujar sobre la superficie fresca. Su creatividad también la llevó a utilizar objetos poco convencionales, como una cuchara de espaguetis, poniendo de relieve un enfoque práctico e innovador.
Una figura central en la vida y la carrera de Frankenthaler fue Clement Greenberg, uno de los críticos de arte más influyentes del siglo XX. Greenberg no sólo fue su mentor y defensor, sino también su compañero sentimental durante muchos años. Su relación, que comenzó a principios de la década de 1950, tuvo un impacto significativo en la carrera de Frankenthaler, ya que Greenberg fue uno de los principales promotores del expresionismo abstracto y, más tarde, del “campo de color”.
Greenberg vio en Frankenthaler una artista capaz de ampliar los límites de la abstracción lírica y la apoyó para que encontrara una voz personal en el contexto del arte abstracto. Al crítico le fascinaba su capacidad para fusionar un lenguaje pictórico refinado con una experimentación técnica innovadora. Frankenthaler, por su parte, apreciaba la inteligencia crítica de Greenberg, aunque intentaba mantener su autonomía artística.
Su vínculo fue una colaboración tanto intelectual como romántica, y Greenberg desempeñó un papel importante en la promoción de la obra de Frankenthaler en galerías y museos. Sin embargo, la artista consiguió demostrar su independencia creativa a lo largo de los años, desprendiéndose gradualmente de la sombra de Greenberg y estableciéndose firmemente como uno de los principales exponentes de la pintura abstracta estadounidense.
En 1958, Helen Frankenthaler se casó con Robert Motherwell (Aberdeen, 1915 - Provincetown, 1991), uno de los pintores estadounidenses más importantes y otro de los principales exponentes del expresionismo abstracto. Su matrimonio con Helen era el tercero, y como ambos procedían de familias adineradas también se les conocía como “la pareja de oro”. Pasaron su luna de miel en Europa, entre España y Francia. Su matrimonio tuvo un efecto beneficioso en su arte, a pesar de las grandes diferencias de carácter entre ambos: Helen Frankenthaler era extrovertida y muy sociable, mientras que Robert Motherwell era reservado e introvertido.
Dos años después de casarse, en 1960, alquilaron una villa en Alassio, Liguria, donde pintaron cuadros inspirados en el sol y el mar, caracterizados por una intensa alegría de vivir. La experiencia junto al mar continuó en su tierra natal: la pareja solía pasar los veranos en la localidad costera de Provincetown, Massachusetts, donde establecieron sus estudios. También nos quedan obras que celebran este amor: Helen Frankenthaler, por ejemplo, diseñó una tarjeta de San Valentín para su marido, y él mismo dedicó obras a su amada, como el Collage de Helen, creado en 1957, poco después de conocerse. El matrimonio duró hasta 1971, cuando ambos artistas se divorciaron.
La obra Montañas y mar (1952) está considerada una de las obras maestras más significativas de Helen Frankenthaler, si no la más importante, y uno de los puntos de inflexión del arte abstracto estadounidense de posguerra. Creado cuando la artista tenía sólo 23 años, este cuadro marcó el comienzo de un nuevo capítulo en la abstracción, influyendo profundamente en una generación de pintores del “campo de color” como Morris Louis y Kenneth Noland, que vieron la obra sólo seis meses después de pintarla.
La obra se inspiró en un viaje que Frankenthaler hizo a Cabo Bretón, Nueva Escocia, y el propio título evoca la inmensidad de la naturaleza y la sensación de espacio abierto. Sin embargo, Montañas y mar no es una representación figurativa del paisaje, sino una traducción emocional y abstracta de los sentimientos que la artista tuvo al enfrentarse a ese paisaje. La innovación de Mountains and Sea reside en el método utilizado para pintarlo: la técnica de la “mancha empapada”.
El cuadro desafía los límites entre lo figurativo y lo abstracto. Su objetivo era evocar sentimientos y atmósferas, ofreciendo al espectador una experiencia visual libre de interpretaciones específicas. Montañas y mar se convirtió en una de las obras más citadas en el contexto de la pintura estadounidense de posguerra e influyó en varios artistas emergentes, hasta el punto de que llegó a denominarse la “Piedra Rosetta del campo de color”.
Uno de los aspectos centrales de la carrera de Helen Frankenthaler es su contribución al desarrollo del Campo de Color, un movimiento que surgió en la década de 1950 como reacción a las tendencias más dramáticas del Expresionismo Abstracto. Los artistas del Campo de Color (el término fue acuñado por Clement Greenberg en 1955), cuyo principal exponente fue Mark Rothko, se distanciaron de la intensidad gestual y de las pinceladas expresivas típicas de artistas como Pollock y de Kooning, concentrándose en cambio en eluso de grandes áreas de color plano y uniforme.
Frankenthaler fue pionera en este enfoque. Su innovador uso de la técnica de la “mancha empapada” permitía que los colores parecieran ligeros y translúcidos, creando fondos luminosos que parecían fluir libremente por el lienzo. Esta simplicidad formal se convirtió en la marca de fábrica del “campo de color” e influyó en artistas como Morris Louis, Kenneth Noland y Jules Olitski. En particular, Morris Louis, tras visitar el estudio de Frankenthaler en 1953, adoptó su técnica y la llevó a nuevos niveles de abstracción.
No se puede subestimar la importancia de la contribución de Frankenthaler al “campo de color”. Su exploración del color como medio expresivo autónomo fue una de las más originales de su época.
Uno de los rasgos distintivos de la obra de Frankenthaler es el modo en que utilizó el color no sólo como elemento visual, sino como lenguaje emocional. Desde sus primeras obras, el color ocupó un lugar central en su investigación artística, y la forma en que lo aplicaba a sus lienzos redefinió el papel del color en el arte abstracto.
En obras como Alassio (1960), pintada durante un periodo de trabajo en Liguria, los colores parecen fluir del lienzo, creando una sensación de fluidez que transmite una emoción inmediata y palpable. Los amarillos, azules profundos y rojos translúcidos no son sólo tonos cromáticos, sino vehículos de expresión. Esta sensibilidad por el color no era sólo visual, sino también táctil: sus cuadros sugieren a menudo una sensación de ligereza y movimiento, como si los colores hubieran sido soplados sobre el lienzo o se hubieran expandido naturalmente en un espacio infinito. En este sentido, Frankenthaler formaba parte de los artistas del Campo de Color capaces de transformar el color en una experiencia visual.
En la década de 1970, esta actitud suya experimentó un nuevo desarrollo: en aquella época, experimentó con paisajes intensos y atmosféricos, que a veces rozaban la monocromía. Un ejemplo de esta fase es el cuadro Ocean Drive West nº 1, del que dijo: “En Ocean Drive West siempre te encuentras mirando la línea del horizonte ....”. Hay zonas borrosas de Long Island más allá del Sound, algunas son visibles, otras no. No estaba observando la naturaleza o un paisaje marino, sino el patrón de la naturaleza, igual que el sol o la luna pueden verse como círculos o como luces y sombras".
Además de pintora, Helen Frankenthaler fue también una figura destacada en el campo del diseño gráfico y la impresión, donde aportó la misma sensibilidad innovadora que había caracterizado su obra pictórica. A partir de la década de 1960, Frankenthaler empezó a explorar técnicas de impresión como la xilografía, colaborando con algunos de los talleres de impresión más importantes de Estados Unidos, como Universal Limited Art Editions (ULAE) y Tyler Graphics.
Su acercamiento a la impresión, que comenzó en la década de 1970 (su primera xilografía, East and Beyond, fue realizada en ULAE en 1973), estaba en consonancia con su pintura: experimentaba con la transparencia y la estratificación del color, utilizando el grabado para explorar nuevos efectos visuales que no podía conseguir con la pintura tradicional. En particular, se especializó en la xilografía en color. Sus xilografías de las décadas de 1980 y 1990, como Cuentos de Genji III (1998), están consideradas entre las obras más innovadoras en el campo de la gráfica contemporánea.
Helen Frankenthaler siempre experimentó alternando la pintura sobre lienzo con la pintura sobre papel, considerada esta última un medio más manejable que podía sustituirse fácilmente en caso necesario. Trabajó sobre papel especialmente tras su matrimonio con Stephen DuBrul en 1994, sus obras sobre papel parecen marcar un punto de inflexión. Estas obras expresan una vitalidad renovada, una apertura hacia el futuro que, sin embargo, no olvida el pasado. Su arte, incluso en estos momentos de renovado optimismo, conserva un sentido de reflexión sobre experiencias anteriores. Este sentimiento es evidente en obras como Solar Imp y Cassis, que celebran su nueva etapa vital. En estos cuadros, Frankenthaler utiliza amplias esponjas para imprimir rectángulos de color sobre el papel, creando composiciones caracterizadas por una caligrafía clara y limpia. En Solar Imp, los rectángulos se disponen bajo dos formas negras, que recuerdan las figuras que dominaban sus obras anteriores, creadas durante su matrimonio con Robert Motherwell. Estos elementos no sólo atestiguan una conexión con el pasado, sino que también sugieren una evolución estilística y personal.
Frankenthaler siempre tuvo una profunda visión de la belleza, un concepto que siguió explorando y defendiendo incluso cuando muchos de sus contemporáneos, sobre todo los más jóvenes y comprometidos políticamente, tendían a considerarlo obsoleto o carente de valor en el contexto del arte moderno. Para Frankenthaler, la belleza era cualquier cosa menos superficial o trivial; era, por el contrario, una representación de la condición humana en su totalidad. Sus obras, incluso las realizadas sobre papel, reflejaban la fugacidad de la existencia y el inevitable paso del tiempo, como puede verse en obras realizadas en los últimos años de su carrera, entre ellas Southern Exposure, una de sus pinturas sobre papel más intensas. Estas obras transmiten una profunda conciencia del paso del tiempo, haciendo palpable la fugacidad de la vida.
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